viernes, 10 de mayo de 2024

SE BUSCA RELEVO GENERACIONAL PARA HABITAR LEÓN: CADA DIA SE VAN 3 PERSONAS


Camino Díez Llamazares

Si buscas «habitantes León» en ese bicho gigante del ‘Internete’ que acabaremos estudiando como si del espacio se tratara por su infinitud, te encuentras una línea azul y descendente. Es paulatina, eso sí. Ni con altos ni con bajos, se plasma en la pantalla rectilínea en una dirección incierta que, al mismo tiempo, es predecible, pues la mirada sospecha que su avance será en tiempos próximos de curso similar. 

Y que León perdiera tres habitantes al día durante el último año no parece un dato de actualidad. En todo caso, de ‘no actualidad’, pues la trayectoria de esa línea azul me resulta familiar desde que empecé a prestarle la requerida atención. Y hasta me imagino a esas tres personas que, cada día del pasado año, dejaron atrás esta provincia porque, hace no mucho, una era yo. Después volví y ahora disfruto cada vez que me siento en una terraza y miro tranquila a mi alrededor.  Permanezco casi estática durante un buen rato, sin otra tarea que observar y beber una cerveza fresca de uno de esos bares que colman titulares al estilo «La provincia con más bares de España por habitante que no es ni Madrid, ni Barcelona, ni Bilbao, ni Valencia»; sólo esa otra cosa que es León.

La quietud acompaña en muchas ocasiones y, en ese trance, es fácil dejar volar la imaginación. Y me imagino también un futuro de esos distópicos y novelescos que tanto me gustan con titulares que recen algo así como «León, la provincia con más número de bares que de habitantes». Me imagino cementerios de cachas y edificios habitados por nada más que vegetación.

Sé que soy catastrofista –¡qué se le va a hacer!–, pero me imagino una ciudad en cuyas afueras ya no se lea ‘León, cuna del parlamentarismo’, ni ‘León, semana internacional de la trucha’, ni ‘León, capital gastronómica 2018’. Me imagino unas afueras con paneles en los que se lea «se busca relevo generacional». No para trabajar en esto o en aquello; tampoco para sostener las pensiones ni nada de eso. 

Paneles que indiquen, casi a modo de advertencia, «se busca relevo generacional para habitar».

La Nueva Crónica  DdA, XX/5.640

AQUELLAS ABUELAS A LAS QUE SE LES MORÍAN LOS HIJOS...


Desconozco la identidad del autor o autora que firma este texto, cuyo contenido refleja lo que podrían contar muchas otras personas de la generación de la autora al hablar de sus abuelas. Siempre es conveniente mantener la memoria viva de donde venimos para honrar a quienes nos precedieron y lucharon por la vida en unos tiempos sumamente adversos para las clases más desfavorecidas, en las que los hijos morían en las guerras, malditas guerras y quienes las promueven, antes, ahora y siempre.

A. N. M. 

Mi abuela Eduvigis nació en Cuba, pero de muy niña, con diez años o así, se vino a vivir a la casa de sus abuelos paternos, que eran del norte de Burgos o por ahí cerca. Creo recordar que fue hacia el año 1900, que su padre era militar y la guerra le dejó postrado en cama, inválido de las piernas. En el pueblo... ay que no me acuerdo ahora cómo se llama..., bueno como se llame, en el pueblo se casará con mi abuelo, que eran primos hermanos, aunque para poder casarse tuvieron que esperar casi dos años a que llegara la bula; para entonces ya tenían un hijo, Castorín. Espere un poco... Mire, es éste que está aquí; le entró la polio, el pobre. Contaba mi madre que hacía unas manualidades de llamar la atención; “el Nene” le llamaban. Murió en el 31, el mismo día que se proclamó la República. A mi abuelo no le llegué a conocer, pero a mi abuela sí. La pobre, más buena era... Tuvieron dos hijos más además de mi madre. Uno se llamaba Servando y el otro Crescencio, que era el más pequeño y que mi abuela ya le tuvo de mayor; los dos estuvieron en Rusia con la División Azul; tuvieron que largar para allá porque habían sido medio sindicalista o algo así y les ofrecieron apuntarse o si no aquí las iban a pasar muy perras. Allí que se quedaron los dos, ninguno volvió. Los dos había dejado aquí novias y una de ellas se suicidó cuando se enteró de que Servando había muerto en combate; todos le llamaban “Uco”. De Crescencio nunca más se supo, ni bueno ni malo; le dieron por desaparecido, aunque mi abuela siempre mantuvo la esperanza del regreso de su "Cenciuco". Casi se vuelve loca, lo pasó muy mal la pobre... Había perdido tres hijos y sólo le quedaba mi madre. Decía que si la pasaba algo quién la iba a cuidar a ella cuando fuese vieja, que mi abuelo ya también había muerto aplastado por una piedra en la cantera donde trabajaba... Ay, ya me acuerdo del pueblo, Trespaderne. Josús, que no me salía... Bueno, pues eso, que muchas amarguras tuvo que pasar mi abuela. Aun así, a pesar de la vida de sufrimiento que tuvo, recuerdo sus inmensas ganas de vivir. Recuerdo también su sonrisa; siempre sonriendo. No sé como podía, la pobre. En su lecho de muerte pidió a mi madre que se acercara y la preguntó: "¿Nela, y Cenciuco?" Fueron sus últimas palabras.

