viernes, 26 de diciembre de 2025

EL REY QUISO SUPERAR LA MARCA DE EQUIDISTANCIA DEL ANUNCIO DE CAMPOFRÍO

 Al rey que en 2017 se disfrazó de vehemente defensor de la democracia señalando a catalanes subidos al capó de un coche, le tocaba ahora seguir la estrategia del chóped, el pavo y el york haciéndose un Mortadelo. Es decir, disfrazándose de cactus para pasar desapercibido en medio de la mayor crisis democrática en décadas y evitar posicionarse. Ni a favor ni en contra de quienes estos días acosan a inmigrantes en Badalona. Ni a favor ni en contra de quienes piden que se respeten los derechos humanos en Badalona. Quienes apuestan por encarcelar al rival político usando la justicia como arma tramposa y quienes piden que el juego sea limpio son, para Felipe VI y Campofrío, extremos que deberían entenderse. 


Gerardo Tecé

Desde el Palacio Real de Madrid, discurso de Navidad de Felipe VI en el Salón de Columnas. Un sitio ideal si necesitas esconderte detrás de una y mucho más vistoso que un parking. La fecha de 2025 era especial. Se cumplían 50 años, medio siglo que se dice pronto, desde que su santo padre inaugurase en 1975 la tradición de estos bolos televisados. En aquel primero, el cadáver de Franco estaba aún caliente y nadie imaginaba que hoy, ese mismo cadáver seguiría emanando pestilencias desde la Meseta Central convirtiendo la vida política, de un litoral a otro, en una cosa infumable. Al parecer, así lo anunció el rey en el arranque de su speech, también se cumplían 40 años desde la entrada de España en la Unión Europea. No se habla de otra cosa en las pescaderías. Así que –tachaaaán, que diría Juan Tamariz– su majestad se centró en la “España europea” como concepto abstracto barra clavo ardiendo barra cubilete para esconder la bolita y no tener que hablar con detalle de la España actual, la más dividida en décadas, un marronazo. El Borbón al mando podía haber elegido los 42 años del España-Malta y hablarnos de espíritu de remontada o los 36 años del lanzamiento de la Game Boy para reflexionar sobre tecnologías. Lo que fuese con tal de irse a la cama seco a pesar del tremendo chaparrón. Lo que haga falta para igualar la plusmarca mundial en equidistancia establecida semanas atrás por el anuncio de Campofrío. Ya saben: Ana Rosa Quintana llamando hijo de puta al presidente del Gobierno a un lado y quienes denuncian el auge del fascismo al otro. Crispados todos. A ver si nos dejamos de crispación, hombre ya. Vender productos genéricos, como el chóped o la monarquía, a veces requiere de equilibrios imposibles y de esto iba el discurso de Navidad de Felipe VI.

Al rey que en 2017 se disfrazó de vehemente defensor de la democracia señalando a catalanes subidos al capó de un coche, le tocaba ahora seguir la estrategia del chóped, el pavo y el york haciéndose un Mortadelo. Es decir, disfrazándose de cactus para pasar desapercibido en medio de la mayor crisis democrática en décadas y evitar posicionarse. Ni a favor ni en contra de quienes estos días acosan a inmigrantes en Badalona. Ni a favor ni en contra de quienes piden que se respeten los derechos humanos en Badalona. Quienes apuestan por encarcelar al rival político usando la justicia como arma tramposa y quienes piden que el juego sea limpio son, para Felipe VI y Campofrío, extremos que deberían entenderse. Felpudo VI, como lo llaman con gran salero los españoles más fetén, habló poco –fue el discurso navideño más corto de su reinado– y lo hizo en clave. “Europa”, “convivencia” y “confianza” fueron los tres pilares sobre los que construyó una huida pretendidamente equidistante y encriptada. Desencriptémosla. Europa nos ha traído progreso, repitió varias veces asimilando los tiempos del progreso a los de la monarquía. Del borbonés al castellano: ¿tú qué prefieres, una monarquía parlamentaria moderna como esta o una España aislada del mundo con vete tú a saber quién al frente del Estado? España está viviendo un problema de convivencia, explicó, pero no lo achacó ni al auge del fascismo, ni a la industria del bulo y el odio, ni al quien pueda hacer que haga, sino a una crisis de confianza. Como las mejores canciones, la gracia de estas letrillas es que cada uno pueda interpretarlas como quiera. Con gran posibilidad de acierto, a la derecha lo de la crisis de confianza les sonará a que para recuperar la confianza hay que cargarse a Xabi Alonso –Xabildu lo llaman ahora porque son los mejores en lo suyo–, cargarse a Pedro Sánchez y cargarse a cualquiera en el que, por algún motivo que no tienen por qué explicar, desconfíen. Con ellos al mando, como dios manda, quedará obviamente solucionado ese problema de confianza y la convivencia mejorará una barbaridad.

