martes, 4 de abril de 2006

Curar matando, una cuestión de fe

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Celestina Tenerías

Por su precisión científica, claridad y brevedad expositivas e indudable actualidad como asunto susceptible de polémica, no me resisto a incluir esta interesante Carta al Director publicada en el día de la fecha en el diario El País. Bajo el título Curar matando, una cuestión de fe, esto es lo que sostiene don F. Javier Cudeiro Mazaira, catedrático de Fisiología del Departamento de Medicina, Campus de Oza, La Coruña:

Es difícil abordar un tema tan delicado como la clonación terapéutica sin caer en manifestaciones maximalistas que poco tienen que ver con la realidad del problema, y eso es lo que le está pasando a la jerarquía católica. Es difícil entender el impacto social de la religión (y de la ciencia) sin remitirse a un contexto histórico apropiado. Y eso es lo que ha pasado con mucha frecuencia a los dirigentes de la Iglesia.

Verán ustedes, hasta el Concilio de Nicea, en el siglo IV, existían dudas acerca de si Jesús era Dios. En el siglo XVII, en la población de Salem (EE UU) murieron muchas personas en la hoguera acusadas de posesión y brujería; pertenecían a un grupo social aquejado de la enfermedad de Hungtington, un trastorno neurodegenerativo.

Ahora mismo, la interrupción de la división celular en la primera semana tras la fecundación de un óvulo humano se considera un asesinato aunque tenga pretensiones curativas, porque, y he aquí el conflicto, desde el patio de las almas, una de ellas habrá venido para unirse a un grupo de células. Células que precisamente debido a su capacidad multipotente para dividirse y diferenciarse en cualquier tejido, son malas candidatas para recibir un espíritu. Piensen por un momento que todas se dirigiesen para formar un hígado, ¿tendría alma nuestro hígado? ¿Cómo es posible que se tenga tan claro -y hay que tenerlo muy claro para negarse a explorar las posibilidades terapéuticas-, que ocho células capaces de transformarse en cualquier cosa son un individuo completo? Habrá un nuevo Concilio, ahora en el siglo XXI, que sin duda pondrá orden en nuestros orígenes y en la puesta en hora de los relojes de la vida.

Estará por fin muy claro que, lo que es un acto de fe, se convertirá en una verdad demostrada con, incluso, su correspondiente correlato penal. Lástima que para la utilización del condón y la prevención del sida tengamos que esperar un par de siglos más.

1 comentario:

Anónimo dijo...

¿Existirá esa iglesia todavía dentro de un par de siglos?

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