jueves, 13 de noviembre de 2025

GENERAL MARCO BERTOLINI: LA OTAN ENFRENTA UNA DERROTA ESTRATÉGICA


La derrota de la OTAN

Entrevista de L’Antidiplomatico con el general Marco Bertolini

—General, la OTAN, fundada como una alianza defensiva, parece haberse transformado radicalmente a raíz de la guerra en Ucrania. En su opinión, ¿podemos afirmar que la OTAN busca una nueva oportunidad apostando por la guerra permanente?

—La transformación es anterior a esta última guerra. Ya con el fin de la Guerra Fría, una alianza defensiva contra un enemigo que se había rendido de facto dejó de tener sentido. Alemania fue entonces abandonada por gran parte de los contingentes internacionales que la habían ocupado, no solo en su parte oriental, comunista, sino también en la occidental. Solo permaneció una fuerte presencia estadounidense, lo que confirmaba el interés de Washington en mantener su control sobre el Viejo Continente. La Alianza Atlántica, por su parte, pareció adoptar un papel diferente, pasando de la defensa común a la exportación del modelo occidental y estadounidense, con las llamadas operaciones de mantenimiento de la paz, principalmente en los Balcanes, donde se erigió un nuevo «Muro de Berlín» en Bosnia entre la Federación Croata-Musulmana, respaldada por la OTAN, y la República Srpska, apoyada por Belgrado. Posteriormente, se construyó otro muro para dividir Kosovo y Serbia, aprovechando la incapacidad de Rusia para proteger los intereses de su aliado clave en los Balcanes.

Pero es precisamente ahora, con la guerra en Ucrania, cuando la OTAN demuestra con mayor claridad su papel como instrumento de presión sobre ese continente euroasiático que Mackinder consideraba el corazón del mundo, la porción que debía ser contenida y controlada para la dominación global. Ciertamente, lo que podemos observar es que, en este caso concreto, el fin de la guerra representaría una derrota para la OTAN y para todo Occidente, dada su implicación en una guerra que se suponía que resultaría en una «derrota estratégica» para Moscú. Una derrota estratégica que, sobre el terreno, ahora parece cernirse sobre la propia OTAN, a pesar de que otras regiones están «preparadas» para recrear el mismo conflicto con Moscú, comenzando por los países bálticos, el Cáucaso y los propios Balcanes, donde la fricción entre estados y Moscú está a punto de estallar. En resumen, no sabemos cómo ni cuándo terminará la guerra en Ucrania, aunque la disparidad de fuerzas sobre el terreno deja pocas ilusiones a Londres, Washington y Bruselas; pero lo que es seguro es que el conflicto que presenciamos no terminará con ella.

Antes de Donald Trump, ningún presidente estadounidense había cuestionado públicamente la existencia de la OTAN. ¿Existe, en su opinión, alguna conexión entre ciertas declaraciones y los conflictos de Donald Trump con el Estado profundo o con un sector de la élite financiera?

—Es muy difícil interpretar el pensamiento de Trump, dejando de lado todas las contradicciones, aceleraciones y posteriores cambios de rumbo que revela. Creo que, en esencia, percibe la enemistad irreductible del Estado Profundo estadounidense, que se resiste a cada uno de sus intentos de redirigir la política de EE. UU., especialmente en lo que respecta al papel de policía global que alguna vez asumió, un papel que él menosprecia. Lo que resulta evidente es un desinterés, incluso casi un desprecio, por la OTAN y la Unión Europea, particularmente resaltado por su reciente cambio de postura sobre las posibilidades de victoria de Ucrania. En cambio, tiende a ver a estas dos entidades más como «clientes» a quienes puede imponer sus costosos productos, desde gas natural licuado hasta armas, dado su interés en mantener una guerra en Ucrania que no beneficia sus principales intereses. Lo cual no significa que no le interese también una Rusia debilitada, pero una con la que mantener relaciones desde una posición de fuerza en un mundo que reconoce está destinado a ser multipolar. En este contexto, resulta relevante su reciente publicación, en la que afirmaba que «tras conocer y comprender plenamente la situación militar y económica de Ucrania y Rusia… Ucrania, con el apoyo de la UE (nota: con el apoyo de la UE), está en condiciones de luchar y vencer…». Sin embargo, concluía diciendo: «Les deseo lo mejor a ambos países. Seguiremos suministrando armas a la OTAN para que esta haga con ellas lo que quiera. ¡Buena suerte a todos!». Esta declaración parece más bien un distanciamiento sarcástico de la Alianza (el uso del pronombre «ellos» es emblemático) y una forma de desentenderse de las intenciones de la Unión Europea.

La OTAN se asemeja cada vez más a una oficina de ventas de la industria militar estadounidense: en este sentido, la Unión Europea ofreció comprar sistemas de defensa antiaérea y misiles Tomahawk para Ucrania. Pero Donald Trump rechazó esta opción. ¿Por qué?

—Trump puede parecer un loco, pero no lo es, y sabe perfectamente que la venta de misiles Tomahawk a Ucrania implicaría a Estados Unidos en el conflicto ucraniano de forma mucho más directa que ahora, en lo que él llama «la guerra de Biden». Esta implicación sería consecuencia de la necesidad de los ucranianos de delegar el uso de esos misiles en personal militar estadounidense, ya que se trata de sistemas de armas cuyo apoyo estadounidense es indispensable. Putin lo sabe y lo ha manifestado abiertamente desde hace tiempo. Además, el Tomahawk también es capaz de transportar ojivas nucleares, y cualquier lanzamiento podría interpretarse como una amenaza estratégica, desencadenando una respuesta devastadora, incluso si estuviera equipado con una ojiva convencional. Por ahora, Trump parece reacio a dar este paso hacia una espiral difícil de detener, pero se enfrentaría al temor de la Comisión Europea y algunos países de la UE de quedarse con las manos vacías si cesaran las hostilidades, relegándolos al papel de derrotados. Por este motivo, aún no se ha dicho la última palabra y no se puede descartar otro cambio de rumbo, dado que la decisión de Trump a favor de deshacerse de estos sistemas podría abrir la puerta a perspectivas aún más dramáticas. En resumen, esperemos que el Titanic no choque con el iceberg que cada vez se vislumbra más tenue a pocos kilómetros de la proa en la oscuridad de la noche.