A falta de más contenido que echarnos a la boca, la noticia, según destacan los medios entusiasmados, fue la puesta en escena. Será de lo más moderna, llevaban todo el día avisándonos y la modernidad consistió en que el rey caminó primero y habló de pie después. Una modernidad relativa, ya que el Australopithecus ya hacía esto mismo hace cuatro millones de años sin tanta algarabía. Algún día lo verdaderamente moderno será que el jefe de un Estado en riesgo por el auge de la ultraderecha –roja satánica llaman a la reina y esposa de Felpudo VI– le hable a la ciudadanía con tanta claridad como lo hacen quienes destrozan la “convivencia” porque tienen absoluta “confianza” en una victoria basada en la ley del más fuerte que dejará a “Europa”, como tantas veces a lo largo de la Historia, sumida en el mismo fango. Si sigue al frente algún Borbón, será entonces buen momento para recuperar en el discurso el 12 a 1 a Malta, a ver si así nos animamos un poco.

CTXT  DdA, XXI/6209

¿Y SI JESÚS HUBIESE NACIDO EN BADALONA EN 2025?


Paco Arenas   
Imaginemos que Jesús no nace en Belén, sino en Badalona, diciembre de 2025, cuando el frío muerde y la lluvia se cuela por los huesos como un cobrador con llave maestra. Imaginemos que la estrella de Oriente no es estrella, sino una farola municipal con luz de led, y que el pesebre no es pesebre: es un edificio abandonado, un antiguo instituto convertido en refugio de urgencia, porque descansar con dignidad se ha vuelto un lujo y, ya se sabe, lo rentable son los pisos turísticos.
Allí vivían cientos: muchas personas migrantes, muchas sin papeles, casi todos trabajadores. De esos que levantan el país por dentro y se quedan fuera por la noche. Gente que madruga para un trabajo duro —a veces sin contrato— y que, cuando llega el final de mes, descubre el milagro moderno: el sueldo no llega, pero la culpa sí. La culpa siempre llega puntual.
Y entonces, en las puertas de la Navidad lo inevitable: llega el desalojo. No con incienso, sino con porras. No con villancicos, sino con órdenes. Y no desde una cueva, sino desde un despacho del alcalde, por quien se proclama cristiano con la misma solemnidad con la que los jueces del Tribunal Supremo, se proclaman jueces independientes. Unos cuatrocientos expulsados —la cifra baila, pero el suelo no—; el resultado es el de siempre: «a la puta calle», dicho con esa poesía administrativa que tanto se estila. Y se obra el milagro más español: hacer desaparecer a la gente a base de echarla a la intemperie, como si el espacio público fuese una papelera grande y los pobres, basura que afea la postal navideña.

