martes, 1 de abril de 2025

UNA EUROPA ESTABLE PARA PROYECTAR SOLIDARIDAD Y DEFENDER DERECHOS GLOBALES

En este magnífico artículo que nos envía a la redacción de DdA mi admirada profesora Margarita Brel, y que se publica hoy en el diario Público, la autora estima que la crítica al imperialismo ruso no puede convertirse en un cheque en blanco para la OTAN, ni mucho menos para la militarización acelerada de la Unión Europea. Defender al pueblo ucraniano no implica legitimar el rearme de Alemania, el gasto militar récord de Francia, o la conversión de la UE en actor geoestratégico armado hasta los dientes. La izquierda europea también debe enfrentarse al imperialismo propio, el que se viste de democracia, de derechos humanos, de seguridad.


Itxaso Domínguez

La soberanía europea se ha convertido en uno de los lemas más repetidos por una parte de la izquierda institucional y mediática del continente. Presentada como respuesta pragmática a la dependencia energética, la subordinación tecnológica o el declive industrial, esta idea reaparece con fuerza tras décadas de predominio del discurso globalista liberal. Hoy se invoca como un acto de emancipación: Europa debe recuperar su capacidad de decisión, su autonomía económica, su fortaleza estratégica. En tiempos de guerra y crisis múltiples, nos dicen, no hay alternativa.

Pero este nuevo europeísmo soberanista no es tan nuevo, ni tan emancipador. Más bien confirma un viejo patrón: frente al colapso de un orden internacional que ya no garantiza la centralidad europea, incluso sectores progresistas se reagrupan en torno a un proyecto de defensa del privilegio. Soberanía, en este contexto, no significa autodeterminación para los pueblos ni democratización del orden mundial. Significa cerrar filas. Blindar los márgenes de Europa frente al Sur Global, frente al migrante, frente a la inestabilidad que se proyecta desde afuera. Significa redefinir la justicia como redistribución interna de recursos y oportunidades, sin tocar las estructuras de acumulación y desposesión que siguen beneficiando al continente a escala global.

¿Redistribuir hacia dentro, mantener hacia fuera?

En este relato, Europa es víctima. Dependiente de China, vulnerable frente a Rusia, manipulada por Estados Unidos, amenazada por el caos global. Pero rara vez se reconoce el papel que Europa juega en la producción de ese desorden: en la venta de armas, en el control fronterizo externalizado, en los tratados de comercio e inversión, en las instituciones financieras internacionales. Tampoco se interroga lo suficiente el hecho de que esta Europa que hoy se quiere proteger a sí misma es la misma que consolidó durante siglos un régimen de extracción planetaria que convirtió en riqueza europea los cuerpos, territorios y futuros de otros pueblos. La soberanía europea, cuando no se articula desde una crítica frontal a estas relaciones históricas, corre el riesgo de convertirse en una coartada sofisticada para una política de conservación: conservar el acceso privilegiado a recursos, conservar el poder de definir el valor de la vida, conservar la capacidad de imponer marcos jurídicos y económicos que benefician estructuralmente a Europa.

Militarización progresista y geopolítica sin horizonte

Esta lógica se ha desplegado con claridad desde la invasión rusa de Ucrania. Mientras algunos sectores de la izquierda crítica han caído en la trampa de relativizar -o incluso justificar- la agresión rusa, otros han abrazado sin reservas la narrativa de una Europa que debe rearmarse para defender sus valores. Lo que ambas posiciones comparten, aunque en direcciones opuestas, es una falta de imaginación internacionalista. La crítica al imperialismo ruso no puede convertirse en un cheque en blanco para la OTAN, ni mucho menos para la militarización acelerada de la Unión Europea. Defender al pueblo ucraniano no implica legitimar el rearme de Alemania, el gasto militar récord de Francia, o la conversión de la UE en actor geoestratégico armado hasta los dientes.

La izquierda que se dice internacionalista no puede actuar como si la única amenaza al orden mundial fueran los imperialismos ajenos. También debe enfrentarse al imperialismo propio, el que se viste de democracia, de derechos humanos, de seguridad. El que encubre sus intereses detrás del lenguaje del deber moral y de la estabilidad. De lo contrario, esa izquierda corre el riesgo de actuar como soporte crítico de un nuevo militarismo europeo, blanqueado bajo la retórica de la soberanía y la defensa colectiva.

Tecnología soberana, derechos secundarios

Esta lógica también se reproduce en el ámbito digital, donde la soberanía europea se traduce en inversión masiva en tecnología sin una reflexión proporcional sobre los impactos sociales, climáticos y económicos de los modelos que se están consolidando. Se impulsa una Europa ‘digitalmente soberana’ mientras se normalizan prácticas empresariales basadas en la extracción sistemática de datos personales, la vigilancia generalizada y la consolidación de monopolios. Se financian centros de datos sin cuestionar el coste ecológico de su funcionamiento o los regímenes laborales que los sostienen. Se habla de independencia tecnológica, pero no de justicia tecnológica. La soberanía digital europea se convierte, así, en otra expresión de poder tecnocrático que reproduce desigualdades bajo la retórica de la innovación y la competitividad.

