José Ignacio Fernández del Castro
Decía uno de los siempre oportunos personajes creados por José de Sousa SARAMAGO (Azinhaga, Golegã, Santarém, Ribatejo, Portugal, 16 de noviembre de 1922- Tías, Lanzarote, Las Palmas, Canarias, España, 18 de junio de 2010) que «no se puede confiar en los delirios de la fantasía.» (A jangada de pedra -La balsa de piedra-, 1986) y bien cierto es. El Sporting lo lleva comprobando repetidamente con esperanzas otoñales que sucumben a la llegada del invierno. Pero tampoco se puede uno rasgar las vestiduras achacando todos los males (acaso con el viejo toque localista/xenofóbico que ayer impuso a los Fernández frente al gallego Calvo y que ahora tanto recela de “los mexicanos de Orlegui”) a quien adquirió una herencia envenenada… Porque no, esta no es la peor temporada de la historia.
De hecho, entre las ocho que el Sporting lleva en Segunda tras el último descenso, es la quinta mejor, tanto en puesto (undécimo, frente a un decimotercero y dos decimoséptimos) como en puntos (56, frente a los 54 de la temporada 2019-20, los 50 de la 2023, y ¡los 46! de la 2021-22)… Ésta, la última de los Fernández, antes de vender al equipo, fue la que se vivió peligrosamente, al límite, con un Abelardo Fernández (que sustituyó en el banquillo a un José Luís Martí que, a su vez, había sustituido a David Gallego) que logró una agónica y casi milagrosa victoria en El Molinón ante el Girona (que luego acabaría ascendiendo) para confirmar su salvación, en un agónico y vergonzante empate sin goles, en el campo del descendido Fuenlabrada y llegar a esos 46 puntos (tres por encima del Amorebieta) que la misma temporada anterior habían significado el descenso del Sabadell (dos temporadas antes el Deportivo había descendido con ¡51 puntos!, y en la primera del retorno a Segunda la Cultural lo había hecho ¡con 48!). En definitiva, en este curso el equipo ha ocupado, curiosamente, exactamente el puesto que le correspondía por su límite salarial.
Ello no quita para que haya habido evidentes errores en la gestión deportiva, empezando por la confección de una plantilla limitada al servicio de un entrenador tozudo en sus planteamientos y sin demasiada capacidad para buscar soluciones alternativas (aunque la masa social bien lo jaleaba cuando los resultados acompañaban)… Se buscó un once competitivo (con fichajes en general correctos, salvo el fiasco permanente del delantero de referencia) pero sin un fondo de armario de garantía para soportar un sistema de presión alta, permanencia en campo contrario mediante activación tras pérdida y transiciones rápidas, con gran exigencia física, como el que pretendía Albés… Y claro el equipo acabó cayendo y las lesiones musculares llegando.
«Pero el hombre siente tal pasión por los sistemas, por las deducciones abstractas, que está dispuesto a disfrazar la verdad, a cerrar los ojos y a taparse los oídos ante la verdad, sólo por justificar su lógica» como decía Fiódor Mijáilovich DOSTOYEVSKI (Moscú, Imperio Ruso, 30 de octubre del calendario juliano/11 de noviembre del calendario gregoriano de 1821 – San Petesburgo, 28 de enero/9 de febrero de 1881) en sus Memorias del subsuelo (1864)… Y el peor error sería mantener, en la peor racha de resultados de lo que va de siglo, un entrenador con demostrada incapacidad de maniobra (que, entre otras cosas, venía sacrificando a los mejores talentos del equipo en tareas que les impedían mostrar sus mejores cualidades, a la vez que privaba al primer filial cada semana de tres o cuatro de sus jugadores más solventes sin darles un minuto significativo de juego). Así que, al final, la cosa cayó por su peso y el cambio hubo de hacerse, tarde para remontar lo bastante pero a tiempo para que la aplicación del sentido común diese sus frutos y el talento se tradujese en el único espectáculo que merecía la pena, con goles, asistencias, conducciones y hasta compromiso defensivo… Aunque el equipo siguiese cogido con pinzas en fase de contención, especialmente cuando el balón llegaba desde los laterales al área.
En fin, que, acaso porque «el pánico es un sentimiento que en más de una ocasión reúne la energía precisa que, por lo común, no llega a infundir la razón», como decía la Ana María MATUTE AUSEJO (Barcelona, 26 de julio de 1925- 25 de junio de 2014) de La torre vigía (1971), la cosa se solucionó con cierta comodidad… Aunque ahí cerca estuviese el Real Oviedo coqueteando incluso con el ascenso directo en una gestión muy distinta. Pero, claro, su propiedad mexicana recibió un club con una deuda mucho más ordenada y una estructura menos onerosa (fruto de su reciente y largo peregrinaje por el fútbol no profesional), de modo que mientras el Sporting debía ampliar capital para poder salir a competir con un límite salarial medio-bajo, el Oviedo lo hacía para alimentar esa estructura e invertir (con alguna burla del límite salarial mediante compras de jugadores para sus clubs mexicanos que acabarían cedidos al equipo ovetense) en ir haciendo una de las cinco mejores plantillas de la categoría (eso sí, sin mucha pericia en la contratación de los entrenadores más idóneos, lo que llevó a tener que cambiarlos en mitad de todas las campañas; y con una presencia entre testimonial y nula de futbolistas de la base en las alineaciones).
Evidentemente, el tratamiento de los primeros filiales rojiblancos tampoco ha sido el más adecuado, con proliferación de fichajes extranjeros, no siempre muy justificados, que frenaban la progresión de la gente de Mareo, pero, en este sentido, la diferencia es muy apreciable a favor del Sporting: diez jugadores procedentes de Mareo formaban su plantilla, con presencia habitual de cinco o seis de ellos en los onces titulares.
Así que, cuando la masa social protesta tanto contra una propiedad que ha adquirido un equipo maltrecho y en tres años sólo ha hecho poner dinero (no sólo en la compra: la ampliación de capital la asumió prácticamente en solitario y su multipropiedad mexicana está liberando al Sporting de fichas altas poco acordes con el rendimiento, facilitándo un “retiro dorado americano”), debiera plantearse qué estilo quiere de club… Porque ahí está el “modelo Mirandés”, un equipo hecho a base de cesiones que este año estuvo a punto de subir directo (aunque a 30 de junio tendrá exactamente dos jugadores con contrato en la plantilla, como le viene ocurriendo cada año, habiendo estado mismamente el pasado a pungo de descender) y, si es eso lo que se quiere, sobra toda la base de Mareo.
No se puede, en fin, vivir de viejas glorias para afrontar los retos del ahora y el desasosiego ante el mañana… Volviendo a Saramago, «el pasado para recordar, el presente para vivir, el futuro para recelar» (Claraboya, escrita en 1953, publicada póstumamente en 2011)… Pues eso, recordemos, vivamos y recelemos en rojiblanco. Sanamente.
DdA, XXI/6.006
No hay comentarios:
Publicar un comentario