miércoles, 3 de agosto de 2005

TV: Que viene La Cuatro

Lazarillo

Ya está decidido. La nueva tele del todopoderoso Polanco se llamará La Cuatro y tiene muy soliviantados los ánimos de la competencia presente y futura, esto es, los de Telecinco y Antena 3, así como los de Veo TV y Net TV, nuevas cadenas a la espera, de las que son titulares los grupos Recoletos-El Mundo y Vocento. Como además Canal Plus emitirá en abierto en unos cuantos meses, todo parece a favor de los intereses de quienes más distantes se hallan en la crítica al actual gobierno de la nación.

Están en su derecho al desacuerdo y a la protesta los empresarios de las aludidas cadenas privadas, pero al margen de consideraciones ideológicas de afinidad o disidencia con el partido en el poder, quienes sustentan esas televisiones deberían dejarse influir menos por el previsible descenso de dividendos y responsabilizarse más por la calidad de sus propuestas de programación, anquilosadas en la rutina de una comercialidad fácil y circunstancialmente resultona pero que a la larga puede resultar tediosa.

Ciertamente, con La Cuatro y Canal Plus en abierto cobrará efecto un mayor reparto de la audiencia y una reducción en las cuotas de publicidad, pero lo que acaso más intranquiliza a los canales privados es la alta profesionalidad demostrada hasta ahora por los equipos de Plus. También la filosofía de su programación es más seductora, no sólo cualitativamente sino por su conexión social con la contemporaneidad.

Frente a esa pujante apuesta formal, sincronizada con un estilo moderno y dinámico de la televisión, es muy difícil competir con grandes franjas de telebasura en pantalla. A base de indigesta salsa rosa, bochornosas crónicas marcianas y burdo cotilleo con tomate se podrá atrapar a un cierto público, y de ello hay constancia, pero esa audiencia está más bien en regresión que al alza, sobre todo si desde otros canales se apuesta por la diversión con probado dominio del medio y un poco más de dignidad.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Con el PP en el poder no hubiera ocurrido lo mismo. ¿O sí?

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