A partir de ahí, el Evangelio se reescribe con sello de caucho y tinta de hipocresía.
Porque José —carpintero pobre, piel oscura, semita de los de entonces (que los semitas no eran solo «los buenos de la historia», eran lo que eran: carne humana con hambre)— se nos convierte en un obrero mal pagado de una ebanistería de Badalona, manos encallecidas, espalda doblada, contrato o promesa de contrato, que viene de lejos a buscar lo mismo que busca cualquiera: techo, pan, descanso. Y lo que encuentra es que la posada ahora se llama «recurso habitacional» y siempre está «al límite». Siempre «al límite», qué casualidad: el límite nunca es para el de arriba.
María, joven y embarazada, no encuentra comadrona: encuentra un formulario. En un idioma que no entiende, con una ventanilla que no siente su palpitar. Y en vez de «no había sitio en la posada», oye «no se puede». Y si insiste, le explican —con ese tono de que lo arregla todo— que lo suyo es «un problema de ocupación ilegal». Como si el vientre fuese delito y el frío, una sanción merecida.
El detalle esencial es este: en 2025 no se expulsa al extranjero, se expulsa al pobre. Al que viene a trabajar. Al que estorba. Al que afea el escaparate. Si eres rubio y vienes de Europa, si llegas con billetera llena desde Estados Unidos, si aterrizas con acento amable y tarjeta dorada, eres bien recibido. Si vienes con la mochila gastada, eres «problema». Eso tiene nombre, aunque no salga en los villancicos: aporofobia. Y cuando la aporofobia se disfraza de orden, huele a racismo con colonia cara y ética de saldo.
Los Reyes Magos, ya lo sabemos, tampoco lo tendrían fácil. Si llegaran, serían tres migrantes cruzando mares y alambradas para traer oro, incienso y mirra… y acabarían, como poco, bajo sospecha preventiva: «algo habrán hecho». Porque siempre queda el milagro del prejuicio: convertir a cualquiera en culpable sin pruebas, solo por el acento o el tono de la piel. Baltasar, desde luego, lo tendría muy negro; tan negro que hasta la sospecha le haría sombra. Y si uno de ellos llamara a una parroquia pidiendo techo, quizá se toparía con el coro vecinal del «aquí no»: esa liturgia moderna que se reza a grito pelado y luego se remata con villancicos y cava, para que la conciencia con las angulas y las gambas bajen mejor. Luego a rezar de rodillas y darse golpes de pecho en la Misa del Gallo, son tan buenos cristianos.
Lo más esperpéntico es que, mientras tanto, habría quien se colgaría una medalla de cristiano en la solapa, como quien se pone un pin de «buenas personas» o de «gente normal», «españoles de bien». Y ahí la escena se vuelve Valle-Inclán con reguetón: presumen de Evangelio mientras empujan a los sin techo hacia la calle; se declaran defensores de la «dignidad» mientras reparten humillación; se santiguan con una mano y con la otra cierran el albergue —o lo descartan— porque «no es la solución». Es decir: el problema es el pobre, no el frío. El problema es que exista, no que sufra.
El alcalde, por su parte, dice que esto no va de inmigración, sino de «ocupación ilegal». Y también se nos añade el «pero» de rigor: que dentro había delincuencia, mafia, prostitución o drogas. Puede que sí. El abandono institucional es un excelente criadero de monstruos. Pero incluso si el infierno estuviera dentro, la pregunta sigue siendo obscena y simple: ¿se combate el infierno arrojando a los más débiles al frío? ¿Se limpia una ciudad dejando a decenas —o cientos— durmiendo al raso, bajo puentes, con bolsas por maletas y cartones por mantas? La escoba moral siempre barre hacia abajo.
En los Evangelios, Herodes manda matar niños. En el nuestro, Herodes no necesita espada: le basta con burocracia, indiferencia y propaganda. No hace falta «matar»: basta con «desalojar» y mirar a otro lado mientras la noche hace su trabajo, que es lento, silencioso y perfecto. Por eso, cuando expertos de la ONU condenan el desalojo de cientos de migrantes y advierten del riesgo de dejar a personas vulnerables sin alternativa, no están escribiendo poesía: están describiendo una crueldad moderna con corbata y expediente.
Y no: esto no es solo un debate moral. Es política con consecuencias. Hubo denuncias por posible delito de odio; hubo entidades que improvisaron acogida cuando las instituciones no llegaban; hubo realojos parciales (Generalitat y Cruz Roja) y, aun así, hubo gente que se quedó fuera, en ese frío donde el Estado se vuelve niebla. Y la niebla, ya se sabe, también mata: solo que no deja huellas en el parte oficial. Este episodio deja al descubierto el catecismo real de algunos: la caridad, «que la haga otro»; la compasión, «mientras no moleste»; la dignidad, «si no se me planta en el portal». Y el cristianismo convertido en pegatina: sirve para perfumar la conciencia, no para abrir la puerta.
Porque un cristiano —uno de verdad— no presume: práctica. No expulsa en pleno invierno ni convierte la intemperie en política pública. No parece una excavadora: se parece a un refugio, a una mesa puesta, a un «pasa, que hace frío». Lo demás es teatro: mucha cruz al cuello y poco prójimo en la calle.
Y lo más trágico —por eso mismo, lo más sarcástico— es que, si Jesús naciera hoy en Badalona, acabaría etiquetado como «okupa», «ilegal», «problema», «amenaza», «efecto llamada». Y quienes dicen seguirlo, en vez de arrimarle una manta, le arrimarían un eslogan.
Que me llamen sectario si quieren: yo no comulgo con ese belén de plástico donde los pobres sobran y los villancicos se cantan desde el salón con calefacción. No felicito «a troche y moche» a quien convierte el frío en castigo y la pobreza en delito. No es odio: es memoria. Memoria de lo que significaba —o debería significar— eso de «tuve hambre», «tuve frío», «fui forastero».
A quienes luchan por un mundo más justo —en Badalona y fuera—, a quienes ponen el cuerpo donde otros ponen la excusa, a quienes se arremangan para que nadie duerma en la calle y no confunden el Evangelio con un eslogan de campaña: a esos sí.

