domingo, 26 de octubre de 2025

ATROPELLO Y MUERTE DE UNA OSA EN EL ALTO SIL




Lazarillo

Una osa parda adulta fue arrollada en la noche de pasado sábado por un vehículo en la carretera que va Villablino a Rabanal de Arriba. El cuerpo del animal fue localizado en la cuneta de la calzada por varios vecinos que alertaron a los agentes medioambientales y a la patrulla del SEPRONA, que se desplazaron hasta el lugar del suceso para realizar las diligencias pertinentes y trasladar el cadáver. El alto Sil, donde ocurrió el accidente, es uno de los principales refugios del oso pardo cantábrico. La imagen del animal muerto impresiona y duele a quienes admiramos a estos animales tanto por lo imponente de su presencia sin vida como por ser una especie protegida sobre la que se deberían tomar medidas que hasta ahora siguen pendientes de aplicación. Tanto vecinos como colectivos medioambientales de la comarca donde ha ocurrido el atropello han insistido reiteradamente en la necesidad de una señalización específica y medidas de control de velocidad en carreteras que, como la de Villablino a Rabanal de Arriba, cruzan un entorno de monte cerrado y existen pasos habituales de fauna, sobre todo de osos, corzos y jabalíes, especialmente  al amanecer y al oscurecer. A este Lazarillo le consta, por las velocidades excesivas a las que circulan algunos vehículos en carreteras de la provincia leonesa donde se advierte de la posible presencia de fauna, que de nada sirve esta señalización si no hay controles que sancionen el exceso de velocidad sobre la que está marcada. Muy pocos la respetan.

DdA, XXI/6146

BANQUEROS Y OLIGARCAS PREMIAN A MARIO DRAGHI A TRAVÉS DE LA CASA REAL

 No hay contradicción alguna en este Premio Princesa de Asturias de la Cooperación Internacional. Los patronos de la Fundación (banqueros y oligarcas) con el objetivo de perpetuar la desigualdad a través de la Monarquía reclaman de cuando en vez un premio para uno de los suyos, entre tanto premiado progre. Uno di noi: Mario Draghi cumple a la perfección. César Miranda nos recuerda en Nortes los méritos de quien descapitalizó las empresas públicas italianas, cuyo patrimonio acabará en poder de Goldman Sachs.



Celso Miranda

Algo pasa últimamente con las concesiones de premios, que parecen suscitar controversias por no decir directamente chanzas populares. Así ha ocurrido con los últimos premios Planeta a un tal Juan del Val, que no digo yo que no lo merezca porque no conozco ni al autor ni a su obra y no soy capaz por lo tanto de diferenciarlos. Y qué decir del Premio Nobel de la Paz, que consigue Trump pero a través de su delegada para Venezuela, la oligarca María Corina Machado, reconocida golpista que no hace ascos a una invasión armada de su país.

Con más sigilo, cuasi desapercibido en la hojarasca mediática, pasó el flamante Premio Princesa de la Cooperación Internacional 2025, otorgado a Mario Draghi, Supermario en el argot. Cierto es que su currículum es abrumador, pero de ahí a que encarne los valores de la cooperación internacional quien ha hecho de la competitividad santo y seña de su comportamiento político en favor de las élites europeas hay un trecho.

Que le pregunten a Varoufakis, en su época de Ministro de Economía cuando, ahogada por la Troika la economía griega, yendo a pedir apoyo financiero al entonces Presidente del Banco Central Europeo, obtuvo como respuesta una mano, pero al cuello: “El trabajo del banco central no es ofrecer esa clase de soluciones. Ese tema es para los políticos”. Eso, después de haber asesorado al gobierno griego anterior a la llegada de Syriza cómo ocultar la monumental deuda de los bancos griegos, entonces como Vicepresidente operativo de Goldman Sachs, banca privada de inversiones.

Y es que la vida de Don Mario Draghi es un no parar, siempre a caballo en la frontera entre lo público y lo privado, lo técnico y lo político. Hijo de un rico banquero del Véneto, nacido en 1947, Mario fue Director Ejecutivo de una de las instituciones salidas de Bretton Woods, el Banco Mundial, entre 1984 y 1990. De 1991 a 2001, época económica caracterizada por las grandes privatizaciones de la época neoliberal, Draghi ejerce en su país, Italia, como Director General del Tesoro y, como Presidente del Comité de Privatizaciones, impulsa un plan de descapitalización de las empresas públicas italianas, que controlaba como miembro de su Consejo de Administración. Hablamos de grandes empresas, como ENI, dedicada al mundo de los hidrocarburos (petróleo, gas natural, energía eléctrica,…), cuyo patrimonio acabará en manos de Goldman Sachs. Precisamente, el siguiente destino de nuestro premiado, que presidió, en su delegación europea, de 2002 a 2006.

La crisis financiera que nos cambió la vida para siempre, provocada por prácticas como las del Banco de Draghi, la de 2008, pilla ya a nuestro protagonista en un nuevo destino, como Gobernador del Banco de Italia, desde donde alimenta ideológicamente la agenda oculta de Silvio Berlusconi. Liberalismo salvaje, ya saben: flexibilización laboral, reducir el coste de los despidos, privatización de empresas y servicios públicos, rebajar el sueldo de los funcionarios, recortar los gastos sociales,…). A eso se dedicó desde 2006 a 2011, para pasar a ser una de las bestias negras de Varoufakis y el conjunto de los PIGS (Portugal, Italia, Grecia y Spain) como adalid de las políticas mal denominadas de austeridad en Europa de 2012 en adelante.

La profunda crisis de la política italiana lo convierte en Presidente del Consejo de Ministros (Primer Ministro de su país), sin pasar por elecciones democráticas, para acabar entregando el país al gobierno de Meloni.

