martes, 11 de noviembre de 2025

SU JEFE CONSIDERA QUE LA DENUNCIA POR ABUSOS DE SU OBISPO ZORNOZA ES VEROSÍMIL

Rafael Zornoza


Jesús Bastante/Religión Digital

El presidente de la Conferencia Episcopal, Luis Argüello, ha considerado "verosímil" la denuncia de abusos contra el obispo de Cádiz y Ceuta, Rafael Zornoza, desveladas hoy por El País, y que han suscitado la apertura de una investigación por parte del Tribunal de la Rota. En declaraciones a los medios antes de pronunciar una conferencia en el Instituto Superior de Teología de Canarias, Argüello muestra su "dolor" ante "un acontecimiento así".

"El hecho de que la Santa Sede haya iniciado la investigación es que concede una verosimilitud a la acusación”, insistió el presidente del Episcopado. Es la primera vez que un obispo español, y además en activo, es objeto de una investigación vaticana por abusos a menores.

En este sentido, Argüello valoró que "la Iglesia abre un procedimiento porque quiere conocer la verdad y quiere así acercarse al dolor de uno y de otro, al dolor de una posible víctima y al dolor de una posible persona, en este caso un obispo, al que pudiera habérsele acusado falsamente”.

Justicia y presunción de inocencia

Y es que, pese a asumir la "verosimilitud" de la denuncia, el presidente de los obispos incidió en la necesidad de no condenar a Zornoza antes de que se sustancie la investigación. "Hay que contar con la presunción de inocencia, que es una base de nuestro propio sistema jurídico, civil y social”, recalcó Argüello, quien reivindicó "la normativa que tiene la Iglesia y que los pasos que se han dado en los últimos años, tanto en la Santa Sede como la Iglesia española", que permiten que "un caso de unos hechos que han sucedido hace en torno a 25 a 30 años y que en la jurisdicción civil están prescritos”.

Aunque Argüello matizó que "no nos corresponde a nosotros" decidir sobre el futuro del obispo, sí reflexionó sobre el hecho de que, estando enfermo (la nota de la diócesis habla de un 'cáncer agresivo'), y habiendo rebasado ampliamente la edad de jubilación (cumplió 76 años en julio), pueda abandonar definitivamente sus funciones. "Yo me imagino que un obispo que hace ya 14 o 16 meses, me parece, que ha presentado su renuncia, que ha surgido este asunto y que además está enfermo… Las posibilidades de que pudiera ser aceptada su renuncia, pues seguramente sean altas. Pero no depende de mí ni de la Conferencia", finalizó.

SETENTA EJECUCIONES DE TRUMP EN EL CARIBE Y EL PACÍFICO: ¿NO SON YA ASESINATOS?

Los serían, sin ninguna duda, si otro fuera el país que las realizase. Costó mucho decir que la matanza de menores en Gaza eran y son asesinatos.

EDITORIAL

El Alto Comisionado de los Derechos Humanos de la ONU, Volker Turk, instó a Estados Unidos a investigar la legalidad de sus ataques contra presuntos barcos de narcotraficantes en el Caribe y el Pacífico y advirtió que hay “fuertes indicios” de que constituyen “ejecuciones extrajudiciales”. De acuerdo con el funcionario, las acciones para detener buques supuestamente implicados en el crimen organizado califican como operaciones para la aplicación de la ley, en las cuales el uso de la fuerza letal debe ser extremadamente limitado y presentarse como último recurso ante un ataque inmediato. Dado que las lanchas destruidas y sus tripulantes masacrados en ningún caso atacaban a las fuerzas estadunidenses, éstas habrían incurrido en violaciones al derecho internacional en materia de derechos humanos.

Turk expresa con un lenguaje cuidadoso y diplomático lo que el mundo ha contemplado en su crudeza por dos meses: el asesinato y desaparición forzada de decenas de personas a quienes no se les fincó cargo alguno por parte de un gobierno que transgrede las leyes dentro y fuera de sus fronteras. Debe recordarse que las operaciones ordenadas por el presidente Donald Trump son ilegales incluso en los términos de las normas de su país: aunque el magnate ha invocado un inexistente “conflicto armado” con los cárteles a los que clasificó (sin sustento) como terroristas, para entrar en guerra y tratar a ciudadanos extranjeros como enemigos, necesita una autorización del Congreso que no ha solicitado ni obtenido. Su conducta respecto al narcotráfico replica un modus operandi usado en otros temas como la migración o su guerra comercial contra el planeta: en ambos casos, declaró emergencias ficticias a fin de desviar recursos y aplicar por decreto medidas que requieren aprobación parlamentaria.

Trump es franco en cuanto a que sus actos y métodos tienen el propósito de recordar a aliados, rivales y enemigos el poderío y la letalidad estadunidenses, pero, en su fatua ignorancia, desconoce que el uso indiscriminado de la fuerza no es una señal de salud de los imperios, sino de su decadencia y descomposición. Un gobierno saludable no saca a rastras a maestras de prescolar de sus salones de clases para meterlas en jaulas y deportarlas a sus países de origen o a cualquier destino que se le ocurra: les ofrece empleos bien remunerados por educar y cuidar a las próximas generaciones. Un líder tecnológico no impone aranceles arbitrarios; triunfa en el comercio global gracias a la superioridad y al prestigio de sus productos. Quien se proclama faro de la democracia no aniquila ni deshumaniza a las personas que delinquen; en cambio, ofrece una prosperidad generalizada que quita incentivos económicos a la delincuencia.

De hecho, los funcionarios estadunidenses encargados del combate al narcotráfico saben bien que para frenar el trasiego de estupefacientes por vía marítima no se requieren barcos de asalto anfibio, bombarderos estratégicos, helicópteros artillados, ni un grupo de combate de portaviones: apenas la semana pasada la DEA cooperó con el Centro de Análisis y Operaciones Marítimas (MAOC), con sede en Lisboa, y la Agencia Nacional contra el Crimen de Reino Unido para interceptar un semisumergible que se dirigía a Europa con 1.7 toneladas de cocaína. Los cuatro tripulantes fueron arrestados, la droga incautada y la nave hundida, sin un muerto y sin disparar un tiro. En marzo pasado, una embarcación similar cargada con 6.5 toneladas de la misma sustancia fue detenida a mil 200 millas náuticas de Portugal, también de manera incruenta.

Lo anterior refuerza la percepción de que las tropas estadunidenses desplegadas en torno a ambas costas de Sudamérica no persiguen objetivos policíacos, sino geopolíticos; en primer lugar, el derrocamiento del presidente venezolano, Nicolás Maduro, por quien Washington ofrece una recompensa de 50 millones de dólares, como si se tratase de un capo del narcotráfico. En este contexto, es necesario tomar con seriedad las denuncias del Ejecutivo de Colombia, Gustavo Petro, quien acusa al trumpismo de fraguar un plan para encarcelarlo a instancias de un senador republicano de origen colombiano. Si bien de momento no parece haber planes concretos en ese sentido, ninguna atrocidad puede descartarse bajo el trumpismo.