El ministro de Defensa alemán, Boris Pistorius, ha pedido al Bundestag que tome medidas para reinstaurar el servicio militar obligatorio en Alemania. ¿Qué opina usted de estas declaraciones? ¿Qué consecuencias podría tener tal decisión para Europa?

—El servicio militar obligatorio, conocido como conscripción, fue suspendido (no abolido) en Italia a principios del milenio. Esta medida se originó en la creencia errónea de que el progreso científico y técnico, así como la expansión de la democracia, relegaban a las Fuerzas Armadas principalmente a operaciones de mantenimiento de la paz, y en todo caso, a operaciones de baja intensidad. Por lo tanto, se creía que para satisfacer estas necesidades bastaba con un ejército profesional capaz de integrarse eficazmente con las tecnologías actuales, lo que hacía innecesario recurrir a los principios clásicos del Arte de la Guerra, que, afortunadamente, aún se enseñan en todas las academias militares. Y entre estos principios, el de Masa sigue vigente con toda su dignidad, junto con los de Fuego, Maniobra, Reserva y Protección. En particular, la guerra en Ucrania, con su virulencia y su constante necesidad de carne de cañón para compensar las crecientes pérdidas en el frente, ha demostrado la ingenuidad de la ideología progresista según la cual, citando a Francis Fukuyama, la historia ha terminado, junto con esa antigua y cruel fiesta de la guerra, gracias a la expansión global de las democracias occidentales. Naturalmente, los países se enfrentan a esta nueva realidad, intentando retomar una desmilitarización progresiva que los privaría de las herramientas clave para afirmar su soberanía: unas fuerzas armadas creíbles. Por ello, sobre todo en la izquierda, se observa una sorprendente atención a las cuestiones militares, incluso a riesgo de caer en una beligerancia ridícula e irritante que contradice décadas de retórica pacifista, en un intento desesperado por trasladar al ámbito europeo un rearme militar que, por diseño, tendría su referencia exclusiva en cada patria. De ahí los constantes llamamientos a una «defensa común», un «ejército europeo» para impedir un fortalecimiento de la soberanía nacional, percibido tanto por la izquierda como por el centro, así como por amplios sectores de la derecha, como un mal que debe evitarse.

La militarización de la economía parece posible solo con recortes significativos en el gasto social. ¿Cree usted que los italianos están dispuestos a aceptar tales sacrificios para aumentar el gasto militar y armar al ejército ucraniano?

—Creo que hay acontecimientos, como las guerras, pero también los terremotos y las inundaciones, que superan la voluntad popular de aceptarlos. Tenemos un ejemplo de ello en lo que ocurre en Europa, a pesar de que la opinión pública se opone casi unánimemente a la continuación de la guerra. Y esto también se aplica a los recortes en el gasto social que el esfuerzo bélico, o incluso –ojalá– la mera mención del mismo, puede imponer. Cuando se pregunta «¿Prefieres mantequilla o cañones?», la respuesta en la calle suele ser la de los cañones, mientras que en los hogares siempre se prefiere la mantequilla, especialmente en el caso de guerras que no buscan defender intereses nacionales vitales y directos, como en el caso que nos ocupa. Imaginen si se tratara de gastos destinados a un ejército extranjero, como en el caso del ucraniano. Pero nuestro país, como la mayoría, sufre una merma de soberanía verdaderamente paralizante, que comenzó con la adopción de una moneda que no podemos gestionar según nuestras necesidades, lo que hace que la cadena a la que estamos atados sea particularmente corta. La extraña unanimidad con la que todos los líderes europeos se han opuesto a una solución negociada de la guerra, cuya continuación afectaría visiblemente a nuestros propios intereses, resulta indicativa a este respecto.

La administración Trump había declarado estar dispuesta a celebrar una cumbre con el Kremlin en Budapest, a pesar de las frecuentes declaraciones de Macron, Starmer y Merz sobre el peligro de una invasión rusa. ¿Por qué cree que Estados Unidos no parece creer en esta amenaza?

—La falta de interés o capacidad de Rusia para amenazar a Europa se debe a razones demográficas, económicas y políticas. Desde una perspectiva demográfica, un país de 146 millones de habitantes y un vasto territorio que se extiende desde Europa hasta el Pacífico no tiene por qué buscar problemas fuera de su propio territorio. Ciertamente podría destruirnos con sus armas nucleares, pero no tendría la capacidad operativa para controlar nuestro territorio ni para imponerse sobre poblaciones mucho mayores. Además, Rusia también es un país europeo y sufriría directamente las consecuencias del colapso de nuestros paises en su propio suelo, cuya riqueza representa un recurso en el que invertir. En cuanto al aspecto económico, esto también se aplica al aliado de Rusia, China, que ha invertido precisamente en una Europa próspera con su Ruta de la Seda para obtener beneficios. No podría ganar nada con una Europa en ruinas y destruida.

Finalmente, desde un punto de vista político, Rusia necesita una relación con Europa Occidental para evitar ser rápidamente absorbida por el Este liderado por China, lo que aplastaría la naturaleza europea de su clase dirigente.

Fuente: L´Antidiplomatico

UNA NOVELA MALA Y UNAS MEMORIAS RIDÍCULAS

La columnista del diario El País se muestra dispuesta a leer la novela premiada con el último Planeta y por eso no la juzga, pero le responde al autor con un párrafo muy afortunado en fondo y forma: Si alguien, a estas alturas, cree que ha sido elegido por su calidad literaria entre 1.200 originales de todo el mundo por un jurado independiente para llevarse un millón de euros como adelanto de ventas, es que vive en otro planeta. Añado a lo escrito por Sánchez Mellado que, de seguir hablando hasta las Navidades de la novela del último Planeta y de las memoria del Borbón huido, los dos autores van a a sacarle provecho dinerario a sus respectivos libros como artículo de regalo: se trata de una novela mala más -no hay que leerla para comprobarlo con alguna página suelta- y unas memorias cuyo contenido resulta -por lo que vamos sabiendo- memorablemente ridículo. Ya se sabe que lo malo y lo ridículo fructifican en este país. Ya lo dijo el propio novelista premiado: en España se presta demasiada atención a lo malo y a la gente dañina.


