viernes, 21 de noviembre de 2025

¿QUÉ TAL BALTASAR GARZÓN COMO FISCAL GENERAL DEL ESTADO?


Lazarillo

Pasará un tiempo hasta que el gobierno elija entre juristas españoles de reconocido prestigio al nuevo Fiscal General del Estado. Hemos podido observar en un programa de TVE al juez Baltasar Garzón muy indignado ante el fallo condenatorio del Tribunal Supremo contra Álvaro García Ortiz. Es de agradecer que su reacción haya interpretado la de un mayoritario sector de la ciudadanía tan sorprendido como enojado con la noticia, dada a conocer para más énfasis coincidiendo con el quincuagésimo aniversario de la muerte del dictador. El gobierno ha de tener en cuenta para la elección del próximo Fiscal General que ese jurista no haya desempeñado cargo alguno en los últimos cinco años como titular de un Ministerio, una Secretaría de Estado o una consejería de un gobierno autonómico. Tampoco quien haya sido elegido titular de la presidencia de una corporación local o haya tenido la condición de diputado, senador, miembro del Parlamento de Bruselas o de la asamblea legislativa de una comunidad autónoma. Lo leemos en la Ley del Estatuto Orgánico del Ministerio Fiscal. Dos de los actuales miembros del Tribunal Supremo que han condenado a García Ortiz han tenido su protagonismo en el caso Gürtel, cuya instrucción corrió a cargo de Baltasar Garzón: Martínez Arrieta inhabilitó al juez Garzón por esa instrucción, y Ángel Hurtado se opuso a la condena del Partido Popular por este mismo caso de corrupción del Partido Popular. ¿Qué tal Baltasar Garzón como nuevo Fiscal General del Estado? 

DdA, XXI/6174

ESPAÑA TIENE UN EXTREMO,/ DUEÑO DEL YUGO Y LA FLECHA,/ QUE SE ESCONDE EN EL SUPREMO...

 


Félix Maraña

Si vuelve el yugo y la flecha
España tiene un extremo,
escorado a la derecha,
dueño del yugo y la flecha,
que se esconde en el Supremo,
tribunal sin ley ni freno
que tiene mucha malicia.
En vez de impartir justicia
y perseguir la verdad,
desprende parcialidad
y juzga con subrepticia.
Y parecía un país
moderno y desarrollado
pero en justicia atrasado,
negro a su vez y muy gris.
Y se presenta en un tris
como tierra de turismo,
simplemente un eufemismo
para esconder mucha mierda,
con una justicia lerda
y un evidente fascismo.
Empresarios Villar Mir,
ministro que fue de Franco,
donde se promueve al canco
y no se deja vivir
progresar y concebir
un mañana despejado,
un pensamiento ilustrado,
crecido en la libertad.
Cotiza la tempestad
y la fruta en mal estado.
Y quien pueda hacer que haga,
dijo el presidente, el amo,
que no tiene nada sano,
impuesto por Manuel Fraga.
La corrupción es la plaga
que ensucia la democracia,
con evidente eficacia
y perversa condición.
Eso es prevaricación,
es maldición y desgracia.
Que vuelve el yugo y la flecha,
el fascio, la cruz gamada,
muere la España ilustrada,
la democracia mal hecha
que prefiere la derecha
cuando consigue el poder,
torticero proceder
y ademán autoritario.
Un país de escapulario,
banderita y a joder.
Más votos, menos sotana,
más cultura y libertad,
escuela, universidad,
y la derecha no gana.
Si la izquierda se desgana
nos vendrá la reacción
y nos mete un revolcón,
porque el clero también vota.
Vamos a echarle una jota
a nuestra revolución.
Si vuelve el yugo y la flecha
y manda la clerecía,
si el Pelayo y sacristía
vuelven a prender la mecha,
abrirán aún más la brecha
que Aznar intenta agrandar,
pues lo suyo es gobernar
en el mar de las Azores.
No vendrán tiempos mejores
si no acudes a votar.

DdA, XXI/6174

CRÍA CUERVOS: HECHOS AL CONSUELO DE MI HOMBRO

 


Descansa en mi hombro cuando quiere consuelo. Comenzó la primera semana que lo tuve. Todavía era pequeño entonces, inestable de pie, siempre buscando un lugar que se sintiera seguro. Nunca imaginé que él decidiría que ese lugar era yo. A medida que se hizo más fuerte, exploró todo. Aprendió a saltar, a planear, a volar a través de la habitación sin chocar contra algo. Pero no importa lo curioso que se volvía, siempre regresaba a este lugar exacto, metido contra mi cuello, apoyándose en mi calor como si fuera mi hogar.
La primera vez que descansó su cabeza sobre mí así, el sol salía por la ventana, y se relajó instantáneamente. Sus plumas se suavizaron, sus ojos se volvieron pesados, y dejó salir el pequeño aliento más silencioso. A partir de ese momento, esta se convirtió en su manera de decirme que se sentía seguro.
Podría estar en cualquier parte. Podría estar posado en el estante más alto, investigando cada rincón de la casa, o siguiendo sombras en el suelo. Pero cuando quiere paz, viene directamente a mí. Presiona contra mi hombro, se sienta y observa el mundo desde el lugar más suave y tranquilo que conoce. Y no es solo consuelo para él. Es consuelo para mí también. Hay algo que se cierra en sentir su pequeño latido cerca del mío, sobre saber que confía en mí lo suficiente como para descansar tan completamente. Él trae su propio tipo de magia silenciosa a mi vida.
No es solo un pájaro que comparte mi espacio. Él es mi compañero. Mi pequeña sombra. Mi recordatorio de que la conexión no tiene que ser fuerte o complicada. A veces es tan simple como un cuervo elegir tu hombro como el único lugar donde realmente puede relajarse. Gracias por dejarme compartir este momento. Y para cualquiera que alguna vez haya sentido el suave peso de un pájaro apoyándose en ellos, sabes exactamente lo especial que es realmente esa confianza. (CROW ADICT)

