martes, 18 de noviembre de 2025

GRITOS CON CITA Y GLOSA (L): DE TAHÚRES Y DESCONFIANZAS O NUESTRA ASFIXIA ESTRUCTURAL


José Ignacio Fernández del Castro

«La suerte es la suerte dijo con una lucecita asesina en la mirada­. Habrá que irse a dormir.

  Yo soy hombre tranquilo; en cuanto oí aquello, gané el rincón más cercano a la puerta.» Rodolfo WALSH (Lamarque, Río Negro, Argentina, 9 de enero de 1927 – “Desaparecido” por  un grupo de tareas de la Escuela de Mecánica de la Armada en 
Buenos Aires, desde el 25 de marzo de 1977): 
Cuento para tahúres y otros relatos policiales (1987).

Es éste un tiempo de sombras, de contradicciones y paradojas obscenas, de un malismo ufano… Así que también, y acaso sobre todo (sin duda sobre todo) es un tiempo miedos y recelos... La debacle de cualquier perspectiva colectivista, y no digamos universalista, tras decenios de arduo trabajo material y simbólico propicio a sus intereses por parte de los poderes económicos, de sus testaferros políticos y de la industria mediática a disposición de unos y otros, ha dado paso a un individualismo inclemente que convierte el comportamiento de la ciudadanía en un cálculo prudencial y continuo de los peligros que acechan tras la mirada de los demás. Ya nadie se fía de nadie y, en medio de la sospecha globalizada, los grandes tahúres, los amos del mundohacen tranquila y permanentemente su agosto sin que ninguna de sus víctimas, ocupadas en vigilarse entre sí llenas de temores difusos y suspicacias desenfocadas, les molesten ni, mucho menos, les inquieten... Es más, si ese agosto bonancible y pródigo para los  poderosos de la tierra se torna en algún momento en caprichoso otoño (o, incluso, en crudo invierno, como el de las recientes y sucesivas crisis), sus  (no nuestros) “representantes políticos” se ocuparán de hacer que aportemos el calor suficiente para compensar la merma entre todos.


Y es que así, de uno en uno, buscándonos la vida y la suerte mientras desconfiamos de quienes tenemos al lado sumidos en idéntico afán y olvidados por quienes nos han colocado en esta situación, sólo atinamos a buscar algún rincón donde protegernos, cerca de las salidas que nos imponen, para ver si, cuando empiecen los tiroteos de los tahúres, logramos salvar, de momento, nuestro pellejo.

¿No es hora de ir sustituyendo los recelos por cooperación los miedos por solidaridad para intentar quitar al tahúr de turno las armas y, entre todos, tirar las paredes de las estructuras que nos asfixian, dejando la salida expedita para todo el personal?. La alternativa es el marxista (de Groucho) bajarse del mundo… O, al menos, hacerle un buen corte de mangas como efímero remedio antiinflamatorio (de nuestra ira contenida). 

DdA, XXI/6171

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