La frontera como consenso: migración y exclusión desde la izquierda

Esto no es una hipótesis. Se confirma cada vez que desde la izquierda se apoya el rearme europeo con el argumento de que una Europa autónoma debe poder defender sus intereses estratégicos. Se confirma cada vez que se habla de reindustrialización sin cuestionar los patrones extractivos que esa industria requiere. Y se confirma, con especial crudeza, cuando se defiende el control migratorio desde supuestas posiciones de clase: ‘hay que proteger a los trabajadores europeos’, se dice, como si el trabajo digno solo pudiera garantizarse limitando el derecho a moverse libremente. Esta idea de que la justicia social solo puede existir dentro de fronteras nacionales -o continentales- revela una noción profundamente excluyente del sujeto político: el europeo como merecedor de derechos, los demás como amenaza o, en el mejor de los casos, como recurso a gestionar.

La solidaridad que no incomoda

Esto también se manifiesta en la forma en que se apoyan ciertas causas internacionales. Palestina es el ejemplo más elocuente. Se defiende la autodeterminación del pueblo palestino, sí, pero solo dentro de los márgenes de lo políticamente tolerable. Se condena la violencia del Estado israelí, pero se evita nombrar su estructura como un régimen de apartheid o de colonialismo de asentamiento. Se apoya la resistencia, pero solo cuando esta adopta formas que no incomoden los equilibrios diplomáticos europeos. Esta solidaridad calculada, que mide sus palabras para no parecer ‘demasiado radical’, revela los límites de un internacionalismo profundamente condicionado. Un internacionalismo que acompaña (o al menos eso dice), pero no confronta; que simpatiza, pero no se compromete con la desestabilización real del orden que produce la violencia.

La izquierda que descoloca

A esta izquierda, que defiende un continente ‘más fuerte’ en nombre de la justicia, le incomoda la existencia de otra izquierda: la que no cree que Europa deba salvarse, sino descentrarse. La que no acepta que la soberanía pueda usarse para excluir. La que no teme articular alianzas entre oprimidos a ambos lados del Mediterráneo. Esa izquierda verdaderamente internacionalista es acusada de ingenua, de no tener un programa, de no entender las realidades geopolíticas. Pero lo que realmente molesta es su horizonte: la posibilidad de un mundo que no gire en torno a Europa, ni a su seguridad, ni a su bienestar. Lo que molesta es que esa izquierda no necesita prometer una Europa más grande, más rica o más competitiva. Porque su horizonte no es Europa, sino la justicia.

A menudo se exige que esta izquierda ‘aterrice’, que proponga medidas ‘realistas’. Pero ¿realista para quién? ¿Desde qué lugar se decide lo posible? ¿Qué significa ‘tener programa’ si el marco dentro del cual ese programa debe escribirse ya excluye las condiciones materiales y epistémicas de la mayoría del planeta? Lo que se presenta como realismo muchas veces es resignación disfrazada de madurez política. Y lo que se denuncia como radicalismo no es más que la voluntad de no seguir normalizando lo intolerable.

Frente a la restauración del privilegio europeo con rostro de soberanía progresista, el internacionalismo decolonial (muchas veces sin auto-denominsarse así) insiste: no hay justicia real sin descolonización. No hay paz sostenible sin desmilitarización. No hay redistribución válida si no incluye reparación. No hay humanidad posible si se sigue sacrificando al Sur Global para proteger los márgenes de bienestar en el Norte. La alternativa no es salvar Europa. Es construir, desde otros lugares, con otras voces, una política que no tenga como centro ni como medida lo que Europa considera aceptable.

El desafío de nuestra época no es hacer de Europa un actor geopolítico más fuerte. Es dejar de asumir que Europa tiene que ser un actor central en absoluto.

¿Y si hay otra vía?

Pero incluso dentro de la izquierda hay quien defiende la soberanía europea no como un fin en sí mismo, sino como una etapa transitoria en dirección a un orden global más justo. Según esta perspectiva, una Europa fuerte y autónoma podría estar en mejores condiciones para sostener políticas de redistribución internacional, resistir la lógica extractivista de otros bloques geopolíticos, o defender con coherencia derechos globales. No se trataría de cerrar Europa, sino de asegurar su estabilidad para poder proyectar solidaridad.

Es un argumento que merece atención. Pero también exige claridad. ¿Qué significa ‘fortalecer Europa’ si no se transforma lo que Europa ha sido históricamente para el resto del mundo? ¿Hay un itinerario claro entre ese repliegue táctico y una apertura real hacia la justicia global? ¿O es una forma más elegante de posponer indefinidamente la redistribución estructural del poder?

Quizá la metáfora que opera aquí sea la de los aviones: colóquese usted la mascarilla antes de asistir al de al lado. Pero esa imagen olvida que, en este caso, el oxígeno ha sido acaparado históricamente por unos y negado sistemáticamente a otros. Por eso no basta con proclamar buenas intenciones: hay que explicar cómo se va a hacer ese segundo movimiento. Y, sobre todo, comprometerse a que no se convierta en excusa para que el primero -fortalecer Europa- lo absorba todo.

