Félix Población
Todo hace presagiar que estamos en vísperas de una reñida disputa por el poder en Estados Unidos. Demócratas y republicanos se hallan quizá ante la convocatoria electoral teóricamente más igualada en la joven historia de su país. Más incluso que hace cuatro años, cuando Jeb Bush favoreció la elección de su hermano merced a la privación del derecho al voto de 94.000 afro-americanos en el estado de Florida.
Como lo más conforme y acomodaticio en los medios convencionales de información es poner como modelo la democracia norteamericana, los apretados resultados de los comicios del año 2000 y las irregularidades que auparon al actual presidente no pasaron de ser una anécdota. Recuérdese, sin embargo, que el señor Bush, con ocasión de su paseo triunfal hasta la Casa Blanca, hubo de soportar airadas manifestaciones en contra y el impacto de algún que otro huevo sobre la carrocería de su vehículo. Algo totalmente inédito en la memoria de unos desfiles más llamados al reconocimientos de los honores que a la hiel de las invectivas.
Un resultado confuso ahora sería de más graves consecuencias, pues implicaría al propio presidente -algo que no sucedió entonces-, la nación está en guerra y, por una y otra causa, los efectos del mismo podrían ocasionar incluso una crisis constitucional.
En esta ocasión parece que no será sólo Florida el estado llamado a decidir quién se sentará en el Despacho Oval. Otros dos, Ohio y Pensylvania, comparten esa responsabilidad según las predicciones de los estrategas. Aseguran éstos que el vencedor será quien gane en dos de esos tres estados. Es por lo tanto de obligada custodia el rigor y la transparencia con que se lleve a cabo el cómputo de votos en cualquiera de ellos.
A pesar de que sólo en el estado de Florida la imparcialidad del proceso electoral será inspeccionada por casi 2.500 abogados representantes de los dos partidos mayoritarios contendientes, la suspicacia de los ciudadanos se ha incrementado en los últimos días tras la difusión de algunas noticias ciertamente sintomáticas.
El diario The Washington Post informó no hace mucho de algunas fallas en el proceso electoral tendentes a amedrentar a los potenciales votantes de John Kerry. Esos datos coinciden con los revelados por la AFL-CIO, el mayor sindicato del país, según los cuales las autoridades de Florida, con Jeb Bush a la cabeza, se negaron a contar las papeletas de votos provisionales, concedidas a las personas aptas para ejercer el sufragio pese a que sus nombres no figuren en el censo.
La BBC dio a conocer la existencia de dos mensajes electrónicos, de 15 páginas de extensión, redactados por la oficina del partido republicano en ese estado, en cuyo texto figura una larga lista de electores a quienes se tratará de intimidar para que no ejerzan su derecho al voto. Dichos mensajes fueron remitidos al director ejecutivo de la campaña de Bush en Florida y contienen los nombres y direcciones de 1.886 votantes, en su mayoría de color, residentes en la áreas de tradición demócrata de Jacksonville. A esto hay que añadir recientemente el extravío de 60.000 votos cursados por correo de potenciales electores demócratas.
Los norteamericanos decidirán el martes el porvenir del planeta para los próximos cuatros años. La actual y difícil coyuntura internacional hace de esa consulta un acontecimiento de relevante trascendencia para el mundo. La entidad de los comicios debería estar avalada por la máxima pulcritud en su desarrollo y contabilidad. Pero el sistema electoral norteamericano arroja dudas de cierta entidad desde la última confrontación democrática y con tal inquietud se vivirá en muchos casos la jornada al pie de las urnas.
Es de esperar que esas dudas no sienten precedente y que las mentiras despachadas por un Gobierno para justificar la invasión y la guerra de Irak no salpiquen con el fraude la columna vertebral de todo régimen democrático que se precie. La sombra de esa certidumbre, advertida en Florida hace cuatro años, ha de ser erradicada.
Decía José Martí que las campañas presidenciales en USA eran necias y nauseabundas: Se vuelcan cubas de lodo sobre las cabezas. Se miente y exagera a sabiendas. Se dan tajos en el vientre y por la espalda. Se creen legítimas todas las infamias. El que inventa una villanía eficaz, se pavonea orgulloso. Se vive de mayo a noviembre viendo ruindades, y en disgusto y alarma.
Todo eso, que resulta más o menos perceptible, no ha de implicar que se corran riesgos de pucherazo susceptibles de instalarse también como viciosa usanza en el derecho, la libertad y el cómputo de votos de la ciudadanía.
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