Félix Población
Bien sabemos que once años no son nada en la historia de un país, aunque sí puedan significar algo en la de una persona. Habían transcurrido once desde el final de la guerra y el corazón de Madrid, la Plaza de Cibeles, presentaba este aspecto a la altura del Ministerio del Ejército. Estamos en 1950 y aunque la fuente de la instantánea nos facilite datos relevantes de lo que en ella advertimos, no se puede decir como se nos dice que la foto sea nostálgica porque ninguna posguerra goza de ese sentimiento, máxime si se trata de una posguerra dictatorial. Al fondo aparece el Palacio de Comunicaciones, cuyo reloj daba las señales horarias con las que comenzaban los "partes" informativos de Radio Nacional de España, denominación la de "parte" que se mantuvo entre los mayores muchos años después de finalizado el conflicto armado. Las caballerías tardarían aún en dejar de discurrir por las calzadas y los autobuses británicos Leyland, con dos pisos y volante a la derecha, llevaban en su costado la publicidad de Vermut Martini Rossi. Otra bebida alcohólica era promocionada también en los escalones de acceso al Metro, que hasta muchos años después fueron además paso subterráneo de comunicación entre las dos acercas de la calle de Alcalá, entre el Ministerio del Ejército y el Banco de España. En este caso la publicidad también se refería a una bebida alcohólica, el Anís las Cadenas. Pero lo más llamativo de la fotografía, por lo que evidencia como clave de la época, es la figura de la mujer joven que se dispone a bajar por las escaleras. Procedente con toda seguridad de la vecina iglesia de San José, mantiene sobre su cabeza la mantilla negra con la que el sexo femenino debía asistir a las ceremonias religiosas, porque en esos años, además de su imposición obligada en la liturgia nacional-católica, nunca estaba de más y era tan posible como observamos ampliar el ámbito de religioso cubrimiento como creyente practicante hasta en el transporte público, a modo de apostólico y pudibundo resalte. Ese complemento significó para la mujer española la pérdida del breve periodo emancipatorio que supuso para ella la Segunda República. Nunca está de más recordarlo. Sobre todo, ahora.
DdA, XXI/6.039
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