PÚBLICO

SUMAR NO PUEDE AUNAR NADA, SÓLO RESTAR HASTA QUEDAR EN NADA

 


Lazarillo

Tal como señala Raúl Solís, el diario El País diagnostica en su editorial el final del experimento que el propio periódico, junto a otros medios de comunicación, contribuyó a forjar, porque de lo que se trataba entonces eran de colaborar al acabamiento o reducción al mínimo de una formación de izquierda no supeditada a la tutela del Partido Socialista. Esa formación se llamó en origen Podemos, después Unidos Podemos y más tarde Unidas Podemos, cuya mínima representación parlamentaria mantiene la coherencia ideológica y hasta llega a notar un pequeño incremento en la intención de voto en las encuestas. El Movimiento Sumar no puede aunar ya nada porque las dificultades de las que habla el editorial para hacerlo proceden de la desunión que Sumar provocó. Lo suyo fue restar hasta la que a no mucho tardar será su propia desaparición. Sumar para ser nada. O, como mucho y sólo para sus dirigentes, algo en el PSOE.

PS. Para presentarse a la secretaría general de Podemos, Ione Belarra ha necesitado 12.000 avales. Para la dirección de Sumar no han llegado a 500.

DdA, XXI/5.947

LA MINA CERREDO (ZARRÉU), SIN PERMISO PARA SACAR GRANDES CANTIDADES DE CARBÓN

Diego Díaz Alonso

Todas las minas españolas de carbón recibieron ayudas del Estado para cerrar. La mina asturiana de ZarréuDegaña, probablemente la mejor de todo el país, con una parte subterránea y otra a cielo abierto, no fue una excepción. La explotación, que había pertenecido al empresario leonés Victorino Alonso, se apagó como todas las demás en diciembre de 2018, en el marco del Plan de Cierre de la Minería del Carbón en España. Desde entonces reabrir una mina de carbón “no es ilegal”, como recuerda Paco Ramos, de Ecoloxistes n´Aición, “pero lo lógico, además de una obligación legal, es que si se hace se devuelvan las ayudas del Estado que se recibieron para financiar el cierre”.

Tras el cierre de la explotación, en 2024 una nueva empresa, Blue Solving, propiedad de Adrián Rodríguez, recibió el permiso de la Consejería de Transición Ecológica, Industria y Desarrollo Económico para investigar usos alternativos al carbón con el objetivo de extraer minerales para la fabricación de grafito. El permiso no aparece en el Boletín Oficial del Principado de Asturias, pero sí en una respuesta parlamentaria de la responsable de Industria al diputado Adrián Pumares, de Foro Asturias. La consejera era entonces Nieves Roqueñí y la Directora General de Minas Belarmina Díaz, en la actualidad consejera. Ambas son ingenieras de minas.

Contestación de la consejera Nieves Roqueñí al diputado Adrián Pumares.

Un secreto a voces

Este permiso, a priori de investigación, contrasta con las grandes cantidades de carbón que, según varios vecinos, pueden verse un día cualquiera en las inmediaciones de la mina en la que este lunes han perdido la vida cinco trabajadores, Jorge CarroRubén Souto Robla, Amadeo Bernabé, Iván Radio David Álvarez, y otros cuatro han resultado heridos. Según la versión difundida en medios, los trabajadores, que se encontraban en la tercera planta, no estaban extrayendo mineral, sino realizando labores de limpieza y mantenimiento. Todos ellos habrían fallecido como consecuencia de la explosión de una bolsa de gas grisú.

Parte de la mina a cielo abierto.

Aunque no contaba con permiso para ello, que la explotación estaba funcionando, no al nivel de hace una década, pero sí con cierta intensidad, es un secreto a voces en Zarréu, afirman a NORTES varios vecinos del pueblo. ¿Con qué licencia? El grupo municipal de IU Degaña intentó varias veces averiguarlo. Nunca logró una respuesta clara del alcalde. En el catastro minero del Ministerio para la Transición Ecológica tampoco aparece la mina como activa.

“Lo que sería inadmisible, además de un fraude de ley, sería que se simulase una nueva actividad para prorrogar la actividad minera” apunta Paco Ramos, sobre un posible subterfugio para eludir la devolución de las ayudas por el cierre de la minería de carbón.

Proyectos de Transición Justa

En 2023 Blue Solving recibió una ayuda del Instituto de Transición Justa para la instalación de una planta de valorización de subproductos y escombros de la construcción. La actividad no parece tener ninguna relación con la actividad minera, cuya autorización llegaría un año más tarde.

Otro proyecto financiado en esa misma convocatoria por Transición Justa parece en cambio más relacionado con la actividad minera. Se trata de una planta de fabricación de briquetas de aditivos para uso industrial.

Proyectos financiados por Transición Justa.

Las briquetas vienen a ser pequeños bloques, algo parecido a pellets. El proyecto es de Combustibles Asturiana y Leonesa S.L., empresa administrada por el leonés Jesús Rodríguez Morán, padre del propietario de Blue Solving, y con otra mina en el concejo asturiano de Ibias, limítrofe con Degaña, también situado en la frontera entre Asturies y León.

El digital Ileón informa que el progenitor de Adrián Rodríguez estuvo implicado en un caso de narcotráfico en el año 2009 por introducir hasta 400 kilos de cocaína en un cargamento de carbón vegetal importado. 16 años después otro miembro de la familia Rodríguez vuelve a estar en el foco mediático. Una investigación tendrá que averiguar si la mina cumplía con todas las medidas de seguridad y si en ella se estaba o no haciendo algo más que labores de investigación.