Termino el artículo sin encontrar contradicciones más allá de las reseñadas en un premio que hasta ahora se otorgaba a ONGs internacionales. En realidad, no hay contradicción alguna en este Premio Princesa. Los patronos de la Fundación (banqueros y oligarcas) con el objetivo de perpetuar la desigualdad a través de la Monarquía reclaman de cuando en vez un premio para uno de los suyos, entre tanto premiado progre. Uno di noi: Mario Draghi cumple a la perfección.

NORTES  DdA, XXI/6146

DEL LOUVRE ROBARON JOYAS DE LA HISTORIA DEL DESPILFARRO Y EL EXPOLIO COLONIAL

                    En su habitual artículo de los sábados, que el autor publica en el diario El País, Antonio Muñoz Molina le dedica este fragmento al robo que tuvo ligar recientemente en el Museo del Louvre de París, del que se dice que ya han detenido a dos de los posibles autores: "Entrar furtivamente al museo más célebre del mundo no por recónditas tuberías subterráneas, o excavando túneles agobiantes, sino arrimando una escalera a la pared, a plena luz del día, y la vista de todo el mundo, me parece un golpe de maestría, al estilo de aquella carta robada del cuento de Poe que ni los registros policiales más exhaustivos podían encontrar, porque estaba simplemente en un tarjetero.  Que estos ladrones del Louvre se hubieran llevado alguno de los caravaggios que atesora el museo me habría parecido una tragedia. Pero los montones de joyas del botín pertenecen más a la historia del despilfarro y del expolio colonial que a la del arte, una ordinariez de diamantes y esmeraldas tan grandes que parecen falsos, traídos en los tiempos más negros del colonialismo desde quién sabe qué yacimientos de Colombia o de África, a costa de un trabajo de esclavos".




Antonio Muñoz Molina

No sé si habrá alguien que en el fondo de su corazón no admire la maestría y la limpieza profesional de esos ladrones que han robado las joyas en el Louvre y no desee que se salgan con la suya, escapando al castigo seguro que reciben ese tipo de maestros consumados en todas las películas de atracos, aunque no siempre en la realidad. Con las películas de atracos funciona una ley parecida a la que gobernaba las novelas de adulterio en el siglo XIX, y algunas de las historias de amor más populares del cine: al éxtasis de la transgresión sucedía de inmediato el castigo, la pena máxima de la vergüenza pública y el suicidio. Cuando el amor no era adúltero, como en muchas de las películas que en los primeros setenta imitaron el éxito de Love Story, no por eso escapaba al castigo, aunque al tratarse de una pasión no legalmente culpable no lo causaba el crimen ni el suicidio, sino la ecuánime enfermedad mortal, que por algún motivo fulminaba preferiblemente a la mujer enamorada. Pero donde el índice de mortandad pasional y femenina llegó a ser más alto fue en la ópera del siglo XIX y principios del XX, aproximadamente entre Bellini y Puccini. Hemos asistido los aficionados a tantas arias femeninas de agonía amorosa que corremos el peligro de que se nos endurezca el corazón. Es curioso que ese fatalismo penitencial no diezmara a las protagonistas de las grandes óperas del siglo XVIII. En las que Lorenzo da Ponte escribió para Mozart, las mujeres enamoradas utilizan todo tipo de astucias para salirse con la suya, y aunque alguna de ellas sufra el acoso prepotente de un aristócrata lujurioso, ninguna es humillada sin remedio, ni se quita la vida, ni contrae oportunamente la tuberculosis.

La metáfora de la enfermedad como castigo de la pasión amorosa o el desenfreno erótico es tan arraigada que regresó con más fuerza punitiva que nunca en los años ochenta, con la epidemia durante mucho tiempo incontrolada y pavorosa del sida: después del júbilo de liberación y promiscuidad desatado por la revuelta de Stonewall en 1969, a las comunidades homosexuales tenía que llegarles una desgracia proporcional a su delito. La furia explícita de pastores y curas integristas recreándose en la venganza divina contra los libertinos pecadores puede que fuera menos cruel que los chistes de las personas comunes en las barras de los bares y de los humoristas de la televisión y la prensa, en aquellos tiempos en los que la libertad de expresión incluía el derecho a reírse y a infamar en público a los más débiles, incluidos enfermos con VIH o mujeres violadas.

Las artes de la imaginación alientan ensueños del amor colmado y el deseo satisfecho y al mismo tiempo parecen obligadas, no se sabe por obediencia a qué puritana autoridad, a restaurar la normalidad sombría del fracaso y el desengaño. Los desenlaces felices quedan reservados para películas azucaradas y las novelitas románticas que reciben el escarnio o la simple ignorancia de los lectores serios. La fuerza del bolero y del melodrama, como la del Tristán e Isolda de Wagner, está en la síntesis extrema entre el éxtasis erótico de la pasión y la plenitud no menos morbosa del infortunio sin remedio.

A diferencia de la literatura y el cine, la realidad puede ser compasiva con los amantes fervorosos, que con frecuencia se casan o viven juntos durante muchos años, tienen familias, envejecen con dignidad y ternura y mueren en su cama. Nadie expresa mejor esa aspiración a la persistencia del amor compartido que Antonio Carlos Jobim en su canción Corcovado: “Quero a vida sempre assim / com você perto de mim / até o apagar da velha chama”. La antigua llama que arde hasta el final, como la vida misma, ha alumbrado menos la literatura que la hoguera instantánea en la que se consumen los amantes convencidos, como los escritores de novelas y canciones y los guionistas de cine, de que la intensidad excluye la duración, y que la duración conduce al tedio. Lo que Antonio Carlos Jobim dice como un deseo lo afirma jubilosamente Vicent Andrés Estellés en uno de los mejores poemas de amor de la poesía española, Els amants de València.