DdA, XXI/6174

EN UNA MISA POR FRANCO, AGREDEN SEXUALMENTE A FEMEN


Leemos en El Salto que la parroquia de los Doce Apóstoles en Madrid fue escenario este pasado miércoles de una misa en memoria dictador Francisco Franco como cada 20N, día oficial de su muerte. La ceremonia congregaba a militantes falangistas, miembros de la Fundación Francisco Franco —que está en vías de ser extinguida a instancias del Ministerio de Cultura— y algún familiar del dictador como el nieto Cristóbal Martínez Bordiú. Un par de activistas de Femen se apostó en la puerta de la basílica y, mientras los asistentes abandonaban la ceremonia, desplegaron carteles al grito de: “Al fascismo, ni honor ni gloria” y “Fascismo legal, vergüenza nacional”. La acción, que fue no violenta, subrayan las activistas, tenía como objeto “denunciar la normalización de actos de exaltación franquista y recordar que ninguna democracia plena debe permitir espacios donde se legitimen discursos de este tipo”. En España, denuncian “miles de personas siguen reclamando verdad, justicia y reparación, mientras se celebran actos públicos que ensalzan la dictadura y glorifican a un régimen responsable de décadas de represión, violencia, muertes y censura”. Uno de los asistentes a la misa, que portaba una bandera preconstituyente, ha tocado los pechos de las dos activistas, tal y como han registrado las cámaras de colaboradores de El Salto. Además, han sido empujadas e increpadas con gritos de “Fuera”, “Guarras”, “Perras”. Las activistas han recriminado la actitud del hombre. La Fundación Francisco Franco informó de que habría misas por este aniversario en Alicante, Ceuta, Cuenca, Las Palmas de Gran Canaria, Granada, Palencia, Málaga, Huesca, Santander, Sevilla, Teruel, Toledo, València, Valladolid, Zamora y Zaragoza. Un anacronismo en una España democrática que al mismo tiempo conmemora de modo adelantado los “50 años en libertad”.

DdA, XXI/6174

AYUSO VUELVE A SER INTOCABLE, ES MÁS, SE LA PROTEGE


Félix Población 

¿Alguien antes de ayer podía imaginar que el fallo de la Sala de lo Penal del Tribunal Supremo en el caso contra Álvaro García Ortiz, Fiscal General de Estado, siendo además condenatorio como ha sido, se podría adelantar sobre la propia sentencia y dar a conocer en la misma fecha del quincuagésimo aniversario de la muerte del dictador y caudillo de España? 

Con sólo pensarlo, esto nos parecería demasiado expresivo por parte del citado tribunal, aunque lo formen una mayoría de fiscales conservadores. Pero así ha sido, quizá por temor a que el fallo se filtrara antes de la sentencia, pues de filtraciones va el asunto. Sin que la sentencia esté redactada, porque una de las dos magistradas que no compartieron tal fallo iba a ser en un principio quien lo hiciera, los restantes colegas es como si se hubiera dicho en complicidad con el calendario que la de ayer era una fecha oportuna para publicar lo que el magistrado emérito de ese mismo Tribunal Supremo Martín Pallín considera "lo más parecido al golpe de Estado contra Lula, Dilma Rousseff, Evo Morales o Rafael Correa". 

A García Ortiz se le condena sin pruebas y pasando por encima  del testimonio de cinco profesionales de la información de diversos medios que, dispensados de revelar su fuente por deberse al secreto profesional, sí quisieron aclarar en el juicio que la fuente reveladora de secretos que no lo eran no era el Fiscal General del Estado.

Gabriel Rufián*, el portavoz de Esquerra Republicana en el Congreso, ha sido todo lo claro que siempre suele ser quien posiblemente sea uno de los diputados más lúcidos del hemiciclo, no sólo al explicar que se juzgue al presidente del Tribunal Supremo por supuestamente filtrar una información que días antes conocía la mitad de la prensa de Madrid -y también la fiscal general de Madrid que se negó a investigar más de 7.000 muertes en las residencias de esa Comunidad-, sino al darle un significado al fallo del Tribunal Supremo: El mensaje es claro, Ayuso no se toca

Lo quiso hacer el anterior líder del Partido Popular, Pablo Casado, con el pelotazo del hermano de esa señora con las mascarillas en plena pandemia, y acabó mal. Lo quiso hacer el Fiscal General del Estado por el fraude fiscal del novio de Díaz Ayuso y ha sido condenado. Pareciera que la diligencia en resolver estos casos a favor de la presidenta cuya gestión de la pandemia  ocasionó la muerte de más 7.000 ancianos en las residencias por no recibir asistencia hospitalaria, podría obedecer a aquella consigna de Aznar el de las mentiras sobre el atentado terrorista más sangriento en la historia de España: el que pueda hacer, que haga. El que pueda aportar, que aporte. 

