La noticia más esperada se acaba de producir para alumbrar un poco de esperanza sobre un planeta en el que predominaba la sombra de las guerras, nunca tanta desde la segunda Guerra Mundial, y la barbarie de un genocidio en la Franja de Gaza, que quizá ahora pueda tener su fin. Se impone una ruptura de relaciones con Israel por parte de los gobiernos de los 124 países que firmaron en su día el Estatuto de Roma, entre ellos el nuestro. La Unión Europea (UE) ha pedido que la decisión sea "respetada" y cumplida. Hay que recordar que todos los países de la UE, así como el Reino Unido, son firmantes del Estatuto de Roma y por tanto reconocen la jurisdicción de la Corte. Esta es la noticia: La Corte Penal Internacional ha emitido las órdenes de detención,solicitadas en mayo por el fiscal del tribunal, Karim Khan,contra el primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, y su antiguo ministro de Defensa, Yoav Gallant, por crímenes de guerra. Las órdenes de detención están clasificadas como “secretas”, sin embargo, el tribunal ha hecho pública parte de la información porque “al parecer, se están llevando a cabo conductas similares a las contempladas en la orden de detención”,sostiene la Corte Penal Internacional en un comunicado. “Además, la sala considera que redunda en interés de las víctimas y de sus familiares que se les ponga en conocimiento la existencia de las órdenes de detención”.
Carlos Mazón ha pasado de tener a un torero a nombrar a un militar de alta graduación para el mismo cometido. El diario El País nos advierte del peligro que comporta nombrar a generales que se presentan con un mensaje antipolítico, contraponiendo al técnico militar frente al político de partido, base ideológica de las dictaduras. ¿Se puede pensar, a la vista del auge global de la extrema derecha, que el Partido Popular está volviendo a sus orígenes desde que Vox le hace sombra? A propósito -comenta mi estimado Tecé-, aceptar el encargo de un político aferrado al cargo es, en sí, un asunto muy político. Pero de la política que sobra, añadiría este Lazarillo.
Gerardo Tecé
Carlos Mazón nombra como vicepresidente para la reconstrucción de Valencia a un militar. Una sorpresa relativa teniendo en cuenta que el cargo estaba ocupado hasta hace poco por un torero. Los perfiles técnicos siempre son de valorar. Tras la faena de dos orejas y rabo, toca reconstruir los destrozos y el teniente general Gan Pampols lanza un aviso a navegantes surcando el lodo acumulado en las calles de Valencia: “No admitiré directrices políticas para una labor que es puramente técnica”. Un discurso muy aplaudido entre quienes siguen creyendo en la existencia Papá Noel y en que las decisiones sobre asuntos públicos pueden no ser políticas si el tipo que las toma viste uniforme verde. Hagan como yo y no se metan en política, dijo Franco tras cuarenta años dirigiendo la política española. Vótenme a mí que no soy político dicen los Mileis, Trumps, Bolsonaros y Bukeles dispuestos a perpetuarse como puedan en el poder político. No politicen las tragedias, repiten los medios de comunicación tras ser subvencionados mediante decisiones políticas con dinero público manejado por políticos. Hay pocos actos más políticos, tras cerrar unidades de emergencia y demorar la llegada del ejército por incompetencia, que nombrar a un militar cuando el tiempo de la urgencia acabó y comienza el de la política.
Si miran el manual del buen militar comprobarán que una reconstrucción como la que dirigirá el teniente-general-vicepresidente debe hacerse con el objetivo final de evitar futuros desastres similares. Gan Pampols tendrá que enfrentarse, por tanto, al hecho de que existen licencias urbanísticas concedidas en cauces de ríos y que, más temprano que tarde, esto dará paso a una nueva catástrofe. Si decide no hacer nada al respecto, si decide legitimar el peligroso modelo urbanístico que amenaza a la población, el teniente general estará haciendo un cálculo político consistente en no provocar incomodidad entre los políticos que lo han nombrado mientras conceden licencias irresponsables a empresarios de la construcción. La peor de las políticas.