Queremos que la pasión súbita no sea castigada y que los atracadores magistrales que usan el talento y no la violencia se salgan con la suya. Es una noble aspiración humana que la literatura y el cine fomentan sin escrúpulo para luego frustrar. Igual que hay más amores largos y dichosos en la vida que en las novelas y las películas, en la realidad ha habido un cierto número de atracos memorables cuyos autores no fueron encontrados nunca, pero esa evidencia nunca la ha recogido la ficción, afectada una vez más por un moralismo punitivo que dice muy poco de su celebrada irresponsabilidad inventiva. Desde niño, como a todo el mundo, me apasionaron las películas de búsquedas de tesoros y las de atracos bien planeados y ejecutados, y asistí con un sentimiento de fraude y ultraje al momento en que el tesoro por fin conquistado se pierde, o en el que los atracadores, a punto ya de culminar con éxito un despliegue impecable de solvencia profesional, determinación, coraje sin violencia, y de una coordinación tan perfecta como un grupo de música de cámara, cometen un error trivial, o se dejan llevar por un impulso dañino, y entonces toda su planificación se viene abajo, y uno por uno acaban miserablemente, abatidos en una persecución, o resignados a una larga condena. Dos obras maestras del cine de tesoros y el cine de atracos las dirigió John Huston en los años gloriosos del tenebrismo en blanco y negro de la Warner Bros: El tesoro de Sierra Madre y La jungla de asfalto. En las dos el espíritu de aventura y de búsqueda concluye en tragedia, en castigo, en la pérdida de lo que ya se creía conquistado, lo que se escapa entre los dedos, el oro en polvo esparcido por el viento en las asperezas de una sierra.

El atraco del Louvre ha sido interpretado de inmediato como un síntoma o un símbolo de la decadencia de Francia, de la que yo me permito dudar, al menos en lo que respecta a la solidez de las instituciones culturales, si las comparo con las españolas. A mí me parece un ejemplo más de la primacía imaginativa de la realidad sobre la ficción. Entrar furtivamente al museo más célebre del mundo no por recónditas tuberías subterráneas, o excavando túneles agobiantes, sino arrimando una escalera a la pared, a plena luz del día, y la vista de todo el mundo, me parece un golpe de maestría, al estilo de aquella carta robada del cuento de Poe que ni los registros policiales más exhaustivos podían encontrar, porque estaba simplemente en un tarjetero. Admiramos a los buenos atracadores porque roban a gente extremadamente rica y a corporaciones poderosas, las cuales practican la extorsión y el robo sin riesgo ninguno, y con beneficios inalcanzables para un ladrón artesanal. Que estos ladrones del Louvre se hubieran llevado alguno de los caravaggios que atesora el museo me habría parecido una tragedia. Pero los montones de joyas del botín pertenecen más a la historia del despilfarro y del expolio colonial que a la del arte, una ordinariez de diamantes y esmeraldas tan grandes que parecen falsos, traídos en los tiempos más negros del colonialismo desde quién sabe qué yacimientos de Colombia o de África, a costa de un trabajo de esclavos. Que dejaran caer en su huida una corona de diamantes puede que no sea un descuido, sino un gesto de desprendimiento, como de quien sabe que con lo que ha ganado ya tiene suficiente, y que la tentación más peligrosa es la codicia.


DdA, XXI/6146

sábado, 25 de octubre de 2025

TRUMP AMENAZA CON SUMERGIR EN LA BARBARIE AL CARIBE

La comunidad internacional, y en particular las sociedades latinoamericanas y caribeñas, deben cerrar filas en rechazo a la intención trumpiana de sumergir a la región en la barbarie con tal de desviar la atención de su propia ineptitud y entregar cantidades ingentes de dinero al complejo militar-industrial que parece ser el único sector cuya prosperidad interesa al magnate.


El gobierno de Donald Trump envía señales cada día más alarmantes sobre su determinación de agredir a Venezuela a fin de imponer un cambio de régimen e instalar una administración títere, así como de facilitar el ascenso o la consolidación de la ultraderecha en todo el hemisferio mediante una combinación de amenazas armadas y extorsiones económicas. Ayer, el Departamento de Guerra anunció el envío del Grupo de Ataque del Portaviones Gerald R. Ford y su ala aérea embarcada al área de responsabilidad del Comando Sur de Estados Unidos; esto es, al norte de Sudamérica. Lo anterior implica la presencia del propio portaviones, de las 75 aeronaves que transporta, y de toda la panoplia necesaria para sus operaciones: tres destructores, un buque de reabastecimiento, un buque de carga seca y un buque de la guardia costera. Sólo el Gerald R. Ford transporta a 4 mil 600 militares, a los que se suman las tripulaciones de las naves auxiliares.

El argumento de que todos estos buques se despliegan con el objetivo de “desmantelar las Organizaciones Criminales Transnacionales (TCO) y contrarrestar el narcoterrorismo en defensa de la patria” no resiste el mínimo análisis. Por principio de cuentas, podrían desplegarlo ante las costas estadunidenses, con lo cual se reduciría el costo de mantener largas cadenas de suministro y se evitaría todo roce diplomático. Los miles de soldados embarcados para asesinar a 43 personas y hundir 10 lanchas en dos meses pudieron haber prestado un servicio mucho mayor a su patria monitoreando las aduanas terrestres y aeroportuarias, verdaderos puntos de entrada de los estupefacientes. Ante todo, en vez de gastar miles de millones de dólares en operar sus flotas, Washington podría hacerse con ingentes recursos combatiendo el lavado de dinero que se lleva a cabo en su sistema financiero, donde sus propias autoridades estiman que el crimen organizado blanquea 300 mil millones de dólares al año. Si las “Organizaciones Criminales Transnacionales” no pudieran cobrar y mover las ganancias de sus actividades, quedarían inmediatamente paralizadas; pero es evidente que a la Casa Blanca no le interesan ni la salud de sus ciudadanos, ni la legalidad del dinero que circula por sus bancos y empresas.