LA JORNADA MX

LA VICTORIA DE MAMDANI COMO APRENDIZAJE PARA LA IZQUIERDA

Estamos ante uno de esos artículos que caracterizan lo mejor de la cosecha como analista en CTXT del firmante. Se echaba de menos a Tecé  comentando la victoria de Zhoran Mamdani, próximo alcalde socialista de Nueva York, epicentro del capitalismo mundial: Si esto no nos habla de un sistema económico haciendo aguas, que baje Adam Smith y lo vea, escribe Tecé. Mamdani es socialista, inmigrante, musulmán y todos los atributos que queramos colocarle, pero es, sobre todo, joven. Un joven que ha sabido representar a los jóvenes que constituyen las principales víctimas de un sistema enloquecido que les propone un futuro nulo. Un futuro en el que se vetan libertades básicas: techo, salud, trabajo digno, transporte asequible… Mamdani ha ganado las elecciones con un lema tan sencillo como contundente, “Un Nueva York que te puedas permitir”. Un lema que sirve para Madrid, Málaga, Barcelona y Sevilla, porque el horizonte que pone sobre la mesa el capitalismo es idéntico en la gran manzana y fuera de ella. La izquierda debe aprender que desde el centro no se vence al fascismo.



Gerardo Tecé

Descubrí al joven Zohran Mamdani hace casi un año como se descubre todo lo importante: por un reel de Instagram. Tras ver un par de vídeos de aquel tipo que se grababa de forma simpática por las calles de Nueva York postulándose como alcalde, me puse a leer sobre él. Todo lo que encontré tenía que ver con su tremenda frescura en el uso de las redes sociales o con sus vídeos virales en Tiktok, así que inmediatamente me borré de su campaña electoral. Suerte, que vaya bien, le dije desde casa a lo que pensaba que era el enésimo producto publicitario construido a base de likes, en este caso de izquierdas. Como tantas otras veces en la vida, me equivoqué. Lo descubrí unos meses más tarde, ya en verano, cuando el inmenso océano de reels dejó de nuevo ante mí una botella con mensaje de Mamdani, que decía lo siguiente: “Durante demasiado tiempo, la libertad ha pertenecido solo a quienes pueden comprarla”. Me pareció que, al fin, alguien con potencial político había ordenado correctamente las palabras necesarias para demoler el andamiaje de una época estúpida construida a base de prostituir la palabra libertad.

A la espera de que tome posesión el 1 de enero, Mamdani ya no es solo un tipo viral, sino el alcalde electo de Nueva York. Un alcalde que nos deja varios aprendizajes importantes a quienes tenemos la costumbre de equivocarnos. El primero lo podemos extraer de su discurso tras conocerse el resultado de unas votaciones en las que se impuso al candidato de quienes pueden comprarse la libertad que les apetezca. En ese discurso, Mamdani, que había convertido su condición de inmigrante en central durante su campaña, se dirigió a Trump, al que le debe media victoria por sus ataques. Tengo cuatro palabras para Trump, dijo, porque seguro que nos estará viendo: “Turn the volume up”, sube el volumen, porque Nueva York es una ciudad de inmigrantes, construida por inmigrantes, sacada adelante por inmigrantes y, desde hoy, liderada por un inmigrante. Lejos de quienes creen que los discursos fascistas se combaten discutiéndolos con argumentos que nunca escucharán o desmontando bulos que nunca se agotarán, la propuesta de Mamdani se construyó sobre una buena dosis de chulería consistente en ganarle al rival en su campo. No solo abrazó la inmigración que otros presentan como un problema, sino que la convirtió en el eje central de su campaña. ¿Queréis hablar de libertad? Hablemos de cómo algunos se compran esa libertad. ¿Queréis hablar de inmigración? Hablemos de quienes sacan este país adelante cada día. Esto es, a día de hoy, Zohran Mamdani. Por esto y no por su simpatía ni sus reels, su éxito es un acontecimiento importante en mitad de este tiempo mediocre de Mileis, Ayusos y Trumps.

Nueva York no es Estados Unidos, pero Nueva York sí es el epicentro del capitalismo mundial y sus habitantes han elegido como alcalde a un tipo que se presenta como socialista. Repito: Nueva York gobernada por un socialista. Si esto no nos habla de un sistema económico haciendo aguas, que baje Adam Smith y lo vea. Mamdani es socialista, inmigrante, musulmán y todos los atributos que queramos colocarle, pero es, sobre todo, joven. Un joven que ha sabido representar a los jóvenes que constituyen las principales víctimas de un sistema enloquecido que les propone un futuro nulo. Un futuro en el que se vetan libertades básicas: techo, salud, trabajo digno, transporte asequible… Mamdani ha ganado las elecciones con un lema tan sencillo como contundente, “Un Nueva York que te puedas permitir”. Un lema que sirve para Madrid, Málaga, Barcelona y Sevilla, porque el horizonte que pone sobre la mesa el capitalismo es idéntico en la gran manzana y fuera de ella.

La victoria de Mamdani es un aprendizaje, principalmente, para la izquierda que hasta Kamala Harris pensaba que al fascismo se le podía vencer desde el centro. Es falso como se ha demostrado una y otra vez, como falso es que al frío en los huesos se le combata con agua tibia en lugar de con una ducha caliente. Si esto se hubiera entendido en los Estados Unidos de 2016, cuando a los demócratas no se les ocurrió otra cosa que intentar frenar al antisistema Trump con el mismo sistema llamado Hillary Clinton, el mundo sería hoy un lugar menos patético. Mamdani le ha mostrado a las organizaciones progresistas del mundo que a la ultraderecha se le vence atacando sus supuestas fortalezas. Entre tanto político progresista asustado y evitando pronunciar libertad o inmigración, reconforta ver que el camino marcado por el próximo alcalde de Nueva York consiste en hacer bandera de la libertad y la inmigración sin miedo al qué dirán los poderosos. Poderosos que, a propósito, le hicieron la campaña a Mamdani: cada vez que Elon Musk tuiteaba llamándolo inmigrante, musulmán o socialista, Mamdani lo compartía como el que comparte una medalla. Cuando asuma el cargo, tocará observar sus errores. De momento, qué alegría observar sus aciertos.

CTXT  DdA, XXI/6164

EL TIEMPO EN QUE A LOS PERIODISTAS LOS ECHAN DEL TRABAJO POR PREGUNTAR

Un periodista italiano ha tenido la osadía de ejercer su oficio preguntando lo que cualquier ciudadano con sentido común preguntaría a una portavoz de la Comisión Europea en Bruselas. No obtuvo respuesta porque en esos momentos la tal señora no tenía comentarios al respecto. Sin embargo, la agencia italiana para la que colaboraba el periodista fue muy diligente rescindiendo inmediato al profesional su colaboración porque la pregunta era técnicamente errónea y fuera de lugar: Usted ha insistido en que Rusia debería hacerse cargo de la reconstrucción de Ucrania. ¿Cree que Israel debería pagar la reconstrucción de Gaza?. Si a una materia, la comunicación, que lleva camino de corroerse por la prodigalidad de las patrañas, se le añade la posibilidad de que los periodistas puedan ser expulsados de su trabajo por preguntar, que es uno de los fundamentos de su profesión, se estrechan tanto las posibilidades de libertad de expresión que quizá haya que reaccionar ante el riesgo de perderla. Algo deberían hacer a propósito del caso los periodistas de Italia:



