Lo advierte el artículo con perspicacia digna de subrayar después de tanta barbarie. Las fuerzas liberales-conservadoras han comenzado a balbucear tímidas condenas de las políticas genocidas de Israel. Se empieza a admitir lo que ya no se puede negar, sin apoyar medida alguna para contrarrestar la impunidad del genocidio. Estamos ante una maniobra traicionera de los cómplices de los genocidas para protegerse de la desaprobación social con la que tendrán que lidiar pasado mañana. Debemos denunciar su intento de neutralizar el efecto de la indignación por el genocidio, de volver a la normalidad como si nada hubiera sucedido, para que puedan disfrutar con seguridad del poder de su privilegio y continuar pontificando sobre cómo debemos vivir nuestras vidas y cómo debemos distinguir el bien del mal.
Marina Calculli, Gjovanin Macaj
Después de un año y medio de silencio ensordecedor y de un frenético celo por silenciar toda voz crítica sobre el genocidio que Israel está cometiendo en Palestina, las voces del establishment en Europa han cambiado de tono. Las fuerzas liberales-conservadoras han comenzado a balbucear tímidas condenas de las políticas genocidas de Israel. Entre ellos se encuentra el presidente francés Macron. The Guardian y el diario holandés NRC, dos referencias de la información del establishment, incluso han empezado a informar sobre lo que palestinos y expertos en genocidio llevan diecinueve meses denunciando: que un genocidio es un genocidio.
Una débil admisión de genocidio es siempre mejor que un silencio cómplice del genocidio. Debemos acoger con satisfacción estas condenas hasta que haya un repudio incondicional del genocidio en Palestina y en otros lugares. Pero también es legítimo cuestionar las intenciones y los efectos de estas posiciones. ¿Se trata de un redescubrimiento tardío de la humanidad o de un intento de neutralizar la creciente indignación ante el colapso de la conciencia colectiva?
EL MOMENTO Y EL REGISTRO UNIFORME DE ESTAS CONDENACIONES DELATAN UN CIERTO GRADO DE COORDINACIÓN ENTRE LOS GOBIERNOS EUROPEOS Y LOS MEDIOS DE COMUNICACIÓN. Esto no excluye un auténtico despertar de la conciencia o un virtuoso efecto dominó, después de la vulgaridad del mal a la que hemos estado expuestos durante un año y medio. Al final, aquellos que tienen el coraje de denunciar animan a otros a hacer lo mismo.
Pero un giro repentino de los acontecimientos después de casi veinte meses de silencio plantea preguntas legítimas.
Algunos han argumentado que la legitimación de las críticas al genocidio sionista es un intento tardío de limpiar el legado de complicidad europea con los genocidas. Gaza está diezmada por más de 100.000 toneladas de explosivos que Israel ha lanzado sobre una población indefensa de dos millones de personas. Como dijo Omar Al Akkar, “un día, todos estaremos en contra de todo esto”, recordándonos que las personas solo encuentran el coraje para enfrentarse al mal cuando ya no están en riesgo. Podría ser que ese día haya llegado. Es una vergüenza que el genocidio en Gaza todavía continúe y se esté extendiendo a Cisjordania, y que los críticos tardíos de Israel –en particular los gobiernos europeos– no estén haciendo nada para detenerlo. De hecho, continúan apoyándolo económica y militarmente.
Nos encontramos pues ante un cambio de lenguaje sin un cambio de política, en un momento en el que la opinión pública europea ya no puede digerir la hasbará –"autodefensa", "desmilitarización de Hamás"– con la que Israel y sus aliados han justificado la aniquilación de más de 61.000 personas.
MÁS SIGNIFICATIVO aún, la sospecha es que el establishment liberal está tratando de apropiarse y controlar la crítica a Israel para contrarrestar la del movimiento global de solidaridad con Palestina: la denuncia del sistema colonial de asentamiento y de apartheid de Israel, sus raíces en el colonialismo occidental y su papel central en la preservación y el fortalecimiento de un sistema económico global cada vez más centrado en la expansión de las capacidades militares y las tecnologías de vigilancia y cada vez menos centrado en la gente.
Es esta crítica ideológica la que temen y quieren atacar, aparentemente relajando el control sobre cómo podemos criticar a Israel.
Los gobiernos europeos que se han distanciado de Israel –o, como dicen, “el gobierno de Netanyahu”, en un intento de personalizar la responsabilidad por el genocidio que todavía no pueden nombrar para salvar la infraestructura colonial que lo hizo posible– simplemente están pidiendo una revisión del Acuerdo de Asociación UE-Israel. Como si ésta fuera la única –o la más significativa– medida para presionar a Israel.
Las CANCILLERÍAS EUROPEAS nos invitan básicamente a centrarnos en una medida muy improbable, dado que suspender el acuerdo requeriría la unanimidad de los 27 estados miembros de la UE, incluidos aliados incondicionales como Israel, Alemania y Hungría. Ni siquiera están considerando medidas unilaterales, similares a las que se tomaron para presionar y aislar a Rusia después de la ocupación de Ucrania: embargos de armas, congelamiento del comercio, alentar (en lugar de intimidar) a las universidades a cortar lazos con instituciones asociadas que alimentan el genocidio.
Hay, sin embargo, un criterio simple para entender si estas conversiones repentinas son un intento desesperado por controlar lo que el público debe pensar sobre el genocidio en Palestina, ya que ya no es posible suprimir su reconocimiento, o un primer paso para poner fin a su complicidad y tomar medidas para detenerlo. Si piden medidas urgentes y concretas para implementar plenamente las obligaciones de los Estados de prevenir, detener y no ser cómplices del genocidio, entonces debemos acoger con satisfacción su apoyo y utilizarlo como base para una movilización más amplia para poner fin a las causas estructurales del genocidio.
PERO SI ESTAS CONVICCIONES REPENTINAS no son más que admitir lo que ya no se puede negar, sin apoyar medida alguna para contrarrestar la impunidad del genocidio, entonces debemos considerarlas por lo que son: una maniobra traicionera de los cómplices de los genocidas para protegerse de la desaprobación social con la que tendrán que lidiar pasado mañana. Debemos denunciar su intento de neutralizar el efecto de la indignación por el genocidio, de volver a la normalidad como si nada hubiera sucedido, para que puedan disfrutar con seguridad del poder de su privilegio y continuar pontificando sobre cómo debemos vivir nuestras vidas y cómo debemos distinguir el bien del mal.
IL MANIFESTO DdA, XXI/5.992
No hay comentarios:
Publicar un comentario