miércoles, 1 de diciembre de 2004

¡Aznar, presente!

Félix Población

La sociedad española debería felicitarse porque políticos como don José María hayan tomado las de Villadiego. Sus acólitos mediáticos se han sentido henchidos de orgullo tras la comparecencia de su jefe. Resaltan sus virtudes parlamentarias, el vigor de sus argumentos y la mesura de su actitud frente a la Comisión del 11-M. Se hacen lenguas asimismo del mensaje rocoso de que hizo gala con una solidez a toda prueba y en todo momento.

No les falta razón en esto último, sobre todo si se considera que la mayoría de los comisionados no estuvo a la altura de las circunstancias. Su agudeza para inquirir, así como la capacidad para centrarse en lo específico de las averiguaciones, ha quedado a merced de la persistencia del señor Aznar en negar errores, escudar responsabilidades y liberarse de los reproches que se le inculparon como máximo responsable del Gobierno. A la contumacia en defender el falaz comportamiento de su ministro de Interior y de él mismo tras la masacre del Corredor del Henares no presentaron los portavoces la precisión y batalla que era menester, como si ante la actitud hormigonada del ex presidente se conformaran con asistir al rebote de las imputaciones.

Puede que Aznar haya salido bien parado retóricamente ante los suyos, pero no ante la ciudadanía que marcó la diferencia en el resultado electoral de 14-M. Don José María no ha dejado satisfecha a esa franja de la población que decidió con su voto el triunfo del Partido Socialista. Buena parte de esos electores, ganados a la abstención o al centrismo ideológico, apoyaron al PSOE como castigo a la falacia gubernamental. Si ese electorado pensó entonces que el gobierno del Partido Popular le había mentido, hoy no tiene ningún motivo para pensar lo contrario.

Lo peor de todo esto sería que el presidente honorario del PP, de cuya prepotencia, soberbia y mendacidad está nutrida su última trayectoria política, mantuviera o incentivara aún más su disponibilidad como alma tutelar al frente de su partido. Porque aunque don Mariano brillara por su ausencia durante la comparecencia de Aznar ante la Comisión, Rajoy sabe que su capacidad de maniobra está hipotecada al dedo encumbrador. Máxime cuando tanto fervor despierta en la derecha mediática.

Del peso leve o lapidario de ese influjo puede derivar, en un futuro más o menos próximo, que entre los populares haya divergencia o cohesión, según se posicionen ante una sociedad que, como se ha demostrado en los pasados comicios, sabe elegir con solvencia y sin consignas aún en la más adversa de las circunstancias.

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