No, no nos habíamos atrevido a imaginar que el Tribunal Supremo de España, en las personas de cinco de sus miembros, iba a tener la azarosa bravata de hacer coincidir su fallo con la fecha del fallecimiento del dictador. Pero sí estamos convencidos de que de su criterio se desprende que, una vez más, a la señora presidenta del gobierno autonómico de Madrid no se la toca. 

También parece cada día más verosímil -vistas estas protecciones, tanto en su partido como en la judicatura- que sólo ella, a la postre, con toda su ineptitud y precario bagaje intelectual -está probado que no son necesarios-, pueda dar el salto a la presidencia de la nación, después de haber aglutinando tan a su favor en la comunidad madrileña -con los protocolos de la vergüenza a su cargo- el voto de la derecha y la extrema derecha. 

El mensaje es claro, Ayuso no se toca, porque de tocarla y no protegerla la derecha y la extrema derecha carecerían de la lideresa que las puede aglutinar para el gobierno de España**.

*“Hay una parte del Poder Judicial que hace mucho tiempo que hace golpismo, porque los golpes de Estado se hacen desde un plató y en sede judicial, es así de duro. Es un buen día para recordar que un montón de jueces se acostaron franquistas y nos contaron que se levantaron demócratas. Más allá de condenar al fiscal general del Estado, el mensaje es claro: Ayuso no se toca. Es la gran esperanza blanca de toda esa parte del Estado que va en contra del Gobierno. Hermano de Ayuso. 280.000 euros en comisiones. ¿Quién pilla? Pablo Casado. Novio de Ayuso. 350.000 euros en comisiones. ¿Quién pilla? El fiscal general del Estado. El mensaje es claro: Ayuso no se toca".

**Coincidencias curiosas: Andrés Martínez Arrieta, ponente que fue de la inhabilitación del juez Garzón tras las corrupciones de la Gürtel, lo es ahora en la inhabilitación de García Ortiz, y Ángel Hurtado, otro de los jueces del Tribunal Supremo que condenó al Fiscal General fue el único que se opuso a la condena del PP por la Gürtel. Activistas políticos a favor del Partido Popular, los llamó el magistrado emérito Martín Pallín. Esto es un caso de Lawfare de libro, ha dicho.


Dany Horror y la condena a todo un Fiscal General del Estado, pieza mayor


A la atención de los magistrados y magistradas de la Sala de lo Penal del Tribunal Supremo
Javier F. Ferrero
Señorías:
Les escribo desde la incredulidad cívica y desde la obligación ética que tenemos quienes ejercemos el periodismo como un servicio público. El país ha asistido hoy a una sentencia que no solo marca un antes y un después en la Fiscalía General del Estado. Marca, sobre todo, un antes y un después en la confianza (ya gravemente deteriorada) de la ciudadanía en la imparcialidad de sus instituciones.
Reconozco que la palabra “impensable” se ha desgastado. Pero pocas veces había resultado tan pertinente como al ver cómo un tribunal que durante años ha mostrado una flexibilidad sorprendente con determinados poderes y una severidad casi ritual con otros decide inhabilitar durante dos años al fiscal general del Estado por un delito sin pruebas sólidas, sin indicios consistentes y con dos votos particulares que, prácticamente, desmontan la tesis de la Sala.
No les escribo para discutir doctrina penal. Les escribo porque ustedes no administran solo justicia. Administran también símbolos. Y hoy, con esta resolución, han elegido un símbolo devastador: la idea de que enfrentarse a una mentira organizada desde un entorno político poderoso tiene un precio judicial. Que desmentir un bulo puede costarle a un fiscal general su carrera. Que quien intenta frenar la intoxicación informativa contra un funcionario público puede acabar convertido en sospechoso por el simple hecho de ocupar el despacho equivocado, en el momento equivocado y frente a los intereses equivocados.
Durante el juicio se escuchó de todo, y casi nada acreditaba la autoría atribuida a García Ortiz. Se oyeron afirmaciones sin fuentes, como la ya célebre confesión del señor Miguel Ángel Rodríguez. Se oyeron conjeturas. Se escuchó a la UCO construir una acusación sobre la base de que quien dirige una institución “domina” una situación y, por tanto, se convierte en sospechoso principal por pura posición jerárquica. Se vieron informes incompletos, recortes de mensajes, omisiones significativas. Y ustedes saben que la justicia no puede edificarse sobre silencios tácticos ni sobre deducciones de mando.
Sin embargo, Señorías, el resultado ha sido una condena ejemplarizante. No hacia quien filtró información, sino hacia quien se atrevió a sostener la versión que desmontaba el bulo de un entorno que lleva años utilizando la mentira como método de trabajo, como arma política y como estrategia de desgaste institucional.
Lo que ustedes han avalado hoy (con dos magistradas negándose a firmar la conclusión mayoritaria) es una victoria para la fábrica de la manipulación. Y es también un recordatorio de que, en esta democracia fatigada, la justicia parece capaz de mirar con lupa quirúrgica a quienes incomodan al poder, y con prismáticos al revés a quienes lo detentan.
No es casualidad que esta sentencia llegue justo en un momento en que el debate público depende cada vez más de narrativas tóxicas, de campañas de intoxicación y de aparatos comunicativos diseñados para blindar impunidad. El mensaje que se desprende es claro: si intentas frenar un bulo con hechos, la sospecha recaerá sobre ti. Si te atreves a señalar la mentira, la maquinaria te aplastará. Si ocupas un cargo institucional y no satisfaces los intereses del bloque mediático-político dominante, el sistema encontrará una acusación lo bastante elástica como para derribarte.
Ustedes, Señorías, han decidido convertir una controversia política en una condena penal. Han decidido que la duda razonable no merece espacio. Han decidido que la palabra de quienes reconocen inventar bulos pesa más que la ausencia de pruebas. Y han decidido que los votos particulares (tan sólidos, tan argumentados) serán un apéndice, no un límite.
No les escribo para pedir rectificaciones. Les escribo para asumir con claridad pública lo que ustedes parecen haber olvidado: una democracia no solo se erosiona cuando fallan los gobiernos. Se erosiona también cuando sus tribunales desatienden la prudencia, ignoran la falta de prueba y permiten que el relato suplante a los hechos.
Ustedes han elegido enviar un mensaje al país. Yo solo dejo constancia del mío: lo que hoy han firmado pasará a los libros no como un ejemplo de justicia, sino como un episodio de rendición institucional ante el ruido, la presión y la política del miedo.
Atentamente, Javier F. Ferrero
Director de Spanish Revolution.

