martes, 3 de junio de 2025

GRITOS CON CITA Y GLOSA (XXIX): DE JEFES AUSENTES Y OTROS CUENTOS DE HADAS



José Ignacio Fernández del Castro

«Un día le pregunté por qué era sacerdote, y me respondió que, si hay que trabajar para otro, es mejor un patrón que está ausente.»
Jeanette WINTERSON (Mánchester, Inglaterra, 
Reino Unido, 27 de agosto de 1959): The Passion (1987).

veces el saber popular, que tanto gusta de los tópicos y lugares comunes (porque, al fin y al cabo y de algún modo, en él se asientan), va un poco más allá en su percepción del mundo y es capaz de abrir distancia irónica bastante para señalar con certera sorna algunos de los síntomas de la ceremonia de la confusión en la que, querámoslo o no, participamos cada día... Ante las pantallas que representan una realidad que nunca es la nuestra (ni la de nadie).

Resulta, por ejemplo, que ya no nos vale aquello de “el que vale, vale; y el que no, a Ensidesa (o cualquier otra vieja empresa de los sectores básicos con trabajos industriales duros a tres turnos)” porque cualquier trabajo más o menos estable en una compañía más o menos consolidada parece hoy un sino venturoso… Y mientras, por contra, vamos acumulando experiencias repetidas de gestiones empresariales y políticas que nos han llevado colectivamente a la ruina. Así que parece más justo atribuir cualquier carencia de saberes y valores a gestores tan nefastos.

Ahora bien, esto es un síntoma de los tiempos... Pero, en realidad, ¿cómo y por qué llega quien no sabe a gestionar y dirigir aquello de lo que nada (o muy poco) sabe (más allá, probablemente, de unos cuantos prejuicios ideológicos)?.

La cosa es bastante sencilla, la gestión (también en la gran empresa, pero, sobre todo, en la política, en los asuntos públicos) es un ejercicio de representación... Una representación en casi todos sus sentidos; porque quienes asumen la gestión son meros comisionados para la defensa puntual de los intereses de sus amos (que operan entre bambalinas), porque interpretan un espectáculo (cómico algunas veces, trágico con frecuencia, casi siempre patético) para la distracción (alienante) del personal, y porque son el símbolo o muestra evidente de su propio negocio (e, indirectamente, del final de una época en la que aún se apreciaba la tarea hecha con rigor y fundamento).

Es ahora el tiempo de la cultura emprendedora, en la que la política se convierte en mera gestión y la gestión en jefatura delegada por los dueños del mundo. Por eso para ejercer ese triple sentido de la representación es muy beneficioso no saber... Se ahorran muchos escrúpulos potenciales a la hora de defender y legitimar los intereses de los amos a los que se sirve. No hay más que ver lo tranquilos y hasta ufanamente dicharacheros que parecen siempre tantos señores (y señoras) ministros que poco saben los asuntos principales de sus respectivos ramos… Pero representan estupendamente sus mediocres vodeviles. A satisfacción de sus señores, ausentes, sí, del primer plano, pero con mucha más capacidad decisoria que dios sobre sus curas. Y más voluntad para dormirnos con sus cuentos de hadas (en todas las pantallas).

DdA, XXI/6.004

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