Luz Sánchez Mellado

Lo primero de todo: ¿cómo están los máquinas? Que no, hombre, que es broma. Dejemos en paz a san David Bisbal hasta que empiece a torturarnos las Navidades con El burrito sabanero y nos den ganas de cancelarlo hasta la próxima canción del verano. Tampoco es este otro artículo sobre Rosalía, santa de todas las devociones desde que su último milagro, digo disco, Lux, haya sido puesto de obra maestra para arriba y se haya convertido en pecado sacarle un pero. Personalmente, no me decanto. Lo mismo me oigo berrear sola con Bulería que se me caen los lagrimones con Berghain si me las echan por la radio. En el arte no tengo más criterio que el de que me provoque algo, lo que sea, menos tedio. Y para todo hay momentos en el día y en la vida. No. Esto no va de buenos ni malos artistas, sino del falso dilema entre alta y baja cultura y de la falta de cintura de algunos para encajar las críticas.

No tengo el gusto de conocer a Juan del Val, flamante premio Planeta, pero al escucharle decir que las críticas a su libro, Vera, una historia de amorpor muy feroces que sean, son bullying, me dio la risa. Del Val no se muerde precisamente la lengua criticando al prójimo, hasta el punto de que su patrón, Pablo Motos, lo presenta como “el polémico Juan del Val”, como si ese y no otro fuera su oficio. Personalmente, no opino porque aún no he leído el libro. Pero si alguien, a estas alturas, cree que ha sido elegido por su calidad literaria entre 1.200 originales de todo el mundo por un jurado independiente para llevarse un millón de euros como adelanto de ventas, es que vive en otro planeta. Aun así, no descarto leerlo. Ya he dicho que soy omnívora. Entre otras cosas porque mi padre, hijo de analfabetos, se empeñó en que sus hijos leyeran y compraba los Planeta aunque en casa no hubiera para aceite del bueno. Así leí de Ana María Matute a Terenci Moix y aprendí que no hay obra menor, sino buena o mala, independientemente de que venda libros a palés para regalar a la suegra en Reyes. Y también a saber apreciar que una crítica, por inmisericorde que sea, puede estar mejor escrita que la obra a la que critica y ayudar al autor a despachar más ejemplares para comprobar si es tan mala como la pintan. Así que lloros, los justos.

DdA, XXI/6166

LA RESIGNIFICACIÓN* DE CUELGAMUROS CON LAS DERECHAS QUE TENEMOS


Lazarillo

Tal como se preveía desde que se planteó la resignificación del que fue llamado durante décadas Valle de los Caídos y del que se desalojaron muy tardíamente los restos mortales de quien lo mandó construir, el dictador Francisco Franco, el proyecto aprobado no ha satisfecho a la Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica, ni tampoco a quienes consideramos que resignificar no puede comprender el mantenimiento de una gran cruz y la permanencia de la abadía y sus monjes, tal como determinó el propio dictador con la iglesia católica a su servicio. Si además las obras a emprender van a suponer un gasto de varias decenas de millones de euros, la resignificación nos va a salir demasiado cara, cuando lo único que había que significar era lo que representó el lugar en un tiempo en que el régimen vigente no dejó de celebrar la victoria de quien quiso exaltarse a sí mismo y a su régimen de represión siguiendo aquella soflama nacionalcatólica de Por el imperio hacia Dios. Mucho me temo, además, que la resignificación que se espera con el proyecto aprobado esté a merced a la postre del signo del próximo gobierno y las derechas que lo integren, si es que esto ocurriera. Más valdría, por tanto, proyectar ahora lo que le corresponde a la memoria democrática.

*Me dice una amable lectora que en lugar de resignificación había creído leer resignación. Me parece una equivocación que le da una segunda lectura al titular digna de tener en cuenta por pertinente.

DdA, XXI/6166

APLAUSOS EN EL TRIBUNAL SUPREMO DE ISRAEL A LOS SOLDADOS VIOLADORES


Félix Población

Ningún corresponsal de los que conocemos, dependiente de los medios de comunicación de este país, ha tenido a bien mostrarnos hasta qué punto lo que sugiere la siguiente noticia - como muestra de insensibilidad, falta de humanidad y crueldad hacia el pueblo palestino-, es reflejo de una sociedad enferma en la que una solución pacífica al conflicto es una excepción: Dos soldados de Israel, que admitieron haber violado a un ciudadano palestino detenido, fueron recibidos con aplausos y parabienes cuando llegaron a la sede de Tribunal Supremo de Jerusalén el pasado lunes. "Todos somos la Unidad 100", gritaron los presentes, en referencia a la unidad militar a la que pertenecen los presuntos violadores, según contó el Canal 14 de Israel. Las imágenes nos muestran a los soldados siendo abrazados por quienes se habían congregado allí para recibirlos de modo tan entusiasta. 

Por otra parte, ayer hemos sabido que Youtube procedió a eliminar más de 700 vídeos procedentes de tres cuentas de destacadas organizaciones palestinas de derechos humanos, en las que se documentaban violaciones de los derechos humanos perpetradas por las tropas israelíes en la Franja de Gaza y Cisjordania. Tal medida obedece, como apunta una investigación del diario británico The Intercept, a la presión ejercida por el gobierno de Donald Trump. Teniendo en cuenta que las tres organizaciones palestinas habían colaborado con la denuncia de la Corte Penal Internacional contra el primer ministro Netanyahu y algunos de sus ministros, parece como si el presidente estadunidense estuviese dispuesto a realizar un borrado de los flagrantes testimonios del genocidio perpetrado contra el pueblo palestino. No olvidemos que antes ya asesinó el Estado de Israel a más de 250 informadores palestinos para que no contaran lo que estaba ocurriendo.

De igual modo está procediendo Trump en defensa de su ahijado Netanyahu, después de haber enviado una carta al presidente israelí, Isaac Herzog, en la que solicita el perdón para el primer ministro que, además de prófugo de la Corte Penal Internacional, se enfrente a tres casos de corrupción por soborno, fraude y abuso de confianza. 

