Félix Maraña
El mayor fracaso del franquismo es de orden moral. Tras la victoria militar de 1939, el franquismo es el espejo de una derrota política. Lo que certifica intelectualmente aquella derrota es el intento de apropiarse de la herencia cultural y moral de los intelectuales más representativos y dignos del tiempo de la II República.
La prueba está en un extenso ensayo que escribió Leopoldo Panero en la inmediata posguerra. En el mismo Panero intenta presentar como una victoria del franquismo la herencia cultural y moral de tres intelectuales derrotados por el triunfo militar del régimen del 8 de julio. Panero reclama como suyos y del nuevo régimen dictatorial a tres figuras capitales en la cultura del siglo XX: Unamuno, Machado y Lorca. La apropiación, además de indigna, era en sí misma una prueba del fracaso moral, político e histórico del franquismo. Pero a esa apropiación se añade la ignominia de presentar en dicho ensayo la figura de José Antonio Primo de Rivera, fundador de la Falange sanguinaria, situándolo a la altura, a la par, de los otros tres poetas y ciudadanos de la II República. Esa fue la primera derrota del franquismo.
La segunda de derrota es social y se dibuja en la escasez, hambruna y miseria que padeció el pueblo llano.
La tercera gran derrota es haber sembrado el odio contra los adversarios, en un programa de liquidación que los condena a la muerte, la cárcel o el exilio fuera de "la vieja heredad acorralada", donde las cárceles eran verdaderos campos de concentración y exterminio. La prueba de esta derrota es la siembra de tumbas en cunetas y enterramientos comunes, hechos al desamparo, donde yacen los cuerpos y la memoria de ciudadanos exterminados, por el delito de pensar de modo diferente.
Porque ni la guerra civil terminó el 1 de abril de 1939, ni el franquismo acabó el 20 de noviembre de 1975. No acabó.
Esa es la cuestión. A mí nadie me dijo en clase qué era el franquismo. Pero supe enseguida qué era y qué no era el franquismo. Incluso con todos los impedimentos que teníamos para adquirir una bibliografía. Aprendí mucho, incluso de todo lo que no se nos decía, de los silencios. Aprendí que había otra verdad. Posiblemente oculta en el silencio, pero una verdad liberadora.
DdA, XXI/6183

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