jueves, 4 de agosto de 2005

Un minuto de silencio por los niños iraquíes

Félix Población

Quiero acordarme de ellos ahora que nuestra acomodada sociedad occidental ha sabido del dolor y la muerte que infunde el terror en las calles de nuestras ciudades. No se ha difundido apenas el mensaje que este comentario contiene, pero es preciso hacerlo con reiteración hasta que cale en quienes puedan preguntarse, con la conciencia abierta y sin prejuicios, por una de las razones fundamentales por la que nuestro mundo empieza a sentirse cada vez más inseguro y, por lo tanto, menos libre.

En Irak, según el Estatuto de Roma de la Corte Penal Internacional, se cometió un genocidio, ante la indiferencia de buena parte de nuestra civilizada sociedad, desde que Estados Unidos, en 1990, impuso un embargo que causó la muerte de seis millares de niños menores de cinco años cada mes. La carencia de alimentos, medicinas y cloro para la depuración del agua diezmó hasta ese punto a la población infantil. El balance de tan ignominioso castigo a un pueblo arroja 72.000 niños muertos cada año, lo que representa un total de 900.000 hasta que se produjo la invasión anglo-norteamericana de 2003. Eso, en un país con un 45 por ciento de habitantes menores de 15 años, sólo cabe calificarlo como una acción genocida muy grave.

En su día, la prestigiosa revista Lancet se refirió al precio humano de la invasión entre la población iraquí cifrándolo en 100.000 muertos. Ahora, bajo los efectos de esa ocupación bélica y con el país arrasado y en permanente desangramiento por las acciones de la insurgencia, las estadísticas en torno a los efectos de la miseria y el hambre son difícilmente evaluables.

El ingeniero Miguel Ángel Llana ha comentado en un documentado artículo la situación iraquí tras visitar la nación recientemente. Las secuelas del uranio empobrecido, como consecuencia de los bombardeos del ejército invasor, arrojan un panorama espeluznante en el Hospital Oncológico de Basora. Esto, unido a la escasez de medios y medicinas comprobable en los centros sanitarios de Bagdad, da idea de la silenciada penuria e intenso sufrimiento de una nación donde la sobrevivencia está en riesgo permanente.

Conviene recordar estos datos cuando, golpeados por la furia terrorista, paremos un minuto la mecánica de nuestro desarrollo, entre el confort y el desaforado ritmo consumista de esta sociedad de bienestar, y reflexionemos en silencio sobre nuestros muertos. Hagamos un esfuerzo de generosidad y ampliemos al menos el radio de nuestra conciencia por esa matanza de inocentes perpetrada contra la población iraquí por la codicia satánica del poder y el dominio.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

El poder USACO no tiene conciencia.

Anónimo dijo...

Nunca sabremos la verdad de las guerras, mucho menos cuando se inician como la de Irak. Me gustaría saber la vida cotidiana en ese país, ahora, pero esa información no es útil al invasor, sólo beneficia al enemigo.

Anónimo dijo...

Si esas cifras son ciertas, no nos extrañemos de nada y más vale prepararse para lo que pueda suceder.

Anónimo dijo...

Recordemos Hiroshima y Nagasaki en los niños iraquíes muertos. Un mismo culpable manda en el mundo.

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