viernes, 20 de junio de 2025

GRITOS CON CITA Y GLOSA (XXXI): DE ASESINOS EDUCATIVOS (Y OTRAS ESPECIES CORRUPTAS)


José Ignacio Fernández del Castro

«El asesino perfecto no tiene amigos, solo objetivos.»
Brent WEEKS (Whitefish, Montana, Estados Unidos, 
7 de marzo de 1977): Azoth en la primera parte de 
The Night Angel Trilogy: The Way of Shadows  (2008).


Quien tiene la voluntad de obrar en perjuicio de otros y la capacidad para hacerlo, no hace cuenta de lo que necesita para ello en instrumentos o relaciones personales, incluso desprecia cualquier cálculo generoso al respecto, porque, en realidad, sólo le importan los resultados y, desde ellos, puede justificar cualquier cosa (seguramente lo comprobaremos ahora, por ejemplo, en los testimonios de los implicados en las corruptelas de la secretaría de organización sucesivamente adjudicada por Pedro Sánchez)...
La condición criminal, la voluntad de latrocinio, la sed de mal (para decirlo en términos orsonwelleanos) desprecia cualquier estimación suntuaria de recursos y cualquier valoración afectiva de las relaciones invertidas en sus actos homicidas. Porque, careciendo de cualquier horizonte moral, lo único que legitima lo hecho es el logro del objetivo... Todo lo demás resulta irrelevante, porque ¿qué le puede importar a quien tiene el afán de destruir que el balance económico entre lo invertido (en recursos o en colegueos) y lo obtenido a partir de la destrucción planeada sea monetariamente deficitario si ésta ha resultado efectiva y ha saciado sus mortales afanes?, ¿en qué le puede afectar que su acto, una vez realizado, favorezca o deteriore sus relaciones personales?.
Es, curiosamente, la misma situación en la que tantos responsables (estatales y autonómicos) de las políticas educativas han pretendido, pretenden y pretenderán (al fin y al cabo son fieles escribas al dictado de los intereses del verdadero poder, el económico) situar nuestro sistema educativo cuando de forma paulatina o acelerada, según la ocasión y las urgencias del amo, lo abocan a ser considerado y evaluado exclusivamente en función de los outputs y no de los inputs (según expresión acuñada por el exministro Wert)... ¿Qué importan los recortes en recursos y personal o el deterioro progresivo de los centros educativos públicos si la constante sucesión de Leyes Orgánicas, Decretos y Disposiciones logran sus (verdaderos) objetivos?, ¿qué importa que la llamada “función docente” vaya hinchándose más y más con tareas meramente burocráticas mientras se desprecia lo que se hace realmente en las aulas con tal de que se cumplimenten los protocolos de rigor?, ¿qué importa que, en medio, vaya quedando más y más población condenada a perpetuar su estirpe como carne de cañón para el mercado de la precariedad o simple excedente humano (confirmando, más de medio siglo después, el lúcido diagnóstico de Pierre Bordieu en su La Reproduction. Éléments pour une théorie du système d’enseignement de 1970)?... El sistema educativo se sitúa, en este proceso, aquí y ahora, más allá de la moral, no tiene amigas ni amigos (salvo, acaso, la Conferencia Episcopal y la Confederación Española de Organizaciones Empresariales), porque sólo quiere garantizar el logro de sus fines últimos (no siempre tan explícitos, pese a su “desmelene neoliberal” como loa al emprendimiento).
Con tenacidad extrema y voluntad de asesino perfecto. Matando la funesta manía de pensar (Millán Astray dixit apócrifamente -en realidad la expresión se la dedicó el Rector de la Complutense al mal retornado Fernando VII-) con el arma de la instrucción en la obediencia.

DdA, XXI/6.016

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