NORTES

SIN SENTENCIA POR SEIS MINEROS MUERTOS HACE DOCE AÑOS, Y AHORA OTROS CINCO MÁS *


Vaya para los familiares y amigos de las víctimas la canción que mejor representa y hace sentir la emoción de la ausencia de los cinco trabajadores leoneses que fallecieron en la explotación minera asturiana. 


Félix Población

Recientemente se recordó en los medios de información locales la explosión de grisú en el pozo Emilio del Valle de la localidad leonesa de Santa Lucía, en el municipio de La Pola de Gordón. El accidente costó la vida a seis mineros de la empresa Hullera Vasco-Leonesa que trabajaban a casi 700 metros de profundidad el 28 de octubre de 2013. 

El juicio sentó en el banquillo a un total de 16 acusados de homicidio y lesiones imprudentes (hubo además cinco trabajadores heridos de gravedad), y quedó visto para sentencia nada menos que casi diez años después, el 30 de marzo de 2023, sin que desde entonces haya sentencia alguna, al parecer porque la jueza que presidió la vista sigue de baja laboral, según leo con perplejidad. 

Aquella fue una de las vistas más dilatadas celebradas en las últimas décadas en León, con más de medio centenar de testigos, 25 peritos, una decena de abogados de la acusación y otros tantos de la defensa, además del fiscal. Durante dos meses se intentó esclarecer si el accidente fue un episodio imprevisible, como sostuvieron los acusados, o si hubo señales de alerta ignoradas, según estimaron las acusaciones particulares y el Ministerio Fiscal.
 
Sin que el caso se haya resuelto en los tribunales -ya van dos años recordándolo en los periódicos-, la mina ha vuelto a ser noticia trágica ayer con el fallecimiento de cinco trabajadores, todos de León, en el pozo Cerredo, situado el concejo asturiano de Degaña, al parecer también por una explosión de grisú. En esta misma explotación hubo varios accidentes en los últimos años en los que perdieron la vida y resultaron heridos varios mineros, el último en 2022. 

Si la justicia es tan lenta resolviendo los casos que se le presentan - hasta el punto transcurrir doce años sin que haya una resolución-, y si los accidentes en las minas siguen costando vida humanas como acaba de ocurrir nuevamente, habrá que pensar que ni la justicia actúa con la diligencia y respeto que merecen las vidas de los fallecidos y sus familias, ni que el trabajo de minero ofrece las condiciones de seguridad suficientes para que no se repitan accidentes mortales en una misma explotación.

Lo primero me parece una flagrante falta de respeto y sensibilidad hacia los familiares de las víctimas, por parte de la justicia con su retardado proceder, y lo segundo una posible negligencia y desconsideración hacia las condiciones laborales de los trabajadores, por parte de la empresa explotadora.

La vicepresidenta segunda del Gobierno y ministra de Trabajo visitó la localidad leonesa de Villablino para solidarizarse con el dolor de los familiares de los mineros fallecidos. También dijo que "el peso de la ley" caerá sobre los "posibles responsables" del accidente de la mina de Cerredo. Desconozco si Yolanda Díaz estaba al tanto de los doce años de dilación de la ley en el caso de los seis mineros muertos en el pozo Emilio del Valle.

Duelen aquellas y estas muertes de ahora, mucho más sabiendo que los trabajadores pertenecían a lo que se ha dado en mal llamar la España vacía y es, llana y simplemente, la España abandonada, porque en el siglo XXI, como dijo la ministra, nadie puede morir así.

*Artículo publicado hoy también en Heraldo de León, Nadie puede morir así en el siglo XXI.

MUERTOS COMO MORÍAN ANTES

 Paco Faraldo

Hasta el año 2000 más o menos, a un niño o niña de las cuencas mineras las palabras grisú, jaula, galería les resultaban familiares. Algunos pozos llevaban nombre de mujer –Nicolasa, María Luisa- y en muchos de ellos sucedían explosiones de grisú o derrabes, otra palabra que los niños conocían. En tales ocasiones la gente solidaria y temerosa se acercaba a la bocamina y después contaba en casa la angustia de esperar a ver qué es lo que subía la jaula hacia el exterior. Decían que ese tiempo de espera era el de mayor sufrimiento porque tal vez allí venía un hermano, un vecino, un camarada.
Pues ese nombre, grisú, como tantas cosas peligrosas vuelve a estar de actualidad aunque tal vez los niños de hoy ya no conozcan su significado. Han muerto unos mineros en Degaña, han muerto como morían antes y puede que se hubiera podido evitar, porque hace ya tiempo los que saben de esto dijeron que una muerte a causa del grisú sería imposible con las normas de seguridad actuales. Así que conviene saber qué ha pasado.
Lo que no tiene remedio es la vuelta al luto antiguo. Hay que vivirlo y dolernos. Back to black. Pero no basta. Esta tragedia hay que explicarla.

*Artículo publicado hoy también en Heraldo de León, Nadie puede morir así en el siglo XXI.