El tono bélico de esta escalada es tan manifiesto que incluso el presidente de Brasil, Luiz Inácio da Silva (quien no disimula su animadversión hacia Nicolás Maduro), criticó los bombardeos de Estados Unidos sobre lanchas en el Caribe, señalando que “si se convierte en moda, cada uno creerá que puede invadir el territorio ajeno y hacer lo que quiere”, con lo que la región se volverá una tierra sin ley. Su asesor especial y ex canciller Celso Amorim advirtió que una intervención externa, sea armada o con servicios de inteligencia, no es el camino para decidir quién va a gobernar Venezuela, un problema que sólo atañe a los venezolanos. Asimismo, alertó sobre el peligro de incendiar América del Sur y llevar a la radicalización de la política en todo el continente.

Al mismo tiempo, Washington transparenta su añoranza de ver en Bogotá a la oligarquía colombiana siempre presta a seguir sus directrices y poner el territorio andinocaribeño a disposición de sus tropas y sus agencias de espionaje. En este sentido, ayer el trumpismo elevó sus ataques contra el presidente Gustavo Petro a la imposición de sanciones por “permitir el florecimiento de los cárteles de la droga y negarse a detener esta actividad”, una acusación para la que no presentó prueba alguna, como tampoco lo hace en sus constantes diatribas contra México, Venezuela y otras naciones que cuentan con gobiernos celosos de su independencia y soberanía.

En América del Sur no hay ninguna guerra que justifique sitiar el subcontinente con una serie de flotas de ataque y desembarco, pero cada día queda más claro que la Casa Blanca está decidida a iniciar una conflagración, sin importar lo absurdo de sus pretextos. La comunidad internacional, y en particular las sociedades latinoamericanas y caribeñas, deben cerrar filas en rechazo a la intención trumpiana de sumergir a la región en la barbarie con tal de desviar la atención de su propia ineptitud y entregar cantidades ingentes de dinero al complejo militar-industrial que parece ser el único sector cuya prosperidad interesa al magnate.

LA JORNADA MX.

CASSEN, MANUEL ALEXANDRE Y EL CUERPO MÍSTICO DE CRISTO

 


Lazarillo

A estos dos excelentes actores los unió José Luis Cuerda en este celebrado diálogo, como otros no menos excelentes en su filme Amanece que no es poco, del que siempre disfrutaremos. Mientras Casto Sendra (Cassen) falleció a los 62 años, teniendo por delante un currículum profesional más dilatado, a Manuel Alexandre (1917-2010) le permitió su larga vida intervenir en 300 películas, numerosas obras de teatro y algunas series de televisión tan de añorar como Los ladrones van a la oficina. A este Lazarillo, entre las secuencias memorables del cine español, le parece que éstas de Amanece que no es poco han de figurar sin duda alguna, tanto por lo conciso y acertado del diálogo como por la interpretación de los dos actores en los papeles de párroco y pregonero, tan expresivos en sus actitudes como en decir con la requerida entonación los respectivos textos que les corresponden. Nunca me pareció Cassen tan buen actor como en esta ocasión. Creo que su cura es inmejorable: 
— Por cierto, tú cuando ayunas así como hoy por los pobres, ¿ellos cómo lo notan?
— Por el cuerpo místico de Cristo.
— Ya. ¿Y, no sería mejor que les dieras a los pobres lo que no te comes tú?
— Eso es otro apartado, por así decirlo, eso es la Santa Limosna.
— Ya. Esta mañana he pregonado lo que me has dicho, eso de que Dios es uno y trino. Yo creo que no se ha enterado nadie de lo que quería decir.
— Es que para eso está la fé.
— Me parece a mí que tenéis un cuajo...

DdA, XXI/6145

viernes, 24 de octubre de 2025

BYUNG-CHUL HAN: LA AUTOEXPLOTACIÓN ES MÁS EFICAZ QUE LA EXPLOTACIÓN

Casi siempre que se entregan los Premios Princesa de Asturias en el el Teatro Campoamor de Oviedo, hay algún motivo para, evitando en lo posible toda la parafernalia protocolaria y el servil peloteo de los cronistas de TVE a la Casa Real, escuchar con atención al menos uno, que suele ser el de Literatura o el de Comunicación y Humanidades. En esta ocasión, una vez comprobado que Eduardo Mendoza se limitó a una alocución bastante rutinaria, había cierta expectación por escuchar la mucho más trabajada e interesante de quien recibió el segundo de esos premios,  Byung-Chul Han, el filósofo germano-coreano autor de La sociedad del cansancio, por el que el presidente del Principado de Asturias se interesó a raíz de saber de él a través de la concesión del premio que se entrega en su región. El discurso, en efecto, no defraudó a quienes sí tenían conocimiento de la obra de este filósofo antes, entre los que posiblemente hubiera poco hoy en el histórico teatro ovetense. Sobre la base de lo que estas palabras señalas, este es el discurso:



Es para mí un gran honor, a la par que una inmensa alegría, recibir tan alta distinción en esta histórica ciudad de Oviedo.

En la Apología, el famoso diálogo de Platón, cuando Sócrates expone su propia defensa después de haber sido condenado a muerte, explica cuál es la misión del filósofo. La función del filósofo consistiría en agitar a los atenienses y despertarlos, en criticarlos, irritarlos y recriminarlos, igual que un tábano pica y excita a un noble caballo cuya propia corpulencia lo vuelve pasivo, y así lo espolea y estimula. Sócrates compara a ese caballo con Atenas.