Si una buena reconstrucción pasa por la prevención, es político corregir los mecanismos de prevención que no funcionaron y que deberían impedir una nueva catástrofe y reconstrucción. Cómo y cuándo activar el pitido orwelliano que nunca llegó a los móviles de la población, qué protocolos habrá que implementar para que en los reservados de los restaurantes más caros de Valencia haya habilitados sistemas de comunicaciones eficaces. Todo eso es política. El vicepresidente militar tendrá que decidir sobre el alcance de las infraestructuras que hay que reparar y la cantidad de personal necesario para devolver la normalidad a las zonas afectadas. Lo cual nos habla de presupuestos y métodos. Decidir si es necesario aumentar el gasto público, si los teléfonos estarán operativos para conceder subcontratas a empresarios afines o si se firmarán convenios de colaboración con otras administraciones públicas vuelve a ser, cuádrese mi general, un asunto tan político como lo es el nombramiento de un militar para distraer la atención ante una gestión política desastrosa. A propósito, aceptar el encargo de un político aferrado al cargo es, en sí, un asunto muy político. Politiquísimo, diría yo.
Como ocurre a menudo, cuando mi colega Remedios Palomo rescata algún documento hemerográfico, hay que prestarle atención de inmediato, tanto al documento como a su comentario. Del titular de esta primera página del diario vespertino Informaciones, el más progre antes de la salida meses después del diario El País (marzo de 1976), hago una similar interpretación a la escrita concisamente por Remedios. Pasados casi cincuenta años, se le debería reconocer a quien tituló así la noticia del fallecimiento del dictador todo su acierto histórico. Probablemente fuera el director del rotativo, Jesús de la Serna (1926-2013), que cuatro años después pasaría a desempeñar el cargo de asesor de publicaciones del Grupo Prisa, antes de ser nombrado subdirector de El País en 1981. El acierto del titular radica en que, después del apoyo que por parte de una mayoría de la sociedad recibió el anciano general en vida, nadie lo tuvo tanto como su inviolable sucesor en la Jefatura del Estado, hasta que su último tránsito como depositario de la corona borbónica acabó con una bochornosa huida a Abu Dabi, capital de los Emiratos Árabes Unidos, después de incurrir en una serie de delitos fiscales. Queda por constatar documentalmente el papel que jugó el rey huido en el intento de golpe de Estado del 23F, a falta de desclasificar los papeles al respecto y una vez revelados los significativos audios grabados en grata compaña con su querida vedete Bárbara, y que -presumo-han obligado a Juan Carlos de Borbón a retrasar en Francia las memorias que alguien le escribió para su honra y prez. Lo que dice mi estimada Remedios a propósito del titular del periódico de la calle de San Roque, cuyo suplemento de las Artes y las Letras en papel amarillo solía leer todos los viernes, es lo que sigue: La mentira fundacional de la democracia. Y no lo digo sólo por el espectáculo de la monarquía y sus fans, sean quienes sean y vengan de donde vengan, en Valencia.(Mentira o bulo, como más os guste). El de Juan Carlos I fue un reinado que acabó como acabó, siguiendo anteriores ejemplos de la dinastía. El de Felipe VI es por ahora una incógnita. Lo que sí sabemos es que, como su progenitor, también es apoyado y respetado, además de inviolable, lo cual no es ninguna garantía de demócrata ni de que a la vejez tome igualmente y por la misma causael camino de su padre.
Al margen de su actividad como feminista y experta en violencia de género, habiendo sido directora del gabinete de la primera ministra de Igualdad Bibiana Aido y directora general de Igualdad en el gobierno de Asturias, Nuria Varela Menéndez (Turón, Mieres, 1967), tiene tras de si una larga trayectoria como periodista desplazada a numeroso conflictos, en los que se ha interesado por analizar algunos con una perspectiva de género. En la entrevista que Alicia Población le hace para su podcast Recordis, tal como es habitual, se habla de feminismo e igualdad, por lo que el capítulo periodístico queda para otra ocasión. Entre los libros de Varela destacan Íbamos a ser reinas y Feminismo para principiantes y Cansadas. ¿Por qué las mujeres abandonan la política? ¿La abandonan ellas o son expulsadas por el propio sistema? De esto y mucho más trata el nuevo libro de Nuria Varela, El síndrome Borgen, sobre el que hablan las citadas en esta interesante charla de treinta minutos. Llama la atención, al respecto, el número de mujeres líderes que han dejado sus cargos políticos en los últimos años. Es tal que merece ser estudiado como un fenómeno nuevo, que la autora ha bautizado como "síndrome Borgen". El nombre hace alusión a la serie de televisión danesa que mostró la cara B del empoderamiento, concepto tras el cual se esconden más trampas que soluciones. Desde la reivindicación organizada del derecho al voto, para las mujeres fueron necesarios más de cien años hasta que en 1980 Vigdís Finnbogadóttir se convirtiera en la primera mujer jefa del gobierno en Islandia. Más de cuarenta años después, apenas hay una veintena de mujeres líderes en el mundo, pero, además, si el 1 de enero de 2023 había treinta y seis mujeres jefas de Estado o Gobierno, en septiembre de ese mismo año solo quedaban veintiocho.