DdA, XXI/6174

jueves, 20 de noviembre de 2025

SE MANTIENE EL EXPOLIO QUE LA DEMOCRACIA HEREDÓ DEL NACIONALCATOLICISMO

Basta revisar los Registros de la Propiedad para comprobar hasta qué punto la herencia del nacional-catolicismo de la dictadura franquista sigue intacta. El caso de las inmatriculaciones de la Iglesia Católica es quizá el ejemplo más sangrante.

El general Franco junto a su esposa y autoridades eclesiásticas saluda brazo en alto en la catedral de Santiago de Compostela en 1938 | Archivo EFE
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Coordinadora Recuperando

Se cumplen cincuenta años de la muerte de Franco. Medio siglo después, España se reivindica como un Estado social y democrático de Derecho. Pero basta mirar hacia los Registros de la Propiedad para comprobar hasta qué punto la herencia del nacional-catolicismo ha estado intacta.

El caso de las inmatriculaciones de la Iglesia Católica es quizá el ejemplo más sangrante. En 1975, cuando muere el dictador, el escándalo aún no es conocido. El mecanismo está oculto en la normativa hipotecaria: basta la “declaración” de un obispo para inscribir un bien a nombre de la Iglesia. Sin escritura, sin título de dominio, sin prueba alguna de su propiedad. La firma episcopal actúa como llave maestra del Registro.

En 1978, la Constitución proclama la aconfesionalidad del Estado. Ya no hay religión oficial. A partir de ese momento, mantener un privilegio registral reservado a la Iglesia Católica choca frontalmente con el nuevo marco constitucional.

Sin embargo, no se toca. Ni en la Transición ni después. Durante más de cuarenta años, hasta 2015, se sigue admitiendo la “certificación” de un obispo como título suficiente para inmatricular fincas, viviendas, locales, huertos, casas rectorales, ermitas o plazas. Mientras tanto, cualquier ciudadano particular tiene que aportar títulos de propiedad o abrir un expediente de dominio. La Iglesia Católica conserva un atajo de origen franquista que se mantiene plenamente operativo en democracia.

El resultado está hoy a la vista: más de 100.000 bienes inmatriculados a nombre de la Iglesia Católica en todo el país, muchos de ellos en plena etapa constitucional. Propiedades de todo tipo, a menudo vinculadas a usos comunales o al patrimonio público local.

Pero la historia no termina ahí. A finales de los años noventa, el gobierno de José María Aznar decide no sólo mantener ese privilegio, sino ampliarlo. Con su modificación del Reglamento de la Ley Hipotecaria, en 1998, la Iglesia pasa a poder inscribir también lugares de culto: catedrales, iglesias históricas, ermitas, basílicas. Algo que ni siquiera el franquismo había hecho, dado que esos bienes siempre habían tenido un carácter especial y se consideraban “extra commercium”.

Ese cambio abre la puerta a una oleada de inmatriculaciones de bienes históricos y de especial relevancia cultural. Cincuenta años después de la muerte de Franco, la Iglesia aparece como titular registral de cerca del 80 % del patrimonio histórico-cultural del país, incluyendo bienes declarados Patrimonio Mundial por la UNESCO como la Mezquita de Córdoba o el prerrománico asturiano.

En 2015, otra reforma de la Ley Hipotecaria, forzada por una sentencia del Tribunal Europeo de Derechos Humanos, cierra por fin la vía de la “certificación” eclesiástica. Se elimina el privilegio para el futuro, pero se blindan sus efectos pasados. Se da por bueno todo lo inmatriculado durante décadas al amparo de ese mecanismo excepcional. No hay nulidad de oficio. No hay revisión general. No hay asunción de responsabilidades políticas ni administrativas.