Yo soy filósofo. Como tal, he interiorizado esta definición socrática de la filosofía. También mis textos de crítica social han causado irritación, sembrando nerviosismo e inseguridad, pero al mismo tiempo han desadormecido a muchas personas. Ya con mi ensayo La sociedad del cansancio traté de cumplir esta función del filósofo, amonestando a la sociedad y agitando su conciencia para que despierte. La tesis que yo exponía es, efectivamente, irritante: la ilimitada libertad individual que nos propone el neoliberalismo no es más que una ilusión. Aunque hoy creamos ser más libres que nunca, la realidad es que vivimos en un régimen despótico neoliberal que explota la libertad. Ya no vivimos en una sociedad disciplinaria, donde todo se regula mediante prohibiciones y mandatos, sino en una sociedad del rendimiento, que supuestamente es libre y donde lo que cuenta, presuntamente, son las capacidades. Sin embargo, la sensación de libertad que generan esas capacidades ilimitadas es solo provisional y pronto se convierte en una opresión, que, de hecho, es más coercitiva que el imperativo del deber. Uno se imagina que es libre, pero, en realidad, lo que hace es explotarse a sí mismo voluntariamente y con entusiasmo, hasta colapsar. Ese colapso se llama burnout. Somos como aquel esclavo que le arrebata el látigo a su amo y se azota a sí mismo, creyendo que así se libera. Eso es un espejismo de libertad. La autoexplotación es mucho más eficaz que ser explotado por otros, porque suscita esa engañosa sensación de libertad

Últimamente he reflexionado mucho sobre la creciente pérdida de respeto en nuestra sociedad. Hoy en día, en cuanto alguien tiene una opinión diferente a la nuestra, lo declaramos enemigo. Ya no es posible un discurso sobre el que se base la democracia. Alexis de Tocqueville, autor de un famoso libro sobre la democracia estadounidense, ya sabía que la democracia necesita más que meros procedimientos formales, como son las elecciones y las instituciones. La democracia se fundamenta en lo que en francés se llama "moeurs", es decir, la moral y las virtudes de los ciudadanos, como son el civismo, la responsabilidad, la confianza, la amistad y el respeto. No hay lazo social más fuerte que el respeto. Sin moeurs, la democracia se vacía de contenido y se reduce a mero aparato. Incluso las elecciones degeneran en un ritual vacío cuando faltan estas virtudes. La política se reduce entonces a luchas por el poder. Los parlamentos se convierten en escenarios para la autopromoción de los políticos. Y el neoliberalismo ha creado ya una gran cantidad de perdedores. La brecha social entre ricos y pobres se sigue agrandando cada vez más. El miedo a hundirse socialmente afecta ya a la clase media. Precisamente estos temores son los que lanzan a la gente hacia los brazos de autócratas y populistas.

Creemos que la sociedad en la que vivimos hoy es más libre que nunca. En cualquier ámbito de la vida, las opciones son infinitas. También en el amor, gracias a las aplicaciones de citas. Todo está disponible al instante. El mundo se asemeja a un gigantesco almacén donde todo se vuelve consumible. El infinite scroll promete información ilimitada. Las redes sociales facilitan una comunicación sin límites. Gracias a la digitalización, estamos interconectados, pero nos hemos quedado sin relaciones ni vínculos genuinos. Lo social se está erosionando. Perdemos toda empatía, toda atención hacia el prójimo. Los arrebatos de autenticidad y creatividad nos hacen creer que gozamos de una libertad individual cada vez mayor. Sin embargo, al mismo tiempo, sentimos difusamente que, en realidad, no somos libres, sino que, más bien, nos arrastramos de una adicción a otra, de una dependencia a otra. Nos invade una sensación de vacío. El legado del liberalismo ha sido el vacío. Ya no tenemos valores ni ideales con que llenarlo.

Algo no va bien en nuestra sociedad.

Mis escritos son una denuncia, en ocasiones muy enérgica, contra la sociedad actual. No son pocas las personas a las que mi crítica cultural ha irritado, como aquel tábano socrático que picaba y estimulaba al caballo pasivo. Pero es que, si no hay irritaciones, lo único que sucede es que siempre se repite lo mismo, y eso imposibilita el futuro. Es cierto que he irritado a la gente. Pero, afortunadamente, no me han condenado a muerte, sino que hoy soy honrado con la concesión de este bellísimo premio. Se lo agradezco de todo corazón. Muchísimas gracias.

DdA, XXI/6144

DEL SARCASMO GIJONÉS (PLAYU) A PROPÓSITO DEL GARAJE ASTURIAS

ÁLVARO NOGUERA

Me acordé de esta anécdota porque leo en la prensa local que en el Garaje Asturias van a instalar un supermercado. Desaparecen todas las referencias de la ya lejanísima primera adolescencia, en que todo iba hacia arriba. Ahora, ya en la segunda, no ye que vaya hacia abajo, ye que va a su bola, y que Dios nos pille confesaos.



Quizás fue un verano de 1965 o 66. Le pedí a mi viejo el coche. Un 600 verde, matrícula 0-45977. En un momento determinado me doy cuenta de que el indicador de gasolina marca reserva. Y todos los ocupantes, caninos. Rascámonos los bolsillos y entre todos conseguimos reunir siete pesetas. Si mis cálculos son buenos, serían 0.042 céntimos de euros. Fuimos al garaje Asturias, para los que conozcáis Gijón, está en la calle Santa Doradía, que tenía gasolinera, y con las mismas le pedí al empleado que me pusiese siete pesetes de gasolina. Mirome con una seriedad no exenta de coña y déjase decime: “qué, miguín, ¿vas cenar a Laredo?”. Siempre lo recuerdo como la imagen irónica del humor playu, con ese sarcasmo inofensivo que te desarma y que a mi, en aquel momento, me arrancó una carcajada.