Manuel VÁZQUEZ MONTALBÁN: Tatuaje en la espalda del cadáver del joven marinero rubio y semidesnudo hallado, con el rostro desfigurado por los peces y en estado de descomposición, en una playa de Barcelona, en el arranque de la novela Tatuaje (1974).
Mucha gente, la mayoría de los habitantes de este planeta, malviven cada día pensando cómo llegar a mañana... No, no "al mañana" sino simplemente a mañana. O sea, qué podrán comer para sobrevivir a duras penas, dónde podrán dormir sin riesgo para su integridad física... Cómo buscarse, en fin, la vida para para poder sobrevivir (vivir es otra cosa) un día más. Esos miles de millones de personas no necesitan la amenaza del infierno, porque ya lo viven en este maldito mundo de insoportables desigualdades. Así que no es extraño que, de vez en cuando, alguien de entre ellas (o de entre las más favorecidas y biempensantes) sienta que ha nacido para "revolucionar el infierno". O sea, para cambiar el mundo y la historia humana. Por desgracia, nadie aisladamente revoluciona nada y sólo en la unión de los más hay alguna esperanza de alcanzar un cambio para el que, desde luego, no cabe pedir permiso. Porque quienes se sienten superhéroes capaces de cambiarlo todo, suelen acabar como el marinero “alto y rubio como la cerveza” de la primera novela propiamente detectivesca de Pepe Carvalho: muerto en algún triste espacio desierto con el rostro desfigurado por alguna alimaña y el cuerpo en descomposición.
Que no dimita el presidente Mazón pese a 216 fallecidos por la DANA (en Cuba, un país pobre, con huracanes no muere nadie), igual que no lo hizo Isabel Díaz Ayuso con 7291 ancianos sin seguro privado abandonados a su mala suerte en las residencias durante el COVID; que la política española vuelva a ser un "y tú más" entre el bipartidismo, en ambos casos tocados por casos de corrupción; que un ministro del ala militante dura del PSOE como Óscar Puente sea mencionado como el sustituto de PedroSánchez sólo por una eficaz gestión de la red X; que un delirado como Milei pueda ser presidente de un país culto como Argentina, que le ve hacer el ridículo cada día mientras condena al hambre, la enfermedad y la marginación a una parte importante del país; que Donald Trump elija a un antivacunas descerebrado enemigo de la ciencia, Robert Kennedy, como Secretario de Sanidad, o que le encargue la reforma del Estado al multimillonario que se compró Twitter para hacer política; que le de igual al mundo el genocidio en Gaza o la falta de respuesta al calentamiento global; o que las redes sociales construyan una esfera pública a golpe de talonario con bulos y odio (hay una huida de X a Bluesky, como si esa red estuviera libre de trolls, lo que no es cierto) son alguna señales, entre miles, de que las democracias de corte occidental están agonizando vaciadas y mutadas en oligarquías de partido. Con el agravante, como hemos visto en EEUU, de que empresarios millonarios o gente famosa pueden comprarse los partidos, como ha hecho Trump con el Partido Republicano o hizo Beppe Grillo con 5 Estrellas.
Lo que llamamos hoy "democracias" son en verdad "gobiernos representativos". La palabra demokratiaa (poder del pueblo, en el original griego) nació hace unos 2500 años, motivado principalmente por el aumento de la ciudadanía -y por tanto de su consciencia organizada-, impulsado a su vez por la necesidad de contar con marinos en las aventuras imperiales atenienses, lo que obligó a la contraprestación de hacerles ciudadanos (no tenían armas ni escudo pero tenían brazos para los remos). No olvidemos que no lo serían ni los esclavos ni las mujeres ni los metecos -los inmigrantes radicados en Atenas-. El mito, resucitado con tardías traducciones de Aristóteles, fue más allá de la realidad.
