La diferencia entre aquel tiempo de silencio en el que un adolescente, con temprana vocación por el periodismo, acudía a la biblioteca pública del Instituto Jovellanos para leer los artículos de Rosario de Acuña en el diario El Noroeste y los tiempos que corren, es que a aquel adolescente le negaban la lectura de aquel diario gijonés republicano en el que colaboraba una olvidada y silenciada escritora librepensadora, mientras que ahora tiene la ciudad un instituto que lleva el nombre de Rosario de Acuña. Puede que sea mucho pedir, sin embargo, que los adolescentes de nuestro tiempo se interesen por la obra de la escritora. Que ese instituto tenga una revista, Horizontes Lejanos, que esta publicación perdure en el tiempo (treinta años), e intente que los alumnos del centro sepan de la escritora, me parece muy loable. Nadie mejor que Macrino para ese menester. Vaya desde aquí la enhorabuena de este Lazarillo.
Macrino Fernández Riera
Que una revista escolar perdure en el tiempo es ya una buena noticia; que se siga editando año tras año impresa en papel resulta una excepción frente a la alternativa más socorrida de recurrir al formato digital. Pues bien, Horizontes lejanos, la revista del gijonés Instituto de Educación Secundaria Rosario de Acuña lo ha vuelto a conseguir. Salió a la luz por vez primera en el año 1993 y ahora, hace apenas unos días, se empezó a distribuir el número 41. Cumple, pues, treinta años en este 2023 en el que recordamos el centenario de la muerte de Rosario de Acuña. Aunque me inclino a pensar que nada tuvo que ver la concurrencia de aniversarios, lo cierto es que la revista, como no podía ser de otra manera, dedica buena parte de sus páginas a la mujer que da nombre al instituto (⇑).
Hace unas semanas Julián Iglesias, profesor de Filosofía y actual responsable de la revista, me comentó acerca de lo que tenían previsto para este nuevo número: hablar de su teatro, de sus cuentos o de La jarca; y me preguntó si estaba dispuesto a colaborar... Es fácil suponer cuál fue mi respuesta... Se pública en la página cinco y se reproduce aquí para quienes no puedan conseguir un ejemplar del número 41 de Horizontes lejanos
Sobresaliente
Cuando llegué al instituto en 1997 ya se llamaba como ahora. Dos años antes le habían cambiado el nombre con el que fue creado (Instituto de Bachillerato número 9). Al parecer, no fue tanto su condición de escritora como la de ser considerada una activa defensora de la educación de las mujeres lo que motivó que el consejo escolar se decidiera por la candidatura de Rosario de Acuña. Algo debió de influir también el hecho de que fuera gijonesa, más en su caso que lo era por el apartado b (ya sabes que tan solo unas pocas personas de las más de ocho mil millones que poblamos la Tierra tenemos la condición de «gijonesas»: a) Las que, sin que nadie les preguntara nada al respecto, nacieron en Gijón; b) Aquellas otras que, habiendo nacido en cualquier lugar del mundo, deciden vivir aquí. Ese es su caso: gijonesa por propia decisión).
Todo indica que para dar nombre al instituto hubiera bastado con uno solo de los atributos anteriores. No tenemos más que echar un vistazo a los de otros centros docentes de la ciudad. La sola condición de pintor, profesor, escritor, músico, filólogo, maestro o rey ya es suficiente (por cierto, todos son hombres, con la excepción de Doña Jimena y de Rosario de Acuña). Luego están los que toman el nombre del lugar, del barrio o del río que está próximo. Alguno hay que se ha quedado con el número que le fue otorgado. Quizás no faltó quien pensara en esa opción para nuestro instituto, al fin y al cabo el nueve no es un número mal visto en el ámbito escolar. Podría haber sido denominado «Instituto Sobresaliente». Bueno, podría haber sido… y lo es, pues el nombre que ostenta desde el año 1995 es el de una mujer sobresaliente, excepcional, ejemplar.
Como me han dicho que la conocéis bien (prueba de ello es que buena parte de este número de Horizontes Lejanos está dedicado a ella, que habéis consultado la página Rosario de Acuña y Villanueva. Vida y obra, que habéis visitado la exposición itinerante a ella dedicada o que habéis leído alguno de sus sonetos, de sus artículos, de sus conferencias) estoy seguro que compartís conmigo la afirmación siguiente: doña Rosario fue una mujer excepcional. Y no lo decimos por decir. Tenemos pruebas. Veamos.
Estaremos de acuerdo en que estrenar una obra de teatro (histórica y en verso) con tan solo veinticinco años no es algo habitual; que luego resulte un éxito y que se represente en diversos teatros de España, menos aún. Lo de ser la primera mujer en ocupar la tribuna del Ateneo de Madrid resulta inhabitual, insólito, excepcional: tan solo puede darse esa situación una vez, nada más. Pero es que también sabemos que fue una pionera del montañismo, que cuando lo de ascender a las montañas era un asunto solo de hombres, ella llegó a lo más alto antes que lo hicieran renombrados montañeros. ¿Qué me decís acerca de sus expediciones a caballo recorriendo durante meses diversas zonas del país? Habitual no era, ciertamente. ¿Y lo de la granja avícola?, ¿lo de su exitosa actividad como avicultora? Investigó, diseñó un proyecto, adquirió los mejores materiales, las mejores gallinas, trabajó, trabajó y, al final, obtuvo el Segundo Premio en una exposición internacional de avicultura y se ganó la vida durante años haciendo aquello que le gustaba.
Conviene no olvidar tampoco ese afán suyo por saber, por aprender, que desarrolló desde muy niña a pesar de la dolorosa enfermedad ocular, de la ceguera intermitente, que padeció a lo largo de su infancia y juventud. De nueve no… ¡de diez! Continuó toda su vida estudiando, aprendiendo, investigando. Sabía bien que para conocer algo de un asunto tenía que localizar la mejor información disponible, los mejores manuales, estudiarlos y sacar sus propias conclusiones. Lo hizo en el tema de la avicultura, pero también en otros más, como en el de la tuberculosis. Estudió e investigó y como resultado de su investigación publicó una serie de artículos con el título «La tuberculosis en el pueblo montañés», que recibió elogios de reputados especialistas en Higiene y Medicina.
Ciertamente, Rosario de Acuña es mucho más que una escritora, más que una activa defensora de la educación de las mujeres y más que una gijonesa. Como quiera que cuando me pongo a ello, cuando intento describir su trayectoria vital, necesito añadir unos cuantos nombres más y algún que otro adjetivo, suelo resumir diciendo que «fue una tenaz propagandista de la libertad de conciencia, una empecinada luchadora contra la marginación de la mujer, una incansable defensora de los más desfavorecidos». Con todo, si ahora que la conozco un poco mejor tuviera que utilizar un solo color para describirla, utilizaría uno que fuera la mezcla de coherencia y tesón.
Coherencia y tesón. Obrar de acuerdo con lo que piensas y mantenerte firme en tus decisiones. Por defender sus ideas renunció a la vida cómoda que, por nacimiento, le esperaba. Por luchar contra las verdades impuestas sufrió amenazas, insultos y persecuciones. Por arremeter contra los agresores de una joven universitaria tuvo que huir de España para no ser procesada… Sin duda, fue una mujer ejemplar, excepcional, ¡sobresaliente!
DdA, XXI/6121
No hay comentarios:
Publicar un comentario