DdA, XXI/6144

REGRESO EMOCIONAL A LA MUERTE DE PLATERO

 El firmante publica su artículo en el periódico La Voz, que se edita en Castelldefels, y ha tenido la amabilidad de mandármelo, una vez compartidas con Felipe la lectura y la evocación del fragmento de Platero y yo que transcribe, correspondiente a la muerte del animal. Hacía muchos años que este Lazarillo no releía lo que a los doce años, cuando leí por primera vez el libro de Juan Ramón Jiménez, fue para mi uno de los primeros encuentros conscientes o conceptuales con la emoción de la palabra hasta llegar al llanto. Guardo en la memoria el lugar en el que ocurrió lo que posiblemente supuso también mi primer encuentro con la literatura y la poesía como arte capaz de provocar sentimientos. Ocurrió en la galería de la vieja casa familiar de los abuelos, cursaba segundo de bachillerato y sobre mesa en la que leía el libro del poeta andaluz se derramaba un claror de sol que entraba por una de las ventanas. Poco después de esa experiencia, empecé a aprender de memoria los primeros versos de Juan Ramón: Y yo me iré/ y se quedarán los pájaros cantando...No dejé de leer poesía desde entonces, pero la muerte de Platero la tuve muchos años olvidada, hasta que Felipe Sérvulo la rescató  en un periódico de Castelldefels con un titular de lo más pertinente: Recordar a Platero es vivir la poesía. Le estoy muy agradecido a Juan Ramón, a Felipe y a Platero:


Felipe Sérvulo

Hablar de Platero y mencionarlo hoy es casi un acto de rebeldía. En una sociedad que ha extraviado tantas referencias, donde paradójicamente solo parecen regir los valores de la tribu, hablar de un burro nacido en Andalucía hace más de cien años puede sonar a extravagancia.

Pero siempre habrá personas que guarden en su memoria emociones, paisajes, y sepan que hablar con un animal y tenerlo como amigo es absolutamente posible, además de aconsejable, según dicen ahora tantos psicólogos y «coaches» que nos invaden. ¿Cómo hemos podido vivir hasta ahora sin ellos?

Una de las paradojas es que Platero y yo ha pasado a la historia como un libro para niños. Nada más lejos de la realidad. Juan Ramón Jiménez quiso hacer un texto para adultos y en algunos capítulos introdujo una crítica social de la época. Él mismo lo dijo en un prólogo:

 

Yo nunca he escrito ni escribiré nada para niños, porque creo que el niño puede leer los libros que lee el hombre, con determinadas excepciones que a todos se les ocurren. Pero su sencillez expositiva y su transparencia hicieron que poco a poco se fuera adaptando al gusto infantil.

 

La primera edición vio la luz en 1914, y en 1917 se publicó la edición completa, compuesta de 138 capítulos, que es la que ha llegado hasta nosotros. Según Wikipedia:

 

El poeta tenía intención de ampliar el texto hasta los 190 capítulos e incluso quiso hacer una segunda parte que iba a llamar Otra vida de Platero y, curiosamente, pensó en publicarlo en cuadernos sueltos, proyectos que nunca vieron la luz.

 

Resulta muy interesante la influencia que tuvo en Platero los principios de la Institución Libre de Enseñanza de Giner de los Ríos: el amor por los animales, la vida en el campo, los valores humanistas y universales…

A través de una sucesión de poemas en prosa, el autor nos va introduciendo en una obra colmada de metáforas, basada en sus vivencias con un borriquillo, que se convierte en un amigo inseparable, llenando la historia de tristezas, ya que al quedarse solo y no confiar en nadie, está demostrando su frustración y soledad al aferrarse al animal.

Hay que recordar que en la época en que escribió el libro, Juan Ramón había perdido a muchos seres queridos y se sentía maltratado por la vida, por lo que vuelca su dolor en el relato. Para ello, decide apartarse a una zona cercana al Atlántico y Platero se convierte en su única razón para vivir, compartiendo con él sus emociones, describiéndolo como una de las cosas más bonitas que pasaron por su vida, haciendo que en cada capítulo se desborde la emoción y la belleza.

Juan Ramón habla con Platero, lo acaricia, lo lleva de paseo, le da de comer lo que más le gusta y lo llevaba a Darbón, el veterinario, cuando se ponía enfermo.

 

Darbón, el médico de Platero, es grande como el buey pío, rojo como una sandía. Pesa once arrobas. Cuenta, según él, tres duros de edad.

 

Pero llega lo inevitable para todo ser que vive. El autor, dolorido, lo explica:

 

[…] Encontré a Platero echado en su cama de paja, blandos los ojos y tristes. Fui a él, lo acaricié hablándole, y quise que se levantara…

El pobre se removió todo bruscamente, y dejó una mano arrodillada… No podía… Entonces le tendí su mano en el suelo, lo acaricié de nuevo con ternura y mandé venir a su médico.

El viejo Darbón, así que lo hubo visto, sumió la enorme boca desdentada hasta la nuca y meció sobre el pecho la cabeza congestionada, igual que un péndulo.

Nada bueno, ¿eh?

No sé qué contestó… Que el infeliz se iba… Nada… Que un dolor… Que no sé qué raíz mala… La tierra, entre la yerba…

Al mediodía, Platero estaba muerto. La barriguilla de algodón se le había hinchado como el mundo, y sus patas, rígidas y descoloridas, se elevaban al cielo. Parecía su pelo rizoso, ese pelo de estopa apolillada de las muñecas viejas, que se cae, al pasarle la mano, en una polvorienta tristeza…

Por la cuadra, en silencio, encendiéndose cada vez que pasaba por el rayo de sol de la ventanilla, revolaba una bella mariposa de tres colores.

Y con su muerte, al poeta lo invade la soledad, pero le queda un recuerdo tan hermoso, tan intenso, que seguirá viviendo siempre con su amigo.

Les hablo a mis nietas de este ser de “algodón”. Apenas me escuchan, me miran raras y me dicen que tienen que hacer los deberes del colegio. Ni a ellas, ni al director del colegio ni al bedel les interesan estas historias de borricos y viejos nostálgicos. ¡Qué pena!

