Acaso porque estamos en Carnaval, mi estimado colega Juan Tortosa se refiere en su artículo a esos tipos disfrazados de periodistas en el Congreso, cuyo objetivo es la permanente crispación, sin más objeto que servir a los medios de la extrema derecha a los que sirven, financiados por algún gobierno autonómico como el de Madrid. También nos recuerda que las protestas de los periodistas que sí lo son deberían haber sido mucho antes, dado lo remisas que se muestras las presidentas del Congreso a tomar medidas. Los fascistas avanzan gracias a los instrumentos de los que los dota el sistema democrático y así, cuando llegan al poder, se cargan en tres días el universo de libertades que costó decenios construir.
Juan Tortosa
Llegan tarde los periodistas
parlamentarios protestando por la presencia entre ellos de provocadores ultras
disfrazados de informadores que dificultan su trabajo y usan la acreditación
que nunca debieron tener para fustigar a los políticos en las ruedas de prensa,
además de perseguirlos y acosarlos micrófono en mano por los pasillos y
aledaños del Congreso de los Diputados. No sé por qué han esperado tanto, como
tampoco entiendo por qué las presidentas de la institución (antes Meritxell
Batet y ahora Francina Armengol) no han desposeído ya a individuos
como Negre, Quiles o Ndongo de unas acreditaciones que
profanan cuando las esgrimen.
Algo se nos está yendo de las
manos. Algo muy serio está fallando y nadie parece dar con la tecla que permita
salir del embrollo. Los fascistas avanzan gracias a
los instrumentos de los que los dota el sistema democrático y así, cuando
llegan al poder, se cargan en tres días el
universo de libertades que costó decenios
construir. No voy a explayarme hoy aquí hablando
de los desmanes del “gorila” estadounidense, apelativo con el que
califica a Donald
Trump el eurodiputado del Partido Popular Esteban González Pons,
sino del peligro que palpamos en nuestra propia casa y que, con la mayor de las
impotencias, comprobamos cómo crece cada día.
Organizaciones ultras como Hazte
Oír o Abogados Cristianos se sirven del sistema judicial de la
manera más abominable para tensar la convivencia y poner en marcha
procedimientos que casi siempre acaban en nada pero que mientras permanecen
abiertos deterioran, puede que sin remedio, nuestra salud democrática. Que haya
jueces que les den bola y prensa que les proporcione altavoz redondea tamaña
insidia y contribuye a pudrir la armonía imprescindible para coexistir en paz.
Hay que encontrar la manera de no
seguirles el juego, de que no nos marquen la agenda, de que no puedan acosar
con la impunidad con la que lo hacen. No es de recibo tampoco, como decíamos al
principio, que unos tipos se cuelen en el Congreso y, disfrazados de
periodistas, se sirvan de la actividad parlamentaria para, “intimidar a la
prensa y montar cada día peliculillas con las que echar de comer al algoritmo y
a sus tropas de trolls, cuentas anónimas y demás odiadores”, como ha
escrito mi compañera Carmela Ríos.
"Sufrimos descalificaciones,
insultos y señalamientos por parte de personas que trabajan junto a nosotros y
no respetan unas elementales normas de convivencia. Incluso nos amenazan con
dar a conocer nuestros domicilios, ¡basta ya!", denuncian los periodistas
parlamentarios. Lo siento, compañeros, pero vais tarde, como os decía. Hace
casi tres años que, en este mismo rincón, me hacía yo algunas preguntas que
continúan sin respuesta, entre las que me voy a permitir refrescar unas
cuantas:
“¿Es aceptable que alguien use
una acreditación periodística para provocar a según qué políticos
comparecientes convirtiendo así la sala de prensa del Congreso en una
prolongación de los enfrentamientos que Vox suele
protagonizar en el hemiciclo? ¿Se les
puede negar el acceso? ¿Se les
puede poner condiciones?¿Cómo impedir la presencia de estos personajes
sin que eso acabe convirtiéndose en
un peligroso precedente para recortar libertades a quienes hacen su trabajo de
manera respetuosa y profesional? ¿Cuándo una pregunta deja de ser correcta para
convertirse en incorrecta, dónde está la frontera? Es más, ¿hay preguntas
incorrectas? Los ultras provocadores no alzan la voz, no insultan,
sencillamente encanallan el ambiente con directos al hígado retorciendo
argumentos y distorsionando la realidad mientras ponen cara de no haber roto
nunca un plato”.
Hay que encontrar la manera de
acabar con la impunidad de estos provocadores, pero técnicamente no parece que
sea fácil. En este lío andamos desde hace ya bastante tiempo, se ha esperado
demasiado para salir a protestar a las puertas del Congreso mostrando folios
con una frase, “Señalar no es periodismo”, cuya ambigüedad ha permitido a los
crispadores interpelados posar al día siguiente en el mismo lugar con el mismo
papel y las mismas palabras escritas en él que sus “colegas” hastiados. Si
“señalar no es periodismo”, ¿por qué nos señaláis?, se preguntaban Ndongo y Quiles con
el descarado recochineo que les caracteriza.
Tenemos razón, pero no acertamos.
A este paso se quedarán ellos y nos echarán a los demás. En Estados Unidos ya
han empezado. Han expulsado de las ruedas de prensa en la Casa Blanca a Associated
Press, la más prestigiosa agencia de noticias del país, han cerrado la oficina
de la CNN en el Pentágono y han dejado fuera del pool al HuffPost y
a la agencia Reuters, otra de las más reconocidas del mundo.
PÚBLICO
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