Félix Población
Las lágrimas niñas de Gaza asoman a las redes sociales cada vez con más desesperación. Este mundo en el que vivimos está condenado a condenarse. Es el mundo que ha prestado y presta cobertura armada al genocida. El mundo indiferente a ese gran río de sangre niña que no deja de correr sobre aquella tierra arrasada. Este mundo nuestro persigue, acosa, silencia y expulsa las banderas y la solidaridad con un pueblo masacrado. Acabo de ver el vídeo del asesinato de dos niños palestinos que iban a por agua. Los mataron con drones los soldados del pueblo elegido por dios. No erraron el tiro porque están curtidos en derramar sangre inocente, miles y miles de vidas rotas cuando empezaban a vivir. Las víctimas llevaban por armas un bidón y unas mangueras con las que socorrer la sed de su familia. ¿Qué órdenes recibe un ejército que asesina niños? ¿Alguien puede imaginar el contenido de las arengas que con ese objetivo darán sus generales? ¿Qué tipo de sociedad es aquella que no se rebela contra un gobierno que perpetra un genocidio? ¿Hacia qué mundo vamos después de estar soportando esta ignominiosa pesadilla, en la que están colaborando los gobiernos democráticos de Europa? ¿Nos puede quedar alguna brizna de esperanza para avizorar una pequeña luz en el porvenir de nuestros hijos? Mirad esas lágrimas niñas de Palestina, repasad una y cien veces vuestros ojos por esos ojos hasta que vuestros lagrimales secos reaccionen y se unan a ese llanto, porque si no lo hacemos no tenemos derecho a vivir humanamente. Algo muy temible habría acabado con las fuentes de nuestro sentimiento, razón por la que somos y memoria fundamental de los que fuimos. Entre la inanición, la sed y las heridas, alguna voz niña se deja oír como un lamento, mamá, estoy cansada, quiero morir. Aquel infierno en el que viven desde hace muchos meses no sólo acribilla sus cuerpos sino también las raíces de su instinto vital. No hay perdón para este nuevo capítulo de barbarie, permitida y respaldada en la historia de la humanidad, de la que estamos siendo impotentes espectadores día tras día. Las lágrimas niñas de Gaza se ahogan en los interminables charcos de sangre que vierten nuestras armas, las del occidente cristiano y demócrata que tiene por himno la música más bella compuesta en pro de la fraternidad de los pueblos.
DdA, XXI/6.004
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