martes, 24 de junio de 2025

AZNAR, EL CONDE DRÁCULO DE LA MORALEJA, VUELVE A SALIR DEL ATAÚD

 

Era más que previsible que el Conde Drácula de La Moraleja, como Tecé llama a José María Aznar, reapareciese con ocasión del caso de los Koldos, y así ha sido. Aznar acaba de deslizar la idea de que las últimas elecciones, en las que rabió por enésima vez desde 2004, podrían haber estado amañadas. Como en el caso de la guerra de Irak o los atentados del 11M, el hombrecillo de las Azores habla sin pruebas que sostengan lo que sus labios con movilidad reducida aseguran. Hay que añadir a lo escrito por el articulista que desde 1989 el PP se ha caracterizado, según recordó ayer el jurista Javier Pérez Royo, por rabiar cada vez que pierde unos comicios.


Gerardo Tecé

Pocas veces ocurre que el uso de adjetivos se convierte en indispensable a la hora de describir hechos objetivos. Es el caso de la biografía política de José María Aznar, imposible de entender si el concepto miserable no hubiera sido inventado. De tanto en cuanto, aquel tipo que mintió miserablemente para meter a España en una guerra ilegal que satisficiera su necesidad de convertirse en bufón latino al que se le permitiera poner los pies sobre la mesa del poder –pueden estar ustedes seguros de que les digo la verdad, hay armas de destrucción masiva en Irak–, sale de su vitrina para darnos lecciones de vida. Aquel hombre que trató de manipular miserablemente a la opinión pública mintiendo sobre el peor atentado de la historia de España –ha sido ETA–, con casi 200 cadáveres aún calientes, ha vuelto a hablar. Lo ha hecho, como es ya costumbre, con esas formas de vendedor de Instagram que publicita un chalet de siete millones de euros en la zona pija de Madrid. Es decir, sin vocalizar demasiado porque poner a trabajar los labios es de pobres.

El conde Drácula de la Moraleja ha vuelto a salir del ataúd en el que habita desde que, allá por 2004, el pueblo español lo convirtiese en el primer dirigente democrático capaz de lograr que su partido pasase de la mayoría absoluta a la triste oposición en solo cuatro años –yo no me he presentado a las elecciones, dijo miserablemente haciendo responsable del batacazo provocado por sus mentiras a su compañero Rajoy–. Aznar ha reaparecido ahora para deslizar la idea de que las últimas elecciones, en las que rabió por enésima vez desde 2004, podrían haber estado amañadas. Como en el caso de la guerra de Irak o los atentados del 11M, el hombrecillo de las Azores habla sin pruebas que sostengan lo que sus labios con movilidad reducida aseguran. Mover los labios es de pobres y aportar pruebas es de rojos y comunistas.

Su última aparición no es un hecho aislado. El patriota que renunció al Consejo de Estado para forrarse, aprovechando que durante su mandato público hizo amigos millonarios, lleva unos días más activo de lo habitual. Por España lo que haga falta. El hombre que, como buen cacique de provincias con desviación narcisista, convirtió la boda de su hija en un homenaje a sí mismo en el que no faltó un representante de las diferentes familias de la mafia europea, se manifestaba hace poco, tan pichi, bajo la pancarta “Mafia o Democracia”. De seguir vivo Berlusconi, padrino de aquel hermoso enlace matrimonial en El Escorial pagado por la trama Gürtel, hubiera tenido que pedir el comodín del 50% para aclararse con el puñetero lema. No es el caso de Aznar, que, habiendo presidido el Gobierno con mayor densidad de ministros implicados en casos de corrupción, nunca duda a la hora de olvidar su propio pasado para señalar a otros.

Al contrario que en lo relativo a su cuenta bancaria, en lo político a Aznar le da igual ocho que ochenta. Ni él ni su público son famosos por su elevado nivel de autoexigencia. Ver al tipo de aquel Gobierno podrido de corrupción hablar de limpieza, a quien trató de manipular unas elecciones acusando sin pruebas de manipulación electoral, nos hace retrotraernos a decenas de anécdotas del pasado aznariano. Una detrás de otra configuran la esencia íntima de ese ser llamado José María Aznar que tan bien encarna a una derecha miserable capaz de todo. Incluso de negociar con ETA y definirla como Movimiento Vasco de Liberación, para, a continuación, asegurar que cuando otros negocian con ETA se vende España, se traiciona a las víctimas y se hace llorar al niño Jesús. Aznar puede aparecer por mil motivos diferentes sin aportar nada nuevo. Es la miseria de siempre.

CTXT  DdA, XXI/6.019

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