DdA, XX/5.640

LOS PRIMEROS DISGUSTOS DE UNA NIÑEZ FERROVIARIA


Félix Población

No tuve oportunidad de ver la exposición que con el título de Gijón, la ciudad industrial burguesa (1880-1920). Álbum gráfico de Alejandro Alvargonzález se ofreció en aquella villa hace cinco años, comisariada por la fundación que lleva el nombre del recopilador de las instantáneas, en su mayoría obra del fotógrafo Julio Peinado. Creo que posteriormente se editó un catálogo, publicado por el Museo Piñole -lugar en el se celebró la muestra a finales de 2018-, que creo debería formar parte de mi biblioteca. 

Alejandro Alvargonzález Alvargonzález fue alcalde de Gijón entre 1886 y 1890 y hay que agradecerle que un siglo y pico más tarde muchas de las instantáneas realizadas por Peinado para el portfolio Gijón Industrial, Comercial, Artístico y Veraniego de 1911, con ocasión del centenario de la muerte de Jovellanos, hayan podido ser contempladas por la ciudadanía del siglo XXI como testimonio de los entornos urbanos en los que discurrió la vida de sus predecesores.

A falta de ese catálogo, en el que los actuales residentes en la ciudad podrán comprobar lo poco que hoy puede ser reconocible de un municipio que a principios del pasado siglo apenas sobrepasaba los 50.000 habitantes, observo que una de las fotografías sí nos muestra el viejo Mercado del Sur, que data de 1899, y que muchos conocimos en nuestra niñez tal como aparece en la imagen, poco después de ser construido. 

Llama la atención en la instantánea la presencia de esos únicos tres chavales posando para el fotógrafo, subidos a unos bloques de piedra que revelan posibles trabajos de asfaltado en la calle, al otro lado de la cual estaban los Jardines de Juan Alvargonzález, que también conocí y llamábamos el "parque de los viejos". Estos solían reunirse en tertulia bajo las palmeras, sentados en uno bancos circulares de azulejos rojos con cenefas azules en torno a la base del tronco.

Podría darse el azaroso caso de que entre esos viejos estuvieran los chavales de la fotografía. Al observarlos veo en ellos a los predecesores de la chiquillería que sesenta años después frecuentábamos con nuestros juegos tanto esos jardines, con su precioso estanque azulejado, como el que se llamaba Parque Infantil (hoy Plaza de Europa), enfrente del parque de los viejos, al otro lado de la calle del general (felón) Aranda.

También el edificio que aparece por detrás del mercado perduró muchos años en la ciudad en un estado de creciente abandono, hasta el punto de que no se pudo conservar su fachada, en la que destacaban sus miradores y altos balcones. Ciertamente, el nuevo edificio es uno de los que con más fidelidad se construyó siguiendo el modelo del antiguo, hasta el punto de evocarlo a mis ojos con la familiaridad de quien habitó en una de sus viviendas, al regreso de mi familia a Gijón, procedente del destierro en Valencia con el que la dictadura penalizó a mi padre ferroviario.

Familiar me parece, aunque se remonte a más de medio siglo atrás, ese portal abierto y la gran lucerna en el tejado que iluminaba las escalera en los últimos pisos, uno de los cuales era el nuestro, abuhardillado, viejo, sin balcones a la calle pero con una galería corrida de varios ventanales que daba a un espacioso patio de luces que alumbró los primeros y mayores disgustos de mi niñez.

