martes, 28 de octubre de 2025

GRITOS CON CITA Y GLOSA (XLVII): SIN POESÍA NI SUEÑOS O EL ROBO DE LOS VERSOS Y LOS BESOS



José Ignacio Fernández del Castro
«Éstas que ves, amigo,
ruinas son de un tiempo
donde aún habitaba la esperanza,
y tan jóvenes éramos
que todavía soñábamos con juguetes carísimos,
ya sabes: libertad, igualdad, esas cosas,
y el celuloide rancio de la Revolución.
El tiempo, sin embargo,
con rostro de monarca absolutista,
disolvió la algarada con su mano de hierro.
Todo volvió a su sitio. Y al orden natural,
como aquella wild life
de los documentales americanos,
ya sabes: el pez gordo,
comiéndose al pequeño. Pura depredación.
Y nosotros, en tanto, fuimos envejeciendo.
Un trabajo, familia, poemas (todo un lujo),
porque el mundo, ya sabes, al igual que los dioses,
es inmutable a veces, un círculo vicioso.
¿Leíste a Dante?. Haz memoria:
quizá ya hemos llegado a los infiernos.»

Domingo F. FAÍLDE : “Epístola moral” en Testamento de Náufrago. Antología poética 1979-2000 (“002).

Se va marchitando la voz de la poesía en labios que tronaron desde los grandes medios que llenan nuestra vista, a veces, con el oro, a veces con la arena de mensajes cansinos y sones mercenarios... Pero también se pierden, allá en el horizonte de de hermosuras pequeñas y modestias sublimes, los versos más preclaros de poetas ajenos a cajas de resonancia, a famas tan notorias.

Así se fue, quizás, el buen Domigo Faílde, con sus estrofas fluidas que aún nos recordaban que fuimos otra cosa, tal vez una esperanza de que grandes ideas (Libertad, Igualdad, Revolución incluso) fuesen flores prendidas en el jardín del mundo, de otro mundo posible... Y, sin embargo, ahora, ¡cuánto tedio solemne!, ¡Cuánto ufano malismo (y cuánto buenismo naif)!, ¡cuánta nada funesta!, ¡cuánto oprobio global!, ¡cuánta insignificancia!...

Seguimos abismados, buscando algún camino, y tan sólo encontramos, silentes y sumisos, el infierno de DanteY hasta nos roban versos como nos niegan besos!. Pero la poesía necesaria, arma cargada de futuro que diría Gabriel Celaya, siempre volverá (y nadie tendrá la culpa).

DdA, XXI/6148

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