miércoles, 14 de mayo de 2025

NI UN SÓLA DISTINCIÓN EN ESPAÑA A BENEDETTI, GALEANO Y MUJICA


Félix Población

El mundo y su pequeño país despiden hoy a José Mujica, ex presidente de la república de Uruguay, con todo tipo de panegíricos más o menos enfáticos, aunque el ejemplo vital y político del fallecido sea todo lo contrario a lo que prima en nuestro mundo occidental. Durante los años de existencia que siguieron a su ejercicio al frente de la república de su país, José Mujica se dedicó a sembrar un lúcido discurso filosófico que encontró siempre entusiasta y atenta acogida entre quienes lo escuchaban, sobre todo si se trataba de un público joven. Echaremos de menos sus palabras porque a nuestro mundo le falta todo un tsunami de palabras como las fue repartiendo con generosidad, unidas en su perspectiva política y social a las que dijeron y escribieron en su día dos de sus compatriotas, Mario Benedetti y Eduardo Galeano, a quienes César Inclán junta hoy con Mujica en un breve artículo laudatorio para el pequeño país sudamericano que dio esas tres lumbreras tan necesarias para el pensamiento político, la literatura y la cultura occidental. A los gobiernos e instituciones de un país como el nuestro, que comparte el idioma en el que hablaron y escribieron Mario, Eduardo y José, deberían avergonzarles no haber otorgado a ninguno de ellos alguno de los premios institucionales concedidos a otras personalidades de menor significación a lo largo de los últimos años. También abochorna que los dos citados escritores, colaboradores en un tiempo del diario El País, fueran excluidos del periódico en el que no faltó a su cita dominical durante muchos años, hasta su reciente fallecimiento, el escritor hispano-peruano Mario Vargas Llosa, cuyo pensamiento político tanto distaba del de sus colegas uruguayos.

 



Puede ser una imagen de una persona y perro

Patricia Esteban Erles

Vaya usted con los buenos, con su jersey viejo y su andar cansado pero recto.
Vaya usted donde le corresponde, atravesando el campo, pisando tierra, respirando el aire limpio sin rastro de dolor.
Vaya porque ya toca, porque ha sabido ganarse la vida y la muerte en paz.
Vaya como quien fue para tantos, como un ser humano que supo decir y hacer. También callarse y retirarse a solas cuando tocó hacerlo.
Vaya con su perra coja y desahuciada a la que miraba con tanto amor como merece cada uno de nuestros semejantes.
Vaya así, con las manos limpias y vacías, su humor invencible, su bondad intacta, su corazón de bosque, su frente alta.
Y gracias, Pepe. Cuando necesitemos creer lo recordaremos.

DdA, XXI/5.987

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