Cada vez hay más estudios que demuestran que alguna forma de democracia ha sido la constante en la historia, hasta el punto de definirse como algo "natural" (véase el trabajo de David Stasavage, Caída y ascenso de la democracia. Una historia del mundo desde la Antigüedad hasta hoy, Madrid, Turner, 2021, o el de David Graeber y David Wengrow, El amanecer de todo, Barcelona, Ariel, 2022). Es lógico, especialmente en sociedades nómadas donde el costo de desobedecer era muy bajo y bastaba marcharse para librarse de la opresión. La facilidad de irse a otro sitio siempre es una garantía de libertad, sea en una relación política, económica, sentimental o del tipo que sea. Es importante recordarlo porque, muy al contrario, lo que parece hoy "natural" es algún tipo de acatamiento y sumisión, como si obedecer hubiera sido la norma en la historia del homo sapiens. La confederación iroquesa, los hurones, los tlastaltecas y otros pueblos americanos previo a la conquista, el mundo griego, las asambleas germánicas, la experiencia de consejos y asambleas de algunas ciudades italianas del norte y en Castilla y Aragón bajo los Austrias, los levellers y los diggers, entre otras muchas,fueron formas de democracia (algunos la llaman democracia temprana) que desmienten esa mirada resignada de la jerarquía política. La falta de libertad y las desigualdades siempre terminan con levantamientos populares.
Con la pérdida de la sociedad esclavista, que financiaba la democracia en Grecia, fue también perdiéndose esa voluntad democrática de que corresopondía a las mayorías dictar la marcha de la sociedad. Los rasgos de la democracia griega, que, de una manera u otra, aparecen en cualquier sociedad que quiera llamarse democrática, eran elementos que conviene reconsiderar: el sorteo (que reafirmaba el "nosotros" -el demos- cada vez que había una votación), el derecho a defender los propios intereses en el ágora pública -la isegoría, acompañada de la igualdad ante la ley, la isonomía-; la limitación de mandatos; la revocación de mandatos; y la exigencia de responsabilidades por la mala gestión (que podían llevar hasta la ejecución, por ejemplo cuando la mala gestión costaba la vida de conciudadanos).
Lo que McPherson llamó el individualismo posesivo, esto es, nuestra condición creciente de propietarios, fue matando a la democracia. Porque el propietario ya no quería hacer personalmente política, sino simplemente autorizar al gobernante para que la hiciera él (el papel de las mujeres en la política, salvo en el caso de algunas reinas, no entraría en escena hasta el siglo XX). En los gobiernos representativos, quien no era propietario, tampoco era ciudadano. Hasta finales de los 70, en España las mujeres no podían tener una cuenta en el banco.
En las discusiones en la Inglaterra de Cromwell, en la constituyente norteamericana de 1787 o en la Revolución Francesa, la idea de la representación fue expulsando a la idea de democracia. De hecho, los políticos burgueses que hicieron las leyes y las constituciones de esos países, renegaban de la democracia y exaltaban como superior al gobierno representativo. Como sostiene Bernard Manin (Los principios del gobierno representativo, Madrid, Alianza, 1998), la elección, a diferencia del sorteo, siempre implica alguna suerte de aristocracia, pues la persona electa lo es por alguna cualidad que se ve como superior por parte de los votantes. La burguesía como clase proscribió el mandato imperativo -prohibido en la Constitución francesa de 1791, igual que en el artículo 67.2 de la Constitución Española de 1978- como una forma de que el pueblo no entorpeciera las tareas de los políticos.
Cuando los gobiernos representativos se empezaron a articular como Estados de partidos, especialmente al comienzo del siglo XX, el último aliento democrático desaparece, como bien vio desde posiciones de ultraderecha Carl Schmitt. El Parlamento debiera representar al conjunto, pero nadie ha explicado convincentemente cómo de la discusión entre partidos que representan intereses contrapuestos -por ejemplo, los del capital y los del trabajo- va a salir el interés colectivo. Hoy es muy evidente que de esa lucha social salen ganadores y perdedores. Y la van ganando las clases poderosas. Cuando el liberalismo político se pone al servicio del liberalismo económico, el edifico se derrumba. Y salvo un corto periodo de la historia después de la Segunda Guerra Mundial, siempre lo ha hecho.
