El cardenal arzobispo de València, Antonio Cañizares (1940), reemprende su lucha contra el colectivo LGTBI, ahora a razón de la Ley integral del reconocimiento del derecho a la identidad y expresión de género en la Comunitat Valenciana, y especialmente por su adaptación y normalizacion en los centros educativos.
Ante esta nueva etapa el arzobispo clama en el semanario diocesano
'Paraula' contra la Ley afirmando que "adoctrinar a los niños en
ideología de género es una maldad". (Eldiario.es).
La escuela del nacional catolicismo: La ley de enseñanza primaria de 1945
La Ley de Enseñanza Primaria de 17 de julio 1945 está basada en la primacía de la religión
sobre cualquier otro componente,
y sobre la necesidad de introducir en las mentes y en los corazones de
los niños las excelencias de la patria. De esta combinación de
principios nace la escuela
del nacional-catolicismo.
Fue José Ibáñez Martín (Valbona, Teruel, 1898-Madrid, 1969), ministro de Educación Nacional
desde 1939 hasta 1951, el encargado
de presentar esta ley en las Cortes. En la exposición que hizo recordó
que, ya en la antigüedad, España "alumbraba césares para el Imperio de
Roma" y señalaba que
había una tradición pedagógica netamente española representada por
autores como Lulio, Nebrija, Vives, San José de Calasanz o Andrés
Manjón.
Y concluía afirmando que la Ley de Educación Primaria que se sometía a
la consideración de las Cortes era, lisa y llanamente, "un claro
exponente de política
cristiana de Franco, basada en la Doctrina inmortal de la Iglesia,
maestra de la verdad y de la vida".
Unos años antes, en 1938, José Talayero Lite, Director del Hogar José Antonio de Zaragoza, un centro docente modelo de Falange de existencia
muy breve, en su aportación al Curso de Orientaciones Nacionales de la Enseñanza Primaria celebrado en Burgos en 1938, afirmaba:
"Vivimos en su plena realidad el sentido ascético y militar
de la vida porque lo religioso y lo militar son los únicos medios serios
y enteros de
entender la vida. Mitad monjes y mitad soldados, como decía José
Antonio. La pedagogía del sacrificio. La pedagogía de vivir crucificado
con Cristo. Precisamente
todo lo contrario a esa pedagogía biológica que acabamos de exponer, la
cual se funda en el juego como instrumento de placer para satisfacer una
necesidad.
(...) A esta Pedagogía nuestra, la bautizamos con el nombre
de pedagogía del dolor, en contraposición a la que se adueñaba de
nuestras escuelas,
llamada del placer. Pero no ese angustioso y mortificante dolor que
agota las energías, sino el dolor que las eleva, que estimula, que
vivifica, que
perfecciona".
"Mitad monjes, mitad soldados": maestros al servicio de la patria
El magisterio se presentaba como el colectivo profesional idóneo para socializar a los niños en los principios del Estado Nuevo.
Junto a la iglesia, la escuela -y el maestro como su principal agente-,
fue el instrumento de indoctrinación que se servía de los cantos, de los
rezos, de los símbolos,
de las celebraciones, y de otros rituales escolares que tenían como
objetivo, además de evidenciar la estética y el discurso del franquismo,
la humillación y el
sometimiento de las posibles voces y conciencias discordantes. Para
realizar esta tarea no era necesario contar con un magisterio bien
formado. Bastaba con un
magisterio obediente y temeroso que dedicara la mayor parte de su
energía y de su trabajo a legitimar el Nuevo Estado.
Si analizamos los procedimientos establecidos para seleccionar a los
maestros, descubriremos algunas de las claves que permiten entender qué
tipo de maestro
pretendía el régimen del general Franco. Las notas características de la
formación del magisterio durante este período pueden resumirse en la
constante presencia
de la dimensión religiosa en su formación, en el control que ejerce la
administración y la propia iglesia en el cumplimiento de la norma moral,
religiosa y política
del momento, y, por fin, en el trato de favor que recibieron algunos
colectivos por su adhesión al régimen (por ejemplo, podemos mencionar el
caso del Cuerpo de
Mutilados de Guerra por la Patria). El favoritismo se reconoció
legislativamente. Así, una Ley de 26 de enero 1940 convocaba un concurso
para proveer en propiedad
4.000 escuelas al que podían concurrir exclusivamente los oficiales
provisionales, de complemento y honoríficos que poseyeran el título de
maestro, bachiller o
certificado de estudios equivalentes y siete meses, al menos, de
servicio activo en el frente de batalla. En esta misma línea, según la
convocatoria de oposiciones
de 17 de octubre de 1940, sólo podían presentarse quienes, junto al
título académico, acreditaran su adhesión absoluta al nuevo Estado, y
fueran, además de militantes
de Falange, oficiales provisionales o de complemento, o excombatientes, o
excautivos, o miembros de la extinguida Corporación del Magisterio o de
los Cruzados de
la Enseñanza, o huérfanos de guerra, o miembros del SEM con cinco años
de servicios interinos en escuelas o entidades de sentido católico y
nacional. Hay que esperar
hasta 1945 para que la convocatoria de oposiciones esté abierta a todos
los españoles, aunque continuaría siendo necesaria –prácticamente hasta
el final del régimen
como un requisito formal- la adhesión al Movimiento. Aún durante los
primeros años setenta, para acceder a los estudios de magisterio había
que presentar certificado
de buena "conducta moral pública y privada" de las fuerzas vivas (cura,
guardia civil). En la misma época, en los tribunales de oposiciones
estaban representados
la Iglesia Católica y el Movimiento (por la presencia de un sacerdote y
de un vocal del Frente de Juventudes o de la Sección Femenina).
DdA, XIV/3431
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