Frente a lo que el actual inquilino de la Casa Blanca está representando para la sociedad occidental, con esas repulsivas imágenes filmadas en el Tribunal Supremo de Israel de las que debería avergonzarse cualquier sociedad con un mínimo de decencia y dignidad, no dejamos de felicitarnos por lo que ha ocurrido en la ciudad de Nueva York y la elección de su próximo alcalde. Tanto es así que a veces llego a pensar que se trata de un espejismo. ¿Lo será?

DdA, XXI/6166

miércoles, 12 de noviembre de 2025

SE BUSCA UN PUNTO DE RUPTURA: FRENTE A ESO, VIVIENDA, VIVIENDA, VIVIENDA

Celebro mucho que Guillot, un excelente analista hace ya algunos años cuando escribía sobre la actualidad política en Asturias, sea ahora un columnista de los más leídos en Infolibre, a cuyo director Jesús Maraña puso en antecedentes este modesto Lazarillo cuando Víctor quería salir -como se merecía- de la política regional para entrar a fondo en la nacional. En su excelente artículo de hoy afirma que este país vive un momento antipolítico que pone en tela de juicio la libertad prensa, sin la que no se puede entender la democracia, y la división de poderes, sin la que no es posible un Estado de derecho. El legado de Marchena, su justicia amenazada, será el caos interno dentro del Poder Judicial, y algo más. Qué confianza pueden depositar los ciudadanos en una magistratura que se permite condenar a un hombre inocente después de desestabilizar al conjunto de las instituciones del Estado.


Víctor Guillot

"Está cogido por los huevos”. Así de crudo se expresa un veterano periodista cuajado en mil batallas. Ciertamente, si el fiscal general del Estado fuese condenado, el Poder Judicial se juega su desmoronamiento. El próximo jueves, el magistrado Martínez Arrieta dejará el juicio que se sigue contra Álvaro García Ortiz listo para sentencia. Su inocencia depende de seis periodistas, seis, que han visto cómo desvelar su fuente no es sólo una cuestión profesional (que también), sino personal.

El dilema se disuelve si la absolución o la condena a seis años de cárcel de un fiscal inocente dependen de una decisión ética. La suya y, sobre todo, la de sus fuentes. Nadie se atreverá a desacreditar su valía profesional si con ello consiguen preservar el Estado de derecho. Terrible paradoja sería que las fuentes de Alfonso Pérez Medina, de Miguel Ángel Campos o de José Precedo autorizasen revelar sus identidades para preservar la libertad de un hombre que es inocente. Si algo ha quedado claro de sus testimonios, auténtica clase de periodismo, es que uno son sus fuentes y sus lectores. El periodista nunca es un sujeto sino un medio.

La lógica siempre juega a favor de la verdad. El dilema enunciado por José Precedo se convirtió la semana pasada en una amenaza para el presidente del tribunal, lo que evidencia que a Manuel Marchena, el Napoleón del Poder Judicial, el juicio que se sigue en el Tribunal Supremo contra Álvaro García Ortíz se le ha ido de las manos. Quiere decirse que el lapsus de Martínez Arrieta ante el director adjunto de elDiario pone de manifiesto que Marchena ha perdido el control del proceso o que, por vez primera, “le tienen cogido por los huevos”. Si el FGE es condenado a seis años de cárcel (así se las gasta la Asociación de Fiscales) por revelación de secreto, se abre la puerta a que cualquiera de esos seis periodistas y sus fuentes se presten a decir quién filtró el correo electrónico, inmediatamente después.

Este país vive un momento antipolítico que pone en tela de juicio la libertad prensa, sin la que no se puede entender la democracia, y la división de poderes, sin la que no es posible un Estado de derecho. El legado de Marchena, su justicia amenazada, será el caos interno dentro del Poder Judicial, y algo más. Qué confianza pueden depositar los ciudadanos en una magistratura que se permite condenar a un hombre inocente después de desestabilizar al conjunto de las instituciones del Estado.

Vivimos un momento antipolítico que busca canalizar el resentimiento tanto en una sentencia judicial (o tres) como en el borombombón falangista que exhala sus soflamas bien en la Corte de los Leones, bien en las universidades públicas o en ambas la vez. De eso va la actual coyuntura política. Se busca un punto de ruptura.

El momento antipolítico se sustancia en el Tribunal Supremo como el chirrido de un cuchillo sobre un plato. Transita de las calles a los juzgados pero también desde las pantallas del móvil al escaño, desde el IBEX35 al Congreso y desde los palcos de los estadios a los atrios de los parlamentos. Así lo confirma el último sondeo de Opina 360. Según los datos de la encuesta –realizada a 1.202 personas de todo el país–, un 29,1% de los españoles adultos querría ver a Florentino Pérez aprobando reales decretos. Se vislumbra la leyenda del Cesar Visionario. Lejos de ser un dato menor, esta cifra representa a unos 10 millones de ciudadanos, de un total de 35,5 millones que componen el censo electoral. Es el caso de la banquera Ana Botín (26,2%), con algo más de 9 millones. En el terreno cultural y mediático, el presentador David Broncano irrumpe con cerca de 6 millones de españoles (16,3%) que querrían verle en la tribuna del Congreso. Conviene retener este dato. Concentra simpatías en los votantes de izquierdas y progresistas, muchos de ellos jóvenes, pero también entre los poderes mediáticos, ante un posible asalto de RTVE. Lo mismo ocurre con la actriz Najwa Nimri –quien ha interpretado a una presidenta autonómica en una serie de televisión–, con el apoyo de 5 millones de españoles (14,1%). El luchador hispano-georgiano Illia Topuria también destaca con 4,8 millones de españoles respaldando su salto al ámbito político (13,8%).

Volvemos a la antipolítica. Figuras como la del parlamentario Carlos Hernández Quero (VOX) sustituyen al viejo señoritismo fascista madrileño encarnado hasta ahora en Ortega Smith. La ultraderecha se ha puesto la camisa azul mahón para intentar convertir al lumpen proletariado en sujeto político revolucionario, siguiendo la estela de los viejos fascismos y la vía heterodoxa de Pier Paolo Pasolini. El camino lo marcó Gabriel Rufián hace unos meses cuando indicó desde el atrio del Congreso cuál debía ser la política del Gobierno en lo que nos resta de legislatura: “vivienda, vivienda, vivienda”. Carlos Hernández Quero ya puede presumir de haber cumplido con la promesa hace más de cincuenta años.

