
Félix Población
Hace unos días, el primer ministro de Israel, Benjamin Netanyahu, reconoció en una rueda de prensa que permitió la entrada de dinero de Catar para la financiación de Hamás al objeto de promover una división entre los palestinos. Hace año y medio, sin embargo, cuando su gobierno iniciaba la invasión de la Franja de Gaza como consecuencias del atentado terrorista y secuestro por parte de Hamás de ciudadanos israelíes, Netanyahu negaba lo que ahora reconoce. Desconozco lo que pretende el primer ministro israelí al dar por ciertas ahora las acusaciones que rechazaba antes, pero lo cierto es que el reconocimiento de esa financiación se produce cuando se sabe que la acción terrorista llevada a cabo por Hamás en el otoño de 2023 fue justificación para que el Estado de Israel llevara adelante el episodio de exterminio del pueblo palestino más brutal a los largo de ocho décadas. Me sigo preguntando, siendo el estado de Israel uno de los que dispone de los mejores servicios de inteligencia del mundo, cómo pudo darse un ataque de Hamás tan brutal como el del 7 de octubre de 2023. También me gustaría saber si se ha investigado, con el rigor que merecen las víctimas, por qué los servicios de seguridad e inteligencia israelíes no reaccionaron ante la posibilidad de ese ataque con la diligencia y contundencia habituales, ya sea para impedirlo o al menos para que el balance de víctimas fuera menor al registrado. Recordemos que fueron asesinadas 1.200 personas y 250 fueron secuestradas, que Netanyahu eludió asumir su responsabilidad, y que varios cargos militares y de los servicios de inteligencia dimitieron o admitieron sus errores. Todo un fracaso en la defensa de la nación que en cualquier otro país habría podido comportar hasta la dimisión del primer ministro. Es muy probable que no se sepa nunca qué pudo fallar, pero sí que de esa negligencia, incapacidad o ineptitud se derivó una insólita masacre de ciudadanos israelíes, lo suficientemente brutal como para ese mismo gobierno incapaz de defender al país pusiera en marcha un proyecto devastador y genocida previsto hace muchos años, contando para ello con el hipócrita justificante de luchar contra el terrorismo de Hamás. Según el Ministerio de Sanidad del grupo islamista, la ofensiva israelí contra la Franja de Gaza arroja la muerte de 16.503 menores de edad, de los que casi un millar no habían cumplido un año. Combatir el terrorismo perpetrando un infanticidio solo puede llamarse genocidio. Tampoco agenda extremista, como titula el diario El País. Y sí, mucho me temo que Gaza está siendo, además del mayor cementerio de niños y niñas asesinados después de los campos de exterminio nazis, el de la justicia internacional. Es para enfermar de vergüenza, como comentaba recientemente un escritor.
ASÍ TITULA EL PAÍS
DdA, XXI/5.996
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