Félix Población
Con un ralentí inexplicable en su proverbial rigor censorio, el Vaticano se ha apercibido de la nefasta influencia que El código da Vinci puede ejercer entre su feligresía. Muy complejos y delicados asuntos han de ocupar a la curia romana para que el best seller se le haya escapado de su celo amonestante en este par de años. Quizá la sucesión del actual pontífice se presente con un grado de conflictividad mucho mayor del calculable y su compleja dilucidación reste dedicación analítica y ejecutiva a otros menesteres.
Lo comprobable es que Dan Brown lleva 18 millones de ejemplares vendidos en 44 idiomas, que su obra lidera las listas de ventas en países con una gran población católica como Estados Unidos, Francia y Brasil, y que sólo en español el número de lectores supera ya el millón. Esos datos han puesto nerviosa a la Iglesia, incapaz de discernir en un libro de ficción lo que una nutrida y feraz documentación pueden abonar en pro de la verosimilitud del relato.
Se sostiene en el mismo, entre otras claves fundamentales para el desarrollo literario de la historia, que Jesucristo estuvo casado con la ex prostituta María Magdalena, con la que tuvo un hijo, y que la Iglesia ocultó durante siglos ese singular matrimonio. Tal revelación, por muy incardinado que esté su motivo en la argumentación estrictamente novelesca, merece a juicio del Vaticano poco menos que una cruzada para rebatir el cúmulo de falsificaciones absurdas y vulgares en que se basa el autor.
Prueba de lo que preocupa al Vaticano la obra de Brown es que al frente de esa campaña figura el mismísimo obispo de Génova, cardenal Tarcisio Bertone, candidato significado a suceder a Juan Pablo II. Hasta el Opus Dei, cuyo protagonismo en la novela estima esa asociación afrentoso, ha llegado a solicitar a Dan Brown un prólogo explicativo en el que éste ratifique el carácter ficticio del relato, alegando eso de que todo parecido con la realidad es pura coincidencia.
Naturalmente, el señor Brown ni siquiera se ha molestado en responder a esa demanda, sin duda porque la polémica ayuda a sus intereses y acaso también porque le parezca una redundancia abundar en las características que como género definen a la novela. En cuanto al trato dado al Opus en su libro, el escritor se limita a manifestar en su Web que la descripción es equilibrada.
Por encima de apologistas y detractores, ya sea del contenido o de los méritos literarios del autor, está claro que entre las virtudes del libro la Iglesia ha quedado inquietamente impresionada por su verosimilitud, uno de los fundamentos capitales de toda buena novela. Esa verosimilitud, respaldada en un denso y meritorio bagaje documental, ha propiciado que el Vaticano, con su tardía llamada a rebato admonitorio, fomente la mejor campaña de mercadotecnia favorable a una mayor difusión lectora del Código da Vinci. El señor Brown lo va a notar con seguridad en su cuenta nada corriente.
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