La advertencia de Rufián dirigida a Pedro Sánchez se ha articulado a través del discurso político de Vox orientado hacia los jóvenes y las familias en riesgo de pobreza. Pablo Iglesias lo intentó también en su momento político más alto y fracasó estrepitosamente. Desoyó los consejos de Marx por precipitarse hacia el delirio cuando quiso asaltar los cielos. En cambio, en el campamento de la ultraderecha, instalado en el 20% de los votos, los gendarmes de la libertad tienen experiencia en atrapar votos del lumpen proletario. Hernández Quero se ha vestido de Podemos con el yugo y la flecha tatuados en el brazo. La experiencia M (de Mussolini) les ha marcado el camino. El factor H (de Hitler) también. Hoy, Mr. T (de Trump), revisado y actualizado, tiene escrito el manual para excitar a los red necks españoles que siguen en manada las soflamas de un playmobil, Vito Quiles un suponer, a las puertas encadenadas de las universidades públicas de nuestro país. Muera la inteligencia.

El momento antipolítico se vive también en Catalunya. La semana pasada, Miriam Nogueras anunció que la arteria que conecta a Junts con el Gobierno tiene un trombo que bloqueará lo que resta de legislatura. Nunca dirá que su partido irá a una moción de censura, pero Carles Puigdemont cerró el 13 de mayo de 2024 un acuerdo con determinados empresarios para desalojar a Pedro Sánchez de la Moncloa. Puigdemont se comporta como un trombo en la femoral dispuesto a viajar al corazón del Congreso. El momento antipolítico al que hemos llegado es fruto de ese acuerdo y también el inicio de una operación mucho más ambiciosa en la que Feijóo no está ni se le espera.

Como todo el mundo ya sabe, el PP de Feijóo ofreció la presidencia del Congreso de los Diputados al PNV para ganarse su apoyo durante la investidura de 2023. Conviene recordar la frase pronunciada desde la tribuna del Congreso por el entonces portavoz y hoy presidente del partido vasco, Aitor Esteban: “Algún día se sabrá lo que ustedes nos ofrecieron”.

En el trajín de las conversaciones, se contactó con diferentes barones territoriales para confirmar que la propuesta era cierta. Entre ellos, se consultó al Club de las Pitiusas (Mazón, Azcón, Prohéns y López Miras) que no dio su aprobación hasta que conoció la posición favorable del presidente de Andalucía, Juan Manuel Moreno Bonilla. Cuando le preguntaron a Bonilla, el líder popular andaluz y amigo personal de Alberto Núñez Feijóo respondió: “Es una de las opciones en las que se está trabajando y otros barones lo ven bien”. A todos ellos se sumó inmediatamente después el beneplácito de Coalición Canaria. La sorpresa llegó cuando Carles Puigdemont también expresó su conformidad desde Waterloo, afirmando que sería muy positivo que la tercera autoridad del Estado estuviera en manos de un nacionalista. Los empresarios catalanes recomendaron a Feijóo que Sánchez fuera a la investidura antes que él. “Deja que se queme mientras seguimos negociando la tuya y convencemos a Puigdemont de que te apoye” fue el mensaje que le transmitieron.

“No fui presidente porque no quise”, fue el mensaje convertido en meme después que continuamente persiguió a Feijóo y que tanta gracia le hizo a Sánchez en una de sus sesiones de control. En el fondo, Feijóo expresaba en la Corte una verdad incontestable. No fue presidente porque hizo todo lo contrario a lo que le habían aconsejado. El expresidente gallego se dejó llevar por la presión de Santiago Abascal, presidente de Vox, que acuciaba diariamente al líder del PP con la misma frase: “A qué estás esperando”.

Las condiciones y términos que articularon la negociación planteada por los empresarios catalanes a Puigdemont fueron expresadas en los mismos términos y condiciones que le fueron transmitidas a Pedro Sánchez. Empezaba con un indulto y terminaba con una consulta soberanista. En ese pacto que no llegó a ser, se barajó el nombre con el que tomar el control de RTVE. Nadie quería perder su porción del pastel. En ese pacto se planificó al detalle el asalto de la corporación pública, con Broncano en la mesa de negociaciones. Y alguien dijo: “la operación es mucho más grande”. ¿Lo sabía José María Aznar? Recuerden lo que dijo cuando Esteban González Pons resucitó a Junts: “Por ahí, no”. ¿Qué recibirían aquellos empresarios a cambio de sus buenos oficios durante la negociación fallida con Puigdemont? Sólo Feijóo y Puigdemont lo saben.

        INFOLIBRE DdA, XXI/6165

CUANDO LA PROTECCIÓN A LA MUJER ERA UNA GESTAPO CONTRA LAS MUJERES



Lazarillo

Bien haría Irene Montero, que sabe bien de este tema y es eurodiputada de Podemos en Bruselas, en llevar hasta aquella tribuna en la que desempeña su trabajo la voz de quienes exponen en el podcast de Alicia Población Brel una de las más flagrantes y olvidadas deudas de la democracia española con la memoria histórica, dado que sus víctimas no figuran hasta la fecha como víctimas del franquismo. El Patronato de Protección a la Mujer de la dictadura se prolongó, además, hasta 1985, después de partir originalmente del creado en 1902 (como Real Patronato contra la Trata de Blancas), si bien el que se reorganizó en 1941 nada tenía que ver con aquel. El patronato franquista, presidido por la esposa del dictador, con Pilar Primo de Rivera como secretaria, era una red de reformatorios extendida por todo el país como una especie de Gestapo a la española contra las mujeres, victimas de la persecución a la que sometían a aquellas menores de edad que transgredían la moral y las normas del nacional-catolicismo. Después de ser detenidas por las vigilantes de aquella moral represiva, las jóvenes pasaban a unos centros de observación (COC) en las que se les sometía a un análisis ginecológico, pasando las que eran vírgenes ("completas") a reformatorios menos rigurosos que las que no eran ("incompletas"). Los testimonios de las mujeres recluidas en aquellos centros evidencian lo lamentable que resulta hoy en día que no se les hayan tenido en cuenta como víctimas de la dictadura. Algunas hablan de la violación sufrida por su propio padre y la denuncia planteada que acabó con la víctima en el "patronato protector". Alicia Población dialoga con Consuelo García del Cid, investigadora y con algunas de las mujeres que sufrieron aquella maquinaria represiva disfrazada bajo el nombre de colegios, asilos y centros de formación. Que lo sepan en Bruselas, por favor.

