miércoles, 12 de noviembre de 2025

SE BUSCA UN PUNTO DE RUPTURA: FRENTE A ESO, VIVIENDA, VIVIENDA, VIVIENDA

Celebro mucho que Guillot, un excelente analista hace ya algunos años cuando escribía sobre la actualidad política en Asturias, sea ahora un columnista de los más leídos en Infolibre, a cuyo director Jesús Maraña puso en antecedentes este modesto Lazarillo cuando Víctor quería salir -como se merecía- de la política regional para entrar a fondo en la nacional. En su excelente artículo de hoy afirma que este país vive un momento antipolítico que pone en tela de juicio la libertad prensa, sin la que no se puede entender la democracia, y la división de poderes, sin la que no es posible un Estado de derecho. El legado de Marchena, su justicia amenazada, será el caos interno dentro del Poder Judicial, y algo más. Qué confianza pueden depositar los ciudadanos en una magistratura que se permite condenar a un hombre inocente después de desestabilizar al conjunto de las instituciones del Estado.


Víctor Guillot

"Está cogido por los huevos”. Así de crudo se expresa un veterano periodista cuajado en mil batallas. Ciertamente, si el fiscal general del Estado fuese condenado, el Poder Judicial se juega su desmoronamiento. El próximo jueves, el magistrado Martínez Arrieta dejará el juicio que se sigue contra Álvaro García Ortiz listo para sentencia. Su inocencia depende de seis periodistas, seis, que han visto cómo desvelar su fuente no es sólo una cuestión profesional (que también), sino personal.

El dilema se disuelve si la absolución o la condena a seis años de cárcel de un fiscal inocente dependen de una decisión ética. La suya y, sobre todo, la de sus fuentes. Nadie se atreverá a desacreditar su valía profesional si con ello consiguen preservar el Estado de derecho. Terrible paradoja sería que las fuentes de Alfonso Pérez Medina, de Miguel Ángel Campos o de José Precedo autorizasen revelar sus identidades para preservar la libertad de un hombre que es inocente. Si algo ha quedado claro de sus testimonios, auténtica clase de periodismo, es que uno son sus fuentes y sus lectores. El periodista nunca es un sujeto sino un medio.

La lógica siempre juega a favor de la verdad. El dilema enunciado por José Precedo se convirtió la semana pasada en una amenaza para el presidente del tribunal, lo que evidencia que a Manuel Marchena, el Napoleón del Poder Judicial, el juicio que se sigue en el Tribunal Supremo contra Álvaro García Ortíz se le ha ido de las manos. Quiere decirse que el lapsus de Martínez Arrieta ante el director adjunto de elDiario pone de manifiesto que Marchena ha perdido el control del proceso o que, por vez primera, “le tienen cogido por los huevos”. Si el FGE es condenado a seis años de cárcel (así se las gasta la Asociación de Fiscales) por revelación de secreto, se abre la puerta a que cualquiera de esos seis periodistas y sus fuentes se presten a decir quién filtró el correo electrónico, inmediatamente después.

Este país vive un momento antipolítico que pone en tela de juicio la libertad prensa, sin la que no se puede entender la democracia, y la división de poderes, sin la que no es posible un Estado de derecho. El legado de Marchena, su justicia amenazada, será el caos interno dentro del Poder Judicial, y algo más. Qué confianza pueden depositar los ciudadanos en una magistratura que se permite condenar a un hombre inocente después de desestabilizar al conjunto de las instituciones del Estado.

Vivimos un momento antipolítico que busca canalizar el resentimiento tanto en una sentencia judicial (o tres) como en el borombombón falangista que exhala sus soflamas bien en la Corte de los Leones, bien en las universidades públicas o en ambas la vez. De eso va la actual coyuntura política. Se busca un punto de ruptura.

El momento antipolítico se sustancia en el Tribunal Supremo como el chirrido de un cuchillo sobre un plato. Transita de las calles a los juzgados pero también desde las pantallas del móvil al escaño, desde el IBEX35 al Congreso y desde los palcos de los estadios a los atrios de los parlamentos. Así lo confirma el último sondeo de Opina 360. Según los datos de la encuesta –realizada a 1.202 personas de todo el país–, un 29,1% de los españoles adultos querría ver a Florentino Pérez aprobando reales decretos. Se vislumbra la leyenda del Cesar Visionario. Lejos de ser un dato menor, esta cifra representa a unos 10 millones de ciudadanos, de un total de 35,5 millones que componen el censo electoral. Es el caso de la banquera Ana Botín (26,2%), con algo más de 9 millones. En el terreno cultural y mediático, el presentador David Broncano irrumpe con cerca de 6 millones de españoles (16,3%) que querrían verle en la tribuna del Congreso. Conviene retener este dato. Concentra simpatías en los votantes de izquierdas y progresistas, muchos de ellos jóvenes, pero también entre los poderes mediáticos, ante un posible asalto de RTVE. Lo mismo ocurre con la actriz Najwa Nimri –quien ha interpretado a una presidenta autonómica en una serie de televisión–, con el apoyo de 5 millones de españoles (14,1%). El luchador hispano-georgiano Illia Topuria también destaca con 4,8 millones de españoles respaldando su salto al ámbito político (13,8%).

Volvemos a la antipolítica. Figuras como la del parlamentario Carlos Hernández Quero (VOX) sustituyen al viejo señoritismo fascista madrileño encarnado hasta ahora en Ortega Smith. La ultraderecha se ha puesto la camisa azul mahón para intentar convertir al lumpen proletariado en sujeto político revolucionario, siguiendo la estela de los viejos fascismos y la vía heterodoxa de Pier Paolo Pasolini. El camino lo marcó Gabriel Rufián hace unos meses cuando indicó desde el atrio del Congreso cuál debía ser la política del Gobierno en lo que nos resta de legislatura: “vivienda, vivienda, vivienda”. Carlos Hernández Quero ya puede presumir de haber cumplido con la promesa hace más de cincuenta años.

La advertencia de Rufián dirigida a Pedro Sánchez se ha articulado a través del discurso político de Vox orientado hacia los jóvenes y las familias en riesgo de pobreza. Pablo Iglesias lo intentó también en su momento político más alto y fracasó estrepitosamente. Desoyó los consejos de Marx por precipitarse hacia el delirio cuando quiso asaltar los cielos. En cambio, en el campamento de la ultraderecha, instalado en el 20% de los votos, los gendarmes de la libertad tienen experiencia en atrapar votos del lumpen proletario. Hernández Quero se ha vestido de Podemos con el yugo y la flecha tatuados en el brazo. La experiencia M (de Mussolini) les ha marcado el camino. El factor H (de Hitler) también. Hoy, Mr. T (de Trump), revisado y actualizado, tiene escrito el manual para excitar a los red necks españoles que siguen en manada las soflamas de un playmobil, Vito Quiles un suponer, a las puertas encadenadas de las universidades públicas de nuestro país. Muera la inteligencia.