DdA, XXI/5.947

lunes, 31 de marzo de 2025

DEFIENDO LA MEMORIA COMA LA PATRIA ÍNTIMA/ EL ÚNICO DOMINIO CON VINO DE JUSTICIA

Raquel Lanseros (Jerez de la Frontera, 1973): Es una de las poetas actuales en castellano por la que este Lazarillo siente una mayor predilección. Algunos de sus libros me acompañan en esos momentos en los que la poesía es más necesaria. Aquellos en los que decir a viva voz los versos nos hace vivir más a fondo ideas y sentires que nos hacen mejores. El que sigue es uno de esos poemas indispensables para nutrir nuestra sensibilidad, y con ella, nuestra humanidad, esencial para la convivencia en paz y libertad de una sociedad que cada vez percibe en mayor riesgo de pérdida esos valores. Algunos de estos versos, pertenecientes al último poemario de la autora (Autorretratos poéticos. En el laberinto interior, ed. Cuadernos del Laberinto, 2024), me han servido como cita de introducción para mi próximo libro Muere lo que se olvida, pendiente de editorial.



PROMESAS QUE CUMPLIR
Nací en el sur de Europa, donde todos los pueblos se quedaron.
Soy hija del camino, el azar y la distancia.
Amo el decir callado de los que piensan hondo
y el tintineo feliz de quienes sueñan.
En cada surco encuentro una nueva llanura
en cada madrugada semillas del crepúsculo.
Defiendo la memoria como la patria íntima
el único dominio con vino de justicia.
Reniego del rugido de expertos bien pagados
al servicio de réditos que nunca son el nuestro.
No tengo fe en la cháchara de este tiempo de máscaras
me ocasiona urticaria la versión oficial.
Soy partidaria
del fuego que consume, pero también calienta.
He aprendido que todo en la vida tiene un precio
con dinero se paga el de la bisutería.
Me gustan las palabras cansadas del camino
esas que a vida o muerte se empeñan en decir.
¿Soy épica o hermética?
¿Versicular o clara?
¿2.0 o mística?
Quién sabe. Nadie es buen sastre propio.
Escribo porque intuyo que mi ambición mayor
es volver a nacer.
A veces me he atrevido a asomarme a la sima
la oscura, la lejana, la misteriosa: yo
y ha llenado mi ánimo una certeza insólita
yo no existo –es verdad– pero el tiempo tampoco
sólo es ausencia limpia en un cielo de arena
indiferente a mí que día a día se ilumina.
Allí quiero que mires cuando yo ya esté lejos
para gritar con fuerza 'todo vuelve a empezar'.

DdA, XXI/5.946

PRIMER HOLOCAUSTO DEL SIGLO, PATROCINADO POR OCCIDENTE EN PLENO


El pueblo palestino ha sido condenado. No tiene derecho a su territorio ni a defenderse. Si lo hacen sus pobladores son terroristas. Con la boca chica, Europa pide la paz y el reconocimiento del Estado palestino, y calla ante Donald Trump, cuya solución consiste en desalojar la franja Gaza de los gazatíes. Que renuncien a su historia, a su identidad y acepten ser trasplantados. Mientras, seguirán los bombardeos con drones, misiles y aviones F-35 y F-15 facilitados en 2024 por el gobierno demócrata de Joe Biden. 

Marcos Roitman

Israel, Estados Unidos y Europa Occidental han dictado sentencia. Por razones de limpieza étnica, el pueblo palestino debe ser exterminado. Vaciar Gaza se ha convertido en el sueño de los usurpadores. ¿Cómo hemos llegado hasta aquí? Los invasores han logrado lo imposible, adormecer conciencias e insensibilizar corazones. Mientras, nos inundan con noticas donde lo humano del ser humano se pone en valor. Siempre hay espacio para informar de milagros. Dar a luz en un taxi, en medio de la calle, un autobús. Todo es poco para subrayar el apoyo de viandantes anónimos a la parturienta. Se acumulan actos heroicos. El salvamento de ancianos, mujeres y niños, sorprendidos por la crecida de ríos. Montañeros rescatados por especialistas. Bomberos, policías y ciudadanos auxiliando mascotas. En 2019, la imagen de un koala conmovió al mundo. Una mujer se despojaba de su ropa para apagar la piel ardiente del marsupial, evitando su muerte. Pero ver gazatíes víctimas de bombardeos, médicos asesinados por el ejército israelí, casas de palestinos quemadas por colonos sionistas, niños con la mirada perdida buscando familiares entre ruinas, sin alimentos, acosados en lo que parece ser el mayor campo de concentración de la historia, no provoca indignación, sólo indiferencia. Y lo que es peor, no es noticia. 

En su ensayo, La teoría de los sentimientos morales, Adam Smith habló de compasión ante el sufrimiento ajeno: “Por medio de la imaginación nos ponemos en lugar del otro, concebimos estar sufriendo los mismos tormentos, entramos como quien dice en su cuerpo y en cierta medida, nos convertimos en la misma persona […]; del mismo modo, así como simpatizamos con la pena de nuestro prójimo cuando presenciamos su aflicción, también compartimos su aborrecimiento y aversión hacia lo que lo motiva. Nuestro corazón, que prohíja y palpita al unísono con su pena, también se siente animado por ese espíritu con que pugna por alejar o destruir lo que la ha causado”. 