Un día, al regreso de la escuela, mi madre me dijo que al tender la ropa por la ventana había golpeado la máquina de tren con la que yo jugaba por el alféizar, única pieza del tren eléctrico que nunca puede tener y que me había regalado algún familiar. La máquina se cayó al patio y ni siquiera quise recuperarla rota, temiendo que mi disgusto aún sería mayor al ver destrozado el juguete con el que más me entretuve durante horas y horas los días de lluvia, recreando el itinerario ferroviario que había hecho alguna vez con mi padre.

Otro día el abuelo arrebató de mis ojos la imagen de Morita, la gata negra que siempre estaba sentada a mis pies cuando me despertaba cada mañana, con su silueta recortada a contraluz. También acabó en el patio, entre la manada de gatos a los que el vecindario tiraba comida desde las ventanas. Tampoco quise verla, evitando que mi sentimiento herido por no volver a tenerla a los pies de mi cama, mirándome con aquella preciosa y entregada atención, fuera aún mayor del que me dejó su ausencia repentina.

DdA, XX/5.640

jueves, 9 de mayo de 2024

NOS DESPARECEN LAS DENUNCIAS DE GENOCIDIO EN GAZA

 


Cristina Fallarás

He visto ya demasiadas veces escrito G*ZA o G4Z4 en las redes sociales como para entender que alguien sabe algo. Saben que si escriben GAZA, con sus dos vocales, su dos aes, con todas sus letras, si escriben GAZA tal cual es, ese mensaje sufrirá algún tipo de consecuencia adversa. No sé, desaparecerá, será censurado o eso a lo que llaman el algoritmo, y es el dedo de dios de la doma, hará que no circule, que no se vea. Yo no sé cómo funcionan esas cosas de las redes, más allá de mis pezones.

 Ah, los pezones... Un día desaparecieron de las redes los pezones. No sé si de todas las redes, pero con una basta. Basta que una red prohíba los pezones de las mujeres y, pese a eso, las mujeres la sigamos usando, permanezcamos ahí; basta eso para que hayan ganado algo. ¿Qué? La brida de una humillación, otro paso en la doma de nuestros cuerpos y mentes, la negación de lo que existe, la construcción de un castigo, la imposición de la vergüenza por ser. Podría seguir... 

No se trata de desaparecer las cosas, sino de clavarles en el pecho la estrella de lo maldito, connotarlas. Para empezar, si en cada pezón de cada mujer clavas una estrella los conviertes en innombrables, punibles. Para empezar. Y digo para empezar, porque ya escribimos V*LV4 en vez de VULVA, P3N3 en lugar de PENES3*O en lugar de SEXO. Y ahora, G*AZA 

Cada paso anuncia el siguiente. Ellos —¿quiénes son ellos?— nos clavan la estrella de lo maldito en los pezones, en las causas justas, en el derecho al placer, puedo sentir sus espuelas contra mi carne. Sin embargo, la espina de todo esto no reside en esa manera obscena de desaparecer lo nuestro, sino en el siguiente paso. Y ese paso consiste en nuestro propio permanecer ahí. Seguimos en esos lugares, y en tanto en cuanto permanecemos, participamos, somos cómplices, colaboramos. Esa y no otra es su mayor victoria. Porque sabemos que somos cómplices obedientes, y el caracol de la culpa que eso implica, nos empuja al silencio. Yo, tú, nosotras no nos engañamos, sabemos que permanecemos en un lugar donde a las mujeres nos desaparecen los pezones, los criminalizan, nos desaparecen las palabras, nos desaparecen las denuncias de genocidio en Gaza. Creo que deberíamos empezar ya de una vez a barrer la basura de la culpa que todo eso nos echa encima y escribirnos, al menos escribirnos con todas las letras. Empecemos por GAZA.  

 PÚBLICO  DdA, XX/5.639

LA CARTA QUE MILEI NO RECIBIRÁ DEL GOBIERNO ESPAÑOL



Gerardo Tecé

No puedes ganar un duelo a escupitajos contra una llama. Lo intentó un tiktoker que acabó bañado en babas del animal y lo intentó el ministro español Óscar Puente con idéntico resultado. Que el psicópata presidente argentino Javier Milei consuma sustancias tóxicas es una tesis posible que explicaría muchas cosas, pero es una tesis sin demostrar. Por tanto, una difamación. Se metió Óscar Puente en el peligroso terreno del intrusismo laboral y un profesional del sector del bulo y la difamación como Milei le demostró, vía comunicado oficial, quién manda en el corral de las llamas: España es un país al borde de la destrucción, sumido en la pobreza y en el que las mujeres están en riesgo por culpa de los inmigrantes amigos de un Sánchez que ha acabado con la libertad mientras su mujer se ve envuelta en turbios casos de corrupción. Ahí lo llevas, ministro. Si te quedan ganas, vuelve a por más.