DdA, XXI/6165

EL ALCALDE CANTELI EMPLAZA A BARBÓN A DEFENDER OVIEDO DEL LOBO

 


Manuel Maurín

Tras el cerco republicano de la Guerra Civil, que rompió Aranda, y el que se impuso tras la transición, hábilmente puenteado por Gabino de Lorenzo (con el apoyo de la quinta columna villista), Canteli se erige en el nuevo defensor de la sacrosanta ciudad, dispuesto a plantar batalla a los nuevos invasores que la asedian y amenazan, llegados ahora de la mano de la nueva internacional de la fauna salvaje, tan perniciosa o más que las anteriormente aniquiladas.

Los osos y los lobos ya cercan la ciudad, en la que los jabalíes se adentran sin temor hasta las puertas de los colegios. Y desde el aire, bandadas de gaviotas y estorninos ahuyentan a propios, extraños y mascotas con sus graznidos y defecaciones.

Cualquier día, cuando hayan terminado con el alimento disponible en el cinturón verde que tanto se anunció y nunca existió, llegarán hasta los propios espacios catedralicios y quién sabe lo que harán con las óseas reliquias de los mártires que allí se custodian.

La estrategia de defensa tendrá que ser la de siempre: eliminación del enemigo sin piedad y celebración de su desarme con una nueva efeméride gastronómica para festejar el evento y fortalecer el tejido hostelero que tanto bien hace a la ciudad y su medio rural.

DdA, XXI/6165 

NUEVA YORK Y LA INVASIÓN DE GAZA COMO FARO MORAL PARA LA IZQUIERDA GLOBAL

De obligada y reflexiva lectura nos parece este artículo de Mushtaha publicado en CTXT, en el que analiza la victoria de Zohran Mamdani como próximo alcalde de Nueva York, victoria que puede comportar un faro moral para la izquierda global después de la invasión sionista de Gaza. Los movimientos que se habían fragmentado en torno a la identidad, el trabajo y el clima encontraron la unidad en un vocabulario antiimperialista que vinculaba el militarismo en el extranjero con la desigualdad en el país. El ascenso de Mamdani demuestra cómo esa síntesis puede pasar de las calles al poder. Su campaña tradujo la ética de la resistencia –justicia en materia de vivienda, antimilitarismo, antirracismo– en gobernanza municipal. Para la izquierda internacional, esto marca un punto de inflexión: la prueba de que un político puede condenar la violencia del Estado israelí, apoyar los boicots y seguir ganando en una metrópolis compleja y multiétnica.



Mahmoud Mushtaha

En War, Bob Woodward cita una entrevista de 1989 con Donald Trump, en la que este afirma: “Cualquiera que diga dónde va a estar dentro de diez años es un idiota. El mundo cambia... Así que realmente hay que adaptarse a los cambios, y es malo predecir con demasiada antelación dónde vas a estar”.

Las palabras de Trump, que estaba en el apogeo de su carrera como magnate inmobiliario, pretendían ser un consejo para hacer negocios, una lección para adaptarse a un mercado volátil. Sin embargo, décadas más tarde, sirven como comentario involuntario sobre una de las transformaciones políticas más impredecibles de la vida moderna estadounidense. La ciudad que en su día definió la narrativa de la “guerra contra el terrorismo” tras el 11-S ha elegido ahora a un alcalde socialista musulmán que acusa abiertamente a Israel de genocidio y defiende la liberación de Palestina.

Si el comentario de Trump capturó la esencia de la incertidumbre, la victoria de Zohran Mamdani en 2025 en la ciudad de Nueva York la encarna. Pocos podrían haber imaginado que la misma metrópolis –sede de Wall Street, de  la élite mediática mundial y una de las mayores poblaciones judías fuera de Israel, considerada durante mucho tiempo el bastión más fortificado del lobby sionista– elegiría algún día a un líder que desafía sus tabúes políticos más arraigados.

La sombra del 11 de septiembre de 2001 definió a toda una generación de la política estadounidense. En ningún lugar más que en Nueva York el miedo, la securitización y la sospecha hacia la identidad musulmana se convirtieron en rasgos estructurales de la vida pública. Bajo el mandato del alcalde Michael Bloomberg, la “Unidad Demográfica de la Policía de Nueva York vigilaba mezquitas, asociaciones de estudiantes y barrios enteros. Ser musulmán en Nueva York era ser visto, si no como una amenaza, al menos como un objeto de escrutinio estatal. Dos décadas después, esa misma ciudad ha elegido a un alcalde musulmán que habla el lenguaje de la descolonización, condena el apartheid israelí, apoya a los inmigrantes y enmarca su administración en torno a la justicia, la empatía y la solidaridad. La transformación no es meramente electoral, sino simbólica, ya que marca un cambio radical en dos décadas de política securitaria.

La victoria de Mamdani representa lo que podría llamarse un ajuste de cuentas posterior al 11-S: el lento desmoronamiento de un consenso político que equiparaba la identidad musulmana con el peligro y la defensa de Palestina con el extremismo. Es una señal de que la geografía moral de Estados Unidos está cambiando y de que el capital político de la islamofobia, antes prácticamente ilimitado, ha disminuido drásticamente.

La metáfora de Trump de “aguantar los golpes”, tomada del boxeo, captura acertadamente lo que le sucedió al antiguo establishment político de Nueva York. Durante décadas, el apoyo a Israel fue tan fundamental para la política de la ciudad como el dinero de los inmuebles o los sindicatos policiales. Figuras como Ed Koch, Andrew Cuomo y Eric Adams se posicionaron como firmes defensores de Israel, integrando la solidaridad sionista en el tejido de la identidad cívica.