Pero el dolor del pueblo palestino no es un humano sufrimiento. Quienes detentan el poder y toman decisiones, son refractarios al genocidio de gazatíes y cisjordanos. Simpatizan con sus asesinos. Protestas reprimidas en Francia, Gran Bretaña, Alemania o Italia. Banderas palestinas son prohibidas en los estadios de futbol. Rectores de universidades, en Estados Unidos, se destituyen acusados de pro palestinos. Deportistas, gente del arte y la cultura, si manifiestan su rechazo al lobby sionista, son cancelados. Para los gobiernos que mandan o tienen influencia el pueblo palestino es prescindible. Con su actitud condescendiente hacia Israel, el mensaje que envían es uno. Pueden seguir matando hasta vaciar Gaza. Estamos presenciando el primer holocausto del siglo XXI, patrocinado por Occidente en pleno. Si hay dudas, el armamento utilizado contra la población civil palestina es de fabricación estadunidense, alemana, italiana, británica, austriaca, belga, francesa, y española. 

El pueblo palestino ha sido condenado. No tiene derecho a su territorio ni a defenderse. Si lo hacen sus pobladores son terroristas. Con la boca chica, Europa pide la paz y el reconocimiento del Estado palestino, y calla ante Donald Trump, cuya solución consiste en desalojar la franja Gaza de los gazatíes. Que renuncien a su historia, a su identidad y acepten ser trasplantados. Mientras, seguirán los bombardeos con drones, misiles y aviones F-35 y F-15 facilitados en 2024 por el gobierno demócrata de Joe Biden. 

Ni una sanción al gobierno de Netanyahu. Ni pensar en el bloqueo a las cuentas de los magnates sionistas implicados en la masacre del pueblo palestino. Nada de nada. Mientras desnudan sus vergüenzas, la Unión Europea se rasga las vestiduras. Levanta la voz para reclamar respeto a su aliado Volodymir Zelensky. Así, la presidenta de la Comisión Europea, Úrsula von der Leyen, decide trasladarse a Kiev, con motivo del tercer aniversario del inicio de la guerra, 22 de febrero de 2022. Y allí se planta, acompañada de 24 de sus 27 comisarios y el presidente del Consejo Europeo, Antonio Costa. Von der Layen no tardaría en explicar la presencia de tanto dirigente pacifista en la capital ucrania: “acelerar la entrega inmediata de armas y municiones a Ucrania”. Y más tarde, en Londres, reunidos jefes de Estado y de gobierno, entre banquetes y salutaciones, reafirmaron su convicción de continuar la guerra. Serán miles de millones de euros los entregados a las fuerzas ucranias, cuyos soldados huyen, desertan y manifiestan su rechazo a ir frente por una causa que no es la suya. 

Si de verdad se busca la paz en Medio Oriente, ¿por qué Von der Layen, junto a sus comisarios, jefes de Estado y de gobierno no se desplazan a Palestina y sesionan en Gaza? El mundo occidental tiene la respuesta. Los ucranios son arios, Israel es nuestro aliado, les vendemos armas, y los palestinos ni siquiera son cristianos, judíos o católicos. Herejes, a los cuales hay que exterminar. Sus vidas son irrelevantes y prescindibles.

LA JORNADA MX.

FRANCISCO ACEBAL MERECE SER RECORDADO EN UN ESPACIO PÚBLICO EN GIJÓN


Félix Población

Hace unos días tuve oportunidad de leer la revista de ciencias y artes La Lectura (1901-1920), con ocasión de la publicación en la misma de un poema de Antonio Machado, uno de sus renombrados colaboradores. No fue una lectura detenida sino muy superficial, que pretendía valorar por encima su contenido, sabedor de que como fundador y director de la misma estuvo Francisco Acebal (Francisco Álvarez Acebal), un olvidado escritor asturiano, nacido en Gijón en 1866, y que con once años se trasladó a Madrid con su familia para estudiar Derecho en la Universidad Central, sin que el ámbito de las leyes ocupara después su trabajo, sino el de la literatura, para la que ya apuntaba maneras en su adolescencia con un primer texto publicado en el diario El Comercio de su villa natal y que por la hemeroteca de este periódico andará.

En Madrid comenzó su carrera literaria con una novela corta titulada Aires de mar, con la que ganó el primer premio de un certamen convocado por la revista Blanco y Negro en 1901, el mismo año en que inicia la publicación de La Lectura de ciencias y artes, de la que fue cofundador propietario y administrador  el catedrático de Derecho Civil Felipe Clemente. A lo largo de sus casi cuatro lustros de vida, colaboraron en sus páginas Pío Baroja, José Martínez Ruiz (Azorín), Miguel de Unamuno, Emilia Pardo Bazán, Blanca de los Ríos, José Nogales, Manuel Bueno, Tomás Carretero, Juan Valera, Rafael Altamira, Ramón Menéndez Pidal, Santiago Ramón y Cajal, José Ortega y Gasset, Eduardo García del Real, Francisco Navarro Ledesma, Francisco Luis de Zulueta, Jacinto Octavio Picón, Antonio Espina y Antonio Machado, entre otros. También, José María Eça de Queiroz, Antón Chejov, Mark Twain o A. Strindberg.



