Profesorado, clases, centros. Es decir, todo. La educación es una sábana tensa que no deja de estirarse. Se hizo un roto por la decisión de la Consejería de eliminar la jornada reducida de junio y septiembre en Infantil y Primaria. Y por ese roto se rasgó entera. Vamos con el conflicto y luego con la perspectiva. Los puntos reivindicativos, en torno a cincuenta, se pueden agrupar en tres bloques: mejoras para el profesorado, mejoras para las clases y mejoras para la gestión de los centros. Como decía, todo. Es lo que ocurre con los edificios descuidados, que poco a poco falla todo. El profesorado de Asturias cobra menos que el de otras comunidades; sigue habiendo demasiadas medias jornadas y con profesores de 850 euros al mes no se construye una estructura educativa; la carrera profesional es deficiente; y la estrella de la reivindicación, la que sale en todos los corrillos y todos los desahogos de los enseñantes: la asfixiante burocracia. No solo tienen que hacer cada vez más trabajo de administración. Es que, para el propio ejercicio docente, la morralla de informes, papeles y documentación que tienen que rellenar y leer no deja de crecer. Hay mucha grasa inútil. Además de pensar qué más puede hacer un profesor o una profesora, hay que pensar qué están haciendo de más que no sirve para nada. Con respecto a las clases, en las aulas de la enseñanza pública tiene que haber estudiantes de alto rendimiento, estudiantes con mal apoyo familiar, estudiantes que no alcanzarán de ninguna manera objetivos académicos medios, estudiantes ciegos, estudiantes agresivos, … todo. Se necesitan ratios adecuadas para hacer el trabajo con todos y con todo y son necesarios apoyos profesionales para el profesorado. Existen PT y existen desdobles, pero tienden al low cost, a una dotación mínima resignada. Por su parte, la situación de la gestión que describen los equipos directivos hace pensar en los centros como robles plantados en una maceta, las tareas acumuladas en los centros desbordan su estructura de gestión.
Llegará el cansancio y el ruido, llegarán la manipulación y las falsedades. Pero el conflicto fue recibido con comprensión y cierta simpatía. Algo rezuma la estructura educativa que permite intuir que el trabajo docente cada vez más es una lucha contra los elementos. El Gobierno tiene razones de principio y razones egoístas para hilar fino. Hará mal el Gobierno si plantea esto como una lucha ante la opinión pública. Seguiría el desgaste en la educación y aumentaría la crispación y desmotivación del profesorado. Pero además aceleraría el desgaste del propio Gobierno y correría el riesgo de un efecto dominó sobre otros sectores. La percepción amable de este conflicto debería permitir al Gobierno sumarse a esa atmósfera y trabajar con, y no contra, el profesorado. Hoy se dijo que una diferencia salarial está manteniendo la huelga. Desconozco cuánto hay de mala fe en el Gobierno o en el medio que sacó semejante titular. Pero cualquiera entiende que no se hace una huelga general indefinida ni dimiten en bloque los equipos directivos por los ajustes que equiparen el salario con el de otras comunidades. Sería raro que el PSOE no vea que la posibilidad de un triunfo de las derechas es muy real y que no sería un chisporroteo como el que llevó a Sergio Marqués a la presidencia, sino un cambio de ciclo en toda regla. Este conflicto tiene un potencial explosivo y Álvaro Queipo lo entiende perfectamente.
La cuestión me temo que es económica. Los derechos no son gratis. Los derechos se gestionan en servicios públicos que hay que pagar. Un hospital no es gratis, ni tampoco su equipamiento y el trabajo de los profesionales. Los derechos se diferencian de los privilegios por su universalidad y por eso son más caros que los privilegios. La enseñanza pública es más cara que la privada. La red de carreteras necesaria para el tráfico de las cuatro de la mañana sería muy barata. Lo que hace caras las infraestructuras es el tráfico del mediodía. En la enseñanza pública es donde está el tráfico del mediodía porque ahí hay que gestionarlo todo. Hay que subir el nivel de los mejores y a la vez hay que corregir las desigualdades de partida, por la familia y el barrio del que se procede, y hay dar clase de inglés también a una niña sorda y hay que tener al cien por cien de la población hasta los 16 años. Los servicios públicos tienen que gestionar derechos y por eso tienen unas obligaciones que no tienen los privados. Lo que tiene el Gobierno encima de la mesa es la necesidad de poner más dinero en un servicio básico. Si la cuestión son las prioridades de gasto del propio gobierno autónomo, que se reajusten. Pero el problema puede ser peor. Puede que se necesite reevaluar las competencias educativas y que la financiación que le toca a Asturias sea insuficiente. Si es así, que se diga. Antes dije que podría haber un cambio de ciclo político en Asturias. No cabe esperar de gobiernos conservadores, con la extrema derecha en las tripas bajas, ninguna mejora en el servicio público de la educación, por la forma en que lo vienen gestionando en todas partes. Tras burlarse de la cultura asociándola con Mario Vaquerizo y de la libertad asociándola con los toros y las terrazas, no tranquiliza nada la libertad que quieren traer a la enseñanza, que consistiría en su privatización.
NORTES
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