El momento antipolítico se vive también en Catalunya. La semana pasada, Miriam Nogueras anunció que la arteria que conecta a Junts con el Gobierno tiene un trombo que bloqueará lo que resta de legislatura. Nunca dirá que su partido irá a una moción de censura, pero Carles Puigdemont cerró el 13 de mayo de 2024 un acuerdo con determinados empresarios para desalojar a Pedro Sánchez de la Moncloa. Puigdemont se comporta como un trombo en la femoral dispuesto a viajar al corazón del Congreso. El momento antipolítico al que hemos llegado es fruto de ese acuerdo y también el inicio de una operación mucho más ambiciosa en la que Feijóo no está ni se le espera.

Como todo el mundo ya sabe, el PP de Feijóo ofreció la presidencia del Congreso de los Diputados al PNV para ganarse su apoyo durante la investidura de 2023. Conviene recordar la frase pronunciada desde la tribuna del Congreso por el entonces portavoz y hoy presidente del partido vasco, Aitor Esteban: “Algún día se sabrá lo que ustedes nos ofrecieron”.

En el trajín de las conversaciones, se contactó con diferentes barones territoriales para confirmar que la propuesta era cierta. Entre ellos, se consultó al Club de las Pitiusas (Mazón, Azcón, Prohéns y López Miras) que no dio su aprobación hasta que conoció la posición favorable del presidente de Andalucía, Juan Manuel Moreno Bonilla. Cuando le preguntaron a Bonilla, el líder popular andaluz y amigo personal de Alberto Núñez Feijóo respondió: “Es una de las opciones en las que se está trabajando y otros barones lo ven bien”. A todos ellos se sumó inmediatamente después el beneplácito de Coalición Canaria. La sorpresa llegó cuando Carles Puigdemont también expresó su conformidad desde Waterloo, afirmando que sería muy positivo que la tercera autoridad del Estado estuviera en manos de un nacionalista. Los empresarios catalanes recomendaron a Feijóo que Sánchez fuera a la investidura antes que él. “Deja que se queme mientras seguimos negociando la tuya y convencemos a Puigdemont de que te apoye” fue el mensaje que le transmitieron.

“No fui presidente porque no quise”, fue el mensaje convertido en meme después que continuamente persiguió a Feijóo y que tanta gracia le hizo a Sánchez en una de sus sesiones de control. En el fondo, Feijóo expresaba en la Corte una verdad incontestable. No fue presidente porque hizo todo lo contrario a lo que le habían aconsejado. El expresidente gallego se dejó llevar por la presión de Santiago Abascal, presidente de Vox, que acuciaba diariamente al líder del PP con la misma frase: “A qué estás esperando”.

Las condiciones y términos que articularon la negociación planteada por los empresarios catalanes a Puigdemont fueron expresadas en los mismos términos y condiciones que le fueron transmitidas a Pedro Sánchez. Empezaba con un indulto y terminaba con una consulta soberanista. En ese pacto que no llegó a ser, se barajó el nombre con el que tomar el control de RTVE. Nadie quería perder su porción del pastel. En ese pacto se planificó al detalle el asalto de la corporación pública, con Broncano en la mesa de negociaciones. Y alguien dijo: “la operación es mucho más grande”. ¿Lo sabía José María Aznar? Recuerden lo que dijo cuando Esteban González Pons resucitó a Junts: “Por ahí, no”. ¿Qué recibirían aquellos empresarios a cambio de sus buenos oficios durante la negociación fallida con Puigdemont? Sólo Feijóo y Puigdemont lo saben.

        INFOLIBRE DdA, XXI/6165

CUANDO LA PROTECCIÓN A LA MUJER ERA UNA GESTAPO CONTRA LAS MUJERES



Lazarillo

Bien haría Irene Montero, que sabe bien de este tema y es eurodiputada de Podemos en Bruselas, en llevar hasta aquella tribuna en la que desempeña su trabajo la voz de quienes exponen en el podcast de Alicia Población Brel una de las más flagrantes y olvidadas deudas de la democracia española con la memoria histórica, dado que sus víctimas no figuran hasta la fecha como víctimas del franquismo. El Patronato de Protección a la Mujer de la dictadura se prolongó, además, hasta 1985, después de partir originalmente del creado en 1902 (como Real Patronato contra la Trata de Blancas), si bien el que se reorganizó en 1941 nada tenía que ver con aquel. El patronato franquista, presidido por la esposa del dictador, con Pilar Primo de Rivera como secretaria, era una red de reformatorios extendida por todo el país como una especie de Gestapo a la española contra las mujeres, victimas de la persecución a la que sometían a aquellas menores de edad que transgredían la moral y las normas del nacional-catolicismo. Después de ser detenidas por las vigilantes de aquella moral represiva, las jóvenes pasaban a unos centros de observación (COC) en las que se les sometía a un análisis ginecológico, pasando las que eran vírgenes ("completas") a reformatorios menos rigurosos que las que no eran ("incompletas"). Los testimonios de las mujeres recluidas en aquellos centros evidencian lo lamentable que resulta hoy en día que no se les hayan tenido en cuenta como víctimas de la dictadura. Algunas hablan de la violación sufrida por su propio padre y la denuncia planteada que acabó con la víctima en el "patronato protector". Alicia Población dialoga con Consuelo García del Cid, investigadora y con algunas de las mujeres que sufrieron aquella maquinaria represiva disfrazada bajo el nombre de colegios, asilos y centros de formación. Que lo sepan en Bruselas, por favor.

DdA, XXI/6165

EL ALCALDE CANTELI EMPLAZA A BARBÓN A DEFENDER OVIEDO DEL LOBO

 


Manuel Maurín

Tras el cerco republicano de la Guerra Civil, que rompió Aranda, y el que se impuso tras la transición, hábilmente puenteado por Gabino de Lorenzo (con el apoyo de la quinta columna villista), Canteli se erige en el nuevo defensor de la sacrosanta ciudad, dispuesto a plantar batalla a los nuevos invasores que la asedian y amenazan, llegados ahora de la mano de la nueva internacional de la fauna salvaje, tan perniciosa o más que las anteriormente aniquiladas.

Los osos y los lobos ya cercan la ciudad, en la que los jabalíes se adentran sin temor hasta las puertas de los colegios. Y desde el aire, bandadas de gaviotas y estorninos ahuyentan a propios, extraños y mascotas con sus graznidos y defecaciones.

Cualquier día, cuando hayan terminado con el alimento disponible en el cinturón verde que tanto se anunció y nunca existió, llegarán hasta los propios espacios catedralicios y quién sabe lo que harán con las óseas reliquias de los mártires que allí se custodian.

