África Bovaira
Durante siglos, las mujeres fueron excluidas de la ciencia y de la medicina.
La paradoja es que estos nombres se siguen usando hoy en día, aunque desde 1895 se desaconsejan en el ámbito médico oficial.
¿Por qué? Porque no explican ni la función ni la forma. Y porque dan la sensación de que el cuerpo femenino sigue siendo territorio conquistado.
Nombres que no cuentan nada… salvo quién los descubrió
Aquí van algunos de los más conocidos:
• Trompas de Falopio
En realidad, se llaman trompas uterinas y son los conductos que comunican los ovarios con el útero.
• Glándulas de Bartolino.
Se encuentran a cada lado de la abertura vaginal y segregan líquido lubricante. El nombre correcto sería glándulas vestibulares mayores.
• Glándulas de Skene
Se sitúan junto a la uretra y ayudan a lubricar y proteger de infecciones. También se llaman glándulas periuretrales.
• Folículos de De Graaf
Se conocen como folículos ováricos.
• Conductos de Gartner
Son restos embrionarios del conducto mesonéfrico que a veces persisten en la vagina o el útero.
• Punto G
Ernst Gräfenberg
Es la raíz interna del clítoris.
¿Y si los renombramos?
Por ejemplo: glándulas Lucy, Betsey y Anarcha, en honor a tres mujeres esclavizadas que fueron utilizadas para experimentos ginecológicos por el médico James Marion Sims, considerado durante mucho tiempo “el padre de la ginecología moderna”.
Renombrar también es reparar
Es una forma de visibilizar a las mujeres que la historia médica ha ignorado.
DdA, XXI/6195

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