martes, 18 de octubre de 2005

Saharauis y subsaharianos

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Félix Población

El sábado que viene se presenta en el Ateneo de Madrid una pregunta que ya es un largo y silenciado grito: Sahara Occidental ¿hasta cuándo? El libro relata la violación de los derechos humanos que los saharauis del territorio ocupado por Marruecos han padecido a lo largo de 30 años.

El pasado 10 de octubre, mucho antes de que la predisposición hospitalaria de ese pueblo olvidado se hiciera realidad, la Coordinadora Estatal de Asociaciones Solidarias con el Sáhara advertía de la posibilidad de que una parte de los inmigrantes subsaharianos barridos de la frontera con España por Marruecos fuera abandonada a su suerte en la llamada franja roja, sector minado en torno a la muralla levantada por el los invasores marroquíes para proteger el Sáhara Occidental de su legítimos dueños.

Ningún medio reflejó entonces esa nota de prensa, acaso por considerar que la CEAS-Sáhara pretendía con ella dar publicidad a su justa causa. Fue preciso que lo anunciado se comprobara hace un par de días y las cámaras de televisión lo difundieran con el máximo alarde de medios.

Que un centenar de apaleados subsaharianos, heridos y errantes por un territorio de muerte, haya sido alojado allí para que se esfume de la conciencia de un régimen como el marroquí es grave. Que la vieja Europa pueda sentir en el fondo un cierto alivio ante ese distanciamiento impuesto por el guardián del sur, lo es mucho más, por reiteradas que sean sus llamadas al respeto de la dignidad humana.

Lo cierto es que otros desheredados de la tierra, el pueblo saharaui, repartidos de prestado en la desolada aridez del desierto, contra quienes Marruecos ejerce la dictadura de la persecución y la cárcel por defender sus derechos y a los que Europa y España ignoran o esquinan desde hace lustros, han sido los únicos en socorrer a esos peregrinos lanzados por la miseria y el hambre a la aventura de sobrevivir más al norte.

Esa solidaridad entre quienes han sido desposeídos de casi todo, menos de la dignidad que mueve y aviva sus sentimientos de humanidad y resistencia, debería ser para nuestra sociedad de bienestar y confort un motivo de emulación. Pero quizá nuestra sensibilidad yace abotargada para semejantes credenciales de la razón y el corazón.

PS.- Compruébese cómo es analizado el grave problema de la inmigración desde la emisora del Santo Oficio (gracias por el calificativo, dilecto Rivas).

1 comentario:

Anónimo dijo...

¿Nos van a hacer creer que así como hay dos iglesias hay dos Copes?

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