Todos los gobiernos, de todos los colores, han preferido mirar hacia otro lado. Se han publicado listados parciales. Se ha remitido a ayuntamientos y particulares a que peleen caso por caso. Se ha hablado de “errores” o “confusiones”. Pero nadie ha querido afrontar el problema de fondo: en una democracia aconfesional, no puede mantenerse un privilegio de raíz franquista que ha permitido a la Iglesia apropiarse de más de 100.000 bienes sin acreditar su dominio como se exige a cualquier ciudadano.

Se suele decir que es un asunto “muy complejo”. Y sin duda lo es: hay décadas implicadas, y situaciones muy diversas. Pero eso no significa que no pueda y deba ser abordado. Y para empezar a hacerlo, basta con algo con lo que no contamos: voluntad política.

Son necesarias dos cosas:

Primero, abandonar el oscurantismo y la ocultación imperantes. Es necesario que se conozcan con detalle, de manera que puedan ser identificables, todas los bienes inmatriculados al amparo de una mera declaración eclesiástica desde 1946. No es de recibo que a ciudadanos, asociaciones e incluso parlamentarios del Congreso se les esté negando esta información. Es, simplemente, una cuestión de transparencia democrática.

Segundo, acatar nuestra Constitución. Declarar nulas de pleno derecho todas las inmatriculaciones realizadas desde 1978 basadas en estas declaraciones. A partir de ahí, la Iglesia Católica podrá inscribir aquello que pueda demostrar que es suyo, como cualquier otro ciudadano o entidad privada.

No se discute el derecho al culto ni el uso de estos bienes para el mismo. Lo que se cuestiona es la apropiación privada, mediante un privilegio excepcional, de bienes que han sido financiados, mantenidos y vividos como patrimonio común.

Cincuenta años después de la muerte de Franco, el mapa de las inmatriculaciones nos muestra hasta qué punto la democracia española ha tolerado, e incluso consolidado, una herencia jurídica del nacional-catolicismo.

José María Rosell Tous (presidente)
Cordinadora estatal RECUPERANDO
20 noviembre 2025.

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ASTURIAS LAICA

CRÍA CUERVOS: LA VIDA ES MEJOR CON UNO COMO GERENTE DE COCINA


Comprueba lo que estoy cocinando cada vez que entro a la cocina. En el momento en que cojo una cuchara o enciendo la estufa, aparece como un pequeño supervisor con plumas que se toma muy en serio su trabajo. Ni siquiera tengo que llamarlo. Todo lo que necesita escuchar es el sonido de las verduras golpeando la tabla de cortar, y de repente está ahí, de pie orgullosamente junto a la pila como si fuera el chef jefe. Mira cada movimiento que hago. Si corto zanahorias, se inclina cerca para inspeccionar. Si revuelvo algo en la olla, inclina su cabeza como si estuviera analizando el aroma. A veces incluso golpea un pedazo de cebolla con el pico, como si le estuviera dando su aprobación antes de que lo cocine.

Él cree que esta es su cocina. Se para alto, el pecho hinchado, mirándome como, "¿Estamos cocinando esto bien? Y cuando no me muevo lo suficientemente rápido, me mira esa mirada que dice que estoy aguantando la cena. Pero honestamente, me encanta. Cocinar se siente diferente cuando él está cerca. Es como tener un pequeño y curioso amigo que solo quiere ser parte de lo que sea que esté haciendo. A él no le importa la comida misma. Él sólo quiere estar conmigo, observando, aprendiendo, supervisando y ofreciendo apoyo moral en forma de pequeños chirridos ocasionales.
Para cuando la cena está lista, está satisfecho con su inspección y salta a mi brazo como si estuviera firmando el plato final. La vida es mejor con un cuervo que cree que es mi gerente de cocina. Y no lo querría de otra manera. (CROW ADICT).

ES UNA OBLIGACIÓN MORAL IMPEDIR QUE LA HISTORIA SE INFECTE CON MENTIRAS

Franco en una fiesta religiosa en 1943.

Imagen del NODO (RTVE. Filmoteca Española)
Franco en una fiesta religiosa en 1943.

Recordarlo no es un capricho: es una obligación moral: no se trata de reabrir heridas, sino de impedir que se infecten con mentiras. Y la mentira más dañina es esa: la que afirma que con Franco se vivía mejor. No se vivía. Se sobrevivía. Y en Granada, además, se moría y se callaba.

Agustín Martínez 

Si tiene más de sesenta años recordará perfectamente donde estaba tal día como hoy hace medio siglo; probablemente incluso recuerde aquella gélida noche del 19 al 20 de noviembre, en la que la única televisión de España no cerró sus emisiones y emitió una película a deshoras, que ya daba pistas de que el final del dictador era inminente. Después de una eterna e inmisericorde agonía, el presidente del Gobierno, Carlos Arias Navarro, más conocido como “Carnicerito de Málaga”, por su brutal represión tras la toma por las tropas italianas y franquistas de la capital costasoleña, anunciaba entre pucheritos que Franco había muerto… tristeza para algunos, desbordante alegría para muchos y sobre todo una enorme incertidumbre en aquella mañana heladora.

