La Nakba palestina: comprender los años clave de 1947 y 1948 (extracto)


  


Desde Huella del Sur aportamos el presente artículo, autorizado por el autor, para pensar la Nakba en curso que vive el pueblo palestino y que en la actual fase de un genocidio y limpieza étnica que no tiene precedentes en el siglo, muestra el verdadero rostro colonial de colonialismo de asentamiento de la ocupación israelí. El artículo corresponde a un capítulo del libro “Palestina desde las epistemologías del sur” publicado originalmente en Buenos Aires (2022), luego con una segunda y tercera publicación en Caracas (2024) y Santiago (2025). 

Tras la Segunda Guerra Mundial, el momento culminante llegó en 1947-1948. En febrero de 1947, el Reino Unido traspasó a las Naciones Unidas la decisión sobre el futuro de Palestina. La Asamblea General de la ONU violó su propia Carta negando la consulta y el derecho de autodeterminación de la mayoría de la población palestina. Además, con presiones a Estados como Filipinas, Haití y Liberia —especialmente por parte de Washington— aprobó la partición de Palestina el 29 de noviembre del mismo año. 

Tras ello se desencadenó un enfrentamiento en la que las fuerzas sionistas iniciaron la limpieza étnica de Palestina, que continuó después del establecimiento del Estado de Israel el 14 de mayo de 1948, de que pocas horas más tarde finalizase el Mandato Británico de Palestina y de que se desencadenase la primera guerra árabe-israelí el 15 de mayo de aquel año. De este modo, a las políticas de colonización de asentamiento y apartheid de facto se sumó la vía del desplazamiento, transferencia, traslado o expulsión masiva de la población nativa no judía para conseguir el objetivo último sionista. 

Entre 1947 y 1949, año este último en que se firmaron los armisticios que pusieron fin a la primera guerra árabe-israelí con la victoria del nuevo Estado sionista, Palestina cambió completamente. La mayor parte de la Palestina árabe fue destruida, unas 750.000-800.000 personas no judías se convirtieron en refugiadas (casi dos tercios de la población palestina) y al-Quds-Jerusalén fue dividida entre una parte oeste, anexionada por el nuevo Estado israelí, y una parte este, que quedaría en manos (trans)jordanas hasta junio de 1967. El país fue desmembrado. Israel se edificó sobre el setenta y ocho por ciento de Palestina, mientras que (Trans)Jordania se anexionó Cisjordania —incluyendo al-Quds-Jerusalén Oriental— y Egipto pasó a administrar la recientemente definida como Franja de Gaza. 

Para la escritora italo-palestina Rula Jebreal, la Nakba fue “la catástrofe, el desastre, el apocalipsis […]. Es difícil de explicar, pero es algo que cada palestino siente en su interior, como una herida irreparable, como un cortocircuito en nuestra historia”. Para Darwish, la llegada de las metáforas, que siempre quiso impugnar, de “mi patria es una maleta” y de un “mapa de ausencia”. De este modo, después de más de medio siglo de esfuerzos del colonialismo de asentamiento sionista, había llegado su gran victoria: construir un nuevo Estado sobre un territorio, como ordenó el gran líder sionista David Ben Gurión en 1948, “limpio y vacío de árabes”.

Es importante tener en cuenta que, desde el marco explicativo del colonialismo de asentamiento, la Nakba palestina no solo fue un acontecimiento, sino que formaba parte de una dinámica colonial y una estructura tanto anterior como posterior a 1948. Así, al contrario de lo que se ha argumentado desde distintas perspectivas historiográficas, la primera parte de la expulsión masiva oficial en Palestina (entre diciembre de 1947 y mayo de 1948), así como la guerra interestatal (primera guerra árabe-israelí, desde el 15 de mayo de 1948 hasta la firma de los armisticios), no fue la causa principal de la limpieza étnica de Palestina. Simplemente fue su contexto, su medio o su vía. En otras palabras, aunque nada estaba predeterminado y la coyuntura de los años posteriores a la Segunda Guerra Mundial permitió la Nakba, su causa primordial no fue la contingencia de las dos guerras desarrolladas en Palestina antes mencionadas, sino la dinámica de colonialismo de asentamiento sionista. Una dinámica que no acabó en 1948, ni en 1967, ni hasta ahora(1).