La estrategia de defensa tendrá que ser la de siempre: eliminación del enemigo sin piedad y celebración de su desarme con una nueva efeméride gastronómica para festejar el evento y fortalecer el tejido hostelero que tanto bien hace a la ciudad y su medio rural.

DdA, XXI/6165 

NUEVA YORK Y LA INVASIÓN DE GAZA COMO FARO MORAL PARA LA IZQUIERDA GLOBAL

De obligada y reflexiva lectura nos parece este artículo de Mushtaha publicado en CTXT, en el que analiza la victoria de Zohran Mamdani como próximo alcalde de Nueva York, victoria que puede comportar un faro moral para la izquierda global después de la invasión sionista de Gaza. Los movimientos que se habían fragmentado en torno a la identidad, el trabajo y el clima encontraron la unidad en un vocabulario antiimperialista que vinculaba el militarismo en el extranjero con la desigualdad en el país. El ascenso de Mamdani demuestra cómo esa síntesis puede pasar de las calles al poder. Su campaña tradujo la ética de la resistencia –justicia en materia de vivienda, antimilitarismo, antirracismo– en gobernanza municipal. Para la izquierda internacional, esto marca un punto de inflexión: la prueba de que un político puede condenar la violencia del Estado israelí, apoyar los boicots y seguir ganando en una metrópolis compleja y multiétnica.



Mahmoud Mushtaha

En War, Bob Woodward cita una entrevista de 1989 con Donald Trump, en la que este afirma: “Cualquiera que diga dónde va a estar dentro de diez años es un idiota. El mundo cambia... Así que realmente hay que adaptarse a los cambios, y es malo predecir con demasiada antelación dónde vas a estar”.

Las palabras de Trump, que estaba en el apogeo de su carrera como magnate inmobiliario, pretendían ser un consejo para hacer negocios, una lección para adaptarse a un mercado volátil. Sin embargo, décadas más tarde, sirven como comentario involuntario sobre una de las transformaciones políticas más impredecibles de la vida moderna estadounidense. La ciudad que en su día definió la narrativa de la “guerra contra el terrorismo” tras el 11-S ha elegido ahora a un alcalde socialista musulmán que acusa abiertamente a Israel de genocidio y defiende la liberación de Palestina.

Si el comentario de Trump capturó la esencia de la incertidumbre, la victoria de Zohran Mamdani en 2025 en la ciudad de Nueva York la encarna. Pocos podrían haber imaginado que la misma metrópolis –sede de Wall Street, de  la élite mediática mundial y una de las mayores poblaciones judías fuera de Israel, considerada durante mucho tiempo el bastión más fortificado del lobby sionista– elegiría algún día a un líder que desafía sus tabúes políticos más arraigados.

La sombra del 11 de septiembre de 2001 definió a toda una generación de la política estadounidense. En ningún lugar más que en Nueva York el miedo, la securitización y la sospecha hacia la identidad musulmana se convirtieron en rasgos estructurales de la vida pública. Bajo el mandato del alcalde Michael Bloomberg, la “Unidad Demográfica de la Policía de Nueva York vigilaba mezquitas, asociaciones de estudiantes y barrios enteros. Ser musulmán en Nueva York era ser visto, si no como una amenaza, al menos como un objeto de escrutinio estatal. Dos décadas después, esa misma ciudad ha elegido a un alcalde musulmán que habla el lenguaje de la descolonización, condena el apartheid israelí, apoya a los inmigrantes y enmarca su administración en torno a la justicia, la empatía y la solidaridad. La transformación no es meramente electoral, sino simbólica, ya que marca un cambio radical en dos décadas de política securitaria.

La victoria de Mamdani representa lo que podría llamarse un ajuste de cuentas posterior al 11-S: el lento desmoronamiento de un consenso político que equiparaba la identidad musulmana con el peligro y la defensa de Palestina con el extremismo. Es una señal de que la geografía moral de Estados Unidos está cambiando y de que el capital político de la islamofobia, antes prácticamente ilimitado, ha disminuido drásticamente.

La metáfora de Trump de “aguantar los golpes”, tomada del boxeo, captura acertadamente lo que le sucedió al antiguo establishment político de Nueva York. Durante décadas, el apoyo a Israel fue tan fundamental para la política de la ciudad como el dinero de los inmuebles o los sindicatos policiales. Figuras como Ed Koch, Andrew Cuomo y Eric Adams se posicionaron como firmes defensores de Israel, integrando la solidaridad sionista en el tejido de la identidad cívica.

La campaña de Mamdani no solo ha roto ese patrón, sino que lo ha invertido. Con una plataforma democrática-socialista que vinculaba la injusticia exterior con la interior, rechazó las donaciones de los comités de acción política proisraelíes, cuestionó la asociación entre Cornell y Technion (citando el papel de Technion en la industria armamentística israelí) y prometió auditorías de derechos humanos para los contratos municipales.

Lejos de descalificarlo, estas posiciones le ayudaron a ganar. Su coalición –neoyorquinos de clase trabajadora, comunidades musulmanas y árabes, judíos progresistas y jóvenes organizadores de izquierda– convirtió a Palestina en un eje moral de la política urbana. Su campaña convirtió Gaza no en un conflicto lejano, sino en un espejo de la desigualdad sistémica. Ese fue el momento en que se derrumbó el antiguo “consenso proisraelí”. La lógica que antes regía la política de Nueva York –que criticar a Israel era un suicidio político– ya no se aplicaba. El electorado había cambiado, y la postura sin complejos de Mamdani puso de manifiesto lo obsoleta que se había vuelto esa ortodoxia.

El cambio moral que sustenta el ascenso de Mamdani es tanto generacional como ideológico. Las encuestas de IMEU revelan que los estadounidenses menores de 35 años simpatizan ahora más con los palestinos que con Israel, lo que supone un cambio radical con respecto a décadas de opinión pública. Las razones son estructurales: omnipresencia de las redes sociales, visualización del sufrimiento de Gaza en tiempo real y agotamiento moral ante guerras interminables. Para los votantes más jóvenes, especialmente los universitarios, Palestina se ha convertido en una prueba de autenticidad, una línea moral que divide a los políticamente valientes de los cómplices. La victoria de Mamdani refleja esa nueva realidad: no ganó a pesar de su postura sobre Gaza, sino gracias a ella.

Para los partidarios de Israel en Estados Unidos, esta fractura generacional es motivo de alarma. Think tanks como el Instituto Israelí de Estudios de Seguridad Nacional (INSS) han advertido que la erosión del apoyo entre los jóvenes estadounidenses supone una amenaza estratégica a largo plazo. El peligro, señalan, no está en perder unas elecciones, sino en perder la legitimidad moral, la base sobre la que se sustenta la influencia diplomática para mantener la impunidad de Israel. La victoria de Mamdani pone de manifiesto precisamente ese riesgo.

