lunes, 13 de septiembre de 2004

Las elecciones USA, la miseria en alza y los soldados muertos

Félix Población

George W. Bush, al referirse en la pasada convención republicana a la larga, conflictiva y dura posguerra en Iraq, estimó su balance como fruto de un cálculo erróneo. En esa misma y triunfal convocatoria, entre risas a todo diente, coloristas oriflamas, vítores, agasajos y demás componendas escénicas, Arnold Schwarzeneger, prototipo del político norteamericano con carisma de celuloide, no se recató en echar flores al ex presidente Richard Nixon, el mismo que en 1968 llegó a la Casa Blanca con un plan secreto para acabar con la guerra de Vietnam. La cita no pudo ser más inoportuna porque el precio de aquella idea costó al final 58.000 muertos.

El cálculo erróneo del señor Bush también tiene cifras. Según el Pentágono -no hay otra fuente disponible- asciende actualmente a 1.032 soldados muertos y 7.246 heridos. A esos soldados, sin embargo, se los ha tratado de silenciar a lo largo de los últimos meses. Su muerte no ha tenido siquiera el valor de merecer una cobertura informativa mínima. Sin duda no se lo merecían después de sacrificar su vida en defensa de su país y en contra del terrorismo internacional, tal como proclama su presidente. No olvidemos que la primera fotografía de los ataúdes en la bodega de un avión, cubiertos con la bandera norteamericana, se obtuvo gracias al osado proceder de un periodista/excepción de entre todos los que podrían haberse atrevido a vulnerar las normas de encubrimiento. Lo mismo sucedió, aunque muy otros fueran los hechos y los protagonistas, cuando se revelaron las torturas sufridas por presos iraquíes a cargo de soldados estadounidenses. La Casa Blanca debería tener en cuenta esos matices a la hora de aplicar la misma política informativa a quienes mueren por su bandera que a los que la deshonran.

La campaña de silencio contra las víctimas de la posguerra no es un cálculo erróneo. Obedece a los rigores de una nación que está en galas electorales. Si a los señores senadores le resulta muy molesto que el travieso Michael Moore ponga a prueba su patriotismo ofreciéndoles ante las cámaras el impreso de alistamiento para sus hijos, a los candidatos a la Presidencia también les importuna la sombra de los muertos y mutilados. Bush la justifica como un error de cálculo y Kerry acaso teme pecar de demagogo recordándola, no en vano ambos son muy observantes con la premisa del orgullo nacional y el sentimiento de país herido tras el 11-S. Mientras el presidente apela al grito de América en guerra para cebar a sus votantes, John Kerry no pasa de buscar la lisonja de los profesionales de clase media sin atreverse a salir de la estela guerrera de su adversario, tan afín al parecer a un importante sector de opinión.

Así las cosas, las encuestas favorecen por ahora al candidato republicano, posiblemente porque el aspirante demócrata ha adoptado una postura en exceso timorata que no espolea la conciencia sumisa y amondongada del norteamericano medio. Mal está olvidar a las víctimas de una guerra suscrita por su adversario en contra de los principios más elementales de Derecho Internacional, pero mucho peor es no interceder por ese sector más desfavorecido de la población que nutre buena parte de la milicia, tal como se hacía constar en el agudo documental de Moore Fahrenheit 11/9.

También los últimos datos sobre la pobreza en Estados Unidos, que normalmente llegan a divulgarse en septiembre, se han dado este año anticipadamente para de ese modo ingresar cuanto antes en la amnesia de la ciudadanía: el año pasado, 1,3 millones de estadounidenses han pasado a engrosar las listas de penuria en el país más rico del mundo. Ya son 36 los millones de pobres que registra la Oficina del Censo, entre los que se encuentran 13 millones de menores de 18 años. El número de personas carentes de asistencia sanitaria ha subido 1,4 millones, lo que supone un 15,6 por ciento de la población, en total 45 millones de habitantes. Este ha sido el tercer año (Bush) consecutivo en que todas esa cifras experimentan un notable incremento.

El mundo se va a jugar mucho en las próximas elecciones norteamericanas, quizá las más decisivas de los últimos lustros. Según Timothy Garton Ash, reconocido historiador de la Universidad de Oxford, cuatro años más de Bush pueden suponer la confirmación entre millones de musulmanes de una fobia autodestructiva contra Occidente, además de una Europa hostil hacia USA y toda una potencia, la propia Estados Unidos, de cabeza hacia la ruina fiscal. Los demócratas deberían tener en cuenta en su campaña esos cruciales factores y abundar menos en el flojo expediente de hazañas bélicas del recluta Bush. También es precisa una mayor insistencia en denunciar la regresiva política social del actual presidente a lo largo de los últimos años.

En cuanto a la ciudadanía, no debería esperar, tal como apuntaba John Miller, profesor de Ciencia Política de la Universidad de Ohio, a que la cifra de 58.000 soldados muertos de Vietnam ponga en alerta su conciencia política. Ese sería un error de cálculo mucho más grave que los norteamericanos pueden evitar ahora con su voz. Sólo hace falta pensar y sentir como las familias de esos millares de soldados muertos y heridos, a cuyo sacrificio se le pretendió privar de la honra de la noticia únicamente por un puñado de puñeteros votos. Claro que si ese puñado sirve a la postre para amañar una victoria, a lo peor todo vale.
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