Lo hablaba semanas atrás con amigos argentinos que andan horrorizados por el disparo en el pie que se ha pegado su país al elegir como presidente a un psicópata ultraderechista, perdón por la redundancia. Podríamos hacer lo mismo que él, me decían, y entrar al fango, pero eso sería jugar en su cancha, como retar a Messi a un uno contra uno al borde del área: es absurdo, acabás muerto sí o sí. Habría hecho bien Óscar Puente en hablar con amigos de la maravillosa Argentina. Habría aprendido el ministro que, frente a un tipo que miente en cinco de cada cuatro datos que aporta –el comunicado oficial es un buen ejemplo–, que deja a los enfermos de cáncer sin medicación, que niega el cambio climático, la represión de la dictadura de Videla o la desigualdad que sufren las mujeres, la lucha de difamaciones no sirve. A los mentirosos maleducados solo se les puede hablar desde los datos reales y la educación. Por eso, el Gobierno de España está tardando en responderle al psicópata de Milei. Si finalmente se decide a hacerlo, ahí va una propuesta.

Excelentísimo Señor Presidente de la Nación Argentina, tal y como usted dice, el socialismo está destrozando España, pero reconozca que la está destrozando de una manera de lo más curiosa. Hoy celebramos el mayor dato de empleo de la historia y el crecimiento de nuestra economía nos sitúa por encima de la media europea. Mientras, en el paraíso de la libertad que usted dirige, la ya fuerte recesión irá a más gracias a sus políticas, según anuncian todas las consultoras económicas internacionales, nada sospechosas de ser socialistas. Es cierto que la inflación en España no es buena. Pero también lo es que nuestro 2,4% no es el 288% de la Argentina a la que usted está salvando de la miseria. Ya, claro, ese dato es culpa de la herencia socialista recibida. Por supuesto, Excelentísimo Señor. El problema es que la horrible herencia estaba en el 160% y la libertad –carajo– lleva camino de doblar ese dato que pasó de ser malo a ser trágico. 

Sería conveniente pedirle, Excelentísimo gran gestor de la Argentina, que les explicase a sus ciudadanos, esos a los que les recorta hasta el aire que respiran con su mítica motosierra, cómo se ganan la vida aquí en España sus amigos y defensores. Esos que, como usted ha hecho en aquel lado del Atlántico, deben traernos aquí la libertad y sacarnos de la miseria. ¿Les ha contado su Excelencia a los pibes argentinos que el Abascal con el que se hace fotos cariñosísimas, su hermano gemelo español –con pelo menos fantasioso, eso sí– lleva 25 años cobrando sueldos públicos? ¿Les ha contado a los pibes aquella anécdota en la que Abascal llegó a cobrar 80.000 euros al año –75.705.514 de pesos argentinos– sin trabajar? Es divertido. Se van a reír. Resulta que presidió durante un tiempo una institución pública sin más actividad que pagar su propio salario. Y eso no es nada comparado con los 11 millones de euros –10.409.508.219 de pesos argentinos– que tiene hoy en la cuenta bancaria de una fundación política a su nombre. Si eso no es libertad, que Milton Friedman levante la cabeza y lo niegue. ¿Ve? No lo ha hecho. Seguro que les habrá contado todo esto porque usted es un tipo sincero que dice las verdades a la cara.

Igual que también les habrá contado a sus compatriotas que una de las más entusiastas defensoras de la libertad en España y de usted por estas tierras, la presidenta madrileña Díaz Ayuso, no usa motosierra, sino una regadera. Con ella mantiene siempre húmedo y enriquecido un ecosistema de medios de comunicación expertos en difundir bulos y que reciben cada año cientos de miles de euros de dinero público para hacer lo que mejor saben: inventar mentiras como las que usted, Excelentísimo Señor, replica en su carta oficial. ¿Qué pensarán los argentinos que sufren sus recortes de que sus amigos españoles, amantes como usted de la libertad y enemigos del gasto público, hayan llenado los bolsillos de sus familiares, amigos y parejas? Eso sí. Le pido que no les diga la cifra de lo que se han embolsado, porque, en medio de los recortes en sanidad, educación o transporte, podrían cabrearse. Lo mismo hasta algún compatriota argentino emigrado a Madrid la acabaría pagando con el pobre Maserati del novio de Ayuso, que no tiene culpa de nada. El Maserati, digo. 