La reacción de la población judía de Nueva York ilustra lo profundamente que está cambiando la cultura política de la ciudad. La opinión judía ya no es monolítica. Algunos vieron la victoria de Mamdani como una traición, un respaldo a una retórica que equiparan con el antisemitismo. Otros, en particular los judíos más jóvenes y progresistas, interpretaron su éxito como parte de un ajuste de cuentas necesario: una oportunidad para separar la identidad judía de la ideología estatal.

Su campaña forzó un debate largamente pospuesto sobre si la oposición al sionismo constituye hostilidad hacia los judíos o si, por el contrario, podría representar una defensa de la ética judía frente a la violencia sionista llevada a cabo en su nombre. Este debate no se limita a Nueva York, sino que resuena en Londres, Berlín, Toronto y Sídney, mientras las comunidades judías de todo el mundo luchan por conciliar la solidaridad, la seguridad y la disidencia. El hecho de que este debate se desarrollara en el corazón de lo que antes se llamaba la “segunda ciudad sionista” marca una ruptura histórica. Sugiere que el consenso sionista ya no define la vida pública judía en la metrópolis más influyente de Estados Unidos.

El consenso sionista ya no define la vida pública judía en la metrópolis más influyente de EEUU

Aún se están midiendo las repercusiones de la elección de Mamdani, pero la dirección del movimiento es clara. Su promesa pública de arrestar a Benjamin Netanyahu si el líder israelí pone un pie en Nueva York –una declaración que antes era impensable en la política estadounidense– cristaliza una revuelta moral generacional. Lo que antes se descartaba como activismo performativo se ha convertido en una expresión creíble de la ética pública: que el poder, incluso cuando se alía con Estados Unidos, debe rendir cuentas ante la ley. Esto es lo que realmente alarma a los defensores de Israel. No es el riesgo literal de que Netanyahu sea detenido en el aeropuerto JFK, sino la pérdida de la inmunidad cultural, la menguante suposición de que los líderes, donantes y grupos de presión israelíes siempre serán recibidos como dignatarios intocables. El Nueva York de Mamdani ha perforado ese aura. El lobby sionista, durante mucho tiempo guardián del discurso aceptable en la ciudad, ya no tiene poder de veto sobre el futuro político. Su influencia no ha desaparecido, pero sí su autoridad moral.

Ese cambio afecta al núcleo de lo que ha sostenido la impunidad de Israel durante décadas. Durante años, las capitales occidentales proporcionaron una cobertura política, militar y cultural incondicional, protegiendo a Israel de la rendición de cuentas en nombre de los valores democráticos compartidos. Al tratar las críticas como un tabú, transformaron la impunidad en política. La victoria de Mamdani desafía esa estructura desde el corazón del sistema occidental. Su postura sugiere que la justicia para Palestina ya no es una posición marginal o “radical”, sino una corriente moral emergente.

Palestina, que antes era un tema tabú en la vida electoral, se ha convertido en un espejo a través del cual los ciudadanos miden la integridad de sus gobiernos. Al basar la cuestión en la gobernanza municipal –presupuestos, asociaciones y policía–, Mamdani ha demostrado que la solidaridad con Palestina puede ser no solo simbólica, sino también estructural. En efecto, Nueva York ya no es el mismo refugio para los sionistas y esto supone una sonora bofetada al lobby sionista. Las implicaciones se extenderán a Londres, París y Toronto, ciudades donde los electores más jóvenes y multiétnicos exigen que la coherencia moral sustituya al excepcionalismo como medida de la democracia. Ya se observan cambios similares en Europa: en Madrid, la etapa final de la Vuelta a España 2025 tuvo que suspenderse después de que manifestantes propalestinos bloquearan la ruta, en respuesta a la participación de un equipo israelí, lo que indica un rechazo cívico más amplio a normalizar la ocupación o separar el deporte de la responsabilidad moral.

Aún no se sabe si esta evolución podrá sobrevivir a las crisis económicas, las crisis de seguridad o la oposición de Washington. Pero hay un hecho que ya es seguro: un joven alcalde socialista y musulmán ha convertido a Palestina en parte del vocabulario del poder. Al hacerlo, Zohran Mamdani no solo ha ganado unas elecciones, sino que ha redefinido las coordenadas morales a través de las cuales Occidente se entiende a sí mismo.

La victoria de Mamdani refuerza una tendencia que ha ido remodelando silenciosamente la gobernanza mundial: las grandes ciudades se están convirtiendo en actores morales por derecho propio. Cuando los gobiernos nacionales se ven limitados por alianzas militares o redes de presión, los alcaldes y los ayuntamientos pueden actuar como pioneros en la adopción de políticas éticas. El resultado es un mosaico de iniciativas locales –normas de contratación pública, asociaciones culturales, reconocimientos simbólicos– que, en conjunto, influyen en la distribución de la legitimidad en los asuntos internacionales.

El cambio de Nueva York tiene un peso especial debido a su centralidad económica y cultural. La ciudad acoge a las Naciones Unidas, a las principales instituciones financieras y a los medios de comunicación más influyentes del mundo. Un alcalde que cuestiona la política israelí no cambia los paquetes de ayuda de Washington, pero ayuda a redefinir los límites del discurso aceptable. Cuando los inversores, los artistas y las universidades siguen el ejemplo del clima moral de la ciudad, el panorama diplomático comienza a cambiar indirectamente.

Esto recuerda a la forma en que las ciudades europeas y latinoamericanas influyeron en la opinión mundial sobre el apartheid en Sudáfrica hace décadas. Entonces, como ahora, las palancas formales de la política exterior permanecieron en manos nacionales, pero la narrativa del poder blando cambió gracias a la presión local. La Nueva York de Mamdani recrea esa dinámica en la era digital.

Si la crisis financiera posterior a 2008 revitalizó la política basada en las clases, la invasión sionista de Gaza 2023-2025 ha dado a la izquierda global un faro moral. Los movimientos que se habían fragmentado en torno a la identidad, el trabajo y el clima encontraron la unidad en un vocabulario antiimperialista que vinculaba el militarismo en el extranjero con la desigualdad en el país. El ascenso de Mamdani demuestra cómo esa síntesis puede pasar de las calles al poder. Su campaña tradujo la ética de la resistencia –justicia en materia de vivienda, antimilitarismo, antirracismo– en gobernanza municipal. Para la izquierda internacional, esto marca un punto de inflexión: la prueba de que un político puede condenar la violencia del Estado israelí, apoyar los boicots y seguir ganando en una metrópolis compleja y multiétnica.

Esa prueba de concepto animará a los progresistas de otros lugares a hablar más abiertamente sobre Palestina sin temor a la aniquilación electoral. Y el tono pragmático de Mamdani –claridad moral unida al diálogo– ofrece un modelo de cómo los líderes de izquierda pueden navegar por sociedades pluralistas. Su insistencia en describir Gaza como un genocidio, al tiempo que desalienta la retórica incendiaria, señala una nueva gramática política para la izquierda: una basada en el coraje, pero disciplinada por la inclusión.