La campaña de Mamdani no solo ha roto ese patrón, sino que lo ha invertido. Con una plataforma democrática-socialista que vinculaba la injusticia exterior con la interior, rechazó las donaciones de los comités de acción política proisraelíes, cuestionó la asociación entre Cornell y Technion (citando el papel de Technion en la industria armamentística israelí) y prometió auditorías de derechos humanos para los contratos municipales.

Lejos de descalificarlo, estas posiciones le ayudaron a ganar. Su coalición –neoyorquinos de clase trabajadora, comunidades musulmanas y árabes, judíos progresistas y jóvenes organizadores de izquierda– convirtió a Palestina en un eje moral de la política urbana. Su campaña convirtió Gaza no en un conflicto lejano, sino en un espejo de la desigualdad sistémica. Ese fue el momento en que se derrumbó el antiguo “consenso proisraelí”. La lógica que antes regía la política de Nueva York –que criticar a Israel era un suicidio político– ya no se aplicaba. El electorado había cambiado, y la postura sin complejos de Mamdani puso de manifiesto lo obsoleta que se había vuelto esa ortodoxia.

El cambio moral que sustenta el ascenso de Mamdani es tanto generacional como ideológico. Las encuestas de IMEU revelan que los estadounidenses menores de 35 años simpatizan ahora más con los palestinos que con Israel, lo que supone un cambio radical con respecto a décadas de opinión pública. Las razones son estructurales: omnipresencia de las redes sociales, visualización del sufrimiento de Gaza en tiempo real y agotamiento moral ante guerras interminables. Para los votantes más jóvenes, especialmente los universitarios, Palestina se ha convertido en una prueba de autenticidad, una línea moral que divide a los políticamente valientes de los cómplices. La victoria de Mamdani refleja esa nueva realidad: no ganó a pesar de su postura sobre Gaza, sino gracias a ella.

Para los partidarios de Israel en Estados Unidos, esta fractura generacional es motivo de alarma. Think tanks como el Instituto Israelí de Estudios de Seguridad Nacional (INSS) han advertido que la erosión del apoyo entre los jóvenes estadounidenses supone una amenaza estratégica a largo plazo. El peligro, señalan, no está en perder unas elecciones, sino en perder la legitimidad moral, la base sobre la que se sustenta la influencia diplomática para mantener la impunidad de Israel. La victoria de Mamdani pone de manifiesto precisamente ese riesgo.

La reacción de la población judía de Nueva York ilustra lo profundamente que está cambiando la cultura política de la ciudad. La opinión judía ya no es monolítica. Algunos vieron la victoria de Mamdani como una traición, un respaldo a una retórica que equiparan con el antisemitismo. Otros, en particular los judíos más jóvenes y progresistas, interpretaron su éxito como parte de un ajuste de cuentas necesario: una oportunidad para separar la identidad judía de la ideología estatal.

Su campaña forzó un debate largamente pospuesto sobre si la oposición al sionismo constituye hostilidad hacia los judíos o si, por el contrario, podría representar una defensa de la ética judía frente a la violencia sionista llevada a cabo en su nombre. Este debate no se limita a Nueva York, sino que resuena en Londres, Berlín, Toronto y Sídney, mientras las comunidades judías de todo el mundo luchan por conciliar la solidaridad, la seguridad y la disidencia. El hecho de que este debate se desarrollara en el corazón de lo que antes se llamaba la “segunda ciudad sionista” marca una ruptura histórica. Sugiere que el consenso sionista ya no define la vida pública judía en la metrópolis más influyente de Estados Unidos.

El consenso sionista ya no define la vida pública judía en la metrópolis más influyente de EEUU

Aún se están midiendo las repercusiones de la elección de Mamdani, pero la dirección del movimiento es clara. Su promesa pública de arrestar a Benjamin Netanyahu si el líder israelí pone un pie en Nueva York –una declaración que antes era impensable en la política estadounidense– cristaliza una revuelta moral generacional. Lo que antes se descartaba como activismo performativo se ha convertido en una expresión creíble de la ética pública: que el poder, incluso cuando se alía con Estados Unidos, debe rendir cuentas ante la ley. Esto es lo que realmente alarma a los defensores de Israel. No es el riesgo literal de que Netanyahu sea detenido en el aeropuerto JFK, sino la pérdida de la inmunidad cultural, la menguante suposición de que los líderes, donantes y grupos de presión israelíes siempre serán recibidos como dignatarios intocables. El Nueva York de Mamdani ha perforado ese aura. El lobby sionista, durante mucho tiempo guardián del discurso aceptable en la ciudad, ya no tiene poder de veto sobre el futuro político. Su influencia no ha desaparecido, pero sí su autoridad moral.

Ese cambio afecta al núcleo de lo que ha sostenido la impunidad de Israel durante décadas. Durante años, las capitales occidentales proporcionaron una cobertura política, militar y cultural incondicional, protegiendo a Israel de la rendición de cuentas en nombre de los valores democráticos compartidos. Al tratar las críticas como un tabú, transformaron la impunidad en política. La victoria de Mamdani desafía esa estructura desde el corazón del sistema occidental. Su postura sugiere que la justicia para Palestina ya no es una posición marginal o “radical”, sino una corriente moral emergente.

Palestina, que antes era un tema tabú en la vida electoral, se ha convertido en un espejo a través del cual los ciudadanos miden la integridad de sus gobiernos. Al basar la cuestión en la gobernanza municipal –presupuestos, asociaciones y policía–, Mamdani ha demostrado que la solidaridad con Palestina puede ser no solo simbólica, sino también estructural. En efecto, Nueva York ya no es el mismo refugio para los sionistas y esto supone una sonora bofetada al lobby sionista. Las implicaciones se extenderán a Londres, París y Toronto, ciudades donde los electores más jóvenes y multiétnicos exigen que la coherencia moral sustituya al excepcionalismo como medida de la democracia. Ya se observan cambios similares en Europa: en Madrid, la etapa final de la Vuelta a España 2025 tuvo que suspenderse después de que manifestantes propalestinos bloquearan la ruta, en respuesta a la participación de un equipo israelí, lo que indica un rechazo cívico más amplio a normalizar la ocupación o separar el deporte de la responsabilidad moral.