Felices Fiestas. Feliz Solsticio. Y salud para 2026. Porque la hipocresía tiene muchos techos. La dignidad, en cambio, solo necesita uno.

DdA, XXI/6209

jueves, 25 de diciembre de 2025

LA CIERVA DE JAVI ALONSO SE GANA LA PROTECCIÓN POPULAR


Lazarillo

Como bien se sabe en la provincia, León sufrió este pasado verano los incendios forestales más devastadores de su historia. Se sabe menos que algunos de los pueblos más afectados por la catástrofe, después de una pésima gestión del gobierno autonómico, siguen sin recibir las ayudas prometidas. Un buen día de primavera, la cierva de Javier Alonso, el del Bar El Cruce de La Vecilla, buscó refugió y alimento en el corral con cuatro ovejas del hostelero leonés. Desde entonces, ha preferido su doméstica compañía y la de Javier a la azarosa libertad de los montes. Pocas veces se piensa en la fauna salvaje cuando se producen los incendios, pero a lo mejor Pepa, la cierva de Javi, ha encontrado un seguro de vida (caza y depredadores aparte) frente a los riesgos cada vez mayores de que vuelvan a quemarse los bosques y los pueblos, como sucedió de un modo inédito este pasado verano. Sobre todo, si los gobiernos siguen sin tomarse en serio mayores medidas y medios de prevención frente al cambio climático. Lo que sigue es una información resumida de lo publicado hoy en Heraldo de León, donde también publica Félix Población Las voces y los votos de un pueblo quemado).

HERALDO DE LEÓN

El respaldo social ha sido clave. Un total de 27.000 firmas han reclamado que se permita a Pepa convivir en el entorno del ganadero y que se evite su traslado y posible sacrificio como res cinegética. La campaña, impulsada en paralelo a las gestiones administrativas, superó los 8.500 apoyos en sus primeras 48 horas y continuó creciendo de forma exponencial. Desde la Asociación Empatía se había solicitado desde el inicio que se estudiara la posibilidad de regularizar la situación de Javier para que Pepa pudiera seguir viviendo con él, “la persona a la que ella misma ha elegido”, siempre bajo las condiciones y garantías que contempla la ley. La Asociación Empatía, junto a la Fundación Santuario Vegan, presentó un escrito formal ante el Servicio Territorial de Medio Ambiente de la Junta de Castilla y León en el que solicitaban que se descartara el sacrificio de la cierva y se mantuviera su custodia en su actual cuidador. El documento pedía expresamente que el Gobierno autonómico “descarte expresamente el sacrificio de la cierva”, así como cualquier destino cinegético o traslado a fincas, reservas o espacios donde el animal “pueda verse expuesto a actividades de caza, atendiendo a su situación etológica y al riesgo grave, previsible y evitable que ello supondría para su integridad”. El escrito también reclamaba que se valorase “con carácter prioritario” la posibilidad de que Javier Alonso García, vecino de La Vecilla, pudiera mantener a la cierva bajo su custodia de forma regularizada. Para ello, se solicitaba facilitarle “el acceso a la figura administrativa que resulte legalmente procedente” y establecer las condiciones, controles y garantías necesarias para asegurar el bienestar del animal y el cumplimiento de la normativa vigente. Por el momento, el principio de acuerdo alcanzado con la administración abre la puerta a que Pepa continúe en La Vecilla junto a Javier, cerrando un conflicto que ha unido sensibilidad social, protección animal y debate administrativo, y que apunta ahora a un desenlace favorable para ambos.

