«La suerte es la suerte dijo con una lucecita asesina en la mirada. Habrá que irse a dormir.
Es éste un tiempo de sombras, de contradicciones y paradojas obscenas, de un malismo ufano… Así que también, y acaso sobre todo (sin duda sobre todo) es un tiempo miedos y recelos... La debacle de cualquier perspectiva colectivista, y no digamos universalista, tras decenios de arduo trabajo material y simbólico propicio a sus intereses por parte de los poderes económicos, de sus testaferros políticos y de la industria mediática a disposición de unos y otros, ha dado paso a un individualismo inclemente que convierte el comportamiento de la ciudadanía en un cálculo prudencial y continuo de los peligros que acechan tras la mirada de los demás. Ya nadie se fía de nadie y, en medio de la sospecha globalizada, los grandes tahúres, los amos del mundo, hacen tranquila y permanentemente su agosto sin que ninguna de sus víctimas, ocupadas en vigilarse entre sí llenas de temores difusos y suspicacias desenfocadas, les molesten ni, mucho menos, les inquieten... Es más, si ese agosto bonancible y pródigo para los poderosos de la tierra se torna en algún momento en caprichoso otoño (o, incluso, en crudo invierno, como el de las recientes y sucesivas crisis), sus (no nuestros) “representantes políticos” se ocuparán de hacer que aportemos el calor suficiente para compensar la merma entre todos.

No hay comentarios:
Publicar un comentario