Aún no se sabe si esta evolución podrá sobrevivir a las crisis económicas, las crisis de seguridad o la oposición de Washington. Pero hay un hecho que ya es seguro: un joven alcalde socialista y musulmán ha convertido a Palestina en parte del vocabulario del poder. Al hacerlo, Zohran Mamdani no solo ha ganado unas elecciones, sino que ha redefinido las coordenadas morales a través de las cuales Occidente se entiende a sí mismo.

La victoria de Mamdani refuerza una tendencia que ha ido remodelando silenciosamente la gobernanza mundial: las grandes ciudades se están convirtiendo en actores morales por derecho propio. Cuando los gobiernos nacionales se ven limitados por alianzas militares o redes de presión, los alcaldes y los ayuntamientos pueden actuar como pioneros en la adopción de políticas éticas. El resultado es un mosaico de iniciativas locales –normas de contratación pública, asociaciones culturales, reconocimientos simbólicos– que, en conjunto, influyen en la distribución de la legitimidad en los asuntos internacionales.

El cambio de Nueva York tiene un peso especial debido a su centralidad económica y cultural. La ciudad acoge a las Naciones Unidas, a las principales instituciones financieras y a los medios de comunicación más influyentes del mundo. Un alcalde que cuestiona la política israelí no cambia los paquetes de ayuda de Washington, pero ayuda a redefinir los límites del discurso aceptable. Cuando los inversores, los artistas y las universidades siguen el ejemplo del clima moral de la ciudad, el panorama diplomático comienza a cambiar indirectamente.

Esto recuerda a la forma en que las ciudades europeas y latinoamericanas influyeron en la opinión mundial sobre el apartheid en Sudáfrica hace décadas. Entonces, como ahora, las palancas formales de la política exterior permanecieron en manos nacionales, pero la narrativa del poder blando cambió gracias a la presión local. La Nueva York de Mamdani recrea esa dinámica en la era digital.

Si la crisis financiera posterior a 2008 revitalizó la política basada en las clases, la invasión sionista de Gaza 2023-2025 ha dado a la izquierda global un faro moral. Los movimientos que se habían fragmentado en torno a la identidad, el trabajo y el clima encontraron la unidad en un vocabulario antiimperialista que vinculaba el militarismo en el extranjero con la desigualdad en el país. El ascenso de Mamdani demuestra cómo esa síntesis puede pasar de las calles al poder. Su campaña tradujo la ética de la resistencia –justicia en materia de vivienda, antimilitarismo, antirracismo– en gobernanza municipal. Para la izquierda internacional, esto marca un punto de inflexión: la prueba de que un político puede condenar la violencia del Estado israelí, apoyar los boicots y seguir ganando en una metrópolis compleja y multiétnica.

Esa prueba de concepto animará a los progresistas de otros lugares a hablar más abiertamente sobre Palestina sin temor a la aniquilación electoral. Y el tono pragmático de Mamdani –claridad moral unida al diálogo– ofrece un modelo de cómo los líderes de izquierda pueden navegar por sociedades pluralistas. Su insistencia en describir Gaza como un genocidio, al tiempo que desalienta la retórica incendiaria, señala una nueva gramática política para la izquierda: una basada en el coraje, pero disciplinada por la inclusión.

Cuando Donald Trump le dijo a Bob Woodward en 1989 que “el mundo cambia” y que solo un “imbécil” predice el futuro, hablaba como un hombre de negocios que advertía contra el exceso de confianza. Sin embargo, sus palabras ahora resuenan como una profecía involuntaria. El mundo cambia, y no siempre en la dirección que esperan sus arquitectos. La misma ciudad que en su día reflejó el triunfo del capitalismo global y el temor al radicalismo islámico se ha convertido, gracias a Zohran Mamdani, en un símbolo del cambio moral. El nuevo alcalde de Nueva York encarna el futuro político que Trump nunca habría podido imaginar: un mundo en el que los hijos de aquellos que fueron demonizados tras el 11-S lideran ahora la lucha por redefinir la democracia, la justicia y la responsabilidad.

CTXT  DdA, XXI/6165

LAS DECEPCIONES DE LA TRANSICIÓN Y EL PERIODISMO JUNTOS

 


Félix Población

Lo escribí en más de una ocasión. Si algo echo de menos del periodismo en el que me crie son los quioscos, a los que me arrimaba de chaval los domingos para ver las portadas. En la plaza de Cibeles de Madrid había el quiosco más espectacular de los que yo recuerde. Allí se podía encontrar la mayor parte de la prensa española de provincias y lo mejor de la prensa extranjera. Con la prensa digital ya apenas encontramos quioscos en las calles y plazas de las ciudades. Por eso la viñeta de Malagón es más simbólica que reflejo de la realidad actual. Pero sí coincido con el autor en que hay muchísimos medios y muy poco periodismo. A veces, por rejuvenecer vivencias perdidas en el tiempo y las circunstancias, me acerco a uno de los quioscos sobrevivientes y compro el único periódico que me defrauda en menor medida. Cuando toco el ejemplar, siento aún algo de aquella expectante sensación que suponía comprar un ejemplar de esa misma cabecera para informarse con ganas cuando vivíamos con ganas de un país con expectativas de cambio, pero también sé que en cuanto abra las páginas de ese periódico reconoceré mi disentimiento o disconformidad con algún contenido editorial o informativo. Entonces, cuando ese diario parecía lo que mejor sintonizaba con el porvenir de tantos anhelos ciudadanos, se estaba gestando un nuevo régimen político de libertades que en su transcurso, sin embargo, me fueron dejando una sucesiva reducción o frustración de expectativas hasta hacer que me preguntara, a posteriori, si alguna vez las hubo en lo vivido y en la profesión que elegí siendo un adolescente. Quizá lo de ahora, con tantos medios y tan poco periodismo, proceda también de entonces, como la mayoría de las rémoras que seguimos soportando provienen posiblemente de no haberlas resuelto cuando se estaba edificando lo que tenemos. A la postre, la sensación que tengo es que la transición -con minúscula de apaño- fue tan decepcionante como mi profesión. Y así es como lucen el vigente régimen del 78 y el periodismo de nuestros días. Corrupción de corrupciones, casi todo corrupción, día tras día, año tras año, en la política y el periodismo, un periodismo que apenas sobrevive, como los quioscos, en un mar de patrañas.

DdA, XXI/6165