martes, 7 de septiembre de 2004

11-S, 11-M, Osetia y otros olvidos

Félix Población

En los últimos días hemos asistido reiteradamente a través de los noticiarios audiovisuales a los impresionantes efectos de la masacre en la escuela de Osetia. El golpe feroz del terrorismo se cebó esta vez en la vida nueva de centenares de niños, como si en su desbocada carrera homicida las oscuras fuerzas que lo alientan no conocieran límite a su vesania. Cabe preguntarse qué calibre de crueldad tendrá el próximo envite. Las imágenes de dolor de los familiares enterrando a las jóvenes víctimas han levantado un clamor de indignación en el mundo. También han incrementado el grado de inseguridad que amenaza a la sociedad occidental a raíz de la aventurada determinación del señor Bush de protegerla (ojo que aún tiene más planes para el futuro si sale reelegido). Mientras el número de muertos prosigue en Beslán, apenas se tiene noticia de los culpables. El asalto acabó con la muerte de los secuestradores. Varios, al parecer lograron huir y sólo uno, según fuentes oficiales rusas, pudo ser mostrado a las cámaras de televisión como supuesto integrante del comando.

El pasado 11 de marzo España vivió una inolvidable jornada de tragedia. Casi dos centenares de personas, modestos trabajadores en su mayoría, perecieron en varios atentados cometidos tras la explosión de sucesivas bombas en distintos trenes de cercanías. Miserables intereses electorales impulsaron al gobierno de la nación a propalar versiones falsas de los supuestos culpables. Eso determinó la victoria del Partido Socialista en las pasadas elecciones generales. Unos y otros, gobernantes y oposición, garantizaron a la ciudadanía una comisión clarificadora de los hechos. Fallecidos los terroristas, semanas después de la masacre, y suspendida la comisión para que sus señorías disfrutaran de las merecidas vacaciones, el Partido Socialista considera ahora que la comparecencia del señor Aznar es innecesaria. Tal criterio, por mucho que se empeñen Rubalcaba y Rajoy en contradecirlo, huele a pacto. Invertidas las tornas, con los socialistas en el poder y los populares en la oposición, una vez más la verdad queda exenta de una comisión parlamentaria, con la grave particularidad, en este caso, de que el mutis afecta a la vida y el dolor de centenares de muertos y heridos. Por muchos monumentos que se les haga a todos ellos, sería únicamente la verdad del 11-M el mejor homenaje a las víctimas. ¿La sabremos algún día?

El avisado e inconformista lector supongo que habrá podido leer la película Fahrenheit 11/9. Digo leer porque la documentación que maneja el travieso Michel Moore no tiene desperdicio. Convendría que cada espectador pudiera llevársela impresa a casa, al salir del cine, para repasar sus interrogantes y premisas desde el mismo momento en que mister Bush llega a la Casa Blanca a través de un pucherazo, con todo un selecto clan de petroleros detrás, encabezados por su señor padre, el avispado ex presidente negociante en crudos. El director ha sabido afinar a fondo en el texto que ilustra las imágenes. De la masacre de Nueva York lo único que se sabe es que la protagonizaron unos terroristas suicidas, sin que más allá de sus perdidos restos se ha haya podido seguir una investigación que conduzca a unas claves creíbles y manifiestas de autoría. ¿Pueden darse márgenes tan altos de error e incompetencia, primero en la seguridad interior y después en la capacidad para analizarlos, en el país más protegido del planeta? También allí se piensa alzar un impresionante monumento a las víctimas. ¿Sabremos algún día toda la verdad?

La vieja Rusia es un inmenso país de reciente ingreso en la órbita capitalista. El presidente Putin ha sido revalidado en el poder a través de unas elecciones y su gobierno se ampara en los mismos o parecidos servicios secretos que el país tuviera en la época soviética. Entre ese poder oficial y la redes mafiosas acaparadoras de las fuentes de riqueza nacionales, muchas de ellas encabezadas también por los viejos capos comunistas, existe una auténtica lucha. Cabe pensar, por lo tanto, habiendo de por medio oleoductos y grandes intereses petroleros como los que se ventilan en Chechenia, que a algunas compañías multinacionales del sector les interese incrementar la inseguridad en la zona a fin de cebarse en sus copiosos recursos estratégicos. El barbarismo terrorista fanático y desalmado les podría ser muy útil, dicho sea como candorosa hipótesis de trabajo documental.

El drama de Beslán está ahí con toda su cruda realidad azotándonos con sobrecogedoras imágenes. Cuando tuvimos noticia del secuestro presentimos que la tragedia del teatro de Moscú de hace un par de años podía repetirse. El noble y sufrido pueblo ruso vivirá estos días multitudinarias manifestaciones de dolor y repulsa. Quizá también se le haga un monumento testimonial a las víctimas. Pero ¿y la verdad? ¿Sabremos algún día toda la verdad? La oposición acaba de solicitar a Putin una comisión investigadora sobre los hechos. ¿Será también aquélla una comisión para el olvido?

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