Juan Tortosa/Las carga el diablo

- Usted ha insistido en que Rusia debería hacerse cargo de la reconstrucción de Ucrania. ¿Cree que Israel debería pagar la reconstrucción de Gaza?
Esa fue la pregunta. Una frase limpia, legítima, pertinente. Y sin embargo, le costó el trabajo. El periodista italiano Gabriele Nunziati se la hizo el pasado 13 de octubre en la sala de prensa de la Comisión Europea, en Bruselas, a la portavoz Paola Pinho.
- Es una pregunta interesante, contestó esta, pero no tenemos comentarios al respecto en estos momentos.
A los pocos días, la agencia italiana Nova, para la que trabajaba Nunziati, decidió rescindir su colaboración alegando que la pregunta había sido “técnicamente errónea” y “fuera de lugar”. La Comisión Europea se apresuró a desmarcarse del despido asegurando que no tuvo nada que ver, pero el caso es que a Nunziati lo pusieron en la calle.
El periodismo, no nos cansaremos de decirlo cuantas veces haga falta, no está para complacer al poder sino para molestarlo. Y entre los espacios naturales donde hay que ejercerlo se encuentran las salas de prensa en las que los representantes públicos tienen la obligación de contestar. Que una pregunta sobre la doble vara de medir en los conflictos internacionales acabe desembocando en un despido marca un precedente gravísimo.
El caso Nunziati es un alarmante síntoma de que la libertad de prensa en Europa se ha vuelto frágil, maleable, condicionada. El derecho a preguntar no puede depender de si se incomoda o no al poder, ¿o qué broma es esta? Nunziati era colaborador, no empleado fijo y el mensaje implícito que nos transmite la represalia de la que ha sido objeto resulta devastador: más vale que os lo penséis dos veces, queridas niñas y niñas periodistas, antes de tocar ciertos temas. Gran ruina.
La agencia Nova ha explicado que la pregunta era técnicamente incorrecta porque Israel fue víctima de un ataque mientras que Rusia invadió un país soberano. Soslayan que Nunziati no afirmó nada, sencillamente preguntó, invitó a pensar en voz alta. Un periodista libre ha de tener siempre la posibilidad de salirse del guion sin temer nada cuando lo hace. Preguntar nunca es “técnicamente erróneo”. Lo erróneo es callar, convertir las ruedas de prensa en asépticos rituales donde las consignas se repiten sin incomodidades, sin matices, sin disenso.
Europa se pavonea de tener la Carta de Derechos Fundamentales, de ser ejemplo de pluralismo informativo, de proteger la independencia de los medios. Pero los hechos demuestran otra cosa. La presión económica, la concentración mediática, la connivencia con intereses políticos y empresariales y la precariedad de las redacciones han convertido la libertad de prensa en una ficción regulada.
Cuando un periodista es castigado por preguntar lo que millones de ciudadanos piensan el daño no se limita a él, nos lo hacen a todos porque lo que está en juego no es solo un contrato laboral sino el derecho colectivo a recibir información sin filtros.
Resulta una indecencia intolerable que preguntar te pueda costar el puesto de trabajo. Este escándalo no puede quedar impune porque, de ser así, se trataría de una derrota colectiva. Ante atropellos como este hay que rebelarse, pelear, defender la dignidad del oficio sin concesiones. Si cedemos terreno y dejamos que las prácticas de intimidación avancen, nos costará mucho trabajo recuperar los metros, o kilómetros, que hayamos perdido. Si es que lo conseguimos.
Toda mi solidaridad, querido colega Nunziati, estoy seguro que no te van a faltar ofertas de trabajo.

DdA, XXI/6164

GRITOS CON CITA Y GLOSA (XLIX): SOBRE LA INMERECIDA BUENA PRENSA DE LOS SÁBADOS



José Ignacio Fernández del Castro

«[...]Hoje é sábado, amanhã é domingo
Amanhã não gosta de ver ninguém bem
Hoje é que é o dia do presente
O dia é sábado.
Impossível fugir a essa dura realidade
Neste momento todos os bares estão repletos de homens vazios
Todos os namorados estão de mãos entrelaçadas
Todos os maridos estão funcionando regularmente
Todas as mulheres estão atentas
Porque hoje é sábado..[...]»

«[...]Hoy es sábado y mañana domingo.
Al mañana no le gusta ver a nadie bien
Hoy, que es el día del presente
El día es Sabado.
Imposible huir de esta dura realidad
En este momento todos los bares están llenos de hombres vacíos
Todos los enamorados se cogen de la mano
Todos los maridos están funcionando regularmente
Todas las mujeres estan atentas
Porque hoy es sábado. [...]»

Marcus Vinícius da Cruz de Melo Morais, conocido como 
Vinicius de MORAES (Río de Janeiro, Brasil, 
19 de octubre de 1913 – 9 de julio de 1980): 
Estrofas de la Parte Primera de O Dia Da Criação  (1971).

Hoy tal vez no es sábado... Pero como si lo fuera.
Porque para muchísima gente el mañana se ha tornado en inmenso domingo, lleno de un tedio casi viscoso y víspera de algo que se presiente peor...  
Imposible para esa gente sentir el viejo carpe diem, pues vivir su presente es es aceptar las continuas heridas y tantas sombras que amenazan con destruirlo todo… ¡Imposible aceptar esa proliferación enloquecida de un ocio de precio mínimo para una alienación máxima!.
Pero acaso en este perpetuo temor al mañana desde el dolor presente, todavía haya sitio para alguna pareja de personas enamoradas, cuyas manos entrelazadas se conviertan en signo de resistencia ante el oprobio globalizado que mercantiliza el amor en cómodos plazos y con financiación exclusiva; o para algún marido que funcione regularmente con esas mujeres que han de permanecer atentas ante tantas discriminaciones, tanta violencia y tantas presiones simbólicas para que a lo único que presten atención sea esa insignificancia rosa que llena las pantallas de vidas ajenas prefabricadas, absurdas, prescindibles.
Porque, en definitiva, es como si hoy fuese uno de esos sábados en los que, perdidos en la incomprensión de cuanto nos rodea, sólo acertamos a esperar el sopor anodino que precede al esfuerzo inútil y casi autodestructivo.
Vinicius lo sabía... Por mucha creación que nos cuenten que en uno de ellos se había culminado, ¡los sábados tienen inmerecida buena prensa!. ¡Reivindiquemos los días en los que todo está desordenado!.

DdA, XXI/6164

DEGRADACIÓN DE LA GASTRONOMÍA ASTURIANA: EL POTE DE "EL GAITERO"



Félix Población

Durante muchos años de mi vida, desde que obligado por las circunstancias académicas y laborales hube de abandonar Asturias para residir en Madrid y otras ciudades, he sido habitual visitante de la región casi todos los veranos. Creo, por eso, haber advertido la influencia que ha venido teniendo el incremento notable del turismo -sobre todo en el último decenio- en la vida cotidiana de Asturias, especialmente en las ciudades, a raíz del crecimiento desmesurado de esa industria como base prioritaria de la economía regional, tanto en el periodo estival como en otras etapas vacacionales, incluidos los fines de semana. 

Creo que desde que me sirvieron una merluza congelada a la sidra en un lujoso restaurante de una localidad costera con hermosas vistas al mar, hace ya bastantes años, uno de los focos principales de atracción turística más notables, el gastronómico, no ha dejado de degradarse con la masificación. Mal haría Asturias en perseguir los beneficios de una codicia desbocada, siguiendo el curso del neoliberalismo que todo lo depreda, en detrimento de la que fue una tan honrada como cualificada capacidad hostelera, pero creo que tiene trazas de llevar a pique su prestigio sin que nada ni nadie parezca apercibirse de ello o le importe lo más mínimo. 

Y no sólo me refiero a los restaurantes de la región que defraudan a sus clientes, sino a marcas de tan señalado predicamento como la que todos asociamos con la sidra y los años pretéritos de la emigración a las Américas. El Gaitero, una industria centenaria que debería velar por su prestigio, tiene entre sus productos varios de alimentos preparados como los callos, la fabada o el pote asturiano, que al menos en lo que respecta a este último me parece que debería ser retirado del mercado, al menos en lo que me toca como consumidor. 