En realidad, Excelentísimo Señor Milei, las mujeres en España no están en peligro y viven hoy mejor que las mujeres argentinas a las que usted amenaza con su proyecto para penalizar un derecho humano como el aborto. ¿Dónde ha quedado la libertad, carajo? No me lo diga que se lo adivino: libertad para usted, como para sus amiguitos españoles, es ese ejercicio consistente en retorcer la realidad a su gusto, siempre y cuando sus estupideces, bulos y manipulaciones, las paguen quienes menos tienen. Atentamente, un español que, al contrario que sus amiguitos ultraderechistas, no señala a los extranjeros –muchos de ellos argentinos– como potenciales delincuentes. ¿También les ha contado eso por allá?

CTXT  DdA, XX/5.639

7.291: LAS LONAS DE LA CONCIENCIA


Félix Población

Ubicadas en la avenida de La Albufera (Puente de Vallecas) y el el Parque de La Elipa de Ciudad Líneal, Más Madrid había instalado en esas zonas una serie de lonas recordando a las 7.291 personas mayores fallecidas en las residencias de Madrid durante la pandemia de coronavirus, víctimas todas ellas de los llamados protocolos de la vergüenza, acordados por el gobierno autonómico que preside Isabel Díaz Ayuso. 

Ese número y una negación a la vergonzosa frase pronunciada por esta señora a la que se le supone de creencia cristiana (se iban a morir igual), era el único texto que figuraba en esa lonas, alusivo al abandono en absoluta soledad y faltos de asistencia médica en que murieron esas 7.291 personas. 

El Partido Popular había presentado ante la Junta Electoral de la Zona de Madrid un escrito a fin de que se retiraran esos mensajes por vulnerar la prohibición de publicidad o propaganda electoral desde la convocatoria hasta el inicio de la campaña de las elecciones europeas. La tal Junta le ha dado la razón al partido conservador, aunque Más Madrid haya recurrido ante la Junta Electoral Provincial, basándose en que no se alude en esos carteles a ningún partido ni candidato que vaya a presentarse a esos comicios. 

Esas lonas se colocaron coincidiendo, según sus promotores, con los 1.500 días de la aprobación de los protocolos que el gobierno de Díaz Ayuso aplicó con tan trágico resultado, pero no deberían requerir razón temporal ni periodo electoral algunos para que se asomen a las calles de Madrid. Son por sí misma relevantes e inolvidables como para resistirse al olvido. 

Podrá la Junta Provincial Electoral dictaminar a favor de que se eliminen esas lonas con lo que esa cifra representa en la reciente historia de Madrid, pero no evitará que la ignominia de la masacre conste ni que, a lo mejor, al término de sus vidas, esa cifra  de quienes acabaron así las suyas pese en la conciencia de los firmaron esos protocolos contra los hombres y mujeres que levantaron este país durante una posguerra de hambre, represión y miseria. 

Algunos seguimos creyendo en la luz de la conciencia, aunque posiblemente haya quienes crean que quizá, quienes son capaces de haber actuado así, no la tengan. Esto sería tanto como privarlos de humanidad.

DdA, XX/5639

miércoles, 8 de mayo de 2024

AQUILINA RODRÍGUEZ ARBESÚ Y EL RECUERDO DE ROSARIO DE ACUÑA

Este Lazarillo, siendo adolescente, puede testimoniar el interés de Amaro del Rosal, desde su exilio en México, por la escritora socialista y librepensadora a través de las cartas que dirigía a su hermana Anita, residente en Gijón, para que Luciano Castañón le fuera aportando copias de los artículos publicados por Acuña en el diario El Noroeste, así como otras informaciones. (Tengo escrito que intenté leer esos artículos en la biblioteca pública, pero no se me permitió acceder a la lectura del citado periódico). De hecho, Amaro del Rosal, que conoció a Rosario de Acuña en su primera juventud un primero de mayo, legó a la Fundación Pablo Iglesias la documentación que sobre Rosario de Acuña fue recogiendo con el ánimo de escribir un libro que dejó pendiente tras su fallecimiento en 1991. Del Rosal consideraba a Acuña la Flora Tristán de España. 

