El amable lector no debería encontrarse tan a menudo con la glosa de la basura en estas páginas de periodismo no venal. Pero por pretender la mayor dignidad en el oficio, con nuestra mejor intención y discreto bagaje de cultura ética, quien esto escribe no puede por menos de indignarse ante la mierda ajena proveniente de otros medios con una frecuencia de uso y abuso auténticamente alarmantes.
En esta ocasión no me puedo resistir a comentar el fácil recurso que para promover la insidia, la mentira y la infamia suponen las secciones de confidenciales o rumorología, tan al gusto de la prensa sectaria y resentida apegada a la radical oposición. En esa trayectoria se alistan una serie de medios electrónicos bien reconocibles y otros impresos acuciados de ganar en color amarillo lo que les falta de calidad.
El diario El Mundo es uno de los que sostiene cotidianamente esa ventana abierta al cuchicheo más o menos lenguaraz de mefíticas esencias. La última víctima de don Pedro Jota, sumo valedor de la deontología profesional y del periodismo investigador de sensacionalismos, ha sido Fernando Morán.
No es que al señor Morán, ex diplomático y ex ministro socialista de Asuntos Exteriores, se le achacasen en la supuesta información nefandos vicios o deplorables desaguisados de incívica entidad. La intención del anónimo gacetillero al dirigir sus dardos contra don Fernando, a quien cabe suponer en apacible e intelectual retiro, pretendía sólo chinchar con el sarcástico chascarrillo de cotilla ocioso y malcriado en la afrenta.
Ignoro la gracia que para la decreciente audiencia del periódico El Mundo puede tener la imputación de que don Fernando pasa por dificultades económicas, y que por eso lee de gorra los periódicos en el quiosco, ante los reproches del titular del comercio, o mira con lupa el precio de las hortalizas, pero el comentario es tan insustancial y mezquino como turbias e indefinidas las fuentes en las que se basa: alguien que le conoce, los que se cruzan con él, sus amigos…Mucho menos se puede fundamentar una información en esas chismosas pesquisas -reconocidas y censuradas en la profesión como fuentes anónimas- para asegurar que don Fernando califica a su mujer de enferma.
Cierto que al señor Morán se le permitió en el mismo medio, cinco días después, el pasado lunes 14, un desmentido de réplica -no textual sino comentado y posiblemente insuficiente-, asegurando que la desventurada versión galdosiana o dickensiana que de sus circunstancias económicas se hacía no se correspondía para nada con la verdad.
Pero el bulo ya estaba en el aire y ese lastre ya no hay quien lo corrija. Levantar infundios sobre la base del chismorreo califica por sí mismo a los periódicos que cultivan ese subgénero de amarillenta mala baba en el que muchos colegas, desde el aprendizaje a la jefatura, ganan méritos para el escalafón.
(17II05)
No hay comentarios:
Publicar un comentario