Paco Faraldo
Hay un programa en la radio que invita a encontrar lo que se denominan “palabras moribundas”, es decir, aquellas que por su escaso uso podrían ser consideradas como casi desaparecidas de nuestro vocabulario. Muchas de ellas están relacionadas con labores o utensilios de un pasado más o menos lejano, y los jóvenes admiten sin duda que desconocen el término, pero siempre hay alguien que se niega a certificar su defunción:
- ¿Cómo que “jada” es una palabra moribunda? Cada vez que voy al pueblo mi madre me pide que coja una para ayudarla a cavar las patatas...
Y a partir de ahí se produce el debate hasta que se llega a un acuerdo para certificar o no su defunción.
Sí, hay palabras moribundas que inevitablemente dejarán de estar en los labios humanos y cuyo significado solo permanecerá vivo entre las hojas de los diccionarios o en los textos literarios. Pero las palabras vivas siguen entre nosotros y hay que utilizarlas con el tiento y el respeto que merece lo público, lo que es de todos. Vamos a fijarnos en estas tres: “fosa”, “paseo” “cuneta”. Son tres significantes comunes que en un contexto lingüístico habitual se asocian con significados cuya interpretación no ofrece dificultad ni controversia. Otra cosa es cuando, como ocurre estos días, alguien las conecta con hechos históricos dolorosos que, como esas mismas palabras también están vivos en la memoria de miles de españoles. Eso ha hecho el secretario general del PP que quiere cavar la fosa de un gobierno entero. Y es que en su boca la palabra “fosa” lleva inevitablemente a la asociación con las otras dos citadas, y las tres juntas forman un itinerario imposible de borrar en la memoria de los familiares de las víctimas que fueron obligadas a recorrerlo cuando todos sabemos. El señor Tellado, tan humano, tan empático, tan delicado, tan miserable.
DdA, XXI/6096
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