DdA, XXI/6208

EL IMPERIO DE LA NECESIDAD, ENEMIGO ACÉRRIMO DE LA REPÚBLICA DE LA LIBERTAD

El escritor sanabrés añade a lo afirmado en el titular que la aceleración de la sociedad tardocapitalista, el culto a la prisa, son síntomas de estar huyendo de una legión de peligrosos demonios, de los cuales el más astuto y maligno mora dentro de cada uno y es, por tanto, imposible de despistar. Con estos mimbres, el malestar existencial puede tenerse a raya en ciertos momentos, pero acaba por aflorar. El antídoto de la agitación que deriva en una vida vicaria y, en el fondo, dolorosa, es conocido desde antiguo. Las éticas helenísticas lo posicionaban como un elemento cardinal de sus sistemas. Su nombre es phrónesis, que cabe verter por ‘sensatez moral’ o ‘prudencia’, virtud de la cual todas las demás –así, la templanza o la justicia– serían manifestaciones parciales. La supresión de la filosofía y los estudios clásicos es para Monterrubio una catástrofe cultural y un tremendo drama social y político de incalculables y nefastas consecuencias. Pues no es difícil establecer un nexo entre esto y la proliferación de jóvenes lobotomizados que repiten cual loritos las consignas fascistas y ultracapitalistas que sus maîtres-à-penser virtuales vomitan día tras día por cuenta del Señor oscuro. 



Antonio Monterrubio

La hegemonía ejercida por el Poder con mayúscula y las élites que lo detentan se establece gracias a la ideología que se posesiona de las mentalidades colectivas y anida en cada conciencia. Por ideología entendemos aquí «una representación de la relación imaginaria de los individuos con sus condiciones reales de existencia» (Althusser: Posiciones). Esta definición no supone, desde luego, que la impronta de tal ente se limite al ámbito espiritual, o intelectual, si se quiere. Es obvio que tiene una presencia y una consistencia material. Se hace carne cada día ante nuestros ojos, determinando caracteres o visiones del mundo, comportamientos concretos y conductas. Lo real es suplantado por lo ideológico, que se convierte en lo único tangible, proporcionando una conciencia falsa o alienada que sustituye el contacto directo con el entorno por un holograma venido de otra parte y cuyo fin último e ignorado es el beneficio de unos pocos.

Cuando el individuo cae en las garras de la ideología, esta tiende a absorberlo, a construirlo según plano, a crearlo a su imagen y semejanza. Disfraza la realidad, la volatiliza y pone en su lugar un espectáculo de idealismo maquillado, de modo que los súbditos ya no ven hechos o datos, elementos objetivos: viven en y de las interpretaciones. Seres y colectivos dominados comparten jubilosamente y sin reparos las de sus dominadores. Y no se sostiene el tópico tranquilizador de que, al estar al servicio de quienes controlan los resortes de la sociedad, deben proceder del cogollito. Los que están debajo elaboran igualmente arquitecturas teórico-prácticas que contribuyen a mantenerlos allí, amén de obsequiarlos con dosis no inocuas de conciencia infeliz. Pero si la ideología quita, también da. Ofrece compensaciones a cambio de conformismo, es decir, de sumisión.

Que el libre albedrío dista de ser absoluto e incondicionado es un hecho que no admite discusión. Paralelamente, la libertad no se reduce a un mero residuo, a un resto. Es pluripotencial y está siempre lista para ponerse en acción.

