Félix Población
El mundo y su pequeño país despiden hoy a José Mujica, ex presidente de la república de Uruguay, con todo tipo de panegíricos más o menos enfáticos, aunque el ejemplo vital y político del fallecido sea todo lo contrario a lo que prima en nuestro mundo occidental. Durante los años de existencia que siguieron a su ejercicio al frente de la república de su país, José Mujica se dedicó a sembrar un lúcido discurso filosófico que encontró siempre entusiasta y atenta acogida entre quienes lo escuchaban, sobre todo si se trataba de un público joven. Echaremos de menos sus palabras porque a nuestro mundo le falta todo un tsunami de palabras como las fue repartiendo con generosidad, unidas en su perspectiva política y social a las que dijeron y escribieron en su día dos de sus compatriotas, Mario Benedetti y Eduardo Galeano, a quienes César Inclán junta hoy con Mujica en un breve artículo laudatorio para el pequeño país sudamericano que dio esas tres lumbreras tan necesarias para el pensamiento político, la literatura y la cultura occidental. A los gobiernos e instituciones de un país como el nuestro, que comparte el idioma en el que hablaron y escribieron Mario, Eduardo y José, deberían avergonzarles no haber otorgado a ninguno de ellos alguno de los premios institucionales concedidos a otras personalidades de menor significación a lo largo de los últimos años. También abochorna que los dos citados escritores, colaboradores en un tiempo del diario El País, fueran excluidos del periódico en el que no faltó a su cita dominical durante muchos años, hasta su reciente fallecimiento, el escritor hispano-peruano Mario Vargas Llosa, cuyo pensamiento político tanto distaba del de sus colegas uruguayos.

DdA, XXI/5.987
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