No he podido pasar de la primera cucharada: a lo insípido del compango, se suma la mala calidad de las supuestas fabes asturianas -vendidas como tales-, así como el abusivo exceso de sal, al punto de resultar para mi gusto insoportable. Bien quisiera pensar que la lata que me tocó en suerte, al precio de 18 euros por internet y cuya numeración corresponde a L-1113824, con fecha de caducidad en mayo de 2029, es una excepción, pero mucho me temo que esté en línea con esa degradación de la cocina asturiana -cachopo mediante como plato más "típico"- que no pocos visitantes vienen advirtiendo ya desde hace años. 

Con la masificación turística que creo está experimentando Asturias, sin que se deje de fomentar cuando se ha llegado a un punto en que al menos debería reconsiderarse, es como si hubiese decrecido al tiempo la calidad de la oferta gastronómica, algo comprobable si se visitan algunos restaurantes de tipo medio que en el pasado ofrecían una carta o menú satisfactorios. La decepción alcanza incluso a otros de mayor nivel.

Si los hosteleros asturianos no evitan que el prestigio bien ganado cuando era menor la afluencia turística se degrade ante la afluencia masiva de visitantes, algo habrá que hacer para impedirlo. Y si las marcas de productos asturianos, como la citada, pretenden ofrecer calidad y no servirse de equívocas distinciones en el producto que no responden en ningún caso a la auténtica faba asturiana, algo habrá que hacer también. Antes, al menos, de que la fabada asturiana o el pote asturiano terminen siendo otra cosa, ajena a la legumbre original de aquella tierra, cuya producción, por cierto, es cada vez menor.

Con todos sus atractivos, que indudablemente los tiene, si a la región asturiana la privas del que por mucho tiempo tuvo su gastronomía, esa fuente de negocio boyante que actualmente es el turismo puede sentirse seriamente dañada.

DdA, XXI/6163

lunes, 10 de noviembre de 2025

RITMO DE OTOÑO A LA VERA DEL PORMA


 Poema leído a la vera del Porma una mañana de noviembre, buscado ex profeso en la memoria de viejas lecturas para interpretar la emoción y el ritmo del otoño, junto a las alamedas del río, en las palabras del poeta andaluz.

Federico García Lorca

RITMO DE OTOÑO (Libro de Poemas, 1921)
1920
A Manuel Ángeles


Amargura dorada en el paisaje.
El corazón escucha.

En la tristeza húmeda el viento dijo:
Yo soy todo de estrellas derretidas,
sangre del infinito.
Con mi roce descubro los colores
de los fondos dormidos.
Voy herido de místicas miradas,
yo llevo los suspiros
en burbujas de sangre invisibles
hacia el sereno triunfo
del amor inmortal lleno de Noche.

Me conocen los niños,
y me cuajo en tristezas.
Sobre cuentos de reinas y castillos,
soy copa de luz. Soy incensario
de cantos desprendidos
que cayeron envueltos en azules
transparencias de ritmo.
En mi alma perdiéronse solemnes
carne y alma de Cristo,
y finjo la tristeza de la tarde
melancólico y frío.
El bosque innumerable.

Llevo las carabelas de los sueños
a lo desconocido.
Y tengo la amargura solitaria
de no saber mi fin ni mi destino.

Las palabras del viento eran suaves
con hondura de lirios.
Mi corazón durmiose en la tristeza
del crepúsculo.

Sobre la parda tierra de la estepa
los gusanos dijeron sus delirios.

Soportamos tristezas
al borde del camino.
Sabemos de las flores de los bosques,
del canto monocorde de los grillos,
de la lira sin cuerdas que pulsamos,
del oculto sendero que seguimos.
Nuestro ideal no llega a las estrellas,
es sereno, sencillo:
quisiéramos hacer miel, como abejas,
o tener dulce voz o fuerte grito,
o fácil caminar sobre las hierbas,
o senos donde mamen nuestros hijos.

Dichosos los que nacen mariposas
o tienen luz de luna en su vestido.
¡Dichosos los que cortan la rosa
y recogen el trigo!
¡Dichosos los que dudan de la muerte
teniendo Paraíso,
y el aire que recorre lo que quiere
seguro de infinito!
Dichosos los gloriosos y los fuertes,
los que jamás fueron compadecidos,
los que bendijo y sonrió triunfante
el hermano Francisco.
Pasamos mucha pena
cruzando los caminos.
Quisiéramos saber lo que nos hablan
los álamos del río.

Y en la muda tristeza de la tarde
respondioles el polvo del camino:
Dichosos, ¡oh gusanos!, que tenéis
justa conciencia de vosotros mismos,
y formas y pasiones,
y hogares encendidos.
Yo en el sol me disuelvo
siguiendo al peregrino,
y cuando pienso ya en la luz quedarme,
caigo al suelo dormido.

Los gusanos lloraron, y los árboles,
moviendo sus cabezas pensativos,
dijeron: El azul es imposible.
Creíamos alcanzarlo cuando niños,
y quisiéramos ser como las águilas
ahora que estamos por el rayo heridos.
De las águilas es todo el azul.
Y el águila a lo lejos:
¡No, no es mío!
Porque el azul lo tienen las estrellas
entre sus claros brillos.
Las estrellas: Tampoco lo tenemos:
está entre nosotras escondido.
Y la negra distancia: El azul
lo tiene la esperanza en su recinto.
Y la esperanza dice quedamente
desde el reino sombrío:
Vosotros me inventasteis corazones,
Y el corazón:
¡Dios mío!

El otoño ha dejado ya sin hojas
los álamos del río.

El agua ha adormecido en plata vieja
al polvo del camino.
Los gusanos se hunden soñolientos
en sus hogares fríos.
El águila se pierde en la montaña;
el viento dice: Soy eterno ritmo.
Se oyen las nanas a las cunas pobres,
y el llanto del rebaño en el aprisco.

La mojada tristeza del paisaje
enseña como un lirio
las arrugas severas que dejaron
los ojos pensadores de los siglos.

Y mientras que descansan las estrellas
sobre el azul dormido,
mi corazón ve su ideal lejano
y pregunta:
¡Dios mío!
Pero, Dios mío, ¿a quién?
¿Quién es Dios mío?
¿Por qué nuestra esperanza se adormece
y sentimos el fracaso lírico
y los ojos se cierran comprendiendo
todo el azul?

Sobre el paisaje viejo y el hogar humeante
quiero lanzar mi grito,
sollozando de mí como el gusano
deplora su destino.
Pidiendo lo del hombre, Amor inmenso
y azul como los álamos del río.
Azul de corazones y de fuerza,
el azul de mí mismo,
que me ponga en las manos la gran llave
que fuerce al infinito.
Sin terror y sin miedo ante la muerte,
escarchado de amor y de lirismo,
aunque me hiera el rayo como al árbol
y me quede sin hojas y sin grito.

Ahora tengo en la frente rosas blancas
y la copa rebosando vino.

DdA, XXI/6162

LOS MAGNATES DE LAS REDES SOCIALES AMAN NUESTRAS FOBIAS

Señala Irene Vallejo, en su artículo de ayer en El País, que fabricar enemigos es uno de los sectores económicos más rentables y con mayor demanda. Las vísceras cotizan en bolsa. El oficio de comentarista furibundo vive un momento dulce. Los magnates de las redes sociales aman nuestras fobias: atizan rencores que nos mantienen absorbidos, crispados y cautivos. Moldean el resentimiento con mensajes que masajean nuestros victimismos y transforman el enfado en capital. Los inversores en el ramo de la furia recogen beneficios. Tu rabia es su riqueza. Las explosiones de enojo, el previsible y sereno crecimiento del negocio. Tu insomnio febril arrulla sus sueños.