Sentir todo de todas las maneras,/ vivir todo por todos los lados,/ ser la misma cosa de todos los modos posibles al mismo tiempo,/ realizar en mí mismo toda la humanidad de todos los momentos/ en un solo momento difuso, profuso, completo y lejano. (Pessoa: El paso de las horas)

Ahora bien, conquistar y ejercer la libertad posible, justa y necesaria es empresa sumamente arriesgada. Requiere valor, pues se podría perecer en el intento. Más fácil y confortable es dejarse acunar por las nanas posmodernas, persistir en la infancia mental y dormir el sueño de los injustos. Un ansia patológica de dependencia, aceptación y reconocimiento lleva a multitudes amorfas a rendirse antes de haber combatido, a capitular sin condiciones acomodándose a la inercia heterónoma, a la supervivencia huera de sentido y de gratificaciones, a la infelicidad a crédito. El Imperio de la necesidad es enemigo acérrimo de la República de la libertad. La aceleración de la sociedad tardocapitalista, el culto a la prisa, la obsesión por la novedad son síntomas de estar huyendo de una legión de peligrosos demonios, de los cuales el más astuto y maligno mora dentro de cada uno y es, por tanto, imposible de despistar. Con estos mimbres, el malestar existencial puede tenerse a raya en ciertos momentos, pero acaba por aflorar. 

El antídoto de la agitación que deriva en una vida vicaria y, en el fondo, dolorosa, es conocido desde antiguo. Las éticas helenísticas lo posicionaban como un elemento cardinal de sus sistemas. Su nombre es phrónesis, que cabe verter por ‘sensatez moral’ o ‘prudencia’, virtud de la cual todas las demás –así, la templanza o la justicia– serían manifestaciones parciales. Ser capaz de evaluar, con ecuanimidad y sabiduría, las personas, las cosas y los hechos, decidir racionalmente apreciando al tiempo la sublime potencia que atesoras y sus inevitables limitaciones, es el camino hacia una vida realizada. En el Enchiridion dice Epícteto:

Si deseas algo de lo que no está en nuestro dominio, forzosamente serás infeliz, y si es algo que es noble desear, nada está lejos de tu alcance. Recurre solamente a elegir y rechazar, y con todo suavemente, con reservas y sin forzarte.

Y añade el filósofo, el cual, habiendo nacido esclavo, conocía muy bien el inestimable valor de la más auténtica libertad, la interior, que «perturban a los hombres, no las cosas, sino sus opiniones sobre las cosas».

He aquí una nueva demostración de por qué es una tragedia la progresiva supresión de la enseñanza de la filosofía, así como la práctica desaparición de los estudios clásicos en nuestros sistemas de enseñanza. Se trata de una catástrofe cultural, desde luego, pero a la vez de un tremendo drama social y político de incalculables y nefastas consecuencias. Pues no es difícil establecer un nexo entre esto y la proliferación de jóvenes lobotomizados que repiten cual loritos las consignas fascistas y ultracapitalistas que sus maîtres-à-penser virtuales vomitan día tras día por cuenta del Señor oscuro. Otro gallo cantaría si se siguiera la senda de Epicuro cuando aconseja, para engendrar una vida feliz, «un cálculo prudente que investigue las causas de toda elección y rechazo, disipando las falsas opiniones de las que nace la más grande turbación que se adueña del alma» (Carta a Meneceo). Desgraciadamente, el Tinglado ha cerrado el paso a esos caminos, hoy abandonados y polvorientos, desviando el tráfico hacia la impoluta y reluciente autopista que conduce a la cumbre de toda buena fortuna: el centro comercial.

Más que un derecho, decidir es un deber. Múltiples –no infinitas– opciones se abren a la conciencia del sujeto, a su inteligencia y su voluntad. La responsabilidad de elegir la óptima, a la par posible, conveniente y justa, atañe a cada uno y puede resultar angustiosa. La tentación de dimitir es demasiado fuerte para muchos, que se privan así del placer que proporciona el orgullo de resolver por sí mismo, de ser libre. Y al hacerse presente la libertad, ante su epifanía, la persona siente una excedencia de su ser que lo transfigura.

La liberación es un juego, cuenta Spinoza, en el que querer agudamente se instala completamente en nuestro intelecto y lo sostiene en su apertura al absoluto, es más, sencillamente le conduce, con alegría (Negri: Spinoza subversivo).

En El ser y la nada, Sartre afirma sobre el ser-para-sí que «decir que en él la existencia precede y condiciona la esencia es decir […] que el hombre es libre». La libertad como posibilidad concreta está ahí antes y al margen de todo proceder y de toda voluntad, no tiene origen ni meta, es estructura ontológica del para-sí. Por supuesto, esa libertad ontológica va a toparse una y otra vez con barreras, límites y prohibiciones, pero «esos obstáculos y resistencias no tienen sentido sino en y por la libre elección que la realidad humana es» (La náusea). El ejercicio racional de la libertad de decisión y de acción es una característica inherente a nuestra naturaleza. Renunciar a ella para seguir el dictado de las modas y los modos impuestos por otros es caer en el pozo de la indignidad.