Como escritor, Francisco Acebal firmaba sus artículos en Blanco y Negro, Helios, el diario ABC o La Ilustración Española y América. Tanto la novelista Emilia Pardo Bazán como el crítico literario Andrés González Blanco (Historia de la novela) tuvieron para Francisco Acebal frases laudatorias como hombre de la cultura y novelista. La primera destacó su gran altura intelectual y el segundo su estilo y capacidad de novelar: "Este novelista nos ha dicho e interesadamente nos ha hecho comprender lo que nadie hasta él aquí, en España, escudriñó con delectación: la poesía de los hogares humildes, donde se elaboran dramas obscuros… Aires de mar es la primera novela de las vidas humildes que en España se ha escrito”. Fue también Acebal poeta y autor dramático, con algunos éxitos teatrales tanto en el drama como en la comedia, y con una parte sus obras, publicadas en las revistas Helios y Renacimiento, que no llegaron a estrenarse. 

Muy vinculado a la Institución Libre de Enseñanza (ILE), con la creación de la Junta para la Ampliación de Estudios e Investigaciones Científicas en 1907, Álvarez Acebal fue nombrado vicesecretario, llevando a cabo un meritorio trabajo en tan prestigioso organismo, hasta que la enfermedad de Parkinson afectó a su salud. La noticia de su fallecimiento el 5 de septiembre de 1933 apenas tuvo incidencia en los periódicos madrileños, quizá porque desde 1915 fue menor su producción literaria. La falta de repercusión pública que tuvo su muerte se prolongará sobre su vida y obra en los años sucesivos, nada proclives por demasiado azarosos y conflictivos a que una personalidad de nuestra cultura fuese recordada, máxime después de una guerra que comportó la dictadura que dejó yermo el panorama cultural e intelectual de España. Actualmente, ni siquiera en su ciudad natal hay una sola referencia a Francisco Acebal en calles, plazas o centros de educación y cultura que lleve su nombre. 

No se lo merece quien dejó escrito en 1928 de su niñez gijonesa, muchos años después de haberla vivido: "Cincuenta años de vida madrileña no han apagado mi férvido amor por Asturias; al contrario, me parece que lo han encendido y como encrespado. Verdad es que todos los años, todos, paso los meses de estío por mi apacible, riente y dulce tierra. Y todos los años, al regresar a tierras de Castilla, siento en mí un nuevo hervor de melancolía asturiana". 

No es una cita casual, mucho antes, al poco de poner en circulación la revista La Lectura, Francisco Acebal escribió  en 1904 sobre su ciudad natal: "Quisiera por un momento no ser gijonés, no haber nacido en la calle Corrida, para que no parezcan mis palabras caricias de hijo. Amo las ciudades viejas de la España vieja, las ciudades caducas, como se ama la Historia; pero estas decrépitas ciudades representan lo que la Historia: algo que ha sido, cosas que han muerto. Tienen su misterio y su grandeza porque son los panteones de una raza, las tumbas de un pueblo. Yo amo estas ciudades con la melancolía de los recuerdos. Gijón es la ciudad moderna, la ciudad española que se forja y moldea con troqueles del siglo XX; la que vive, la que trabaja, la que progresa. A Gijón le amo con el amor fuerte, viril y sano de la esperanza".

Se trata de un autor literario, de una personalidad importante de la cultura española y de un reconocido institucionalista de la ILE, el más prestigioso de los organismos que ha tenido España para el cultivo del saber. Habrá quien considere que el actor Arturo Fernández merece una estatua en su concejo natal, pero no debería ser tan olvidadiza la memoria de Gijón con quienes, como Francisco Acebal, abrieron surcos a la cultura y a la ciencia de este país nuestro cuando tan necesario y prioritario era hacerlo. Debería ser un honor para aquella villa que un gijonés haya formado parte de Junta para la Ampliación de Estudios, una entidad creada para promover la investigación y la educación científica. Alguien debería hacérselo saber al Ayuntamiento de la ciudad, donde casi con toda seguridad no tienen ninguna referencia.

Nota: en este enlace https://www.elejandria.com/autor/francisco-acebal/374 se pueden descargar algunos libros de lo que es autor Francisco Acebal.

DdA, XXI/5.946

sábado, 29 de marzo de 2025

UNA RESIGNIFICACIÓN QUE NACE SIGNIFICADA LA DEL VALLE DE LOS CAÍDOS


Lazarillo

Partiendo de un acuerdo entre el Gobierno y El Vaticano, era de esperar que la primera medida para la resignificación del que en origen fuera monumento de exaltación a los vencedores de la Guerra Civil -entre los que estuvo como patrocinador la iglesia católica-, mantuviera el lugar como sagrado y a los monjes benedictinos como residentes. También seguirá en pie la gran cruz bajo la que estuvo enterrado hasta no hace mucho el dictador. A partir de aquí, tiene el Gobierno la intención de convocar un concurso internacional para recabar las "mejores ideas" con vistas a la resignificación del lugar. Es de esperar, por lo tanto, que las mejores ideas se atengan a la premisa básica de que el Valle de Cuelgamuros seguirá manteniendo una componente católica, que es fruto del respaldo histórico que la iglesia de Roma dio a la que sus representantes llamaron cruzada de liberación, continuado después a lo largo de las cuatro décadas de dictadura con una educación nacional-católica a golpe de decreto, en las que no se dejaron de dispensar palio y preces a su caudillo, nuestro Jefe de Estado Francisco en las celebraciones de la santa misa. Amen, ha dicho el Gobierno del PSOE a la iglesia vaticana.

