miércoles, 11 de junio de 2025

GRITOS CON CITA Y GLOSA (XXX): DE INDUSTRIAS CULTURALES Y SUS MEDIACIONES (EN BRAGAS)

 


José Ignacio Fernández del Castro

«Al fin y al cabo, la literatura no es más que un tipo que está en su casa y se pone a escribir en pijama. Este individuo obstinado escribe y escribe, sin parar, hasta que consigue terminar un libro. Después otro objeto lo imprime, otro lo distribuye y, al final del recorrido, siempre aparece otro, también en su casa, que se pone a leer sin zapatos, con los pies encima de la mesa. Esto es el fenómeno literario. Pare usted de contar. Tipos cansados, con ojeras, que escriben en pijama. Mujeres adormiladas en un vagón de tren. Hombres que se descalzan para leer más cómodos. Niños absortos en un rincón del patio durante el recreo.» Rafael REIG CARRIEDO
Manual de literatura para caníbales (2006).

Acabáramos... O sea que era eso... Lo bello y lo sublime, que tanto preocupara y ocupara a la filosofía romántica, no es más que la conexión que media entre dos tipos (de cualquier sexo) en pijama (o en las variantes indumentarias de la comodidad subjetiva que el sexo, la condición, el momento, la sociedad y las circunstancias de quienes abren y cierran el circuito creativo requieran).

Bien lo dice Rafael Reig y, en su infinita capacidad para desmantelar lugares comunes y tornar en cotidianos y hasta pedestres los mitos, nos ha hecho evidente la esencia psicosocial del fenómeno literario.

Ahora podemos empezar a preguntarnos cómo y dónde escribiría sus Cien años de soledad (1967) Gabriel García Márquez o sus Memorias de una superviviente (1974) Doris Lessing (o cómo y dónde escribiría el propio Rafael Reig su Manual de literatura para caníbales). No tenemos que preguntarnos, por ejemplo, dónde escribió el Discurso del método René Descartes, porque bien se ha ocupado el de decirnos que bien calentito, en la cama. Pero podemos intentar recordar dónde y cómo surcamos sus páginas por primera vez… Seguro que en una situación de comodidad hogareña incompatible con cualquier rigidez indumentaria.

¿Cómo y dónde escribirán quienes se dan a los bestsellers, como J. K. Rowling o Dan Brown, Ken Follet o Danielle Steel?... ¿Dónde y cómo los devorarán quienes, evasivamente, los leen?.

Pero, claro, en esa conexión aparecen otros muchos elementos imprescindibles para la llamada “cadena de valor”: empresas editoriales grandes y pequeñas que deciden lo que vale o no en función de sus intereses y expectativas de mercado, imprentas que convierten en objeto público (libro) lo que fueron cuartillas o cuadernos personales, librerías que buscan clientela adecuada para sus productos (y viceversa) o grandes (y pequeñas) superficies que llenan de libros un espacio como si se tratase de una terminal de carga (o los ofrecen de señuelo por las compras de lotes de lencería popular)...

Y, pese a la complejidad del asunto y las infinitas posibilidades de que la conexión se interrumpa en algún punto, con relativa frecuencia seguimos participando en ese embrujo gozoso que, al fin y al cabo, une dos seres humanos cualquiera en pijama. No deja de ser maravilloso, en medio de la apariencia y la impostura que caracterizan la sociedad del espectáculo en los tiempos del ascenso de la insignificancia, que ellos aún sea posible... ¿O no?

DdA, XXI/6.010

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