martes, 21 de octubre de 2025

FOTO DEL FINAL DE UNA GUERRA QUE NUNCA EXISTIÓ: SE LLAMA GENOCIDIO


Lo bueno, si breve...Artículo de los que hay que leer y difundir este de Tecé sobre la fotografía de Sánchez con Trump, resistiéndole la garra para glosa encomiástica de la progresía mediática. Dice el columnistas de CTXT: "
Seguro que es cosa mía y a Pedro Sánchez no se le atraganta una foto que muchos no entendimos. La foto en la que celebró el final de una guerra que nunca existió, porque lo que existió se llamaba genocidio. La foto de una paz que en solo diez días lleva ya casi un centenar de asesinados. Si la izquierda es incapaz de ganar la batalla renombrando la realidad, que al menos sea capaz de empatar llamando a las cosas por su antiguo nombre. A pesar de las fotos, se sigue llamando genocidio y está en marcha".

Gerardo Tecé

No es nada nuevo que el mayor éxito en política consiste en ponerle nombre a lo que nos rodea y que la gente te lo compre. Lo que sí es nuevo, y es signo de nuestro tiempo, es que sea la ultraderecha la que modifique el lenguaje, la que le ponga nombre a las cosas. A los niños de piel oscura los rebautizaron como MENAS, abriendo así una vía hasta ahora inexistente: la de poder atacar a niños que han tenido que buscarse la vida lejos de sus casas sin sentirte por ello un auténtico mierda. Y es que usted no ataca a un niño, usted ataca a un MENA. Llegó Elon Musk y a ese espacio antiguamente divertido y abierto llamado Twitter le dio estatus de nido de nazis y lo bautizó como X, lo más cercano que había en el teclado del ordenador a una esvástica. Como idiotas y como el que paga manda, le compramos la consonante quedando así rebautizado el lugar en el que tanto nos divertimos un día. Lo mismo ha pasado con el grandioso acuerdo de paz en Gaza que se han sacado de la manga Trump y Netanyahu.

No sé ustedes, pero yo he visto mejores acuerdos de paz que uno que, en poco más de una semana, ha dejado ya 97 palestinos asesinados, 230 heridos y nuevos bloqueos de entrada de alimentos a la población civil. Hasta 47 veces ha roto el acuerdo Israel en solo diez días, lo que supone una media de interrupción de la tregua cada seis horas. Por menos de eso me pongo alarma en el móvil para que no se me pase. Como final de la guerra –también al genocidio le cambiaron el nombre– deja bastante que desear. Lo cual no es un problema para que la calle y los medios respiren aliviados porque, al fin, acabó el genoc… perdón, la guerra.

A la ultraderecha mundial se le puede criticar su odio, su psicopatía, su adicción a los bulos e incluso su estética, pero no se le puede poner una pega a su capacidad creativa. Es tal que han logrado que incluso Pedro Sánchez, tal vez el presidente europeo que con más fuerza se posicionó contra el genocidio, acabase comprando mercancía averiada y cogiendo un avión para posar sonriente junto al presidente norteamericano que prometió destruir Gaza para construir un resort de lujo. Ya, pero es que ahora lo está llamando acuerdo de paz, argumentó y se montó en el Falcon para salir en tan histórica foto.

No sé si será mi obsesión por el uso del lenguaje o por el uso de la realidad, pero como acuerdo de paz, fin del genocidio o –como diría Elon Musk– llámalo X, la cosa no acaba de convencerme del todo. Quizá tenga razón Feijóo y soy parte de esa izquierda del sí a la guerra, esos que preferimos ver cómo, cada día, cuerpos de niños palestinos saltan por los aires porque así tenemos algo por lo que protestar y echar el rato. O quizá no sea eso. Quizá simplemente algunos desconfiamos de las caras sonrientes de un primer ministro israelí que anunció que tenía un encargo de su dios de quedarse con territorio palestino, eliminando a su población. Quizá no nos creamos que el presidente norteamericano que usa al ejército para perseguir a niños de piel oscura por las escuelas de su país, que anunció el gran resort de Gaza y ha enviado a su yerno a hacer negocios con la destrucción, sea un hombre de paz por aparecer bajo un enorme cartel que dice paz. Seguro que finalmente todo sale bien. Seguro que es cosa mía y a Pedro Sánchez no se le atraganta una foto que muchos no entendimos. La foto en la que celebró el final de una guerra que nunca existió, porque lo que existió se llamaba genocidio. La foto de una paz que en solo diez días lleva ya casi un centenar de asesinados. Si la izquierda es incapaz de ganar la batalla renombrando la realidad, que al menos sea capaz de empatar llamando a las cosas por su antiguo nombre. A pesar de las fotos, se sigue llamando genocidio y está en marcha.

CTXT DdA, XXI/6141


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