Sorprendentemente, cincuenta años después de la muerte de Franco, regresan como un eco persistente algunas frases que nunca murieron del todo: “con Franco se vivía mejor”, “no había problemas”, “la gente iba por la calle tranquila”. Suenan a consigna heredada, a mito doméstico repetido sin memoria. Y sin embargo, basta mirar a Granada -a su historia, a sus fosas, a sus heridas- para comprobar que no hay nostalgia honesta posible. Ninguna vida es mejor cuando se vive con miedo, sin voz y sin derechos. Y menos aún en una provincia que fue laboratorio del terror franquista desde el primer día.

Granada carga con un legado sangrante que desmiente cualquier ensoñación. Aquí fue asesinado Federico García Lorca, símbolo universal de la cultura y del pensamiento libre, ejecutado no por lo que hizo, sino por lo que encarnaba

Granada carga con un legado sangrante que desmiente cualquier ensoñación. Aquí fue asesinado Federico García Lorca, símbolo universal de la cultura y del pensamiento libre, ejecutado no por lo que hizo, sino por lo que encarnaba. Y con él, más de 10.000 granadinos fueron fusilados y enterrados en fosas del cementerio, del Carrizal o del Barranco de Víznar, convertido en uno de los mayores escenarios de exterminio político del país. Diez mil nombres borrados, diez mil biografías arrebatadas. Quien afirma que con Franco se vivía mejor debería tener la decencia de mirar esos lugares antes de hablar de “orden”.

Porque el orden franquista, que ahora añora casi un 30 por ciento de jóvenes, era eso: la tranquilidad del silencio impuesto, la paz de los cementerios. En el Cuartel de la Guardia Civil de Las Palmas, en plena capital, cientos de personas padecieron interrogatorios salvajes e búsqueda de información. Y los sótanos de la Jefatura Superior de Policía de la calle Duquesa se convirtieron, durante décadas, en un espacio donde la tortura se practicó con absoluta impunidad. Allí, en habitaciones sin ventanas y pasillos helados, muchos granadinos aprendieron que en la dictadura la ley no servía para proteger, sino para doblegar.

Y aún así, hubo quien sufrió incluso sin pisar un cuartel o una comisaría. La vida cotidiana era estrecha, pobre y profundamente injusta. Para las mujeres, especialmente. Sin derechos civiles, sometidas al permiso marital, excluidas de decisiones básicas sobre su propia vida, reducidas al papel de menores de edad perpetuas. ¿En serio alguien puede sostener que una sociedad que niega a la mitad de sus ciudadanos la posibilidad de ser libres “vivía mejor”?

Añadamos otra verdad incómoda: la persecución de la diversidad sexual. Gays, lesbianas, personas trans… fueron vigiladas, internadas en cárceles especiales, sometidas a humillaciones, a trabajos forzados o a “terapias” que hoy solo pueden calificarse como tortura. En Granada, como en el resto del país, su existencia se castigaba con saña. ¿Qué libertad puede añorarse ahí? ¿Qué bienestar puede celebrarse en una sociedad que criminaliza el amor?

Incluso desde el punto de vista material, ese espejismo de que la dictadura trajo prosperidad es insostenible. En 1975, España acumulaba décadas de atraso frente a Europa. Granada arrastraba pobreza estructural, analfabetismo, mortalidad infantil inadmisible, barrios olvidados y una Universidad presionada y depurada. La libertad, la dignidad y la igualdad ni estaban ni se las esperaba. ¿Eso es “mejor”?

Franco murió en una cama de hospital, pero el miedo siguió respirando durante años

Franco murió en una cama de hospital, pero el miedo siguió respirando durante años. Y aun así, esta tierra eligió avanzar hacia la democracia, hacia la Constitución, hacia los derechos que hoy dan forma a una ciudadanía adulta: libertad de prensa, igualdad jurídica entre hombres y mujeres, reconocimiento de la diversidad sexual, derechos laborales, elecciones libres. Cosas que hoy parecen normales, pero que durante cuarenta años fueron imposibles.

Por eso este aniversario no es un gesto nostálgico: es un ejercicio de higiene democrática. No se trata de reabrir heridas, sino de impedir que se infecten con mentiras. Y la mentira más dañina es esa: la que afirma que con Franco se vivía mejor. No se vivía. Se sobrevivía. Y en Granada, además, se moría y se callaba.

Recordarlo no es un capricho: es una obligación moral. Por quienes no pudieron contarlo y por quienes, sin saberlo, disfrutan hoy de unas libertades que otros pagaron muy caro. Porque la libertad, para ser defendida, primero tiene que ser comprendida. Y en eso estamos. Cincuenta años después.

EL INDEPENDIENTE DE GRANADA

MEDIO SIGLO SIN FRANCO, ¿QUÉ DEMOCRACIA TENEMOS?


