La lectura de esta novela me la recomendó en su día mi amiga Olga Barrio, presentadora durante un tiempo del último telediario, y recuerdo que aquella fue una lectura de las que dejan huella y nos aficionan a un autor. No sé por donde andará el libro, ahora que reparo, pero la dedicatoria que Landero le escribió a Pepo explica el motivo por el que hay tan poco resplandor en la narrativa que ahora se promociona a destajo. Soledad, concentración y lentitud les faltan a muchos autores. Y también trabajo.
Pepo Paz
Ayer por la tarde estuve en la Biblioteca Nacional escuchando a Luis Landero hablar sobre la literatura y la vida. Hubo un tiempo, hace décadas, en qué fui coleccionista de dedicatorias: dedicaba mis visitas a la Feria del Libro del Retiro a rastrear a mis narradores idolatrados para tener la oportunidad de llevarme su firma estampada en la novela o el libro de relatos que me había acompañado durante largas jornadas de lectura. En realidad por aquel entonces yo era un lector que dedicaba mi tiempo libre a trabajar en las oficinas de una multinacional del shipping en el downtown madrileño.
Ayer, al regresar de la BNE, busqué el ejemplar de "Juegos de la edad tardía" que atesoro en casa desde el año 90. Leí perplejo la dedicatoria: se reconocía en ella al novelista que acababa de entusiasmar a los asistentes a la charla. Dijo, entre otras cosas, que se escribe desde la soledad, la concentración y la lentitud: y que el trabajo es el que modela el resultado. De esa síntesis brota "el ligero resplandor" que nos fascina. Justo lo que echo de menos en la narrativa que con gran despliegue de medios e insólitas complicidades abunda. Y si no lo digo, reviento.
DdA, XXI/6114
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