Félix Población
Mi estimado colega Sánchez Harguindey comparte hoy el artículo semanal de Manuel Vicent en el diario El País y lo precede con una frase que también compartimos cuando se van a cumplir dos años del comienzo de la masacre en la Franja de Gaza, a la que hay que añadir la represión brutal que también está ocurriendo en Cisjordania, según ha contado recientemente el embajador palestino en Madrid. (Cisjordania ya no es un territorio ocupado, sino una laboratorio de apartheid y limpieza étnica, leemos hoy). Han tenido que pasar casi dos años para que la percepción mayoritaria de la sociedad española considere que aquello es un genocidio, según ha constatado la ONU, algo que bien lo parecía ya desde los primeros meses, cuando muchos medios eran remisos a percibir la barbarie. Puede que, en efecto, la masacre de inocentes que se perpetra en Gaza sólo se pueda parar con una rebelión popular masiva que llene las calles de Europa, como escribe Vicent y también comentamos en su día, hace muchas semanas, en este mismo y modesto DdA. Pero ¿qué le está pasando a la ciudadanía de este viejo continente que es incapaz de haber organizado ya, con carácter civil y al unísono, una gran huelga general contra aquella barbarie y en defensa de la humanidad? Porque eso es lo que se está jugando en territorio palestino, el futuro de la humanidad y también el mantenimiento y la resistencia de la que es capaz nuestra humanidad para enfrentarse a tanto horror. El silencio, la indiferencia o la pasividad ante esta barbarie, al equivaler esto a la complicidad con ella, es una desoladora, masiva y muy peligrosa derrota de los valores humanos.

Manuel Vicent
Este verano de 2025, que se va hoy por el desagüe, ha sido muy cruel. Mientras media España estaba bajo el fuego y el ciudadano se desayunaba cada mañana con un nuevo incendio, en el telediario se le servía de sobremesa la visión de los muertos entre los escombros de la demolición programada de Gaza. Los incendios han sido apagados, pero el fuego permanece en la boca incendiaria de algunos políticos que no ven la forma de apagar su odio al adversario. A la Unión Europea le va a acompañar para siempre el deshonor de haber presenciado cadáveres de miles de niños hambrientos bombardeados sin hacer nada que no fueran los lamentos del ritual diplomático. Esta vez no valdrá decir que nada se sabía de este exterminio, como sucedió con el Holocausto. Esta vez la masacre indiscriminada ha supuesto una exhibición del mal bajo la forma más visible y diabólica. Los palestinos de Gaza siguen siendo ritualmente exterminados mientras los políticos se enredan con la semántica de si es o no es un genocidio, pero más allá de este enredo con las palabras con que se pretende enmascarar la mala conciencia, es evidente que esta matanza solo se puede parar mediante una rebelión popular masiva que llene las calles de Europa de millones de gente airada. Ya no vale apartar los ojos de semejante ignominia. Fue el arma que acabó también con la guerra de Vietnam. A quien me pregunta qué es la felicidad le digo que es la de aquel verano que ni siquiera recuerdas. Posiblemente, eras muy joven o tal vez estabas ya entrado en años, pero sabes que fue tu verano porque siempre acudes a él cuando tratas de recordar los días felices del pasado que concentran en tu memoria todos los placeres posibles con la armonía del cuerpo. Aquellos sueños han sido abrasados este verano de 2025 que muchos recordarán como aquel en que se vio de cerca el fuego del infierno unido a las fuerzas del mal en el genocidio de Gaza. Y si un día alguien te pregunta “¿y tú, qué hiciste?” no podrás evitar una respuesta.
Pie de foto: Jamal al Najjar, de cinco años, muerto en Gaza el 12 de agosto. Mariam Dagga.
EL PAÍS, DdA, XXI/6110
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