Irene Vallejo

Decían que el mejor señuelo para atrapar atención es el sexo. Hoy las redes sociales han demostrado que el odio es mucho más adictivo, más orgiástico, más contagioso, más irresistible. El insulto excita al algoritmo y los nuevos magnates hacen caja con nuestros conflictos. El extremismo calculado vende. La furia está bien financiada. Por eso, la temperatura de los discursos se está calentando aún más deprisa que el clima.

Un buen enemigo es el mejor abono para cultivar identidad. Azuzar el rencor frente al adversario enardece a las propias huestes y robustece la sensación de pertenencia. Merced a una lógica perversa, si divides, multiplicas tu protagonismo. El odio viejísimo -pero muy trabajador— goza de envidiable buena forma. Podría parecer una pasión simple y visceral, pero procede de nuestras heridas más hondas; se gesta en el recuerdo de los desprecios sufridos, de los abandonos y las ilusiones perdidas. La misma etimología habla de dolor: la raíz indoeuropea od está presente en «odio” y en «odontólogo». Según una hipótesis, odiar sería como un dolor de muelas anímico, pero también podría asociarse al gesto de enseñar ferozmente los dientes.

En la historia universal de la hostilidad y las dentelladas, fue pionero el profeta persa Zaratustra —en griego Zoroastro-, que vivió hace más de dos mil quinientos años. Según la tradición, sus sacerdotes, los magos, visitaron al niño Jesús en el portal: magu era el término que los babilonios daban a los sabios iniciados en el zoroastrismo. Nietzsche lo reintrodujo en el imaginario occidental al convertirlo en portavoz de su propia filosofía. Por lo que sabemos, Zaratustra fue el primero en afirmar que la vida era una batalla extrema entre el bien y el mal, donde nos acecha el archienemigo, llamado Angra Mainyu o Ahrimán, un espíritu destructivo y perverso -que hoy da nombre a villanos de series y videojuegos-. Acusaba a Ahrimán de propagar calumnias y falsedades: era la encarnación de la mentira. Así nació el chivo expiatorio para todo. Desde entonces, cuando concluimos que nuestros adversarios están poseídos por un impulso maligno, ya no hay necesidad de preguntarse por sus razones o sus corazones. La división del mundo entre amigos y enemigos ha hecho que a lo largo de milenios gente perfectamente amable en privado combatiese a otros, los castigase y los sometiera al terror sin conocerlos ni reconocer su humanidad. Por eso, tal vez el único antídoto sea escuchar: puedes elegir ejercitar o el odio o el oído.

Según esta visión del mundo, el estado natural sería el enfrentamiento y, en su lógica, cualquier catástrofe desataría todos los conflictos latentes. Rebecca Solnit dedicó su ensayo Un paraíso en el infierno a reflexionar sobre las reacciones humanas ante cataclismos como terremotos, inundaciones o huracanes: «En muchos desastres nuestra forma de actuar depende de que pensemos que nuestros vecinos y conciudadanos son una amenaza mayor que los estragos provocados por la catástrofe o, por el contrario, un bien mayor que los bienes materiales en las casas y en las tiendas de los alrededores”. Lo que creemos define nuestro comportamiento. Solnit documenta un hecho inquietante: suelen cometer las acciones más terribles quienes están convencidos de que los demás van a comportarse despiadadamente y se plantean la disyuntiva entre devorar o ser devorados. El egoísmo por naturaleza actúa como coartada.

El historiador Rutger Bregman ha estudiado el efecto de la novela El señor de las moscas en el imaginario colectivo. Su autor, William Golding, inventó la trama en 1951. Un grupo de niños supervivientes de un accidente aéreo se descubren solos en una isla desierta, sin adultos. Al principio organizan una democracia y toman todas las decisiones por votación. Eligen como líder a Ralph, un chico atlético, responsable y carismático. Cuando un barco los rescata meses más tarde, tres chavales han sido asesinados y la isla es un páramo humeante. La violencia ha arrasado con el compañerismo. Ralph llora por el fin de la inocencia, por las ilusiones devastadas, por la crueldad que anida en el corazón humano. En la estela de Auschwitz y la Segunda Guerra Mundial, el público estaba predispuesto a aceptar el concepto del mal intrínseco e ineludible. El mismo Golding, excombatiente alcohólico, atormentado y depresivo, conocía el sufrimiento. La novela es una proyección de miedos compartidos.

La aventura relatada en el libro es una ficción: nunca sucedió. Sin embargo, un hecho muy similar ocurrió en 1965. Tras un naufragio, seis chicos entre 13 y 16 años sobrevivieron quince meses en un islote rocoso del Pacífico. Al terminar la odisea, el capitán que los rescató contó que los chicos habían creado una pequeña comuna con un huerto, troncos huecos para almacenar agua de lluvia, un gimnasio con curiosas pesas y gallineros, “todo ello gracias a su trabajo manual, una vieja hoja de cuchillo y mucha determinación”. Mientras los personajes imaginarios de El señor de las moscas batallaban por adueñarse del fuego, los jóvenes de la experiencia vivida se organizaron para mantener la hoguera ardiendo durante más de un año. A veces discutían, pero lo resolvieron sin herirse. Uno de ellos fabricó una guitarra con un trozo de madera flotante, media cáscara de coco y seis alambres de acero rescatados de su barco naufragado, y solía tocar para levantarles el ánimo. Cuando uno de ellos resbaló, cayó por un acantilado y quedó herido, inmovilizaron su pierna con palos y lo cuidaron. En la verdadera historia, los chicos confiaron y colaboraron. Tristemente, el libro de Golding es lectura obligatoria escolar, mientras el episodio auténtico pasó desapercibido. Nos impacta más la realidad de los miedos que la realidad de los hechos. Resulta más persuasivo el cuento de terror, donde cualquier parecido con la solidaridad es pura coincidencia. El odio y la destrucción venden más que la colaboración.

Piensa mal y lo extenderás. La hostilidad, como la confianza, es una dinámica contagiosa. Ciertos líderes políticos refuerzan su poder personal espoleando la cólera: nos regañan como a niños porque no odiamos lo suficiente. Los autoritarismos triunfan cuando acatamos las coordenadas de sus ejes del mal. Fabricar enemigos es uno de los sectores económicos más rentables y con mayor demanda. Las vísceras cotizan en bolsa. El oficio de comentarista furibundo vive un momento dulce. Los magnates de las redes sociales aman nuestras fobias: atizan rencores que nos mantienen absorbidos, crispados y cautivos. Moldean el resentimiento con mensajes que masajean nuestros victimismos y transforman el enfado en capital. Los inversores en el ramo de la furia recogen beneficios. Tu rabia es su riqueza. Las explosiones de enojo, el previsible y sereno crecimiento del negocio. Tu insomnio febril arrulla sus sueños.

