martes, 5 de abril de 2005

La Tierra herida

Félix Población

Acaban de atropellar a otro lince en Doñana y el riesgo creciente de extinción de ese hermosísimo felino pone una vez más en tela de juicio a quienes están llamados a evitarlo. Asfalto y velocidad colaboran activamente en el cerril despropósito de hacer de Doñana un lugar cada vez más inhóspito para esa especie. No se puede mantener una política de conservación del lince ibérico sembrando de carreteras el territorio donde aún sobrevive.

Todo parece indicar que, aun con campañas de protección diseñadas con teórica buena voluntad, la situación del lince en Doñana es de acorralamiento antes que de resguardo. A ello contribuyen los desaprensivos del perdigón y también la desaparición de conejos en la zona, afectados por un virus derivado de productos químicos, tal como señaló el biólogo Miguel Delibes de Castro. El diagnóstico del investigador es objetivamente pesimista respecto al porvenir del gran gato.

Precisamente estos días él y su padre, mi admirado don Miguel, tienen en los escaparates de las librerías una obra de escritura conjunta titulada La Tierra Herida, abierta con una cita muy pertinente de la Oda al Aire de Pablo Neruda. El anciano escritor, más sensibilizado que nunca por el futuro del planeta, pregunta a su hijo sobre varias y muy interesantes cuestiones acerca del estado de salud de nuestro mundo. Sostiene don Miguel que el calentamiento de la Tierra equivale a la fiebre de los organismos enfermos.

Me resisto a creer que las negras diagnosis de los científicos y las intuiciones no menos oscuras de los poetas tengan razón de ser y cumplimiento, pero el día en que sólo contemos un solo lince a flor de tierra, la herida de la Tierra en su hermosura será mucho mayor.

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