DdA, XXI/6144

LA CONFUSIÓN ENTRE JUDÍO, HEBREO E ISRAELÍ, UNA AMBIGÜEDAD PELIGROSA

Quienes sí airean constantemente la palabra judío como rasgo de autoafirmación identitaria, son el gobierno de Israel y sus adláteres sionistas, empeñados en acusar de un supuesto antisemitismo (por cierto, tan hijos de Sem son los palestinos como los judíos) a quienes no apoyan sus atrocidades. En el otro extremo, los ultraortodoxos jaredíes que intentan desvincular la religión de un Estado que les parece abominable, se reafirman en el auténtico judaísmo gritando en la calle: “Preferimos morir como judíos que vivir como sionistas despreciables”.


Carmen Ordóñez

El profesor Luis Girón Blanc, doctor en Filología Semítica y hoy catedrático emérito, insistía en sus clases sobre la distinción léxica, en nuestro idioma, de los términos judío, hebreo e israelí. Y resumía así: Judío se refiere a la religión y a la comunidad. Hebreo, a la lengua. Israel es el Estado.

Se ha vuelto habitual escuchar cada día, especialmente en medios audiovisuales pero también en la prensa escrita, lindezas tales como ejército hebreo, autoridades hebreas o fuerzas hebreas -incluso equipo hebreo en el contexto de una competición deportiva- cuando el adjetivo que procede en todos estos casos es israelí.

La incorrección, que se perpetúa a lo largo de décadas, se remonta a antes incluso de la primera intifada puesto que en el mismo sentido se pronuncia el Vademécum del español urgente editado por la agencia EFE en el año 1985, advertencia reiterada desde entonces en éste y otro foros lingüísticos, incluída la Fundación del Español Urgente (FundéuRAE). Sin embargo, el origen de la confusión se encuentra en el propio diccionario de la RAE, donde aparecen todos estos términos catalogados como sinónimos o afines. El periodista, que necesita siempre de estas ayudas para no repetir vocablos dentro de un mismo párrafo, acude a esta fuente primordial y se decanta por el adjetivo hebreo. Cabe preguntarse por qué.

Si se acude a diccionarios de otros idiomas se encuentran definiciones mucho más precisas: Tanto el Collins inglés como el de la Academia Francesa distinguen perfectamente estos conceptos y señalan que la utilización de hebreo como referente de una comunidad sólo puede atribuirse a tiempos remotos y es, por lo tanto, anacrónica. Sólo en italiano giudeo y èbreo se utilizan como sinónimos en la lengua discursiva actual.

En casi todas las ocasiones en que se pervierte el término hebreo, se hace como sustituto de israelí. Da la impresión de que se intentara evitar de forma sistemática la denominación de judío, como si existiera cierto pudor histórico para pronunciar esta palabra cuando debería utilizarse con toda naturalidad ¿O es que acaso ha adquirido un matiz peyorativo del que no se puede librar y hemos decidido inconscientemente eliminarla de nuestro vocabulario para evitar el riesgo de la discriminación?

Al fin y al cabo, se trata de una religión, de una comunidad y de su cultura, si entendemos el término de forma correcta. Entraría, como concepto, en el mismo ámbito que las palabras musulmán, hindú o luterano. Sin embargo, el significado de judío ha sido gravemente adulterado a lo largo de la historia, más recientemente en el primer tercio del siglo pasado, con consecuencias ominosas. Y esto tiene su reflejo, bien que sea un reflejo distorsionado, hoy en día, en esta sociedad que tanto se empieza a parecer a la de entonces (En este sentido, recomiendo vivamente la lectura de Síndrome 1933, de Siegmund Ginzberg).

Tampoco judío e israelí son sinónimos: Obviamente, hay israelíes que no son judíos y judíos que no son israelíes. Así que la expresión lobby judío ha de corregirse por lobby israelí o lobby sionista, si introducimos un concepto más preciso.

Quienes sí airean constantemente la palabra judío como rasgo de autoafirmación identitaria, son el gobierno de Israel y sus adláteres sionistas, empeñados en acusar de un supuesto antisemitismo (por cierto, tan hijos de Sem son los palestinos como los judíos) a quienes no apoyan sus atrocidades. En el otro extremo, los ultraortodoxos jaredíes que intentan desvincular la religión de un Estado que les parece abominable, se reafirman en el auténtico judaísmo gritando en la calle: “Preferimos morir como judíos que vivir como sionistas despreciables”.

¿Sería mucho pedir que intentemos rescatar el valor de las palabras, reivindicando su significado original y sin temor a caer en la discriminación? No hay mayor discriminación que la desaparición de un término de nuestro vocabulario porque lo que no tiene nombre, no existe.

Queden estos apuntes como motivo de reflexión para el lector porque el uso espurio del lenguaje nos lleva a confusiones que se instalan en nuestras mentes y que pueden resultar ambiguas e incluso peligrosas.

DdA, XXI/6144

jueves, 23 de octubre de 2025

CORINA MACHADO, NOBEL DE LA PAZ POR PATROCINAR UNA INVASIÓN Y UNA GUERRA

María Corina Machado podrá patrocinar la guerra y la invasión a su propio país con el Nobel de la Paz bajo el brazo. Invitada en España por el grupo Prisa, será recibida con honores en Barcelona, dentro de los encuentros con dirigentes europeos. Su trayectoria ha sido expuesta con claridad en el diario mexicano La Jornada, donde Marcos Roitman firma su artículo, por Luis Hernández Navarro al titular el suyo “María Corina Machado y la democracia de las cañoneras”. La dedicatoria de Machado por el premio a Donald Trump augura un futuro sombrío.


Marcos Roitman

La historia de los premios Nobel, parafraseando a Forrest Gump, es como una caja de bombones, nunca sabes lo que va a tocar. Lamentablemente, lo dicho tiene truco. La cantidad, forma y relleno están predefinidos. Sorpresas las justas. Hay reglas y se deben respetar. Ahora les mencionaré cinco nombres, tres mujeres y dos hombres. 

