lunes, 26 de junio de 2006

Aracataca nunca será Macondo

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Melibea

Tanto afinó el escritor García Márquez en sacarle brillo, emoción, reencarnación y ficción a su memoria de niño que Aracataca, la ardorosa localidad del caribe colombiano donde discurrieron los primeros nueve años de su infancia, ha tenido que someter a referéndum si la literatura le va a poder a la vida en algo tan fundamental y respetable como el nombre de los pueblos. Don Pedro Javier Sánchez, alcalde del lugar, ha consultado a la ciudadanía si Aracataca se debe llamar como quiso la historia o debe añadir a su topónimo el que quiso el admirable don Gabriel en su sobresaliente novela Cien años de soledad, que como millones de agradecidos lectores saben es Macondo, que significa banana en un dialecto africano. La alternativa estaba entre el respetable y añejo reconocimiento de la cartografía, arraigado en la médula popular con la evocadora prestancia de toda nacencia comunitaria, y el anexo de la feliz, sonora y exitosa proclamación del arte de la palabra con su descomunal efecto difusor. Los 22000 lugareños han preferido seguir llamándose como siempre, sin duda porque la realidad de ser lo que siempre han sido forma parte de ellos y lo otro es cosa del realismo mágico, que a lo peor acaba por dejarlos a todos en pura fábula turística. Por eso don Gabriel habría votado también en contra de Aracataca-Macondo.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

La ficción puede dar vida, pero el turismo es una aberración de la cultura viajera.

Anónimo dijo...

¿Y si la ficción diera dinero, no sería lo mejor para el pueblo de García Márquez? Vamos, digo yo.

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