Félix Población

Medio siglo después de la muerte del general dictador Francisco Franco, una cuarta parte de los jóvenes ve preferible un régimen autoritario en determinadas circunstancias, leemos hoy en el diario El País como resultado de una encuesta para este periódico y la SER. Apenas la mitad de la población española atribuye el comienzo de la Guerra Civil a un golpe de Estado. Sólo seis de cada diez españoles atribuye el asesinato de Federico García Lorca a los militares sublevados. Casi la mitad de la generación Z desconoce cómo murió el poeta andaluz. Unos diez años después de que fuera noticia el tratamiento que en un libro de texto publicado por la editorial Anaya se hacía de las muertes de Federico García Lorca y Antonio Machado, tenemos algunas consecuencias de sus efectos. En aquel libro se decía que el poeta de La casa de Bernarda Alba “murió cerca de su casa” y que el autor de Campos de Castilla  “se fue a Francia con su familia y allí vivió hasta su muerte”. Una democracia que no ha sabido inculcar con más éxito, durante casi cincuenta años, valores educativos y democráticos más consistentes entre los más jóvenes de sus ciudadanos y lleva, igualmente, algunos decenios con la corrupción política como asunto informativo preferente en el que lo que más cuenta, para los dos partidos alternantes en el gobierno de la nación, es el desgaste del adversario -con la colaboración de los medios afines a una y otra formación política-, es una democracia cuyo estado de salud habría que calificar como algo más que preocupante. A esta democracia, por no faltar, tampoco le ha faltado la corrupción de su anterior Jefe del Estado -huido del país hace años, según tradición de su dinastía-, cuya instauración debe España al dictador Francisco Franco, una de las causas posiblemente de que esta democracia no se haya desarrollado con todo el vigor que le faltó en origen y va perdiendo además año tras año. La encuesta publicada hoy por el diario El País lo evidencia*.

*La historia que nos han contado de la Transición es una gran mentira, dice Nicolás Sartorius. A lo que añado, recordando el último libro de Carlos París acerca de nuestro tiempo, La época de la mentira, que sólo en una época así puede el fascismo reverdecer, dado que lo suyo es un ¡Viva la muerte!



DdA, XXI/6173

"LA LEY TIENE POR OBJETIVO ASEGURAR QUE SE SIGUE LA VOLUNTAD DE DIOS"

Nos recuerda Monterrubio en este artículo, donde analiza al electorado que llevó a Donald Trump a la Casa Blanca por segunda vez, que la jueza designada por el presidente para el Supremo pocas semanas antes de las elecciones de 2020 dejó una estupenda perla durante una conferencia en la facultad de Derecho de Notre-Dame, la más prestigiosa universidad católica local: «El objetivo de la ley es asegurarse de que se siga la voluntad de Dios en la sociedad». Esta creencia medieval es suscrita por variantes atrozmente sectarias del catolicismo y el protestantismo americanos, lo cual no implica que sean privativas de aquel país. En algunos Estados europeos, incluido uno muy cercano, no pocos jueces profesionales y vocacionales suscribirían la afirmación.

Ocurrió en un mitin de Trump: cruzado con ruedines

Antonio Monterrubio

En el mundillo de los especialistas en ritmos circadianos, se conoce como zona zombi un periodo crítico comprendido entre las 3 y las 5 de la madrugada. En ese intervalo las neuronas deberían estar apagadas, y si nos empeñamos en mantenerlas en estado de vigilia, su funcionamiento deja mucho que desear. Es el momento fetén para tomar decisiones equivocadas y con resultados catastróficos. Estudios científicos relacionan esta franja horaria con el origen de graves accidentes ecológicos, químicos o nucleares.

La permanencia en un sonambulismo prolongado con una notable incapacidad de controlar la situación es una adecuada metáfora de determinados comportamientos colectivos. Hay quien se pregunta por qué tan elevado número de ciudadanos votan en contra de sus propios intereses económicos, sociales o políticos. El paradigma de tal paradoja es el electorado trumpista. La respuesta simple y simplista lo achaca todo a la idiosincrasia estadounidense. Esto tiene la virtud de dejar en el tintero que, en la mayoría de los países europeos, fuerzas parecidas –a veces, fotocopias– alcanzan éxitos espectaculares.

El movimiento encarnado en Donald Pelopaja cuenta con la aprobación entusiasta de sectores de las élites que hace tiempo desconfían de la democracia. El contribuyente más generoso a su última campaña fue el jefazo de Blackstone, fondo buitre con cuyas rapiñas están familiarizados los inquilinos de la Comunidad de Madrid. Sin ese sostén de las altas esferas, no existiría. Pero incluso en las elecciones que perdió en 2020, superó los 70 millones de votos. 

Sería conveniente saber de dónde proviene el grueso de esos sufragios. Tanto la razón como las encuestas indican que incluye contingentes de clase trabajadora precaria, no especializada, y que cada dos por tres se ve obligada a cambiar de empleo. Igualmente forman parte de sus falanges cohortes de clase media en vías de desclasamiento irrefrenable. Su gran base electoral está en las zonas desindustrializadas, las ciudades menores vampirizadas por las megaurbes y los pequeños propietarios campesinos, acogotados por la agroindustria y los créditos bancarios.

