Félix Población
Leo que Jesús Cintora vuelve a la televisión, en este caso a la televisión pública, medio en el que se dio a conocer hasta que lo echaron. Que TVE lo recupere para un programa vespertino es una buena noticia, sin duda, y que ese programa tenga por asunto combatir la desinformación (Las malas lenguas) es aún mejor noticia. No vale decir en este caso que la idea es original, habida cuenta que ya se emite desde hace unos meses en horario nocturno un programa similar y semanal en La Sexta, donde se debería practicar la autocrítica, que falta le hace. Lo de la desinformación, la prodigalidad con la que se da la tergiversación y manipulación informativa, los bulos y patrañas gratis que dice El Roto, es tanta en los últimos tiempos -generalmente con procedencia en la extrema derecha-, que casi estaba obligada la televisión pública de nuestro país a emitir un programa de estas características. Nadie mejor para hacerlo que un periodista cuya trayectoria profesional y credibilidad profesional me parecen idóneas para este cometido. Tal como señala Martín Caparros, en un artículo que he leído recientemente sobre los periodistas que en América Latina se ven obligados a trabajar en una condiciones en las que está en juego su propia vida, es general la queja de que la mentira va ocupando cada vez más lugar en nuestras sociedades, por lo que es una tarea de obligado y urgente cumplimiento que, desde el periodismo con mayúscula deontológica, se conjugue con toda intensidad el verbo desmentir. Según Caparrós, cada medio de información que se precie debería adoptar como sección habitual, bien fuera todas las días o todas las semanas, la de recoger todas las patrañas que se publican o emiten, explicando de modo claro y concluyente por qué lo son. Por mucho que se insista en el periodismo de las cloacas, el que enloda y ha desprestigiado de modo alarmante el ejercicio de la profesión con sus burdas falacias -el adjetivo no es casual-, ese periodismo seguirá existiendo, manipulando y mintiendo mientras los grandes medios de información -como dice Caparrós- sigan presos de bancos y gobiernos y su antiguo prestigio les permita publicar cualquier pavada. La misión fundamental que le correspondería a un periodismo con dignidad hoy sería la de buscar la verdad entre tanto lodo.
DdA, XXI/5.928
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