miércoles, 20 de octubre de 2004

Carta abierta a un adolescente acosado y agredido

Félix Población

Querido Eduardo:
Te escribo porque lo estás pasando mal y no parece que tu problema incumba a quienes deberían sentirse involucrados. Me consta que en casa cuentas con el apoyo familiar y eso no es poco en los tiempos que corren. Tus padres no son de los que levantan los hombros o se escudan en la premura de este acelerado vivir ante los conflictos de sus hijos. De otro modo no estarías tú ahora en esa circunstancia que, por mucho que te afecte, te honra. Resulta que un compañero de colegio te ha puesto un ojo morado porque lo mirabas y a él le salió de las narices castigar tal atrevimiento.

Ese tipo de chulos lo fabrica con suma prodigalidad esta sociedad nuestra. De nada sirve que se pregonen los valores cívicos como un slogan más sin cultivo de arraigo, si en el fondo asistimos a una incapacidad creciente para hacerlos respetar entre quienes, a diferencia de ti, no los han asumido como regla de conducta. Te estarás preguntando si merece la pena. ¿Vale de algo ser tolerante, respetuoso y decente si un energúmeno, que comparte contigo aulas y aprendizaje, es capaz de agredirte a capricho? ¿Qué derechos y prerrogativas te asisten para defenderte de un compañero camorrista e incivil cuando en tu propio centro pasan por alto lo que debería constituir una muy seria falta de disciplina? ¿Qué dignidad puede tener la enseñanza que se os imparte si no se atajan por lo sano tipo de desmanes? ¿Es que estamos asistiendo a una solapada indefensión ante la fuerza bruta por aquello de que más vale esconder las miserias debajo de la alfombra? ¿Quién o quienes de los que te están trazando el camino del conocimiento, sin apoyarte en esa afrenta personal, están en disposición de asegurarte que su magisterio es el adecuado?

Lo que debes tener claro, estimado Eduardo, como supongo que así te lo habrán inculcado quienes están contigo, es que la fuerza bruta sólo define a las bestias. Basta ese sólo principio para seguir adelante y dejar de lado cualquier conato de resentimiento o zozobra. Los indeseables que apelan al puño, no pueden hacerte sombra en el camino que te has trazado. El tuyo es el de aprender en la tolerancia, mediante el estudio y el trabajo, el respeto a los demás y la conciencia social. El suyo se basa en todo lo contrario. La razón del puño desprecia cuanto ignora y en su propia violencia lleva la de excluirse de comprender la libertad. El que sigan o no pateando al prójimo, dependerá en buena medida de gente como tú, capacitada en el futuro para hacer frente a su pequeña tiranía cotidiana gracias, precisamente, a los principios que a ti te guían.
Puede que ese compañero tuyo aspire a integrarse en ese sector pedestre tan divulgado por los canales mediáticos. Casi todos los días los medios de información nos saturan con reportajes sobre las peñas de jovenzuelos que atentan en el Norte contra la convivencia urbana o convierten las calles de nuestras ciudades en un estercolero. A los primeros se les llama violentos, como si sustantivando el adjetivo se pretendiera eludir el calificativo que merecen. A los segundos se les ha dejado campar a sus anchas, hasta los límites que hoy padecemos, por temor acaso a que cualquier medida coercitiva y civilizadora, tomada a tiempo y con el debido refrendo vecinal, pueda ser estimada como represión autoritaria del libre albedrío juvenil, hipócritamente jaleado como atributo de una mocedad marchosa y desinhibida. A lo de arriba hay quien pretende darle proyección política según unas reivindicaciones basadas en el chantaje, la extorsión y el asesinato, y a lo de aquí y allá y todo barrio con marchamo de movida se lo conceptúa eufemísticamente como sociología del botellón. De unos y otros se da noticia, por desalmados que sean los cachorros independentistas y golfas, en el más genuino sentido de la expresión, las pandas de borrachos que alborotan y empuercan nuestras calles de madrugada.

Bien sé que tú, y otros muchos que como tú estáis a lo vuestro, cívicamente instalados en las circunstancias que a vuestra naturaleza y edad competen, no parecéis tener protagonismo frente a tanta inmundicia social una y otra vez aireada. Pensarás, sin duda, que no es justo que los medios de comunicación se ocupen tanto de la juventud como conflicto, asazmente manipulada por esta sociedad de consumo que sólo la tiene en cuenta como nicho o cuota de mercado, y que permanezcan en el silencio los que como tú tratan de llenarse las meninges de otros alicientes que no sean una marca de ropa, unos graznidos musicales, una moda, un reclamo o cualquier oferta simplista pastoreada hasta la extenuación para nutrir el rebaño de las multinacionales.

Probablemente al sistema le convenga hacernos creer que eso es lo que hay y más allá de eso todo es, definitivamente, utopía. Que ocuparse en mejorar lo que tenemos y preocuparse por una proyección más saneada de nuestro porvenir son cantos de sirena. No te lo creas nunca. Sólo así, al que te ha dado esa arbitraria bofetada, y con la razón que te asiste, lo dejaremos solo. Y hasta cabe la posibilidad de que lo hagamos persona.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Muy bueno el artículo. Deberian leeerlo muchas personas, sobre todo las que trabajan o conviven con adolescentes.

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