Cuando Donald Trump le dijo a Bob Woodward en 1989 que “el mundo cambia” y que solo un “imbécil” predice el futuro, hablaba como un hombre de negocios que advertía contra el exceso de confianza. Sin embargo, sus palabras ahora resuenan como una profecía involuntaria. El mundo cambia, y no siempre en la dirección que esperan sus arquitectos. La misma ciudad que en su día reflejó el triunfo del capitalismo global y el temor al radicalismo islámico se ha convertido, gracias a Zohran Mamdani, en un símbolo del cambio moral. El nuevo alcalde de Nueva York encarna el futuro político que Trump nunca habría podido imaginar: un mundo en el que los hijos de aquellos que fueron demonizados tras el 11-S lideran ahora la lucha por redefinir la democracia, la justicia y la responsabilidad.

CTXT  DdA, XXI/6165

LAS DECEPCIONES DE LA TRANSICIÓN Y EL PERIODISMO JUNTOS

 


Félix Población

Lo escribí en más de una ocasión. Si algo echo de menos del periodismo en el que me crie son los quioscos, a los que me arrimaba de chaval los domingos para ver las portadas. En la plaza de Cibeles de Madrid había el quiosco más espectacular de los que yo recuerde. Allí se podía encontrar la mayor parte de la prensa española de provincias y lo mejor de la prensa extranjera. Con la prensa digital ya apenas encontramos quioscos en las calles y plazas de las ciudades. Por eso la viñeta de Malagón es más simbólica que reflejo de la realidad actual. Pero sí coincido con el autor en que hay muchísimos medios y muy poco periodismo. A veces, por rejuvenecer vivencias perdidas en el tiempo y las circunstancias, me acerco a uno de los quioscos sobrevivientes y compro el único periódico que me defrauda en menor medida. Cuando toco el ejemplar, siento aún algo de aquella expectante sensación que suponía comprar un ejemplar de esa misma cabecera para informarse con ganas cuando vivíamos con ganas de un país con expectativas de cambio, pero también sé que en cuanto abra las páginas de ese periódico reconoceré mi disentimiento o disconformidad con algún contenido editorial o informativo. Entonces, cuando ese diario parecía lo que mejor sintonizaba con el porvenir de tantos anhelos ciudadanos, se estaba gestando un nuevo régimen político de libertades que en su transcurso, sin embargo, me fueron dejando una sucesiva reducción o frustración de expectativas hasta hacer que me preguntara, a posteriori, si alguna vez las hubo en lo vivido y en la profesión que elegí siendo un adolescente. Quizá lo de ahora, con tantos medios y tan poco periodismo, proceda también de entonces, como la mayoría de las rémoras que seguimos soportando provienen posiblemente de no haberlas resuelto cuando se estaba edificando lo que tenemos. A la postre, la sensación que tengo es que la transición -con minúscula de apaño- fue tan decepcionante como mi profesión. Y así es como lucen el vigente régimen del 78 y el periodismo de nuestros días. Corrupción de corrupciones, casi todo corrupción, día tras día, año tras año, en la política y el periodismo, un periodismo que apenas sobrevive, como los quioscos, en un mar de patrañas.

DdA, XXI/6165

EL GUION DE ESTE "SÁLVAME JUDICIAL" ABOCHORNARÍA A RAFAEL AZCONA

El guion de este Sálvame judicial -escribe Paco Cano en CTXT- abochornaría incluso a Rafael Azcona. Filtraciones nocturnas, mentiras coladas a través de medios especializados en bulos –no olvidemos el 11-M y quién lo propagó– y una fiscalía que reclama garantías a la vez que la hunden en la sospecha. Aun así, el juicio continúa. No contra el que mintió, ni contra el que defraudó, sino contra el que cumplió con su trabajo. La pregunta ya no es si García Ortiz saldrá absuelto. La verdadera pregunta es si quedará algo de democracia cuando acabe la función. Porque si la mentira, el fraude y la corrupción salen impunes mientras la decencia y la verdad se sientan en el banquillo, en el siguiente capítulo la democracia tendrá que buscar abogado de oficio. Atentos al desenlace.


Paco Cano

La justicia también tiene su lado chistoso, aunque a veces el precio de la risa sea muy elevado. España ha convertido ese talento en un género propio, a medio camino entre el esperpento y la tragicomedia. Lo que en cualquier país demócrata sería un escándalo institucional –un fiscal general sentado en el banquillo– aquí se transforma en un culebrón digno del Sálvame más cutre, pero con graves consecuencias para la democracia. La farsa tiene un protagonista a su pesar y dos antagonistas; un novio de ópera bufa y un asesor más tramposo que un casino. El argumento es sencillo y ofensivo a la vez. Va con spoiler.

Entra el primer actor. Álvaro García Ortiz, fiscal general del Estado. Lo acusan de filtrar un correo del abogado de Alberto González Amador –novio de presidenta autonómica y con más facturas creativas que remordimientos– en el que se reconocían delitos fiscales. Pero resulta que, cuando el fiscal recibió ese correo, ya había pasado por más manos que “la falsa monea”. Lo confirmaron tres periodistas ante el Tribunal Supremo. El material estaba circulando por las redacciones seis días antes de que llegara a la Fiscalía General.

A González Amador, primer antagonista a pesar de ser el centro del embrollo, no se le juzga, sino que aparece en la trama como víctima colateral de una supuesta conspiración iniciada por el fiscal. Lo suyo, según la versión oficial de la Puerta del Sol, no fue fraude, sino un “error administrativo con exceso de confianza”. En este país, si defraudas pero tienes enamorada a la presidenta autonómica adecuada, puedes convertirte en mártir de la libertad.

El tercer personaje es Miguel Ángel Rodríguez, alias MAR, asesor todopoderoso de la novia en cuestión y urdidor en la sombra de esta pantomima. Fue él quien difundió el bulo de que la Fiscalía había filtrado el correo. Lo reconoció ante el juez con la misma naturalidad con la que uno confiesa haberse comido todo el chocolate. “Era un mensaje sin apoyo en ninguna fuente... soy periodista, no notario”, dijo. Como si el periodismo fuera una licencia para inventar y no un compromiso con la verdad. 

El guion de este Sálvame judicial abochornaría incluso a Rafael Azcona. Filtraciones nocturnas, mentiras coladas a través de medios especializados en bulos –no olvidemos el 11-M y quién lo propagó– y una fiscalía que reclama garantías a la vez que la hunden en la sospecha. Aun así, el juicio continúa. No contra el que mintió, ni contra el que defraudó, sino contra el que cumplió con su trabajo. 

