martes, 24 de mayo de 2005

En defensa del Olivar de Chamartín de Madrid

Félix Población

A quienes van a dar una lección más de barbarie especulativa les importará poco la pequeña memoria de este humilde Lazarillo. Del Olivar de Chamartín, por Alberto Alcocer y Padre Damián, tiene este otrora convecino de ese barrio madrileño una doble y amable recordación: el beso de una novia y la charla con un poeta.

El de la novia fue su primer beso y aún fluye la humedad de ese tacto si ahonda un poco en los misterios del sentir. Fue un beso antes del último autobús, emboscados entre los olivos centenarios, con los estómagos vacíos en olvido del yantar porque otros goces nutrían nuestra sed de vida. Aquel Madrid todavía tenía tránsitos entre el asfalto por donde perfumarse al albur sorpresivo de la primavera.

Al poeta don Dámaso Alonso lo conoció este Lazarillo una mañana juvenil de su aprendizaje como periodista en agraz, tímido y documentado porque al ilustre académico lo idolatraba el reportero con el núbil fervor de la adolescencia. La media hora prevista de charla rebasó toda la mañana con la remebranza de toda aquella generación llena de versos hondos y peregrinos. Aún tuvo don Dámaso la gentileza de solicitar en la despedida los versos o las prosas de aquel redactorcillo acongojado por el respeto y la emoción. Olía su jardín a lilas y había tras la cancela un almendro encendido.

La Fundación Olivar de Castillejo ha desertado de la cultivada memoria de su pasado, arraigado en la por tantos motivos prestigiosa e ilustrada Institución Libre de Enseñanza, para acabar con el centenario Olivar de Chamartín, donde crece el más carismático madroño de la Villa y Corte. Las rentas especulativas y la codicia del pelotazo acogotan una vez más otro de los pequeños y umbrosos pulmones por donde Madrid respira.

En breves fechas, la respetable Fundación va a firmar un contrato de cesión de los terrenos a la empresa multinacional Thai Gardens, especializada en restaurantes de comida asiática amenizados por sicalípticos entremeses. Es de temer que todo el hoy verde recinto, ecológicamente respetable y defendible, se torne pronto en un centro neurálgico de la bullanga nocherniega. El trueque es tan sintomático de los dictámenes decisorios que lo permiten como de la sociedad que lo encaja.

Estas cosas te alejan tanto de lo que fuimos que la ya larga memoria de este modesto Lazarillo teme no haber vivido ni aquel beso ni aquella charla en un Madrid del que, pese a todo, aún asoma como borrosa certidumbre aquel almendro iluminado de la casa del poeta:

Madrid es una ciudad de más de un millón de cadáveres (según las últimas estadísticas) (*)

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(*) Si no formas parte de esa estadística, enlaza desde Diario del Aire con el Blog de Gatopardo y evita que arrasen El Olivar.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

En este enlace David Castillejo, que no está de acuerdo con los planes del resto de la Fundación Olivar de Castillejo, y Diego Catalán, trazan una breve "Historia del Olivar de Chamartín", escenario de tus recuerdos y de los míos.
http://olivarchamartin.blogia.com/
Gracias por no traicionar a aquel poeta trémulo y enternecedor que fuiste entonces.

Anónimo dijo...

Qué sería de nosotros sin aquella voz y sentir con que crecimos. Leeré esa historia con gusto para evocar la mocedad y no perderla... aunque pretendan conquistarla de asfalto y puterío.

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