Saber que los volcanes erupcionan no hace menos espectacular la imagen de la lava arrasando la montaña. Los egos de Donald Trump y Elon Musk han explotado. Lo han hecho de manera violenta, dando lugar a una guerra civil en el Planeta Ultrabró. ¿Quién podía imaginar que la unión entre multimillonarios sociópatas con un diagnóstico evidente de narcisismo acabaría mal? Una semana. Es lo que han tardado estos dos magníficos ejemplares de adulto con problemas afectivos no resueltos en despellejarse públicamente tras despedirse en el despacho oval entre palabras de admiración y promesas de amor eterno. Estos espectáculos son para disfrutarlos. Para recrearse en cada detalle, porque los pobres tenemos pocas alegrías y que el hombre más rico del mundo y el más poderoso se machaquen es, sin duda, una de ellas.
Ocurrió porque tenía que ocurrir. Porque pasa siempre que hay desequilibrados al volante. Un tenía yo preferencia, un mi coche corre más que el tuyo, un me has mirado raro bastará para que un par de niños grandes acaben dándose de hostias en el arcén a la vista de todos. Tras cerrar por fuera la puerta del despacho oval es probable que al dueño de Tesla le invadiese una sensación nueva, nunca antes sentida por el tipo más rico del mundo: la injusticia. Siendo Musk el ser humano más brillante que Musk ha conocido, ¿qué tipo de aberración es que no sea él el presidente, sino aquel orangután al que le regaló el cargo por puro aburrimiento? Con la idea de aberración marcada en el alma, Elon fue incapaz de aguantar ni una semana antes de decir, sin que nadie le preguntase, que la ley fiscal de Donald le parecía eso, aberrante. “Me dolió mucho aquello, hubiera preferido que se metiese conmigo antes que con esta hermosa ley”, dijo Trump, consternado tras las declaraciones de su amigo, porque cualquiera sabe que las leyes, las madres y las hermanas no se tocan entre bros. Como discrepar de las leyes también es woke, el presidente norteamericano respondió amenazando con romper los contratos federales que riegan con dinero público los bolsillos del anarcocapitalista que grita muera el Estado. Unos contratos que, según Trump, eran muy beneficiosos para el país hasta el pasado jueves. De repente, dejaron de serlo. Podemos acusar a estos personajes de muchas cosas, pero nunca de tratar de ocultar su absoluta falta de vergüenza.
La gran batalla en el seno del club de los patriotas –se hacen llamar así porque “a mí tampoco me aguantan en casa” sonaba poco épico— no se detuvo ahí. Entonces Musk amenazó con coger sus cohetes y llevárselos a casa dejando tirada a la NASA y su programa espacial. Donald respondió que Elon, “un gran genio” sólo unos días atrás, ahora está loco y es un pobre chico con problemas. Musk implicó a Trump en la mayor red de pedofilia de la historia de EEUU y los MAGA acusaron a Musk de drogadicto. Así que Elon amenazó con montar un partido para joder a los MAGA y éstos amenazaron con declararlo inmigrante ilegal y deportarlo. Lo dicho: un disfrute.
José Ramón, de Cuenca, puso todas sus esperanzas en que el tipo más rico de la historia y el presidente norteamericano con más condenas a sus espaldas trabajarían mano a mano para hacer de este mundo un lugar mejor. “Para defender a la gente corriente como él frente a las élites globalistas que nos gobiernan”, si Abascal lo dice, debe de ser cierto. Hoy Joserra y tantos otros patriotas repartidos por el mundo no dan crédito. Sienten desasosiego y orfandad ante la falta de un relato que explique cómo es posible que haya estallado una guerra entre dos tótems del altruismo, la generosidad y la defensa del hombre de a pie. Es urgente que alguien fabrique para ellos un nuevo relato que puedan comprar a la mayor brevedad. Un relato creíble que explique lo ocurrido –Musk se volvió musulmán, Trump es un robot, lo que sea– es en estos momentos una prioridad mayor incluso que acosar a niños de piel oscura en las puertas de los colegios norteamericanos. Cuando en los próximos días ese relato sea presentado, aquellos que no se dejan engañar por los científicos con el cuento del cambio climático, o las vacunas, lo aceptarán sin rechistar ni hacer ruido. Al contrario que Trump y Musk, harán como si aquí no hubiera pasado nada.
CTXT DdA, XXI/6.007
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