lunes, 8 de mayo de 2006

J. L. Escudero: Si mía es la vida, ¿por qué no la muerte?

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Celestina Tenerías

Todo hace suponer que don Jorge León Escudero, pentapléjico desde hace seis años y residente en Valladolid, puso fin a su vida con la colaboración de una mano hábil que accediera a su petición de buena muerte, tal como se reconoce etimológicamente el término eutanasia. Ocho años después de que don Ramón Sampedra le precediera en ese trance, cuyo testimonio cinematográfico quedó grabado en la sensibilidad de millones de espectadores a través del impresionante film de Alejandro Amenábar Mar adentro, parece previsible que nos adentraremos otra vez en un debate público que su protagonista resolvió de acuerdo con su voluntad y conciencia. Alguien facilitó al señor Escudero, de 53 años de edad, ese tránsito nada fácil consistente en detener por propia iniciativa el curso de una vida que para quien la soportaba no era merecedora de más adversa y pasiva postración ni mayor prórroga. Si mía ha sido la vida, ¿por qué no la muerte? ¿Cuántas veces don Jorge León se habrá hecho esta pregunta a lo largo de los últimos seis años? ¿Cuántas y con cuanto silencio, zozobra y discreción hasta decidirse por ese sin duda muy reflexionado punto final que hoy los periódicos vuelven a vocear a las leyes vigentes?

+N: La muerte de J. L. Escudero reabre el debate sobre la eutanasia.

+NR: La muerte de Jorge León puede ser útil en el debate sobre la eutanasia, dice su hermano.

+NR: La ministra de Sanidad descarta la legalización de la eutanasia.

+NR: Cárcel a quienes coloboran en la eutanasia y libertad a los homicidas del volante.

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