Una escena lo resume todo a la perfección. En su declaración, uno de los periodistas, con esa mezcla de ética y agotamiento que sólo conserva quien aún cree que el periodismo puede servir para algo, dice: “Tengo un dilema moral. Se está juzgando a una persona que yo sé que es inocente porque conozco la fuente, pero no la puedo revelar por el secreto profesional”. El presidente del tribunal, con sonrisa de Pierre Nodoyuna, responde: “Una cosa es que no lo diga y otra que nos amenace”. 

¿Por qué una reflexión ética se interpreta como una amenaza? En ese intercambio mínimo se condensa todo el disparate judicial. Un periodista defendiendo la verdad, un tribunal desconfiando de la decencia, y un país mirando la escena sin saber si comer palomitas o apagar la tele. Porque todo el mundo en este país sabe lo esencial, que el fiscal es inocente, que el asesor mintió y que el novio defraudó. Pero, como en todo mal bodevil, si el guion no encaja con los hechos, peor para los hechos.

No hay que ser muy malpensado para ver en este caso algo más que un error de instrucción. Esto es un aviso a navegantes, en el que la justicia se coloca al servicio de una narrativa política poniendo en riesgo el pacto social. Cuando el fiscal general se convierte en acusado para opacar un engaño a la hacienda pública, cuando los bulos se propagan desde despachos de poder y cuando los defraudadores se disfrazan de víctimas, la democracia deja de valernos como sistema y se transforma en una burda trama de reality.

Lo peligroso de este caso no es la mentira puntual, sino la pedagogía del cinismo que deja a su paso. Este juicio enseña que la verdad no importa, que la justicia no protege y que con los contactos adecuados en el infierno puedes hacer y decir lo que quieras. En un país ya fatigado de bulos, corrupciones y políticos que confunden el Congreso con un plató, eso es dinamita institucional. España se ha convertido en un lugar donde mentir no es delito, los tribunales redactan guiones de campaña y los editoriales de la prensa domesticada se citan como pruebas. Mientras tanto, la ciudadanía se retira poco a poco; apaga la tele, desconfía del voto y renuncia a creer que las instituciones sirvan para algo. Esa es la gran victoria de MAR & Cía, no ya destruir el sistema, sino vaciarlo de sentido ciudadano.

La pregunta ya no es si García Ortiz saldrá absuelto. La verdadera pregunta es si quedará algo de democracia cuando acabe la función. Porque si la mentira, el fraude y la corrupción salen impunes mientras la decencia y la verdad se sientan en el banquillo, en el siguiente capítulo la democracia tendrá que buscar abogado de oficio.

CTXT  DdA, XXI/6165

martes, 11 de noviembre de 2025

SU JEFE CONSIDERA QUE LA DENUNCIA POR ABUSOS DE SU OBISPO ZORNOZA ES VEROSÍMIL

Rafael Zornoza


Jesús Bastante/Religión Digital

El presidente de la Conferencia Episcopal, Luis Argüello, ha considerado "verosímil" la denuncia de abusos contra el obispo de Cádiz y Ceuta, Rafael Zornoza, desveladas hoy por El País, y que han suscitado la apertura de una investigación por parte del Tribunal de la Rota. En declaraciones a los medios antes de pronunciar una conferencia en el Instituto Superior de Teología de Canarias, Argüello muestra su "dolor" ante "un acontecimiento así".

"El hecho de que la Santa Sede haya iniciado la investigación es que concede una verosimilitud a la acusación”, insistió el presidente del Episcopado. Es la primera vez que un obispo español, y además en activo, es objeto de una investigación vaticana por abusos a menores.

En este sentido, Argüello valoró que "la Iglesia abre un procedimiento porque quiere conocer la verdad y quiere así acercarse al dolor de uno y de otro, al dolor de una posible víctima y al dolor de una posible persona, en este caso un obispo, al que pudiera habérsele acusado falsamente”.

Justicia y presunción de inocencia

Y es que, pese a asumir la "verosimilitud" de la denuncia, el presidente de los obispos incidió en la necesidad de no condenar a Zornoza antes de que se sustancie la investigación. "Hay que contar con la presunción de inocencia, que es una base de nuestro propio sistema jurídico, civil y social”, recalcó Argüello, quien reivindicó "la normativa que tiene la Iglesia y que los pasos que se han dado en los últimos años, tanto en la Santa Sede como la Iglesia española", que permiten que "un caso de unos hechos que han sucedido hace en torno a 25 a 30 años y que en la jurisdicción civil están prescritos”.

Aunque Argüello matizó que "no nos corresponde a nosotros" decidir sobre el futuro del obispo, sí reflexionó sobre el hecho de que, estando enfermo (la nota de la diócesis habla de un 'cáncer agresivo'), y habiendo rebasado ampliamente la edad de jubilación (cumplió 76 años en julio), pueda abandonar definitivamente sus funciones. "Yo me imagino que un obispo que hace ya 14 o 16 meses, me parece, que ha presentado su renuncia, que ha surgido este asunto y que además está enfermo… Las posibilidades de que pudiera ser aceptada su renuncia, pues seguramente sean altas. Pero no depende de mí ni de la Conferencia", finalizó.

SETENTA EJECUCIONES DE TRUMP EN EL CARIBE Y EL PACÍFICO: ¿NO SON YA ASESINATOS?

Los serían, sin ninguna duda, si otro fuera el país que las realizase. Costó mucho decir que la matanza de menores en Gaza eran y son asesinatos.

EDITORIAL

El Alto Comisionado de los Derechos Humanos de la ONU, Volker Turk, instó a Estados Unidos a investigar la legalidad de sus ataques contra presuntos barcos de narcotraficantes en el Caribe y el Pacífico y advirtió que hay “fuertes indicios” de que constituyen “ejecuciones extrajudiciales”. De acuerdo con el funcionario, las acciones para detener buques supuestamente implicados en el crimen organizado califican como operaciones para la aplicación de la ley, en las cuales el uso de la fuerza letal debe ser extremadamente limitado y presentarse como último recurso ante un ataque inmediato. Dado que las lanchas destruidas y sus tripulantes masacrados en ningún caso atacaban a las fuerzas estadunidenses, éstas habrían incurrido en violaciones al derecho internacional en materia de derechos humanos.

Turk expresa con un lenguaje cuidadoso y diplomático lo que el mundo ha contemplado en su crudeza por dos meses: el asesinato y desaparición forzada de decenas de personas a quienes no se les fincó cargo alguno por parte de un gobierno que transgrede las leyes dentro y fuera de sus fronteras. Debe recordarse que las operaciones ordenadas por el presidente Donald Trump son ilegales incluso en los términos de las normas de su país: aunque el magnate ha invocado un inexistente “conflicto armado” con los cárteles a los que clasificó (sin sustento) como terroristas, para entrar en guerra y tratar a ciudadanos extranjeros como enemigos, necesita una autorización del Congreso que no ha solicitado ni obtenido. Su conducta respecto al narcotráfico replica un modus operandi usado en otros temas como la migración o su guerra comercial contra el planeta: en ambos casos, declaró emergencias ficticias a fin de desviar recursos y aplicar por decreto medidas que requieren aprobación parlamentaria.