El círculo se estrecha, ya no basta recelar del otro. Los algoritmos buscan cebarse en nuestras inseguridades. La publicidad se filtra por las grietas de nuestra autoestima: nos empuja a odiar lo que somos para vendernos soluciones individualistas y perfecciones envasadas, desde la cirugía plástica a la autosuperación. Al final, necesitamos creer en nosotros mismos para creer en los demás. Frente a los accionistas de la ira, podemos fortalecer los vínculos y decidir que confiamos en nuestros vecinos. Urge usar las palabras no como arma, sino como argamasa: cultivar el debate frente al combate. No podemos permitirnos tener más odios que ideas.

domingo, 9 de noviembre de 2025

PROMETEO LIBERADO MANDARÍA AL ODIO Y LA OPRESIÓN AL BASURERO DE LA HISTORIA

 A la espera del próximo, que pronto saldrá a la calle,  el último libro del escritor zamorano Antonio Monterrubio se titula como uno de los artículos que incluye, La primavera y el titán, artículo que por amabilidad del autor publicamos a continuación, recomendando a quienes se interesen por su contenido la lectura completa del libro, editado el año pasado por Marciano Sonoro. "La liberación de Prometeo marcaría el comienzo -según Monterrubio- de un tiempo áureo presidido por el amor y la belleza, y mandaría al basurero de la historia una era de odio y opresión. La curiosa cerrazón de algunos con el Titán tiene poco que ver con el mito y sus secuelas, y mucho con los prejuicios contra la Ciencia que ellos albergan. No es la ciencia, ni tampoco la técnica, quienes destruyen la naturaleza; es su usurpación para un uso sesgado y maligno al servicio de unos intereses políticos y económicos muy concretos. No es Prometeo el enemigo de la Naturaleza, sino Mammón –traducido a términos contemporáneos, el Capital–, o más bien el ansia de acumulación ilimitada de riqueza".