Si no todos, muchos son los caminos que están abiertos. Escogerlos con tino y recorrerlos con determinación, sin temor ni temblor, es nuestra misión indelegable. Incluso si el libre albedrío fuera un espejismo, nada ni nadie nos autoriza ni obliga a prescindir de él. Como Hölderlin dejó escrito, «el hombre es un dios cuando sueña y un mendigo cuando reflexiona» (Hiperión).

Es posible que, bien mirado, nada tenga sentido. Pero ello no le quita a la vida su brillo ni su capacidad de despertar entusiasmo. «Así saco de lo absurdo tres consecuencias, que son mi rebelión, mi libertad y mi pasión» (Camus: El mito de Sísifo). La suerte está echada. Levántate, anda y sé libre, o inténtalo al menos.

DdA, XXI/6208

EL ABRAZO DE SHEINBAUM A UNA SOLDADO: MÉXICO CABE EN ESE INSTANTE


Lazarillo

Es muy probable que la monarquía española, en la figura de Felipe VI como Jefe del Estado, nunca se disculpe por el rigor y crueldad del pasado colonial de la metrópoli con los pueblos originarios de México, pero ayer, mientras desde la televisión pública española se transmitía el tantas veces anodino y vacuo discurso de la Corona -sean Juan Carlos I o Felipe VI quienes lo protagonicen-, algunos tuvimos el gusto de encontrar más enjundia empática en la felicitación de la presidenta de los Estados Unidos Mexicanos a su pueblo, mientras paseaba con su marido por la sede de su residencia oficial y saludaba a su vez a una de las soldados de la guardia presidencial. No faltó nadie por citar en las felicitaciones de Sheinbaum, ni tampoco ese abrazo de la fotografía fuera de los protocolos, un gesto de humanidad directo y sincero que responde a la personalidad de la presidenta de aquella república y a su empeño de que el llamado humanismo mexicano prosiga con éxito el camino iniciado por López Obrador con la Cuarta Transformación. Alguien ha escrito comentando la instantánea que México cabe en ese instante. Algunos tenemos mucha confianza en lo que se está viviendo en aquel querido país, aunque aún no hayamos tenido oportunidad de visitarlo.

DdA, XXI/6208

miércoles, 24 de diciembre de 2025

LOBOS Y BUITRES DISPUTAN UN JABALÍ EN EL PARQUE REGIONAL RIAÑO Y MAMPODRE


Lobos y buitres montau00f1a de riau00f1o y mampodre jorge escanciano (1)

Nuestra felicitación al DIARIO DE VALDERUEDA y a su colaborador por publicar hoy una impactante información gráfica (fotos y vídeo) captada por el fotógrafo y observador de la naturaleza Jorge Escanciano en el Parque Regional Montaña de Riaño y Mampodre, en la Cordillera Cantábrica. Lobos y buitres se disputan un jabalí en un paraje del monte cubierto de nieve, después de varios días muy fríos que han cubierto de blanco aquellas montañas, desde las que escribe este Lazarillo. Tres lobos dieron caza a una importante presa y dan cuenta de ella. A su alrededor, una numerosa bandada de buitres leonados espera su oportunidad, formando un semicírculo expectante que convierte la escena en un auténtico pulso entre depredadores y carroñeros.


Los lobos presentan una actitud desafiante y se muestran intransigentes ante los buitres. Erizan el lomo, enseñan los colmillos y atacan con determinación cada vez que las grandes aves se abalanzan sobre su presa. 

Los buitres, pacientes pero insistentes, ensayan pequeños movimientos, saltos cortos y despliegues de alas que buscan intimidar y desgastar a los cánidos. No hay ataques directos, pero sí una tensión constante, un juego de amenazas y retiradas que puede prolongarse durante horas. Lo dicho, enhorabuena al fotógrafo por tan excelente documento gráfico.

Lobos y buitres montau00f1a de riau00f1o y mampodre jorge escanciano (2)
DIARIO DE VALDERRUEDA DdA, XXI/5207