Trump es franco en cuanto a que sus actos y métodos tienen el propósito de recordar a aliados, rivales y enemigos el poderío y la letalidad estadunidenses, pero, en su fatua ignorancia, desconoce que el uso indiscriminado de la fuerza no es una señal de salud de los imperios, sino de su decadencia y descomposición. Un gobierno saludable no saca a rastras a maestras de prescolar de sus salones de clases para meterlas en jaulas y deportarlas a sus países de origen o a cualquier destino que se le ocurra: les ofrece empleos bien remunerados por educar y cuidar a las próximas generaciones. Un líder tecnológico no impone aranceles arbitrarios; triunfa en el comercio global gracias a la superioridad y al prestigio de sus productos. Quien se proclama faro de la democracia no aniquila ni deshumaniza a las personas que delinquen; en cambio, ofrece una prosperidad generalizada que quita incentivos económicos a la delincuencia.

De hecho, los funcionarios estadunidenses encargados del combate al narcotráfico saben bien que para frenar el trasiego de estupefacientes por vía marítima no se requieren barcos de asalto anfibio, bombarderos estratégicos, helicópteros artillados, ni un grupo de combate de portaviones: apenas la semana pasada la DEA cooperó con el Centro de Análisis y Operaciones Marítimas (MAOC), con sede en Lisboa, y la Agencia Nacional contra el Crimen de Reino Unido para interceptar un semisumergible que se dirigía a Europa con 1.7 toneladas de cocaína. Los cuatro tripulantes fueron arrestados, la droga incautada y la nave hundida, sin un muerto y sin disparar un tiro. En marzo pasado, una embarcación similar cargada con 6.5 toneladas de la misma sustancia fue detenida a mil 200 millas náuticas de Portugal, también de manera incruenta.

Lo anterior refuerza la percepción de que las tropas estadunidenses desplegadas en torno a ambas costas de Sudamérica no persiguen objetivos policíacos, sino geopolíticos; en primer lugar, el derrocamiento del presidente venezolano, Nicolás Maduro, por quien Washington ofrece una recompensa de 50 millones de dólares, como si se tratase de un capo del narcotráfico. En este contexto, es necesario tomar con seriedad las denuncias del Ejecutivo de Colombia, Gustavo Petro, quien acusa al trumpismo de fraguar un plan para encarcelarlo a instancias de un senador republicano de origen colombiano. Si bien de momento no parece haber planes concretos en ese sentido, ninguna atrocidad puede descartarse bajo el trumpismo.

LA JORNADA MX

LA VICTORIA DE MAMDANI COMO APRENDIZAJE PARA LA IZQUIERDA

Estamos ante uno de esos artículos que caracterizan lo mejor de la cosecha como analista en CTXT del firmante. Se echaba de menos a Tecé  comentando la victoria de Zhoran Mamdani, próximo alcalde socialista de Nueva York, epicentro del capitalismo mundial: Si esto no nos habla de un sistema económico haciendo aguas, que baje Adam Smith y lo vea, escribe Tecé. Mamdani es socialista, inmigrante, musulmán y todos los atributos que queramos colocarle, pero es, sobre todo, joven. Un joven que ha sabido representar a los jóvenes que constituyen las principales víctimas de un sistema enloquecido que les propone un futuro nulo. Un futuro en el que se vetan libertades básicas: techo, salud, trabajo digno, transporte asequible… Mamdani ha ganado las elecciones con un lema tan sencillo como contundente, “Un Nueva York que te puedas permitir”. Un lema que sirve para Madrid, Málaga, Barcelona y Sevilla, porque el horizonte que pone sobre la mesa el capitalismo es idéntico en la gran manzana y fuera de ella. La izquierda debe aprender que desde el centro no se vence al fascismo.



Gerardo Tecé

Descubrí al joven Zohran Mamdani hace casi un año como se descubre todo lo importante: por un reel de Instagram. Tras ver un par de vídeos de aquel tipo que se grababa de forma simpática por las calles de Nueva York postulándose como alcalde, me puse a leer sobre él. Todo lo que encontré tenía que ver con su tremenda frescura en el uso de las redes sociales o con sus vídeos virales en Tiktok, así que inmediatamente me borré de su campaña electoral. Suerte, que vaya bien, le dije desde casa a lo que pensaba que era el enésimo producto publicitario construido a base de likes, en este caso de izquierdas. Como tantas otras veces en la vida, me equivoqué. Lo descubrí unos meses más tarde, ya en verano, cuando el inmenso océano de reels dejó de nuevo ante mí una botella con mensaje de Mamdani, que decía lo siguiente: “Durante demasiado tiempo, la libertad ha pertenecido solo a quienes pueden comprarla”. Me pareció que, al fin, alguien con potencial político había ordenado correctamente las palabras necesarias para demoler el andamiaje de una época estúpida construida a base de prostituir la palabra libertad.

A la espera de que tome posesión el 1 de enero, Mamdani ya no es solo un tipo viral, sino el alcalde electo de Nueva York. Un alcalde que nos deja varios aprendizajes importantes a quienes tenemos la costumbre de equivocarnos. El primero lo podemos extraer de su discurso tras conocerse el resultado de unas votaciones en las que se impuso al candidato de quienes pueden comprarse la libertad que les apetezca. En ese discurso, Mamdani, que había convertido su condición de inmigrante en central durante su campaña, se dirigió a Trump, al que le debe media victoria por sus ataques. Tengo cuatro palabras para Trump, dijo, porque seguro que nos estará viendo: “Turn the volume up”, sube el volumen, porque Nueva York es una ciudad de inmigrantes, construida por inmigrantes, sacada adelante por inmigrantes y, desde hoy, liderada por un inmigrante. Lejos de quienes creen que los discursos fascistas se combaten discutiéndolos con argumentos que nunca escucharán o desmontando bulos que nunca se agotarán, la propuesta de Mamdani se construyó sobre una buena dosis de chulería consistente en ganarle al rival en su campo. No solo abrazó la inmigración que otros presentan como un problema, sino que la convirtió en el eje central de su campaña. ¿Queréis hablar de libertad? Hablemos de cómo algunos se compran esa libertad. ¿Queréis hablar de inmigración? Hablemos de quienes sacan este país adelante cada día. Esto es, a día de hoy, Zohran Mamdani. Por esto y no por su simpatía ni sus reels, su éxito es un acontecimiento importante en mitad de este tiempo mediocre de Mileis, Ayusos y Trumps.