Antonio Monterrubio          

En el momento por alegres prados
retozan los ganados encendidos,
y atraviesan la rápida corriente:
prendidos del hechizo de tus gracias
mueren todos los seres por seguirte
[…] en los mares y en las sierras
y en los bosques frondosos de las aves,
y en medio de los ríos desbordados
y en medio de los campos que verdecen,
el blando amor metiendo por sus pechos,
haces que las especies se propaguen.
Así invoca Lucrecio a Venus, en el proemio de La naturaleza de las cosas, a la vez que evoca la llegada de la primavera, impulsada por su amable gobierno. Vivía aún la civilización sus tiempos juveniles. Natura mostraba su rostro más encantador al pensador epicúreo, que lo celebraba en versos deslumbrantes. La historia siguió su curso, y en 1962 la Primavera silenciosa de Rachel Carson puso sobre la mesa algunas cuestiones preocupantes que no tardaron en hacerse acuciantes. Se denunciaban allí los efectos nocivos de los pesticidas, en particular el omnipresente DDT, en el medio ambiente y los seres vivos, amén de la contaminación provocada por una industria química fuera de control.
Un extraño agostamiento se extendió por la comarca y todo empezó a cambiar. Algún maleficio se había adueñado del lugar; misteriosas enfermedades destruyeron las aves de corral, los ovinos y las cabras enflaquecieron y murieron. Por todas partes se extendió una sombra de muerte.
Ninguneado por quienes deberían habérselo tomado en serio, el libro acabaría convirtiéndose en un clásico del movimiento ecologista. Desde esa fecha, la estación de los amores no solo ha perseverado en su mutismo, sino que está en vías de disipación. Un tórrido verano le va comiendo algunos días cada año, una más de las secuelas del calentamiento global. Asistimos consternados a la desaparición de bosques y selvas, la pérdida acelerada de biodiversidad, el aumento del nivel del mar o los fenómenos meteorológicos extremos de repetición. Un cambio climático antropogénico avanza delante de nuestras narices. Esa catástrofe ecológica de alto voltaje está íntimamente ligada a un modo de vida claramente equivocado. Solamente podrá ser atajada, en el mejor de los casos, o remendada en los demás, si lo sustituimos por otro que permita una coexistencia pacífica entre humanos y naturaleza. Es una tarea que debe acometerse ya y en múltiples frentes pues, citando a Jon Snow en Juego de Tronos, «solo hay una guerra que importe: la gran guerra. Y ya está aquí». Ayer ya era demasiado tarde.
Enunciemos algunas de las nuevas plagas: devastadoras inundaciones, incendios de sexta generación, sequías de proporciones bíblicas, desertización, hambrunas, migraciones climáticas. Contemplemos un paisaje donde pululan gigantescos vertederos de basura textil o electrónica, de momento bien lejos del irresponsable mundo desarrollado, aunque todo se andará. Vayámonos acostumbrando a una cada vez más grave vulnerabilidad sanitaria. Infecciones novedosas, alergias de estreno, tóxicos de mil colores y olores. Y su letalidad crecerá y se multiplicará por obra y gracia de la privatización progresiva de los servicios sanitarios públicos.
Las causas del desorden planetario están bien establecidas. La propia ONU las tiene perfectamente catalogadas. La fundamental es el uso masivo de combustibles fósiles exigido por la generación de electricidad y calor para las fábricas, comercios y hogares, la industria y el sector manufacturero o el transporte de personas y mercancías. La tala de bosques so pretexto de crear granjas o áreas de pastos, un agrobusiness solo atento al beneficio rápido o el derroche de energía, alimentos, ropa, plásticos o electrónica elevado a cotas delirantes ayudan a completar el cuadro. Seguimos enviando a la atmósfera cantidades ingentes de gases de efecto invernadero. Es la codicia productora y consumista, presidida por el omnipotente dios Dinero en sus diversas advocaciones, lo que está alimentando estos fenómenos extremos y destruyendo el equilibrio ecológico del planeta. Y si aún afinamos más, veremos latir en el fondo del crisol de la emergencia climática la infelicidad del ser humano, su insatisfacción y frustración. Pues el crecimiento a ultranza y la fiebre dilapidadora no solo son incapaces de paliarlas, sino que contribuyen a que su fuego se avive.
Nuestra Tierra se sigue deteriorando mientras se esgrimen las coartadas de rigor: los necesarios puestos de trabajo, el aumento del PIB o el mantenimiento del nivel de vida, ya que no de su calidad. Pero la realidad es la que es. Así describía Woody Guthrie su experiencia personal en la novela Bound for glory, publicada en 1943:
El petróleo se acumulaba tanto sobre los ríos que los peces no podían coger el aire que les hacía falta. Murieron a montones cerca de las orillas. La maleza se puso gris y marrón y no volvió a crecer nunca más por allí. Las hierbas tiernas desaparecieron […] los arbustos secos aguantaron más tiempo, […] como si intentasen contener el aliento y resistir esperando […] que el petróleo se marchase, que todo pudiera respirar otra vez. Pero el petróleo no se fue. Se quedó. La hierba, los árboles y los arbustos murieron.
Con petróleo o sin él de por medio, vemos repetidas cada dos por tres imágenes similares en los noticieros televisivos sin otorgarles mayor relevancia. Nos estamos habituando al Apocalipsis. La supervivencia de nuestra especie, incluso la continuidad de la vida en la Tierra, dependen de un equilibrio que se ha roto hace décadas. Si seguimos por ese camino, no tendremos más remedio que, como la protagonista de Mi vida sin mí de Isabel Coixet, empezar a imaginar nuestro planeta sin nosotros. Convendría grabar en las mentes y revisar con frecuencia aquella máxima famosa: «La tierra no es una herencia de nuestros padres, sino un préstamo de nuestros hijos». Atribuida por unos al jefe Seattle, considerada por otros un antiguo proverbio indio o hasta una invención del movimiento ecologista en los primeros setenta, su valor de verdad es en cualquier caso muy elevado. Mientras Las cuatro estaciones de Vivaldi están a punto de perder su concierto más popular, el negacionismo climático y su tolerancia mediática se extienden cual mancha de chapapote. Son solo una muestra de la política del avestruz que amenaza con arruinar la paciencia de Gaia.
Si queremos que Natura nos siga permitiendo tratarla como una amiga a la que conocemos y que nos conoce, debemos mimar el recuerdo de tiempos y lugares más felices.
Allí donde el ave estuvo antes de su vuelo,
allí donde la flor estuvo antes de brotar,
allí donde ave y flor fueron uno y lo mismo.
Y es esa la razón de que yo sepa
por qué la flor tiene su aroma, el ave su canción.
[…] No, allí no habité en vano,
Ni en vano escuché toda la noche.
En los años 2013 y 2014 se catalogaron un total de 69 406 autores de artículos de investigación revisados por pares, es decir, con garantías, abordando el tema del cambio climático. Solamente 4 refutaban su carácter antropogénico. Eso representa menos del 0'006 %. Sin embargo, el negacionismo climático, al igual que el sanitario o el científico en general, tiene una repercusión desproporcionadamente superior. El fundamentalismo neoliberal, la ignorancia ultraconservadora y la desidia posmoderna coinciden en el rechazo u ocultación de argumentos incontestables.
La Estulticia se revuelca de risa en su trono forrado de billetes. Se ha convertido a buena parte del público en adicto a la manipulación. Comulgan a pies juntillas con bulos fabricados por motivaciones políticas o económicas. Y, lejos de rechistar, están deseando recibir crecientes raciones de carnaza. Son subyugados por el cebo, pero también por el anzuelo. Para ellos, la realidad, la razón, la lógica y, desde luego, la verdad son entelequias que únicamente interesan a débiles y buenistas. Cuando se alcanzan mayorías absolutas sin presentar la más mínima propuesta o sin hablar de las políticas practicadas, cualquier cosa es posible. Y no es lícito que quienes viven de mentir a troche y moche o de permitir que otros lo hagan vengan a quejarse de la credulidad de las masas. Pues la fe ciega en que la COVID-19 es un invento, las vacunas inyectan microchips y los chemtrails existen, pero no el cambio climático, no exige una suspensión de la incredulidad mayor que tragarse las barbaridades sobre el gobierno de izquierda, sus ministros y directores generales o los partidos que lo sustentan.
Adulterar la verdad, secuestrarla o sustituirla por una bulocracia autoritaria supone un brutal atentado no ya a la higiene intelectual, sino a la ética más elemental. Razón y ética no son disociables. Si se ignora la segunda, la primera se tambalea. Los medios de comunicación y el complejo entramado digital han derivado en una industria del engaño, en mercaderes del embuste. Y su escogida clientela simula que es libre al tiempo que sigue dócilmente a sus amos, correa al cuello. Fingen que están despiertos en tanto se pierden en un profundo sopor, aparentan vivir cuando vegetan en la apatía y la indiferencia, reivindican el orden mientras chapotean en el caos mental más absoluto.
Curiosamente, muchos de los que se revuelven contra los avisos y alarmas que la ciencia emite albergan a la vez la esperanza de que los salve milagrosamente de la catástrofe. Esta disonancia cognitiva revela que sus posturas irracionales son indicio de personalidades narcisistas. Impugnan la realidad empíricamente verificable y verificada con tal de evitar confrontarse a lo molesto y desagradable. Dan la espalda a la verdad exigente para refugiarse en los brazos de mentiras confortables y acomodaticias. Pero la máquina de negar no se mantiene en marcha por sí sola. Necesita ser alimentada por un motor –de combustión interna a base de carburantes fósiles–: los intereses industriales y las políticas neoliberales que los defienden a capa y espada. Son ellos quienes patrocinan la oposición cerrada a medidas tan básicas como una genuina regulación universal de las emisiones de gases de efecto invernadero.
Voluntariamente o no, se tiende a desacreditar y, en el fondo, anular uno de los mayores logros de la Ilustración: la separación entre Ciencia y Religión. Volvemos a días en los que el Dogma, ahora más seglar aunque no menos penoso, pretendía aprisionar en sus garras a la Verdad. En nombre de los gustos del público o incluso invocando en vano la libertad de expresión, se dan altavoces a planteamientos delirantes. Pero el derecho de hablar tendría que llevar aparejado el deber de escuchar, y más aún la obligación de reflexionar antes, durante y después del discurso. Lamentablemente, tales hábitos parecen haber pasado de moda.
Mientras escribo esto, millones de pantallas practican sin cesar el lavado de cerebro, dejando a la audiencia pocas probabilidades de librarse del remojón.
[…] extremely addictive
the methadone metronome pumping out
