martes, 10 de mayo de 2005

Racismo y xenofobia en el Bernabeu

Melibea del Huerto

El pasado sábado, mientras los llamados líderes mundiales se aprestaban a viajar a Moscú para celebrar allí la conmemoración del sexagésimo aniversario del fin de la segunda guerra mundial, la ciudad de Madrid, personalizada en miles de los aficionados de su Real equipo de fútbol, sufría una afrenta bochornosamente calificable.

Si en Moscú el presidente de España habló con enérgica convicción para que nunca más se repitiera la barbarie que costó millones de muertos, fruto del imperialismo nazi, racista y xenófobo, en el estadio Bernabeu millares de gargantas prorrumpían en un griterío fanático, orquestadas por grupos ultras bien identificados, que jaleaba su aversión de similar bilis hacia los millones de inmigrantes que hoy conviven con nosotros.

La excusa para tan indigno proceder -no cabe utilizar el término razón cuando esa facultad es pisoteada por los protagonistas- fue el asesinato de un vecino madrileño en la localidad de Villaverde a manos de un individuo de procedencia iberoamericana. Una gran pancarta, desplegada en uno de los fondos del graderío, dejaba constancia de sendos y peligrosos agravios contra la inmigración (“nos invaden, nos matan”), totalmente inadmisibles en un recinto cuya titularidad y responsables deberían haberla prohibido drásticamente.

Que se sepa, no tengo hasta ahora el menor indicio de que la Real Federación Española de Fútbol haya tomado algún tipo de resolución contra el histórico y prestigioso club, incapaz al parecer de tomar iniciativas decididas y enérgicas para evitar a esa muchedumbre ruin y encanallada. Tampoco se entiende por qué Roberto Carlos, el bravo defensa brasileño que aportó su imagen a un anuncio publicitario para combatir el racismo y la xenofobia, entregó su camiseta a un reconocido cabecilla de los ultrasur al término del encuentro.

Por bien que esté y lucido que sea, no basta conmemorar el fin de las barbaries. Lo más perentorio y necesario es erradicar las oscuras semillas donde germina su sustento de intolerancia y rencor.

1 comentario:

Anónimo dijo...

El Madrid siempre fue el club del imperio y aunque pueda haber gente normal entre sus hinchas más apasionados, el número de rapados de cerebro es considerable, y además a la directiva debe gustarle esa panda de indeseables, porque de lo contrario no se entiende porque siguen ahí. Lo de Villaverde se está instrumentalziando por los fachas y el ministerio del Interior debería estar muy atento a sucesos como el del asesinato del otro día para evitar manipulaciones peligrosas. Hay que evitar que la ociosidad prenda en los barrios y en los pueblos para que nada ni nadie haga apostolado incivil entre los más jóvenes.

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