En el entorno de Trump, igual que ocurre con la extrema derecha europea, hay gente que viene de los estratos más bajos de la sociedad, que han prosperado -mucho o poco- y se han vuelto enemigos de la clase, la raza y el género del que proceden. En una lectura simple: si yo he salido del agujero, los demás también pueden, y si no, que arreen. Es lo que se conoce como "patear la escalera" por donde has subido. Con el correlato de "clase aspiracional", donde mucha gente asume su condición subalterna esperando que alguna vez cambie su suerte. Son pobres, trabajadores precarios o emigrantes votando en contra de servicios públicos de sanidad, educación o de políticas migratorias más humanas. Puedes ser migrante, haber trabajado limpiando los retretes de un McDonald y terminar en el partido conservador inglés defendiendo la justicia y la felicidad solo para unos pocos, como la nueva líder del partido conservador inglés, la inglesa de origen nigeriano Olukemi Olufunto Badenoch. Volverá la lucha de clases.
Como dice un amigo bonaerense, hay que "entender qué pasa en el mundo (y en Argentina) con las y los luchadores por la igualdad. Por qué nos va tan mal. Y por qué a los defensores de la injusticia, de la prepotencia del poder económico, del racismo y de las violencias contra los más desamparados y vulnerables, los portavoces de las oligarquías, del privilegio, del secuestro del futuro como un bien común; por qué, decía, a estos monstruos les va tan pero tan bien y a nosotros tan pero tan mal".
Seguramente porque lo llamamos democracia y no lo es. Y porque nadie ya, en nuestras sociedades, se encarga de la armonía del conjunto. Es evidente que los parlamentos no lo hacen y las constituciones, en manos a menudo de jueces prevaricadores-ninguno manda detener a nadie por aumentar desigualdades en nuestros países, por abusar de los beneficios o por negar el derecho a la vivienda como dice la Constitución-, tampoco.
Trump va reventar el Estado en un país que difícilmente va a poder seguir llamándose EEUU. La mayor eficiencia que van a inyectarle con la Inteligencia Artificial se la van a repartir los que quieren financiarse el viaje a Marte. Ya hay una guerra civil entre pobres y ricos, aunque ahora nadie repare porque solo mueren pobres. Si fuéramos inteligentes, nos adelantaríamos a los tiempos y buscaríamos soluciones antes de que todo salte hecho pedazos. Y podríamos empezar asumiendo que hay que inyectarle formas democráticas a nuestros gobiernos representativos. Lo prometió Claudia Sheimbaum en su toma de posesión y acaba de reafirmarlo Nicolás Maduro insistiendo en la necesidad en Venezuela de construir un Estado comunal que les permita salir de las ineficiencias históricas de ese Estado. Igual en Sri Lanka, donde acaba de ganar un marxista, Anura Kumara Dissanayake, por abrumadora mayoría, igual que lo ha hecho en Senegal el panafricanista de izquierdas Bassirou Diomaye Faye. En pocos años podremos preguntar al pueblo si prefieren el modelo chino o el estadounidense.
Europa va en la dirección contraria a la democracia. Quizá por eso tenemos de nuevo guerra en el continente europeo. Dormíamos, despertamos y nos volvimos a dormir. Y la razón dormida produce monstruos.
Durante varias semanas, y aún ahora, hemos tenido y seguimos teniendo en los medios de comunicación audiovisuales, tal como el desastre demandaba, profusa información de cuanto ocurría sobre todo en la provincia de Valencia, algunas de cuyas ciudades sufrieron la mayor y más trágica de las riadas habidas en nuestro país. Hasta los más afamados presentadores de informativos se trasladaron a las zonas inundadas para calarse las botas de barro y prestar su imagen al relato. Sobre éste, me permito hacer una observación que creo afecta a la mayoría de los cronistas, tengan o no nombradía, tanto varones como mujeres, que han participado con sus testimonios en comunicarnos las incidencias de los hechos y la desesperación, la indignación y los pesares de una población abandonada a su suerte por el gobierno que la mayoría votó en su día. No me consta que en las facultades de periodismo, al menos en los lejanos tiempos en que cursé para mi mal esos estudios, sea preciso que los profesionales tengan que hacer un uso y abuso gestual de sus manos abiertas tan pertinaz para resaltar o enfatizar el contenido de sus crónicas. Al ser esto tan general, puede que sea una norma de los canales de televisión en los que trabajan, llamados por lo general a gritarnos más que a contarnos informaciones de este tipo, como si los periodistas utilizaran un megáfono* más que un micrófono para narrar sus noticias y precisarán del histrionismo gestual de sus manos para ilustrarlas. Mejor sería que se preocuparan de que su vocabulario fuera más nutrido y preciso porque el empleado deja mayormente mucho que desear, incluso entre los afamados presentadores, hijos de afamados presentadores.
