miércoles, 25 de junio de 2025

DE JUECES Y OTRAS CALAÑAS INTOCABLES


Juan Carlos Peinado, un “mandao” del posfranquismo de hoy para asumir la causa contra Begoña Gómez, esposa del presidente del Gobierno, Pedro Sánchez. Porque como dice el increíble Aznar: “que cada cual aporte lo que pueda”, y un juez posfranquista puede aportar mucho. Porque siempre habrá continuadores de la labor de Martínez Anido, de Fernández Díaz o de Villarejo para ensuciarlo todo y que parezca que, como decía Francisco Franco: todos los políticos van a lo mismo. Esa es de momento la misión del juez Peinado, para que cuando comiencen los juicios contra el PP sus portavoces puedan decir que en todas partes cuecen habas.

Octavio Colis

Cuando murió Franco y comenzó la transición del franquismo al posfranquismo (lugar este en el que desafortunadamente nos encontramos), transición que comenzó con una monarquía impuesta por el dictador y con un Juan Carlos I El Comisionista, del que ya se conocía su talante irresponsable, ávido de mujeres y de dinero, y también militarista tan infantil como antidemócrata, fue en esos primeros momentos cuando los jueces y comisarios del TOP franquista (Tribunal de Orden Público) fueron reubicados en sus nuevas funciones. Con Franco su misión había sido hacer cumplir las Leyes Fundamentales del Estado y reprimir con dureza toda manifestación democrática o simplemente antifranquista y mirar para otro lado (como hacía la Conferencia Episcopal) con los constantes abusos policiales y de los juzgados y jueces.
Porque, aunque suprimido este TOP en 1977, los jueces que formaban parte de aquel horrible tribunal no fueron licenciados y sustituidos sino reubicados en los órganos judiciales. Algunos fueron nombrados para juzgados de instrucción, y otros pasaron a formar parte de la Audiencia Nacional o del Tribunal Supremo. Es decir, los jueces encargados de reprimir, juzgar y condenar a los demócratas durante décadas pasaron a tener responsabilidades democráticas, aunque todos supimos que fundamentalmente esta vergonzosa gentuza serviría en principio para exculpar o proteger a los franquistas de sus crímenes y atropellos liberticidas en el pasado, y también para mantener el posfranquismo, sin Franco (o sea, esencialmente para mantenerse ellos en el machito). Y cuando se iban jubilando nombraban o propiciaban la llegada de personajes tan antidemócratas como ellos para que mantuvieran las cosas (en el indisimulado posfranquismo) como habían estado desde el año 1939. Todo lo inconfesable que protegieron e impulsaron tanto durante el franquismo como durante el posfranquismo quedaba (queda) dentro de los “secretos oficiales”, ya que la ley por la que se rige ese importante asunto todavía hoy en día es la misma desde 1968, firmada nada menos que por Carrero Blanco.
Ha habido algunos intentos de reforma de esta ley, con el objetivo de adaptarla a los desafíos actuales y aumentar la transparencia, pero no ha sido posible, todo está tan atado y bien atado que hasta se pudo condecorar sin sonrojo a alguno a torturadores y asesinos como Juan Antonio González Pacheco, más conocido como Billy el Niño, de la Brigada Político Social, quien incluso fue ascendido a inspector del Cuerpo Superior de Policía en el que permaneció hasta 1982.
El activista y ex-preso del franquismo (y querido y admirado amigo) José María 'Chato' Galante se querelló contra Billy El Niño por “presunto” delito de lesa Humanidad por las torturas que llevó a cabo contra él mismo, entre otras muchas personas, de hecho sus víctimas pusieron contra él hasta 36 querellas por torturas, pero nadie consiguió nada. Y con la justicia española mirando para otro lado se premió durante el posfranquismo a ese monstruo con 5 medallas al mérito de no sé qué, lo que le propició un 50% más de pensión.
Quizá por esas macabras casualidades que parece tener la vida, Chato y el hijo de puta de Juan Antonio González Pacheco “Billy El Niño” murieron la misma noche de marzo de 2020, víctimas del COVID.
Bien, pues en ese panorama de legisladores y jueces españoles del primer cuarto de siglo XXI apareció no hace mucho un personaje oscuro que abre hoy telediarios y ocupa titulares y reflexiones periodísticas (incomprensibles en muchos casos): Juan Carlos Peinado, juez de instrucción del Juzgado número 41 de Madrid, un “mandao” del posfranquismo de hoy para asumir la causa contra Begoña Gómez, esposa del presidente del Gobierno, Pedro Sánchez. Porque como dice el increíble Aznar: “que cada cual aporte lo que pueda”, y un juez posfranquista puede aportar mucho. Porque siempre habrá continuadores de la labor de Martínez Anido, de Fernández Díaz o de Villarejo para ensuciarlo todo y que parezca que, como decía Francisco Franco: todos los políticos van a lo mismo. Esa es de momento la misión del juez Peinado, para que cuando comiencen los juicios contra el PP sus portavoces puedan decir que en todas partes cuecen habas. Por todos los medios han intentado los martínezanidistas implicar a Pablo Iglesias en corrupciones de todo tipo, aunque, como todo el mundo debiera saber, nada han podido demostrar sino sólo la ilegalidad de sus manejos de toda la vida.
(Ya veo que me falta papel y que os debo estar aburriendo, quede pues que me cisco en repeinado y que sigo investigándole, ahora que va a por Bolaños. Un mandao, oiga).

DdA, XXI/6.020

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