domingo, 13 de diciembre de 2015

LA DESVENTURA DE UNA SILLA DE RUEDAS EN EL CASTILLO DE KAFKA

Antonio Aramayona
 
Érase una vez un profesor de filosofía en Secundaria, llamado Antonio Aramayona, que se convirtió en un simple profeflauta motorizado porque desde hace ocho años va en una silla de ruedas eléctrica (“motorizado”) debido a las enfermedades degenerativas que padece desde hace muchos años y porque lleva más de tres años en la vía pública (“profeflauta”) reivindicando la Escuela Pública y Laica, así como los Derechos y las Libertades y denunciando los inhumanos recortes perpetrados desde hace años por el Gobierno.
   Ya en dos ocasiones (inicio y cuatro años después) solicitó y obtuvo sin ningún problema de su Mutua (Mutualidad de Funcionarios Civiles del Estado. MUFACE) la ayuda económica para recambiar la silla de ruedas eléctrica que suple a sus piernas, ya incapaces de desplazarse por sí solas. Pero, pasados ocho años, ese profeflauta motorizado se ha topado con una historia rocambolesca, kafkiana –todo un despropósito- que, de momento, le ha dejado sin silla de ruedas nueva y con el temor diario de quedarse “tirado” en plena calle o en casa porque su silla de ruedas actual, viejecita y desvencijada, haya dicho que ya no puede más.
Verás lo que pasó. El profeflauta motorizado presentó la documentación correspondiente en las Oficinas de MUFACE: un impreso, una factura proforma donde se especificaba solo el precio de la silla y la forma de pago (directamente de MUFACE a la tienda ortopédica, y  solo después se haría entrega de la silla de ruedas eléctrica por parte de la tienda) y un Informe de un médico especialista que prescribiera la silla al profeflauta motorizado. Así lo hizo, primero presentando el Informe Especialista en Traumatología y Cirugía Ortopédica, después otro Informe de un Especialista en Medicina física y Rehabilitación, que al parecer es el reglamentario.


El 20.11.2015 recibió el profeflauta motorizado una carta de MUFACE en la que se desestima su solicitud de ayuda para el recambio de su silla de ruedas “por haber quedado acreditado que la silla de ruedas eléctrica adquirida no ha sido prescrita por especialista en medicina física y rehabilitación”. El caso es que yo no he adquirido hasta la fecha ninguna silla de ruedas eléctrica, pues la tienda ha condicionado su entrega a la recepción del importe de la misma, tal como se especifica en la Factura Proforma presentada. Muy al contrario, sigo desplazándome con la silla de ruedas vieja y ultraremendada actual. ¿Qué salida me ofrece Muface? Solo una: en el plazo de un mes “podrá recurrirse en alzada ante el Ministro de Hacienda y Administraciones Públicas” (que cuenta con tres meses de plazo para dar respuesta).
Consternado, una amiga subió a las Oficinas de Muface (de flagrante y doliente inaccesibilidad para quien, como el perroflauta motorizado, se desplace en silla de ruedas) y finalmente fue recibida por la Directora Provincial de MUFACE, Úrsula Hernández Marta. Tras comprobar mi amiga que le resultaba imposible obtener una explicación con sentido, una funcionaria bajó a la calle, donde me encontraba, como habitualmente desde hace ocho años, puso con gran sorpresa por mi parte una rampa, subí por un ascensor perteneciente a una finca adyacente y me encontré ante la Directora Provincial, iniciando una conversación, a la que puse fin tras veinticinco minutos, pues a los pocos minutos se había convertido en una conversación circular (por emplear un eufemismo) en la que doña Úrsula se remitía una y otra vez, cual sagrado mantra, al Reglamento, Reglamento, Reglamento: la fecha de la factura proforma es anterior a la del Informe médico reglamentario.

Estupefacto, ya en la calle, por recomendación de mi abogada, volvió a subir mi amiga al despacho de la Directora Provincial para preguntar qué pasaría si presento una nueva solicitud de prestación para una silla de ruedas nueva. La respuesta de doña Úrsula fue taxativa: cualquier nueva solicitud debe pasar por sus manos e informaría que aquella nueva solicitud ya había sido denegada. En resumen: cualquier nueva solicitud estaba condenada a su denegación por parte de Muface.
Total, que tengo como única vía, según el escrito denegatorio de Muface, presentar un recurso de alzada al Ministro de Hacienda y Administraciones Públicas que tiene tres meses de margen para responder afirmativa o negativamente a mi reclamación o recurso.
Así las cosas, y presentado el Recurso de Alzada, no descarto ningún tipo de movilización, protesta o reivindicación de mi derecho, como ciudadano y profesor jubilado en la Enseñanza Pública, como miembro de MUFACE a todos los efectos, de recibir una ayuda para el recambio de mi silla de ruedas. Se lo dije en su despacho a la Directora Provincial de Muface hasta la saciedad: no se trata realmente de fechas, documentos, prescripciones o reglamentos, sino ante todo y sobre todo de mis piernas, ahora suplidas mecánicamente por una silla de ruedas eléctrica.
Quiero terminar con una reflexión teológico-devocional. Como he dicho, mi silla de ruedas actual está hecha polvo, por lo que presenté  la documentación pertinente para solicitar una prestación de ayuda para cambiarla y con gran sorpresa volví a comprobar que en Muface deben de ser fervientes creyentes del Milagro de Calanda, por el que un inválido amputado de una pierna despertó una mañana con una pierna nueva por intervención de la Virgen del Pilar.
La cosa viene de lejos. Tomo 27 pastillas diarias, si todo va bien, pues tengo el motor más que gripado y cada año Muface me exige presentar un informe médico para financiar algunas medicinas que necesitan la firma del Médico de la Mutua. El milagro de Calanda comienza ya aquí: un especialista médico asegura que necesito las medicinas de por vida, pero Muface, en un alarde de optimismo y de fe, vuelve a exigir el mismo Informe  cada año por si ya estoy milagrosamente curado.
Con el recambio de la silla de ruedas eléctrica, ocurre lo mismo. Muface me exige cada vez (cada cuatro años) la prescripción médica de la silla por parte de un especialista en medicina física y rehabilitación, quizá esperando que me haya crecido una pierna nueva en la que tengo amputada por encima de la rodilla. Ítem, que desaparezcan las cinco operaciones en la pierna que aún me resta, con las consiguientes decenas de cicatrices y la imposibilidad de desplazarme por mí solo. En resumidas cuentas, Muface debe de creer fervientemente en la posibilidad de otro Milagro de Calanda y, de no producirse, requiere documentalmente cada cuatro años, al solicitar una nueva silla que, para mi desgracia, no ha habido milagro, dados mis escasos méritos ante el Partido Popular (EspañaEnSerio, ¡menudo sarcasmo!) que hasta la fecha ha estado nombrando los/las Directores/as Provinciales, y ante el “Pilar sagrado, faro esplendente, rico presente de caridad. Pilar bendito, trono de gloria, tú a la victoria nos llevarás”.
Quiero que, a través de este despropósito, quede patente la carencia de auténtica profesionalidad y capacidad humana que tiene algún cargo de responsabilidad en la Administración del Estado. Y para ello voy a luchar con todas mis fuerzas, siempre, eso sí, con la esperanza de que mi viejecilla silla de ruedas actual no se rompa definitivamente en pedazos.  
 
DdA, XII/3155

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