viernes, 7 de marzo de 2025

"MAQUILA": PARA CELEBRAR LA RAZÓN Y EMOCIÓN DE LA LITERATURA


Félix Población

Rafael Cabanillas Saldaña (Carpio de Tajo, Toledo, 1959), antes de esta novela de casi 300 páginas que se nos hace corta, publicó una trilogía exitosa que tiene por escenario los Montes de Toledo, con su epicentro en el Parque Nacional de Cabañeros (provincias de Ciudad Real y Toledo) y la comarca de La Jara en sus estribaciones. El autor dio lugar con estos libros (Quercus, Enjambre y Valhondo) a las respectivas rutas literarias que llevan el nombre de esas novelas. Todo un servicio de gratitud de la literatura a la tierra natal del novelista. La trilogía se ha vendido como la mejor literatura sobre la España vacía, calificativo este último inexplicable para un escritor que se ha dedicado durante muchas páginas a detallar con acierto la humanidad de esos escenarios, una humanidad que rezuma desde las primeras páginas, sobresalientes, el cuarto de los libros, Maquila, que para quienes leyeron los anteriores es la mejor de las cuatro novelas. Desde aquí la recomendamos a quienes están hartos de literatura hueca, carente de pensamiento y sentimiento, y con frecuencia también rala de conceptos, expresividad, vocabulario y estilo. Las cien primeras páginas de la novela son de las que no se olvidan, de las que sorprenden y fascinan por lo que se cuenta al detalle acerca de la restauración del viejo molino del abuelo Maquila y, también, por el aprecio enamorado que el autor pone en la escritura para que las palabras acaben con los silencios y alumbren las raíces de lo que constituye la esencia de la historia: una indagación en los sentires de la memoria, arraigados en el paisaje territorial y humano de una tierra olvidada. No las leamos con prisa. Prestémosles el ritmo pausado que merecen para disfrutarlas en toda su sazón, que es mucha. Quizá después de ese primer centenar de páginas admirables, decrece un poco la intensidad narrativa, aun manteniendo el interés del lector, para volver a incrementarse en emoción, potencia y cualidad descriptiva con la tipología singular de algunos personajes y la de la madre como colofón final durante su últimos años de vida en la ausencia. Rafael Cabanillas logra conmover otra vez nuestros sentimientos como pocas veces podemos leer en la literatura española actual. Buena parte del desarrollo del libro discurre en medio del ámbito existencial, ambiental y olvidado de esa España vaciada, no vacía, donde el autor encuentra suficientes motivos para darle voz y latido entre nosotros, y plantearnos, a su vez, la posibilidad de recuperarla como bálsamo humanizador frente a un mundo corroído de ruidos y codicias, tal como el protagonista hace con una precisa delectación y detenimiento enternecedor con la vieja estructura carcomida del molino del abuelo Maquila. Allí donde hace que el río discurra bajo un cristal a la vista de sus pies con su estrofa de agua para sentir el tiempo y donde, también, el techo acristalado le mantiene abrazado en el sueño al titilar de las estrellas. Allí donde la anciana madre le pregunta al hijo adónde he de marcharse y éste le responde: "Ahí al lado, a la primavera que bebe en el tablar del río. Al olor del espino albar que huele a dulce. A caramelo de azúcar. Al amarillo de las retamas. A la jara en flor. A las alas multicolores del Martín Pescador que se sumerge como una flecha en busca de su pez plateado. Si te vas, vete con ellos. Si te dejas llevar por la corriente del río, un día llegarás al mar. Al mar, madre, al mar. Ese cielo azul invertido. Porque eso es el mar, un paraíso invertido". 

DdA, XXI/5.924

No hay comentarios:

Publicar un comentario