Macrino Fernandez Riera

A finales de la década de los sesenta del siglo pasado dieron con ella. Unos pocos saben de su existencia; unos pocos saben que la conoció, que fue su amiga. Amaro del Rosal (⇑) es uno de ellos. Le han dicho que en una aldea gijonesa aún vive una mujer que tuvo una relación de amistad con Rosario de Acuña, que guarda algunos textos de ella, además de otros valiosos recuerdos, y le escribe una carta desde el exilio mexicano para interesarse por ellos. Luciano Castañón (⇑), es otro de los gijoneses que sabe quién es. Se acerca hasta su casa y comprueba que, en efecto, allí se encuentra el último eslabón, el enlace que nos une con el recuerdo de su memoria, oculta durante tanto tiempo. No sólo por lo que cuenta, también por lo que ha atesorado durante décadas: algunas de sus cartas, recortes de periódico, copias manuscritas o fotografías. De todo ello también es conocedor Patricio Adúriz (⇑), quien cita su nombre –uno más entre los diecinueve que figuran al inicio de «Rosario Acuña»(1),  la serie de cinco entregas publicadas en el gijonés diario El Comercio en 1969– como muestra de agradecimiento: «Vosotros, uno por uno, aportando el pequeño detalle o el dato vital hicisteis posible que se diera cima a esta trabajosa tarea en la que nos metimos de lleno». Por lo que supimos después, ella era de las del «dato vital» o, mejor,  de los datos vitales. 

Habrá que esperar unos años más para que su testimonio sea conocido, trascienda el reducido ámbito de los investigadores y se haga público, gracias al reportaje de Javier Ramos que aparece en la revista Asturias Semanal en su edición del 27 de octubre de 1973. 


Aquilina Rodríguez Arbesú (Asturias Semanal; fotografía de Piñera)

«Bruno salió a recibirnos cuando franqueamos el portón de hierro de esta casa llamada Rienzi...». Rienzi, como el personaje de su primer éxito teatral... Ya desde el inicio, ya desde las primeras palabras,  Rosario de Acuña, es la auténtica protagonista del reportaje, revivida en el recuerdo de quien, a pesar de la diferencia de edad, fue su amiga. 

«Recuerdo que mi padre, que fue quien me presentó un día en una conferencia a doña Rosario, me mandaba leer todas sus obras». Bien pudiera ser que ese encuentro hubiera tenido lugar el 29 de septiembre de 1911, día en el cual Rosario de Acuña pronunció una conferencia en el acto de inauguración de la Escuela Neutra Graduada de Gijón. De haber sido así, Aquilina Rodríguez Arbesú tendría por entonces veintiún años y ahora, en el momento en el que rememora aquel acto que tuvo por escenario el gijonés teatro de los Campos Elíseos, ya ha cumplido los ochenta y tres. Mucho es el tiempo transcurrido desde entonces, y cincuenta son ya los años que han pasado desde la muerte de quien fuera su amiga. Aunque la memoria se resienta y desdibuje algunos recuerdos (como sucede con  el año en el cual doña Rosario se instaló en Gijón), hay otros que ya quedaron entonces debidamente contrastados, pues Aquilina cuenta con recortes de periódicos o cartas que los respaldan, y algunos más abrirán nuevas vías de investigación que, tiempo adelante, nos permitirán concretar la fecha de su nacimiento (⇑): por entonces se daba por hecho que había sido en una indeterminada fecha del año 1851, como también se afirma en el texto. 

En otra ocasión Aquilina ya había contado que, al menos, dos veces al año llevaba flores a la tumba de Rosario de Acuña: el 5 de mayo y el 1 de noviembre. Hubo quien creyó que la visita al cementerio en la segunda fecha estaba relacionada con la festividad de Todos los Santos, pero en esta ocasión Aquilina lo deja más claro: «Desde que murió vamos por lo menos dos veces al año a llevarle flores al cementerio: el día de su nacimiento y el de su muerte». De ese hilo fui tirando hasta concluir que, en contra de lo que se pensaba, Rosario de Acuña Villanueva había nacido el 1 de noviembre de 1850, como tiempo después quedó probado cuando pudimos contar con su partida de bautismo.