Ellos tienen mucho en común: rechazan el marxismo, son devotos de la economía de mercado, partidarios de la OTAN, y su espectro ideológico va del conservadurismo a la socialdemocracia, confluyendo en su crítica al comunismo. Ellos han sido dotados de un poder especial, son los designados por el Parlamento noruego para otorgar el premio Nobel de la Paz. Se trata de Jorgen Watne, Asle Toje, Anne Enger, Kristin Clement y Gry Larsen. En este sentido, sus preferencias y opciones tienen límites. Así ha sido siempre, resultando indiferente la disciplina del galardonado. 

Fritz Haber, considerado el padre de la guerra química, fue distinguido con el Nobel de Química en 1918. Miles fueron las víctimas del gas dicloro. Una muerte dolorosa y lenta. Sus efectos se extendían a todo ser viviente. Pero ello no fue razón suficiente para que el jurado lo eliminase de la lista. Por el contrario, junto con su colega Carl Bosch, ambos germanos, recibían la presea por la síntesis del amoniaco. 

Durante la ceremonia de entrega, el físico neozelandés Ernest Rutherford, poseedor del Nobel de Química (1908) por su estudio sobre las ondas alfa, beta y rayos gamma, unido a su modelo atómico, dejó boquiabiertos a los presentes. Cuando Haber fue a estrecharle la mano, le retiró el saludo. Según el físico, Haber no era merecedor del Nobel y lo expresó públicamente. 

Podríamos señalar que los Nobel están sometidos a continuas sospechas y escándalos. El ejemplo evidencia que no hay disciplina exenta de dudas sobre sus beneficiarios. Empresas farmacológicas, industrias de la tecnología médica, laboratorios de física, química o biología, ligados a las grandes compañías trasnacionales, presionan para la concesión a sus protegidos. Hay millones de dólares en juego. 

En cuanto al Nobel de Literatura, las editoriales tratan de incidir para que la academia sueca se decante por sus autores. En 2018, los escándalos de abusos sexuales de Jean Claude Arnault, conocido como el “Harvey Weinstein de los Nobel”, sacudieron la academia y el Nobel de Literatura no se concedió ese año. De sus 18 miembros, habían dimitido ocho. 

Ahora, detengámonos en los agraciados con el Nobel de la Paz. Muchos son piezas de un engranaje. En ocasiones es un insulto a la paz. Pero, si quienes deciden, ya lo hemos visto, comparten valores belicistas, la paz es una excusa para apoyar personas o instituciones en función de las coyunturas del momento. Hagamos memoria. En 1973, Le Duc Tho, general del ejército vietnamita, se negó a recibir el Nobel de Paz otorgado junto a Henry Kissinger. Su dignidad impedía aceptarlo. Kissinger era responsable del lanzamiento del agente naranja para destruir las fuentes de alimentos de la población civil en Laos, Vietnam y Camboya. Sin olvidarnos de autorizar el uso de bombas del napalm. La foto de la niña Phan Thi Kim Phuc el 8 de junio de 1972, con su cuerpo desnudo incendiado por la gasolina gelatinosa, sintetiza sus consecuencias. Suma y sigue. 

Cuatro presidentes estadunidenses: Theodore Roosevelt, Woodrow Wilson, James Carter y Barack Obama, dos vicepresidentes, Charle Gates Dawes y Al Gore, y cómo no, el general George Marshall, son poseedores del galardón. ¿Cómo no entender la obsesión de Donald Trump por entrar en este selecto grupo? 

Algunas excepciones han sido Martin Luther King, Nelson Mandela, Adolfo Pérez Esquivel, Yasir Arafat o Rigoberta Menchú. Eso sí, Nelson Mandela y Yasir Arafat lo recibieron junto a sus victimarios. Nada es casual en los Nobel de la Paz. Si acceden a la lista de los galardonados, verán patrocinadores de la guerra, combatientes anticomunistas y políticos cuyas decisiones tienen tras de sí muchos cadáveres. En esta lista, un ausente Mahatma Gandhi, asesinado en 1948. 

Sin caer en teorías conspiranoicas y en la trampa diseñada por los estrategas de la comunicación afincados en la Casa Blanca y el Pentágono, haciendo creer que Donald Trump debía ser el beneficiario en 2025, mientras las encuestas le otorgaban un 3 por ciento, forma parte del espectáculo mediático. La decisión para que recayese en la venezolana María Corina Machado se tomó, al menos, con un mes de antelación. Su objetivo, al igual que sucediera en 1983, con su entrega a Lech Walesa, es crear las condiciones para desestabilizar el orden político. No menos lo fue la entrega al ex presidente de Costa Rica Óscar Arias en 1987, quien dinamitara el proceso de paz de Contadora, permitiendo el establecimiento de la contra en su territorio, al tiempo que apoyaba a Ronald Reagan y Henry Kissinger en su proyecto de paz bipartidista para Centroamérica. 

Las cartas están marcadas. María Corina Machado podrá patrocinar la guerra y la invasión a su país con el Nobel de la Paz bajo el brazo. Invitada en España por el grupo Prisa, será recibida con honores en Barcelona, dentro de los encuentros con dirigentes europeos. Su trayectoria ha sido expuesta con claridad en La Jornada por Luis Hernández Navarro en su artículo “María Corina Machado y la democracia de las cañoneras”. 

Y para incrédulos, no se puede descartar que Donald Trump siga presionando. Contará con grandes apoyos, entre otros, de la vicepresidenta de la comisión Asle Toje, quien asistió a su toma de posesión. Militante antiabortista y directora de investigaciones en el Instituto Nobel. Sin duda, tiene a una ristra de palafreneros. La dedicatoria de María Corina Machado a Donald Trump es síntoma del futuro que nos espera. Eso sí, hay muchos que aplauden la decisión; no puede ser de otra manera.

LA JORNADA MX  DdA, XXI/6143