Félix Población
Es difícil hacerse a la idea de que tu hija, con sólo diez años, a la que acabas de dejar en el colegio con el primer beso del día, podría ser en Sri Lanka, Uganda o la República Democrática del Congo una niña de la guerra. Que su risa y sus lágrimas, fuentes de aprendizaje en el gozo y las primeras reprensiones de la vida, podrían amustiarse hasta el más hosco de los silencios ante la mutilación de todo su sentir de virgen rota, de toda su niñez desangrada por la ferocidad venal del instinto y la muerte. Cuesta creer que el dulce rostro de tu hija, dibujado en el rictus de ganar las vivencias como se gana el aire en libertad y anhelos, podría convertirse en una doliente expresión de sombra avejentada y dura surcada por el estigma deletéreo del odio.
Más de 120.000 niñas, algunas de ellas con apenas ochos años de edad, son forzadas a servir como combatientes o sirvientas en los oscuros y olvidados conflictos bélicos que afectan a esos países. Según la organización británica no gubernamental Save the Children (“Salven a los niños”), muchas de esas niñas fueron secuestradas y prácticamente todas han sido obligadas a ser esclavas sexuales o acompañantes de los combatientes. En Sri Lanka, nación que acaba de sufrir el devastador tsunami que conmovió más que avergonzó al primer mundo, 21.500 niñas están vinculadas a los grupos militares rebeldes. Cerca de 12.000 están asociadas a las fuerzas armadas en la República Democrática del Congo y unas 6.500 son reclutadas como soldados en Uganda por el Ejército de Resistencia del Señor.
Mike Aaronson, director general de Save the Children, parece clamar en el desierto cuando insiste en la necesidad de poner fin a tan atroz y desalmado pasaje de barbarie conjugado en presente. Su voz y la de su asociación no encuentran repercusión efectiva en la comunidad internacional. Los programas de rehabilitación previstos para estos fines –alega- son insuficientes e inapropiados para atender las necesidades de esas niñas de la guerra.
No jugaron con muñecas a ser madres. Secuestradas de la tierna caricia familiar y el hospitalario cuento del abuelo, es improbable que sus vientres alumbren otra cosa en el futuro que no sea la humillación y el asco, en el improbable supuesto de que tengan por delante el azaroso y arduo porvenir de criar esa angustia.
1 comentario:
Como esa noticia, pero en mujerm puede ser la de la lapidación en Afganistán de un adúltera. Después de la "democratización" permanece lo peor del régimen de los talibanes.
Publicar un comentario