lunes, 1 de mayo de 2006

El asesinato de monseñor Piñango en un hotel de citas

Melibea del Huerto

Cuando menos se espera salta esa noticia que comporta una rotunda contrariedad para quienes, tal como ruedan los tiempos y las opiniones -en este caso la del cardenal Martini hace días sobre el uso del preservativo- preferirían un discreto silencio a cualquier precio. Pero en la sociedad de la comunicación el poder de la iglesia católica ya no permite que los trapos sucios se laven en casa. Mucho menos en un país en el que esa institución jugó a favor de un fallido golpe de Estado. El asesinato de monseñor Jorge Piñango en un hotel de citas de Caracas la semana pasada acaparó en principio la amarillenta atención de los medios afanosos de escándalo. Tras esa primera y censurable reacción, se ha querido reinterpretar políticamente ese homicidio, desde ciertas y confesionales instancias interesadas, como si el subsecretario de la Conferencia Episcopal venezolana fuera una víctima susceptible de martirologio del actual régimen. El articulista del diario El Tiempo, don Daniel Córdova, insiste en que El Vaticano debe sincerar su posición moral sobre puntos neurálgicos tales como el celibato en el sacerdocio, la homosexualidad, el abuso sexual, el aborto, el uso del preservativo, el SIDA, temas ante los cuales mantiene una posición dual y acomodaticia. Duda, sin embargo, de que en el caso de Venezuela las autoridades eclesiásticas aboguen por un cambio de mentalidad al respecto: Todavía estamos esperando el mea culpa por su participación en el golpe de estado antidemocrático de abril 2002 o que desistan de seguir manipulando la fe cristiana del pueblo como arma política de una oposición recalcitrante.

+NR: Más detalles del homicidio tras la captura del presunto culpable y las primeras investigaciones policiales.

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