martes, 28 de febrero de 2006

Lazarillo, profesor invitado (2)

Lazarillo

Escribo estas palabras a la vista de Montecassiano, mientras cae la tarde con luminosa y verde dulzura sobre el fresco canto de los mirlos. Ha llovido a mares sobre esta tierra evocadora de amuralladas refriegas medievales. El pueblecito del que hablo ya presiente el olor caldeado de la primavera. Sobre la campos se destaca la floreada presencia de los almendros y ante la bucólica ensoñación de este crepúsculo, Lazarillo reconsidera su estancia en este apacible rincón campesino como un privilegio de viajero antes que como un empeño laboral de profesor invitado. Más te vale así, se dice, pues el mundo de la Universidad, allá donde sea, atraviesa penurias múltiples derivadas no tanto de su función educadora y cultural como de su organización. Consciente de que su papel como docente se limita a exponer del modo más directo y sugestivo posible los expresivos encantos de la lengua de Cervantes, así como las páginas de aquellos autores que más pueden favorecer esa enaltecedora y comunicativa impresión, no seré exhaustivo en las taras y sí en los provechos, a cuyo fin voy anotando durante estos primeros días las oportunas observaciones. El lector, sin embargo, habrá de tener paciencia con quien esto suscribe y esperar a que las herramientas electrónicas de Lazarillo funcionen con la solvencia debida, esto es, que Internet y la Universidad de la que dependo me faciliten la labor, de modo que estos escritos dejen de ser ocasionales para recuperar su habitual ritmo cotidiano. Confiemos en que eso sea tan pronto como el bagaje de incidencias y mis reprimidas ansias de expresión se merecen.

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