Copia del testamento ológrafo de Rosario de Acuña, 1907 (Asturias Semanal, fotografía de Piñera
Los recuerdos de Aquilina se complementan con fotografías que nos muestran algunos de los documentos que guarda en su casa, como el texto impreso del discurso que Rosario de Acuña pronunció en la ceremonia de inauguración de la Escuela Neutra, una de las hojas volanderas que unos admiradores encargaron imprimir tiempo después. (Al margen o entre paréntesis: otra como esa, conservada en la Biblioteca Asturiana del Padre Patac, valioso material en mi investigación sobre la Escuela, fue la responsable de que en los comienzos del presente siglo iniciara esta tarea inacabada que tiene por objetivo conocer a la autora de aquel texto). En otra de las fotografías aparece una auténtica joya: Aquilina conserva en su casa una copia del testamento manuscrito (⇑) que Rosario de Acuña firmara en Santander en el año 1907.

Aquí está. Ella es Aquilina Rodríguez Arbesú: una mujer que no solo la conoció, sino que fue su amiga; una mujer que durante años ha atesorado su recuerdo y que ahora nos lo transmite con orgullo. De alguna forma, sus palabras logran rescatarla de la borrina del olvido y la devuelven a la memoria colectiva. De alguna forma, su testimonio se convierte en nutriente de nuevos afanes recuperadores. Pocos meses después de la aparición del reportaje, el mismo semanario hace pública en una sección destinada a recoger las opiniones de sus lectores el texto siguiente: 

Homenaje a Rosario de Acuña

Señor director:

Cada época tiene sus grandes olvidados; unos, después de muchos años han vuelto a resucitar, otros permanecen  latentes en la historia, pero marginados en el recuerdo. Los olvidados forman una «casta de malditos» que vagan por la historia como almas en pena buscando una época en la que reencarnarse. Generalmente son adelantados a su tiempo que no han encontrado acomodo entre los de su generación, que se equivocaron de siglo y solo saldrán a flote con el paso de los años. 

Rosario de Acuña (1851-1923) es una de ellas (2) . Cuando pensar era para la mujer una deshonra, cuando los movimientos de liberación femeninos, de conocerse, sonarían a fin del mundo, esta gijonesa de adopción ya estaba dando ejemplo a las generaciones futuras. Muchas de sus ideas, avanzadas incluso para bastantes hombres librepensadores de su época, siguen hoy teniendo plena vigencia. Contemporánea de Rosalía de Castro, supo atacar con energía los prejuicios y supersticiones de la época, enfrentándose a una mentalidad de redil y telarañas. 

Sus poemas, sus obras de teatro, sus valientes artículos de prensa, su pensamiento polémico y su crítica contra una Iglesia y un Estado anclados en viejas glorias ya periclitadas, fueron suficientes para declararla enemigo público número uno. Mal estaba que se fustigasen de tal forma los valores tradicionales, pero que esos ataques al espíritu y la gloria almidonada del pasado partiesen precisamente de una mujer ya era el colmo. Así fue como desde la España oficial unos y otros solo se acordaron de Rosario de Acuña para calumniarla. Ella era la voz acusadora, el anticristo y el antipolitiquerismo que no perdonaba la estrechez de miras, las ideas de redil. 

Con la II República volvió a resucitar su memoria. El paseo de la Providencia en Gijón pasó a denominarse Paseo de Rosario de Acuña, pero luego, como el Guadiana, volvería a desaparecer de la faz del recuerdo para permanecer sepultada en el cementerio civil de Gijón hasta hoy. 

Ahora que han pasado más de cincuenta años desde su muerte, ahora que su figura ya forma parte de la historia y han quedado atrás los partidismos, ¿por qué no se recupera para Gijón el honor de haber albergado a una mujer de tal categoría humana e intelectual? ¿Es que andamos tan sobrados de figuras históricas como para permitirnos el lujo de despreciar o ignorar los talentos enterrados?, ¿tendrán que pasar otros cincuenta años para que nuestros nietos del siglo XXI descubran entusiasmados la enorme talla intelectual y clarividencia de esta mujer del siglo XIX?

Algo habrá que hacer, sin duda, para darle a Rosario de Acuña el puesto que se merece como dramaturga y pensadora, como mujer que desarrolló una labor aperturista, en opinión de diversas personas, «no superada por nadie e igualada por muy pocos de su época».