DdA, XXI/5.945

¿DÓNDE EL ESPÍRITU EUROPEO LLAMADO A SER LA CONCIENCIA DE LA HUMANIDAD?



Jacint Torrents


Los acontecimientos de todo tipo vividos en estos últimos tiempos sacuden a Europa. No sólo nos afecta el cambio climático, los trepidantes avances informáticos y las guerras más cercanas, sino también el descarrilamiento de las socialdemocracias, que ha propiciado el ascenso de los totalitarismos. Todo apunta a que se tambalea el proceso de unión económica y política en Europa, nacido para evitar las sangrientas guerras del siglo XX.


Conviene, pues, volver a pensarnos, redescubrir nuestras raíces, saber a dónde queremos ir y cuál debe ser nuestra aportación a la humanidad en estas nuevas y difíciles circunstancias. Porque los europeos, a diferencia de los habitantes de otros continentes, compartimos una forma de ser, una visión del mundo y un conjunto de valores que nos unen; un mismo espíritu.


No sería la primera vez que esa reflexión es necesaria. Después de la Gran Guerra (1914-1918), cuya mala resolución ayudó a incubar el nacimiento del fascismo en Italia y el ascenso de Hitler al poder, la prestigiosa revista catalana Mirador, siempre atenta a la modernidad europea, publicó en 1935 las traducciones de un debate desarrollado en Francia (en Les Nouvelles littéraires) por unos cuantos intelectuales —pensadores, escritores y artistas— sobre el espíritu europeo y sobre qué hacer para mantener la paz, la libertad y la justicia. Destaco sólo de esos artículos la opinión de Julien Benda, pesimista y lúcido, que creía que la unidad europea sólo llegaría a ser «un consorcio de empresas». Y la de André Marois, que también opinaba que iba a llegar «una era de nacionalismo económico y político sin ningún espíritu unificador». Asimismo, Paul Valéry veía difícil una unión al margen del espíritu europeo. Pero, ¿cuál era y qué era ese espíritu europeo?


El desastre se abatió de nuevo sobre Europa con la Segunda Guerra Mundial (1939-1945), después del preludio de nuestra Guerra Civil. Más de sesenta millones de muertos hablan del fracaso de un continente del cual, en el orden del espíritu, habían surgido genialidades como Dante, Miguel Ángel, Galileo, Verdi, Bach, Voltaire, Pascal, Montesquieu, Mozart, Cervantes, Shakespeare, Newton, Goethe, Kant… Darse cuenta de que este historial de éxito contrastaba con el fracaso por el desastre humano y espiritual de la contienda, hizo que en 1946 nacieran en Suiza —el único islote de paz durante aquellos años— los Rencontres Internationales de Genève, donde de nuevo, y para marcar distancias con el americanismo y el sovietismo, se reflexionaría sobre el espíritu europeo.


En estos primeros encuentros, fueron invitados intelectuales como Benedetto Croce, Bertrand Russell, Albert Camus, Jean-Paul Sartre, André Malraux, Emmanuel Mounier, Arthur Koestler, Boris Pasternak, Ortega y Gasset, Bermann, Berdiaev, Aldous Huxley, Jean Guéhenno Georg Lukacs, Georges Bernanos y Karl Jaspers, entre otros —pero no todos quisieron o pudieron asistir. Y los intelectuales que acudieron estuvieron de acuerdo, en general, en que el espíritu europeo tenía sus raíces en la civilización grecolatina, a la que el judeocristianismo aportó la idea revolucionaria de la fraternidad. El espíritu europeo tiene, pues, sus raíces en Atenas, Roma y Jerusalén, es decir: el Dios único de la Alianza, Atenas o la filosofía, y Roma o la civilización universal. O también: la historia de Israel, la historia griega y la historia romana. Sin excluir la participación de otras semillas (el humanismo, la ilustración, la revolución francesa...), considerándolas, sin embargo, como menos fundamentales.


El espíritu europeo, en opinión de muchos, está llamado a ser y a conservar la conciencia de la humanidad, donde la libertad, la solidaridad y el pluralismo sean los fundamentos de la paz y de la convivencia. Y convendría que hoy, al margen de los políticos de turno, los «trabajadores del espíritu», y toda persona con inquietudes, volvieran a pensar en ello.


DdA, XXI/5.945


VIDEOTECA: LOS ÚLTIMOS DE EMILIANO ZAPATA



Manuel Peñafiel es autor, entre otras, de las películas documentales como Los últimos zapatistas, héroes olvidados y Pancho Villa, la revolución no ha terminado, elogiadas y premiadas en algunos festivales internacionales. Con más de sesenta años de experiencia Manuel Peñafiel acumula en su carrera una extensa hemerografía, su obra fotográfica ha sido reproducida y reseñada en periódicos y revistas publicadas en el ámbito internacional, merecedora de reconocimientos públicos por su trayectoria artística y aporte a la cultura. En este histórico documental, realizado hace casi 25 años -a tiempo para recoger los testimonios de sus protagonistas en la ancianidad-, reúne los recuerdos, reflexiones y vivencias de quienes en su juventud combatieron al lado de Emiliano Zapata en la Revolución Mexicana de 1910. Manuel Peñafiel también es autor de la cinta Pancho Villa, la revolución no ha terminado.

DdA, XXI/5.945