Y entonces surge la pregunta del millón. Admitamos que su monserga del «Make America great again» o sus promesas de proteccionismo y relocalización hayan seducido a unas masas temerosas y desencantadas en 2016. Pero ¿cómo es posible que, viendo que no les ha dado nada, le sigan votando? Ahí está el error, porque sí que lo hace. Les suministra altas dosis de racismo, xenofobia, machismo, fundamentalismo religioso y odio político. Todo ello compulsado, certificado y autorizado por un discurso que viene de arriba, de las cumbres del poder. Esa retórica abrasadora permite a tal público sobrellevar su miseria, principalmente moral, sin cuestionar el sistema cuyas injusticias sufren. Es el mismo esquema que funciona en Europa y favorece el crecimiento del fascismo entre la desidia y la hipocresía de la casta. No todos son miembros de la famosa escoria blanca. Además, como afirmaba en una entrevista Nancy Isenberg, gran autoridad en el tema, los verdaderos miserables y excluidos, vagabundos o nómadas no votan (White trash).

Lo que opinadores oportunistas, politólogos de ocasión o incluso sesudos intelectuales no quieren ver es que el nacionalpopulismo no infecta tanto a gente de bajos ingresos como de bajo nivel educativo y escasa formación cultural. En Capital e ideología, Piketty constataba que, en 2016, más del 75 % de los doctorados, que eran el 2 % del electorado, votó por Hillary Clinton. Pero es que se trata solo de la punta del iceberg de un fenómeno que viene de lejos. «En las décadas de 1950 y 1960, cuanto mayor era el nivel de estudios, más pronunciado era el voto republicano. En las décadas de 2000 y 2010 ocurre justo lo contrario». Este mismo escenario se observa en los países europeos, donde los ciudadanos con menor capital cultural –a veces, titulados universitarios– constituyen una reserva sustancial de la clientela nacionalpopulista.

Muchos de los votantes de Trump distan de ser menesterosos, o no lo eran hasta hace poco. La globalización ha dejado tras de sí un considerable número de víctimas cuya frustración y revanchismo nutre las filas del nuevo fascismo. Ahora bien, tan importante como la pauperización de amplias capas es la epidemia de desculturización que afecta a la sociedad. Los prejuicios antiintelectuales y anticulturales de esos partidos no nacen de la nada. Son un componente indispensable de su cebo para incautos. La ignorancia supina parece haberse convertido en un derecho humano básico. Según varias encuestas, en 2016 Trump consiguió un apoyo entre los blancos sin diploma universitario que superaba en 40 puntos al de la candidata demócrata. Los sondeos de 2020 seguían dándole de 15 a 20 de ventaja en ese sector.

La especificidad del caso estadounidense radica en el mito del sueño americano. Los perdedores en esa sociedad hipercompetitiva comparten con las élites la creencia casi religiosa en que se basa: la posibilidad de ser lo que quieras. Se supone que América pone a tu disposición unas premisas de libertad, prosperidad e igualdad de oportunidades que, si sabes aprovecharlas, te auparán a la cima. El corolario de este axioma es que, con trabajo, tesón y esfuerzo, cualquiera puede desprenderse de su clase de origen.

Solo que es rigurosamente falso. Una casta pudiente pasa de generación en generación mientras el ascensor social lleva décadas parado en la planta baja. A los menos afortunados, los estudios superiores se les presentan como una meta cada vez más lejana. En 2014 las tasas de acceso a una carrera «eran apenas del 30% para los hijos del 10% de familias con menos recursos y de más del 90 % para los hijos del 10% de familias más ricas». En cuanto a la presunta igualdad, «investigaciones recientes sobre la admisión en las mejores universidades han demostrado que muchas de ellas admiten a más estudiantes entre el 1% más rico de las familias que entre el 60 % inferior» (Piketty: Capital e ideología). Esto se traduce en que un cachorro del 1% tiene una probabilidad sesenta veces mayor de ingresar en un College de la Ivy League o similar que uno del montón.  

Quienes se niegan a ver no solo los costurones del sueño, sino su intrínseca falsedad, son feligreses potenciales de cualquier trumpismo. Fácil será convencerlos de que la culpa de todo es de los chinos, los inmigrantes, los ecologistas, los gays, las feministas, la OMS o las Naciones Unidas. A esto se añade la relevancia de cierta religiosidad americana que lleva a muchos a considerarse parte de un nuevo pueblo elegido. Esto es constatable en las múltiples versiones del fundamentalismo protestante o las extrañas iglesias que surgen cual setas en aquellas tierras. También el catolicismo acaba siendo presa del curioso síndrome. Según estudios demoscópicos independientes, los católicos blancos no latinos votaron mayoritariamente por Trump. Esto viene a significar que una multitud de descendientes de italianos, polacos o irlandeses cuyos padres o abuelos fueron despreciados como gentes de baja estofa ha votado un programa xenófobo y racista. No se habrán enterado de que el hábito no hace al WASP.

La ultrabeata jueza designada por el presidente para el Supremo pocas semanas antes de las elecciones de 2020 dejó una estupenda perla durante una conferencia en la facultad de Derecho de Notre-Dame, la más prestigiosa universidad católica local: «El objetivo de la ley es asegurarse de que se siga la voluntad de Dios en la sociedad». Esta creencia medieval es suscrita por variantes atrozmente sectarias del catolicismo y el protestantismo americanos, lo cual no implica que sean privativas de aquel país. En algunos Estados europeos, incluido uno muy cercano, no pocos jueces profesionales y vocacionales suscribirían la afirmación.

DdA, XXI/6173