150 channels 24 hours a day
you can flip through all of them
and still there's nothing worth watching.
Esto rapeaban The Disposable Heroes of Hiphoprisy en 1992. Y su estribillo resumía la cuestión en un pareado inapelable:
Television, the drug of the Nation
breeding ignorance and feeding radiation.[1]
La contestación del cambio climático y de su dependencia de las actividades humanas ya solo convence a un sector de la ciudadanía cerrado de mollera. Eso sí, este sigue siendo servido y mimado por unos medios cada vez más carentes de escrúpulos. Hoy tiene mayor éxito de público la banalización de todo lo que atañe a esa grave problemática. Recubierta por un entramado de noticias irrelevantes, cualquier llamada de atención queda disuelta en sus efectos y olvidada antes de que comiencen los anuncios. Otra táctica innoble, pero que numerosos comunicadores creadores de contenidos utilizan, es la de relacionar la denuncia de la insostenible emergencia ecológica con ese monstruo engendrado por los media y denominado genéricamente la izquierda. De este modo, para el grueso de la audiencia, resulta desactivada toda iniciativa en ese sentido, ya que no piensa mancharse las manos con tan poco recomendable compañía.
Con estas premisas, no es de extrañar que el negacionismo crezca. Alimentadas a base de ruedas de molino, las masas son carne de cañón para la refutación de verdades científicas elementales. Desde que la opinión de un telepredicador y sus prejuicios valen más que las razones y los datos, la lógica tiene perdida la partida. El Espectáculo, al igual que la Banca, siempre gana. Hipatia volverá a ser perseguida por las turbas del fanatismo. El discurso del dogmatismo y la osadía de la inopia son mucho más atractivos que los argumentos serios y el paciente método hipotético-deductivo. De ahí que calen profundamente, favorecidos por la ausencia de una educación científica digna de ese nombre en el conjunto de la población. El Tinglado patrocina unas vacaciones pagadas permanentes de la Razón.
Yendo un paso más allá del ninguneo, si lo considera necesario, se abona a una campaña de desprestigio generalizado de la Ciencia. En particular cuando esta adopta posiciones que ponen en entredicho las decisiones tomadas por los grandes poderes. Así, en lo referente a la defensa de nuestro amenazado planeta o si pretende contribuir a la lucha contra la desigualdad y la injusticia. Y esto no es de hoy. En palabras de Chomsky, «la sociedad lleva un siglo plagada de intensas campañas corporativas que fomentan el desprecio a la ciencia» (J. C. Polychroniou, entrevista en Common Dreams). No deja de ser gracioso que, ante la imposibilidad de contestar la acumulación de marrones medioambientales, se le imputen a ella. Viene a ser como si se acusara a los inventores del tubo catódico, y luego de las pantallas de plasma, LED, DLP o LCD, de que la televisión se haya convertido en un vertedero consagrado al Espíritu Rancio. Que telebasura y telecloaca alternen sin más espacio entre ellas que el –muy amplio, eso sí– dedicado a la publicidad es responsabilidad de quienes se benefician de tal estado de cosas. No es la pistola la que mata, son quienes aprietan el gatillo y los que ordenan disparar.
Este señalamiento con el dedo a la Ciencia como culpable de múltiples males no es privativa de las gentes poco cultivadas. Por el contrario, ciertos académicos se apuntan a él con entusiasmo. Una de las manifestaciones más singulares de esas tendencias es reprocharle una actitud prometeica, entendiendo por ello una suerte de violencia sobre la Naturaleza que persigue arrancarle sus secretos al precio que sea. Por supuesto, se trata de una visión característica de hombres de Letras cuyo conocimiento de la realidad de la Ciencia es deficitario, en especial en su relación con la técnica. Esta última «requiere a la naturaleza entregar una energía que puede como tal extraerse y acumularse» (Heidegger: Die Frage nach der Technik). Pero eso sucede cuando se busca transformar dicha energía en dinero contante y sonante. El peligro no está en la Ciencia, ni siquiera en la Técnica o la Tecnología, sino en su uso inadecuado y no adaptado a los contextos ambientales. El problema es pues, una vez más, la desmesura, la hybris. Y tiene que ver con la codicia, con el ansia de riqueza y poder, no con el anhelo de saber. El pecado no es la soberbia del homo sapiens, es la avaricia del homo œconomicus.
Pero volvamos la vista ahora al Prometeo mítico. Roba a los dioses el fuego para confiárselo a los hombres, lo cual nadie negará que mejoró la vida de la gente. Como aseveran Esquilo en el Prometeo encadenado y Platón en el Protágoras, les aportó los beneficios de la técnica y la civilización. Estableció así las condiciones de posibilidad de la cultura, de modo que la vía prometeica es esencial para que se pueda desarrollar la otra senda del conocimiento, la órfica del arte, la literatura y el discurso. El Titán engañó a Zeus en el banquete de Mecone. Encargado del servicio de la mesa, debía ocuparse del despiece de un buey descomunal. Hizo dos partes: una contenía la carne y las vísceras, pero tapadas por el poco apetitoso estómago del animal, y la otra constaba solo de huesos, aunque recubiertos de una vistosa capa de grasa. Preguntó al jefazo cuál de las dos mitades preferían los olímpicos, y este eligió erróneamente. Desde entonces, en todos los sacrificios, se quemaban los huesos y la grasa para que los dioses se deleitaran con su aroma mientras los mortales daban cuenta de la sabrosa carne. De hecho, ese fue el motivo por el que Zeus les confiscó el fuego que Prometeo no dudó en arrebatarle de nuevo.
Esquilo presenta a la deidad como un déspota brutal y al Titán como el filantrópico benefactor de la humanidad. «En suma, por decirlo / todo concisamente en una frase: sabe que el hombre ha conocido todas / las artes a través de Prometeo». Esto incluye multitud de habilidades muy útiles: arquitectura, escritura, domesticación de animales, agricultura, minería o medicina. Y no olvidemos las tradiciones posteriores según las cuales creó al ser humano modelándolo con barro, y enseñó a su hijo Deucalión y a su nuera Pirra la forma de escapar al diluvio vengativo de Zeus.
Así pues, de uno u otro modo, Prometeo aseguró la supervivencia de la especie. Su nombre viene a significar 'el previsor' o 'el providente', calificativos que podrían atribuirse a la Ciencia, por ejemplo, en su misión de avisar al mundo de la catástrofe ecológica que se cierne sobre él. Querer convertirlo en santo patrón del saqueo de la Naturaleza en virtud de nuestro supuesto derecho a dominarla es un cargo que no puede sostenerse con pruebas. Hacerle responsable de tales entuertos es tan poco serio como llamar síndrome de Diógenes a una conducta que es el exacto reverso de la que preconizaba y practicaba el filósofo cínico. Quizá se haría mejor en mirar al relato del primer capítulo del Génesis, que otorga a Adán prerrogativas exorbitantes y casi ilimitadas frente a la Naturaleza y los demás seres vivos.
Sed fecundos y multiplicaos y henchid la tierra y sometedla; mandad en los peces del mar y en las aves de los cielos y en todo animal que serpea sobre la tierra […] os he dado toda hierba […] que existe sobre la faz de la tierra, así como todo árbol que lleva fruto.
El Protágoras de Platón pone negro sobre blanco que aquel fuego «es precisamente esa chispa divina que separa al hombre del animal y con la que el ser humano crea las artes y la cultura» (López Eire, Velasco: La mitología griega: lenguaje de dioses y hombres).  El Titán era en Atenas el patrono y protector de los alfareros. Sabido es que la cerámica está en la base de la civilización. Al jugar con los cuatro elementos –tierra, aire, fuego y agua– para amalgamarlos en la obra, sus valores míticos y culturales no admiten duda. El torno es la más antigua de las ruedas. Hay quien no ve con buenos ojos la rebeldía del Prometeo que se enfrenta a los nuevos dioses olímpicos, no acepta su poder y los desafía. Pero ya Esquilo escribió en su día un Prometeo liberado del que apenas nos ha llegado algún fragmento. Con espíritu romántico, Shelley continuó su labor en su Prometheus Unbound.
Enlazaremos flores y capullos y rayos
que centellean al borde de la fuente, y haremos
raras combinaciones de las cosas corrientes,
como el recién nacido en su breve inocencia.
La liberación de Prometeo marcaría el comienzo de un tiempo áureo presidido por el amor y la belleza, y mandaría al basurero de la historia una era de odio y opresión. La curiosa cerrazón de algunos con el Titán tiene poco que ver con el mito y sus secuelas, y mucho con los prejuicios contra la Ciencia que ellos albergan.
No es la ciencia, ni tampoco la técnica, quienes destruyen la naturaleza; es su usurpación para un uso sesgado y maligno al servicio de unos intereses políticos y económicos muy concretos. No es Prometeo el enemigo de la Naturaleza, sino Mammón –traducido a términos contemporáneos, el Capital–, o más bien el ansia de acumulación ilimitada de riqueza. Tiempo ha que la Alta Ciencia desistió de la pretensión de haber desvelado todos los misterios de la Naturaleza, e incluso de la ilusión de poder hacerlo algún día. Es consciente de que por cada respuesta encontrada surgen infinidad de preguntas. La luz que alumbra un pequeño rincón descubre nuevas y anchas regiones de oscuridad a su alrededor. Ha dejado de creer en la trascendencia del hombre, y ve en esa aspiración un espejismo. Tiene asumida la necesidad de tener en cuenta nuestros límites. Por amor a la humanidad, el Titán la considera parte de la Naturaleza, lejos de todo endiosamiento y superioridad. Y nada de esto nos impide seguir buscando.
¡Atreveos! Lo que heredasteis, lo que adquiristeis,
lo que oísteis y aprendisteis de boca de vuestros padres,
las leyes y los usos, los nombres de los antiguos dioses,
olvidadlo con coraje y, como recién nacidos,
alzad los ojos a la divina Naturaleza.
(Hölderlin: La muerte de Empédocles)
La Ciencia es una herramienta fundamental contra el uso meramente instrumental –o, peor aún, venal– de la Razón y la Lógica, y contra la perversión consumista de la cultura. No puede renunciar jamás al saber desinteresado, que no traspasa sus propias fronteras. Y no puede separarse de la más exigente ética de la objetividad. Pues sin moral y sin rigor está perdida, se convierte en un zombi a las órdenes del Señor oscuro. Para enfrentarse al crepúsculo de las primaveras, debe profundizar en su conocimiento de la naturaleza y, sobre todo, en su simbiosis con ella.
[…] me dije
a mí misma piensa como
un pájaro que construye su nido
piensa como una nube, como
las raíces del abedul enano
piensa como piensa una hoja
de un árbol, como piensan la sombra y la luz
como piensan las resplandecientes cortezas
de lluvia, piensa como un espejo.
(Inger Christensen: Alfabeto)