*Lo del megáfono es particularmente llamativo entre los periodistas deportivos de los informativos, sobre todo en Cuatro y en La Sexta, con el profesional que sustituye a Pedrerol en Jugones a voz en grito.
El 21 de junio de 2017, en el El Diario, periódico de La Paz (Bolivia), Mario D. Ríos publicó un artículo sobre el poeta y la obra de quien también fue periodista Eliodoro Ayllón Terán, cuya vida estuvo entregada, con trascendencia, a la difusión y orientación de los cambios revolucionarios de la década de los años cincuenta del siglo anterior. Al leer el poema que insertamos con el correspondiente recitado, este Lazarillo ha pensado de inmediato en el pueblo palestino. No hay otro ahora mismo en el planeta que merezca tanto la paz y la palabra que pidiera también nuestro Blas de Otero, cuando se llevan contabilizados -al menos- más de 43.000 asesinatos entre los que sobresale de modo sangrante y espantoso la que quizá sea la mayor masacre de menores después del Holocausto en los campos de exterminio nazis, la tragedia que sufrieron los predecesores de los actuales verdugos del pueblo palestino. Lo que escribió Mario D. Ríos de Ayllón Terán en su columna de El Diario Creadores de Luz le parece a este Lazarillo lo más idóneo para dar una idea resumida de poeta boliviano:
Sus creaciones del espíritu -escribe el articulista- no llegaban a ubicarse en un primer plano ante compromisos propios de los cambios sociales. No obstante de aquellos compromisos, sorpresivamente surgió la pluma del trovador, a través de la cual difundió su propia intimidad en estrofas muy sentidas, pues ellas revelaban una miseria lacerante, particularmente cuando el poeta cuenta: “Mi padre borracho / era la patria que pesaba sobre mis pupilas / sobre mis labios, / sobre mis zapatos rotos, / y con esta patria a cuestas / yo asistía a la escuela”. Ayllón lleva la Patria hecha poema y razón de una existencia que se despliega a través del tiempo, entre sufrimientos, éxitos pasajeros, pero siempre acompañado de admiración por quienes seguían su trayectoria.
Lo conocí muy poco. En el diario en que trabajábamos escuchaba su voz pausada y sus comentarios con los colegas de entonces. Cuando la noche cubría la sala de redacción, entonces el silencio se llenaba de versos repetidos, como una puerta de salida a sus inquietudes y, ante todo, a sus agudos conflictos personales: “En cada esquina de la noche / en cada esquina del día / hay una sombra que vigila, / pero el pueblo sigue adelante / como un río incontenible”.
Entre versos y comentarios de prensa había un puente que cruzaba con enorme habilidad. Sabía que sus artículos periodísticos debían ser redactados con la mayor sencillez posible; los poemas, en cambio, le daban libertad creativa porque, según sus versos, eran un desahogo a su espíritu: “Pienso en la pureza de la hierba y la encuentro manchada. /Pienso en la caricia cristalina de los ríos, /y la veo enturbiada. // Qué ganas de romper estrellas / y manchar de negro / la blancura de la luna”.
Los poemas de Ayllón fueron poco difundidos. Una antología recoge lo más trascendente de su pensamiento ubicándose en primer plano el poema “Pido la palabra”. Consagratoria poesía que fue difundida en varios países de Sudamérica. El libro “Sobre la ruta del hombre”, contiene gran parte de sus primeros poemas. La Universidad Andina San Simón publicó la obra “Poemas”, también sujeta a una antología con prólogo de Luis Ramiro Beltrán e ilustraciones con las firmas de Gil Imaná y Solón Romero.