Nueva York no es Estados Unidos, pero Nueva York sí es el epicentro del capitalismo mundial y sus habitantes han elegido como alcalde a un tipo que se presenta como socialista. Repito: Nueva York gobernada por un socialista. Si esto no nos habla de un sistema económico haciendo aguas, que baje Adam Smith y lo vea. Mamdani es socialista, inmigrante, musulmán y todos los atributos que queramos colocarle, pero es, sobre todo, joven. Un joven que ha sabido representar a los jóvenes que constituyen las principales víctimas de un sistema enloquecido que les propone un futuro nulo. Un futuro en el que se vetan libertades básicas: techo, salud, trabajo digno, transporte asequible… Mamdani ha ganado las elecciones con un lema tan sencillo como contundente, “Un Nueva York que te puedas permitir”. Un lema que sirve para Madrid, Málaga, Barcelona y Sevilla, porque el horizonte que pone sobre la mesa el capitalismo es idéntico en la gran manzana y fuera de ella.

La victoria de Mamdani es un aprendizaje, principalmente, para la izquierda que hasta Kamala Harris pensaba que al fascismo se le podía vencer desde el centro. Es falso como se ha demostrado una y otra vez, como falso es que al frío en los huesos se le combata con agua tibia en lugar de con una ducha caliente. Si esto se hubiera entendido en los Estados Unidos de 2016, cuando a los demócratas no se les ocurrió otra cosa que intentar frenar al antisistema Trump con el mismo sistema llamado Hillary Clinton, el mundo sería hoy un lugar menos patético. Mamdani le ha mostrado a las organizaciones progresistas del mundo que a la ultraderecha se le vence atacando sus supuestas fortalezas. Entre tanto político progresista asustado y evitando pronunciar libertad o inmigración, reconforta ver que el camino marcado por el próximo alcalde de Nueva York consiste en hacer bandera de la libertad y la inmigración sin miedo al qué dirán los poderosos. Poderosos que, a propósito, le hicieron la campaña a Mamdani: cada vez que Elon Musk tuiteaba llamándolo inmigrante, musulmán o socialista, Mamdani lo compartía como el que comparte una medalla. Cuando asuma el cargo, tocará observar sus errores. De momento, qué alegría observar sus aciertos.

CTXT  DdA, XXI/6164

EL TIEMPO EN QUE A LOS PERIODISTAS LOS ECHAN DEL TRABAJO POR PREGUNTAR

Un periodista italiano ha tenido la osadía de ejercer su oficio preguntando lo que cualquier ciudadano con sentido común preguntaría a una portavoz de la Comisión Europea en Bruselas. No obtuvo respuesta porque en esos momentos la tal señora no tenía comentarios al respecto. Sin embargo, la agencia italiana para la que colaboraba el periodista fue muy diligente rescindiendo inmediato al profesional su colaboración porque la pregunta era técnicamente errónea y fuera de lugar: Usted ha insistido en que Rusia debería hacerse cargo de la reconstrucción de Ucrania. ¿Cree que Israel debería pagar la reconstrucción de Gaza?. Si a una materia, la comunicación, que lleva camino de corroerse por la prodigalidad de las patrañas, se le añade la posibilidad de que los periodistas puedan ser expulsados de su trabajo por preguntar, que es uno de los fundamentos de su profesión, se estrechan tanto las posibilidades de libertad de expresión que quizá haya que reaccionar ante el riesgo de perderla. Algo deberían hacer a propósito del caso los periodistas de Italia:



Juan Tortosa/Las carga el diablo

- Usted ha insistido en que Rusia debería hacerse cargo de la reconstrucción de Ucrania. ¿Cree que Israel debería pagar la reconstrucción de Gaza?
Esa fue la pregunta. Una frase limpia, legítima, pertinente. Y sin embargo, le costó el trabajo. El periodista italiano Gabriele Nunziati se la hizo el pasado 13 de octubre en la sala de prensa de la Comisión Europea, en Bruselas, a la portavoz Paola Pinho.
- Es una pregunta interesante, contestó esta, pero no tenemos comentarios al respecto en estos momentos.
A los pocos días, la agencia italiana Nova, para la que trabajaba Nunziati, decidió rescindir su colaboración alegando que la pregunta había sido “técnicamente errónea” y “fuera de lugar”. La Comisión Europea se apresuró a desmarcarse del despido asegurando que no tuvo nada que ver, pero el caso es que a Nunziati lo pusieron en la calle.
El periodismo, no nos cansaremos de decirlo cuantas veces haga falta, no está para complacer al poder sino para molestarlo. Y entre los espacios naturales donde hay que ejercerlo se encuentran las salas de prensa en las que los representantes públicos tienen la obligación de contestar. Que una pregunta sobre la doble vara de medir en los conflictos internacionales acabe desembocando en un despido marca un precedente gravísimo.
El caso Nunziati es un alarmante síntoma de que la libertad de prensa en Europa se ha vuelto frágil, maleable, condicionada. El derecho a preguntar no puede depender de si se incomoda o no al poder, ¿o qué broma es esta? Nunziati era colaborador, no empleado fijo y el mensaje implícito que nos transmite la represalia de la que ha sido objeto resulta devastador: más vale que os lo penséis dos veces, queridas niñas y niñas periodistas, antes de tocar ciertos temas. Gran ruina.
La agencia Nova ha explicado que la pregunta era técnicamente incorrecta porque Israel fue víctima de un ataque mientras que Rusia invadió un país soberano. Soslayan que Nunziati no afirmó nada, sencillamente preguntó, invitó a pensar en voz alta. Un periodista libre ha de tener siempre la posibilidad de salirse del guion sin temer nada cuando lo hace. Preguntar nunca es “técnicamente erróneo”. Lo erróneo es callar, convertir las ruedas de prensa en asépticos rituales donde las consignas se repiten sin incomodidades, sin matices, sin disenso.
Europa se pavonea de tener la Carta de Derechos Fundamentales, de ser ejemplo de pluralismo informativo, de proteger la independencia de los medios. Pero los hechos demuestran otra cosa. La presión económica, la concentración mediática, la connivencia con intereses políticos y empresariales y la precariedad de las redacciones han convertido la libertad de prensa en una ficción regulada.
Cuando un periodista es castigado por preguntar lo que millones de ciudadanos piensan el daño no se limita a él, nos lo hacen a todos porque lo que está en juego no es solo un contrato laboral sino el derecho colectivo a recibir información sin filtros.
Resulta una indecencia intolerable que preguntar te pueda costar el puesto de trabajo. Este escándalo no puede quedar impune porque, de ser así, se trataría de una derrota colectiva. Ante atropellos como este hay que rebelarse, pelear, defender la dignidad del oficio sin concesiones. Si cedemos terreno y dejamos que las prácticas de intimidación avancen, nos costará mucho trabajo recuperar los metros, o kilómetros, que hayamos perdido. Si es que lo conseguimos.
Toda mi solidaridad, querido colega Nunziati, estoy seguro que no te van a faltar ofertas de trabajo.

DdA, XXI/6164