lunes, 21 de febrero de 2005

Prevención ante la última ETA

Félix Población

Se tiene la sensación, desde que Ibarreche presentó en el Congreso de Madrid su plan-trampa, de que el cerco a la organización ETA ha ganado en intensidad y aciertos policiales en las últimas semanas. Las recientes detenciones en Valencia, en pronta y eficaz evitación de un atentando inminente, denotan un seguimiento muy atinado y riguroso de las huellas delictivas que los terroristas están dejando de unos meses a esta parte.

La magnífica labor desarrollada contra el entramado etarra durante el gobierno del Partido Popular, en cuya apreciación han de coincidir no sólo por sentido de la responsabilidad y estrategia todos los que tienen a bien acabar con esa lacra, se está viendo ratificada con igual grado de eficiencia por el actual gobierno socialista. Justo es reconocerlo a dos bandas por enconadas que sean en otros puntos las relaciones entre los dos partidos mayoritarios.

Ahora bien, la derrota democrática del plan del lehndakari en el Parlamento de España, el presumible pero insuficiente triunfo de los nacionalistas vascos en las próximas elecciones en aquella Comunidad y la rémora impresentable de Batasuna a esos comicios son tres factores a considerar, en las actuales circunstancias, para prever una última acometida de ETA digna de las máximas prevenciones.

Parece que la organización terrorista está seriamente herida de muerte, pero en tan adversa coyuntura es muy posible que quiera demostrar que su capacidad de acción aún puede infligir el suficiente daño como para promover mediante el chantaje de la sangre -esos muertos encima de la mesa de los que se sirve el lenguaje del terror- una negociación con el gobierno de Madrid.

Los españoles han de tener constancia, por parte del gobierno que los representa, de que sólo cabe el recurso a la palabra entre quienes llegan al diálogo a través de un compromiso pacífico de entendimiento, no mediante la imposición o a la sombra cerril de la violencia. Esta aplicación imprescindible de la lógica de la convivencia en el tablero político lo mismo vale para quienes pretenden negociar una salida a la violencia desde su historial de crímenes que para los que, sin el menor reparo, pactan con los voceros políticos del terrorismo en contra de las leyes democráticas y constitucionales.

Ese pacto en el Parlamento de Vitoria se fundamenta en unas pretensiones comunes de soberanía cuyas consecuencias contribuirían a una mayor y más radical división de la ya escindida sociedad vasca, ésa en la que unos campan a sus anchas, libres e independientes, y otros dependen del celo de su escolta para conminar la acechanza de los matones. Sobre esa base no cabe diálogo posible ya que uno de sus pilares se sustenta en la extorsión, el chantaje y el crimen, de cuyo cerco hubieron de salir por la fuerza, abandonando su tierra en poco más de una década, un total de doscientos mil vascos.

Las próximas elecciones en Euskadi van a ser decisivas para que la ciudadanía más razonable dentro del nacionalismo tolerante aplique a los exabruptos de ese PNV salido de madre una cierta dosis de sentido común. Hasta que se celebren, convendría que desde el Ministerio del Interior se activasen todas las alarmas. Si de verdad estamos ante la última ETA, como todo bien nacido desea para España, la prevención ante la furia de sus estertores ha de ser máxima.
(17II05)

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