Ricardo Santuña

Asturias Semanal, 7 de septiembre de 1974

Notas

(1) Patricio Adúriz utiliza en el título y en los primeros párrafos del texto del primer capítulo «Acuña» por «de Acuña», que es la forma correcta, al menos la que utiliza la interesada en sus escritos. En las entregas siguientes ya será habitual la utilización «de Acuña».

(2) Como ya ha quedado dicho, por entonces se daba por bueno que Rosario de Acuña había nacido en 1851. Habrá que esperar a contar con la copia de su partida de bautismo (⇑) para que se enmendara tal error. 

*https://rosariodeacu.blogspot.com/2024/04/289-aqui-esta.html

LO QUE LLAMAN REMOVER EL PASADO ES EN REALIDAD CALMAR EL PRESENTE



Olga de Miguel Salazar
*

La oportunidad para que una herida abierta pueda curarse, cicatrizar y asimilarse está en la experiencia de ser reconocida, pues nada que se mantiene encerrado y en oscuridad puede tener otro destino que la podredumbre y la enfermedad. Abrir las puertas, las ventanas y permitir la entrada de la luz, nos da la esperanza de que los hechos traumáticos  de nuestra existencia no se conviertan en patologías individuales y sociales. Nos da la oportunidad de que el dolor vivido no se perpetúe generando un sufrimiento crónico y que, por tanto, pueda ser atravesado e integrado contribuyendo a la madurez y a un desarrollo evolutivo humano cada vez más elevado.

«Como sabemos, el origen de las neurosis no se haya en los hechos reales, sino en la necesidad de reprimirlos» Alice Miller.

Equivocada y torpemente se puede pensar que la ocultación y el intento de tapar y hacer como si nada hubiera pasado, elimina los efectos y las secuelas de los daños y las violencias generadas. Este mecanismo de negación de la realidad no es más que un truco de magia de efectos devastadores para la existencia real.

Imagen1Toda la violencia, el encarcelamiento, el hambre, el miedo, la tortura…, vividas en la guerra civil, han marcado y abierto heridas profundas que el intento de olvido y la resistencia al reconocimiento de las mismas, han pronunciado aún más. Fue mucho el miedo que la guerra y la dictadura generó, tanto que no se encontró otra manera de avanzar hacia la democracia que dar la impresión de que las atrocidades hechas desaparecerían como desaparecidos estaban, y siguen estando, tantos y tantos cuerpos víctimas de la enajenación humana. Buscar los cuerpos de nuestros muertos, identificarlos y enterrarlos es abrir las ventanas y las puertas y que entre la luz, y que las heridas puedan limpiarse y así cerrarse.

Ese miedo atroz que se quedó impreso no trae nada más que resentimiento, odio, discordia y daño. Lo que no está concluso, lo que se oculta, no desaparece sino que va manifestándose de diferentes formas hasta que es atendido. Tenemos la responsabilidad de concluir, de cerrar y de integrar nuestra historia. Ninguna existencia personal, ni ningún pueblo o nación puede avanzar sin aprender de su historia, sin reconocer sus heridas, sin hacerse cargo de los muertos en el camino. Ningún país puede ir muy lejos si no se atreve a retroceder para asumir los daños generados y darles un lugar y un reconocimiento público. Verdugos y víctimas se quedaron atrapados en un torbellino insalvable a través del encierro del silencio. Nelson Mandela impulsó las Caravanas de la Paz en Suráfrica con la intención de que víctimas y verdugos se encontraran en el reconocimiento del daño. Relatar lo ocurrido públicamente, llorarlo, dejarse acompañar y a la vez que los verdugos lo presencien, lo vean, lo oigan y, sobre todo, lo sientan, llenó de esperanza el corazón de un pueblo.

Tenemos que cultivar los corazones y las mentes de nuestros dirigentes y mostrarles desde la consciencia que nos da nuestro dolor sostenido en el tiempo que lo que algunos llaman abrir heridas es, en realidad, cerrarlas; que lo que llaman remover el pasado, en realidad es calmar el presente; que no es necesario seguir teniendo miedo sino el coraje de buscar nuestros huesos y enterrarlos, acompañándonos todos para que de verdad, sin trucos, la paz sea una realidad individual y colectiva.

*Psicóloga Clínica, Psicoterapeuta. Nieta de Antonio Salazar, víctima de la enajenación humana en la cárcel de Valdenoceda.