Entre otros fenómenos, a partir del año de la creación del Estado de Israel / Nakba, se pondrían en marcha mecanismos legales para impedir a la población nativa palestina refugiada volver a sus casas, a pesar de que la Resolución 194 de la Asamblea General de la ONU en diciembre de 1948 reconoció su derecho al retorno. Esto significaba que se excluyó y se separó de su tierra a la mayoría de las personas autóctonas solo por no ser judías. Paralelamente, a través de las leyes de retorno (1950) y ciudadanía (1952), cualquier persona judía del mundo podía obtener la ciudadanía plena israelí solo por su condición judía, mientras que, solo por su condición no judía, a la mayor parte de la población palestina se le negaba este derecho. Además, a la minoría de personas palestinas que no habían sido expulsadas durante la Nakba y que quedaron dentro de las líneas de armisticio israelíes, se les impuso la ley marcial hasta 1966. 

En resumen, en ambos casos, se establecieron diferentes mecanismos legales de desposesión, segregación, separación o represión entre la población que vivía bajo un mismo Estado solo por su condición de judía o no judía, por lo que Israel también fue y es un régimen de apartheid. El apelativo de apartheid para referirse a Israel ya lo utilizó el propio Ben Gurión, los sudafricanos Hendrik Verwoerd —ex primer ministro— y Desmond Tutu —arzobispo y premio nobel de la paz—, el expresidente estadounidense Jimmy Carter (2006) o el escritor israelí Amos Oz. En el siglo XXI, diferentes organismos y altos representantes de la ONU también han afirmado que Israel es un régimen de apartheid, así como ONG palestinas de Derechos Humanos como al-Haq, israelíes como Yesh Din y B’Tselem y, entre 2021 y 2022, las dos Organizaciones No Gubernamentales dedicadas a derechos humanos más conocidas del mundo, Human Rights Watch y Amnistía Internacional.

Por tanto, en la búsqueda del objetivo último sionista —máximo territorio con el mínimo de población no judía— la limpieza étnica y el apartheid, dentro del marco de proyecto sionista de colonialismo de asentamiento, fueron y han sido claves en la creación y la consolidación del Estado de Israel. 

En términos del Estatuto de Roma del Tribunal Penal Internacional, esto significa que Israel se creó a través de crímenes de guerra (como la “destrucción y la apropiación de bienes […] a gran escala, ilícita y arbitrariamente” o la “deportación”) y crímenes contra la humanidad (como el “traslado forzoso de población”, es decir, la limpieza étnica) y que se construyó, se ha sostenido y se sostiene gracias al mantenimiento de más crímenes contra la humanidad contra la población palestina como el apartheid y la persecución (Estatuto de Roma del Tribunal Penal Internacional, 1998).

En junio de 1967 llegó la euforia israelí por la victoria en la Guerra de Junio o de los Seis Días. La preparada y rápida ocupación militar de los Altos del Golán, Cisjordania, al-Quds-Jerusalén Este, la Franja de Gaza y la península del Sinaí —declarada ilegal por la Resolución 242 del Consejo de Seguridad de la ONU— también supuso un dilema para las autoridades políticas y militares israelíes. El contexto no era el mismo que en 1947-1948, a pesar de que entre 200.000 y 300.000 personas palestinas fueron expulsadas de sus casas —algunas de ellas por segunda vez desde 1948— en la conocida como Naksa de 1967. Si el Estado de Israel anexionaba los territorios de la Palestina histórica que acababa de conquistar, dejaría de tener una mayoría judía permanente, un axioma fundamental del sionismo. 

Por tanto, entre otros factores y con diversos matices, se optó por la endocolonización (tanto por su carácter intensivo como por tratarse de un territorio bajo control total israelí) y una ocupación militar sine die (2). Al contrario de lo que establecen numerosos análisis que consi deran que la “colonización” de territorios como Cisjordania y al-Quds-Jerusalén Este (que aquí se considera endocolonización de asentamiento) siguió a la ocupación militar de 1967, en este estudio se está demostrando que la ocupación militar vino después de un largo proceso histórico de colonización (exocolonización y endocolonización de asentamiento) y apartheid y que todas ellas han sido inseparables hasta la actualidad.

Podés descargar el libro completo aquí

Notas:

(1)  De hecho, en distintos períodos, diferentes dirigentes israelíes han defendido públicamente esta idea o una versión de ella. Por ejemplo, Ariel Sharón, primer ministro entre 2001 y 2006, que afirmó el mismo año en el que asumió la jefatura del ejecutivo israelí: “La guerra de independencia no ha terminado todavía. No: 1948 fue tan solo uno de sus capítulos. […] Es imposible pensar que hayamos concluido nuestra tarea y que nos podamos dormir en los laureles” (Álvarez-Ossorio e Izquierdo, 2007, p. 23).

(2)  Con varias diferencias e interpretaciones, la ocupación militar en un contexto de colonización o endocolonización ya fue desarrollado, por ejemplo, por Estados Unidos a partir de su guerra con México (Veracini, 2015, p. 269).

HUELLA DEL SUR