Eliodoro Ayllón Terán nació en Sucre el 16 de marzo de 1930. Falleció, en su ciudad natal, a los 63 años de edad. Exiliado, cuando el coronel Hugo Banzer tomó el gobierno, vivió 17 años en la ciudad ecuatoriana de Quito. Su labor periodística fue distinguida con el Premio Nacional de Periodismo de Ecuador. Algunos de sus poemas fueron incluidos en la Antología de la poesía rebelde de Hispanoamérica, del colombiano Ramiro Lagos. De la poesía allí incluida leemos: “A mí me mostraban la escuela / poblada de azules campanas / y la patria / cuajada de campos abiertos, / pero mi patria / gemía a cuatro mil metros / sobre el nivel del hambre. / Hombres que crecían / como piedras paridas por la montaña / desnudos y fríos, como peces muertos / moviéndose apenas, / llevando a cuestas su grito troncado / como una roca clavada en lo más hondo / en los más duro de la tierra”.
Ciudadanos del mundo, en nombre de mi patria, pido la palabra. En nombre de mi pueblo, sencillo como el agua de la acequia, pido la palabra.
En mi pequeña morada comenzó la patria allí todos gritaban en las noches cuando el puño del alcohol, caía sobre el rostro de mi madre, recuerdo la sangre y los nervios, los nervios en angustia de alambres aprensados; en las noches ondas, pobladas de llanto y el miedo de los pequeñitos allá, en la esquina más dolorosa de mi sangre, comenzó la patria.
La escuela vino después, también la patria estaba allí avergonzada, humillada; ocultando en los rincones más apartados, sus pies descalzos. Y la patria me miraba acongojada desde mis propias pupilas nubladas, desde mis manos vacías y mis sueños enturbiados.
A mi me mostraban la escuela poblada de azules campanas y la patria cuajada de campos abiertos, pero, pero mi patria gemía a 4000 metros sobre el nivel del hambre, hombres que crecía como piedras paridas por la montaña, desnudos y fríos como peces muertos, moviéndose a penas, llevando a cuestas su grito trancado como una roca clavada en lo más hondo, en lo más duro de la tierra.
No señores, la patria no era solamente la escuela poblada de altas campanas ni la tierra salpicada de lagos felices, no era solamente los montes incrustados de cielo, ni los desfiles en los días de fiesta, era también la impotencia del hombre cuando el pan se convierte en gemido detrás de las puertas, era la muchacha que buscaba su vestido dominguero en la esquina de la noche; eran las manos crispadas en los mercados, y el llanto, extendido en las estaciones.
Mi padre borracho era la patria que pesaba sobre mis pupilas, sobre mis labios, sobre mis zapatos rotos; y con esa patria a cuestas yo asistí a la escuela. La maestra, me mostraba siempre una patria y un cielo a los que nunca pude comprender. Una patria con héroes, con cerros de plata, con tierras llenas de árboles frutales; pero yo tenía que regresar a mi casa en las noches, y allí estaba la patria, en el pan para dos que nunca satisfacía a cuatro, en las pupilas de mi padre abiertas como dos diablos encendidos en medio de los niños.
No señores, no. La patria no sólo estaba en los salones, ni en los discursos de los presidentes, ni siquiera en la bandera y sus colores. Yo encontré a la patria botada en mitad de las calles, mientras la lluvia cercenaba sus carnes. Yo la vi desgarrarse por coger un pedazo de carne y otro poco de pan, y lloré su tragedia, porque teniendo hambre, se comió su libertad.
Y mentidme a mi ahora, mentidme. Yo vi a mi patria en todos sus confines, la sentí como un garfio clavado en mitad de mi angustia, la llevé como túnica de yeso por todos mis caminos, la sentí como el peso de dios sobre el pecado y busqué su voz para multiplicarla sobre las campanas del tiempo.
Yo vengo en nombre del obrero y sus overoles manchados, en nombre de mi padre y su vicio, pagado con la desnudez de sus hijos, en nombre de mi madre y su voz callada, en nombre de los niños yo vengo, en nombre de mi patria estrujada por manos sin salario. Yo no vengo a pedirles nada, nada que les pertenezca.
Mi pueblo, mi pueblo quiere su paz, quiere su barco para recoger de playas lejanas un canto de gaviotas nuevas, quiere sembrar su trigo y levantar sus fábricas, quiere que sus niños rían, jueguen y salpiquen los campos como las gotas de rocío al alba, quiere que todos crezcan a lo largo de los ríos como el trigo, y que todos se hinchen de sol y de lluvia como las uvas, en la cuenca dilatada de los valles.
En nombre de mi pueblo, humilde como la hierba, sencillo como el agua de la acequia, ciudadanos del mundo, pido la palabra.